viernes, 22 de febrero de 2019

Clímax, danzad, danzad, malditos



Título Original Climax (2018)
Director Gaspar Noé
Guión Gaspar Noé
Reparto Sofia Boutella, Romain Guillermic, Souheila Yacoub, Kiddy Smile, Claude Gajan Maull,  Giselle Palmer, Taylor Kastle, Thea Carla Schott, Sharleen Temple, Lea Vlamos, Alaia Alsafir,  Kendall Mugler, Lakdhar Dridi, Adrien Sissoko, Mamadou Bathily





Seguramente fue el mismo Gaspar Noé el primer sorprendido cuando al presentar su última producción, Clímax, en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes las alabanzas por parte de público y prensa especializada no se hicieron esperar, llegando incluso a ganar el primer premio. Algo parecido le sucedería cuando su quinto largometraje se alzó con el galardón a la mejor película en el pasado Festival de Sitges después de haber sido recibido con no pocos elogios y parabienes. No afirmamos esto porque su nueva propuesta detrás de las cámaras no merezca dichos reconocimientos, nada más lejos de la realidad, sino porque el francoargentino siempre ha sido un autor controvertido cuya filmografía ha despertado notable rechazo por su visceralidad y atrevimiento. Como se pudo ver en su momento con las puestas de largo internacionales de films como Solo Contra Todos, Irreversible, Enter the Void y, en menor medida, Love.




El génesis de un proyecto como Clímax es bastante peculiar. El rodaje de la película duró sólo quince días, se realizó en orden cronológico y únicamente contó con cinco páginas de guión. Estos datos podrían incitarnos a pensar que la última obra de Gaspar Noé es poco más que una cinta para salir del paso mientras prepara una de mayor envergadura, pero la realidad es diametralmente opuesta. Con un reparto de brillantes bailarines poniéndose delante de la cámara por primera vez como intérpretes comandados por Sofia Boutella, la única actriz profesional entre ellos a la que hemos podido ver en Kingsman: Servicio Secreto o Atomic Blonde, y un Gaspar Noé ejerciendo de co editor, escritor y realizador podemos considerar Clímax una de las propuestas más estimulantes y potentes del pasado año. Una pieza merecedora de todos los halagos recibidos a lo largo de su carrera comercial.internacional por carteleras y certámenes cinematográficos. A continuación, y en oposición al habitual modus operandi de este blog, se incluirán algunos spoilers de la obra reseñada.




La trama de Clímax, inspirada en hechos reales acaecidos en 1996, es de una sencillez insobornable. Un grupo de bailarines de danza contemporánea, y el hijo pequeño de uno de ellos, celebran el final de tres intensos días de ensayo en un orfanato abandonado en medio de un paraje nevado. La noche de despedida todos se reúnen para celebrar una fiesta mientras comienzan a surgir los primeros roces, celos y desavenencias entre los implicados. En un momento dado todos empiezan a sentirse mal y tener comportamientos erráticos, situación que acentúa de manera gradual la desconfianza y el rechazo acumulado entre unos y otros. Todo apunta a que el origen del caos viene originado por unos alucinógenos depositados la fuente de sangría de la que todos los bailarines están bebiendo. Este punto de partida sirve a Gaspar Noé para desarrollar un relato mínimo repleto de hallazgos formales y narrativos en los que incidiremos a continuación.




Una de las primeras escenas de Clímax es el plano fijo de un televisor en el que se emiten entrevistas de todos los bailarines de la compañía. Mientras los personajes confiesan sus mayores temores o anhelos, y Gaspar Noé utiliza leves pinceladas para dar pistas sobre la personalidad de cada una de sus criaturas, en los extremos del encuadre podemos encontrar varias películas en formato vhs entre las que reconocemos títulos como Suspiria, La Posesión, Saló o los 120 Días de Sodoma, Un Perro Andaluz o Querelle. De esta manera el guionista y cineasta no sólo da muestras de sus peculiares gustos cinematográficos, de conocimiento público varios de ellos, también nos ofrece pistas de qué tipo de largometraje va a ser el último dentro de su carrera como cineasta. Una vez puestas las fichas en el tablero y habiendo desfilado los tradicionales créditos finales al arranque de la obra, práctica habitual del argentino, Clímax empieza a tomar forma como pieza artística.




La primera escena en la que todos los protagonistas de la película interactúan juntos es una impresionante coreografía de baile rodada en plano secuencia con Gaspar Noé asentando las bases de su célebre puesta en escena, la misma que irá mutando a lo largo del metraje. Este largo pasaje aparentemente sin cortes (alguno hay oculto una vez termina el número musical) en el que todos los personajes se ven arrastrados por la fuerza sobrehumana intrínseca en la danza ejecutada es seguida por un montaje de escenas con los bailarines dialogando de manera distendida y sin cortapisas los unos con los otros en grupos de dos o tres. Esta parte se revela como una versión alternativa de las entrevistas antes mencionadas, porque es en la intimidad donde todos ellos muestran su verdadera cara espetando comentarios machistas, xenófobos, homófobos y violentos, sólo interrumpidos cuando vuelven a la pista de baile a dar lo mejor de sí mismos como profesionales y, entonces sí,  trabajar de nuevo como un grupo cohesionado.




Cuando el LSD vertido en la sangría comienza a hacer efecto y llegamos al ecuador del metraje los títulos de crédito iniciales de Clímax empiezan a desfilar de manera caprichosa en pantalla como si de un ritual iniciático se tratase. Al igual que ya hiciera con el cartel de aviso para abandonar la proyección de la recta final de su violenta ópera prima Solo Contra Todos Gaspar Noé utiliza este recurso para indicar al espectador el punto exacto donde se va a desencadenar el infierno terrenal y personal experimentado por esta compañía de baile. Desde ese mismo instante se acentúa notablemente la espontaneidad del film, algo fácilmente perceptible en la entrega sin miramientos desde ese mismo instante al uso de interminables planos secuencia en los que, casi con toda seguridad, el autor de Carne dio unas pocas indicaciones a su reparto para posteriormente entregarse este a la improvisación cuando el caos comienza a reinar en pantalla.




Es entonces cuando el estilo deudor del videoclip y la depurada estética visual de la primera mitad  deja paso al Gaspar Noé más reconocible y sin destilar, el de Sólo Contra TodosIrreversible o Enter the Void. Al contagiarse la lisergia de los personajes a los encuadres comienzan a actuar los tonos rojizos, la cámara orgánica e invasiva, la violencia explícita de naturaleza psicológica o física y los cuerpos anteriormente apolineos comenzando a retorcerse, fracturarse y autoinmolarse debido a los estragos de los psicotrópicos. Lo que en los primeros pasos de Clímax era belleza, estilización, elegancia y coherencia entre fondo y forma muta en una orgía visual y sonora en la que las máscaras sociales son arrancadas de cuajo para mostrar el verdadero rostro de animales llevados al límite por sus instintos más bajos y primarios. Las aberraciones más execrables realizables por la raza humana comienzan a conjurarse ante nuestros ojos a manos de personas previamente presentadas como individuos supuestamente civilizados.




El "clímax de Clímax" es un viaje sin retorno a un averno de reminiscencias dantescas, como si las imágenes y sonidos dando testimonio del mismo fueran representaciones audiovisuales de las ilustraciones que Gustavo Doré dedicó a la Divina Comedia. El recurso de invertir el punto de vista del espectador en la recta final de la película, eludiendo en todo momento estabilizarla para enfatizar su intranquilidad, en principio incomoda y desorienta por el continuo balanceo del objetivo de la cámara manipulada por Gaspar Noé. Es a los pocos minutos, cuando el ojo se adapta a tan desolador espectáculo, que descubrimos a esos bailarines transformados en monstruosidades informes pareciendo arrastrarse por el techo del salón de baile como si de víctimas de una posesión demoníaca o ataque epiléptico colectivo se tratase. Noé vuelve a introducirnos en su particular visión del infierno y nuestra mente remite instintivamente a la primera vez que nos cegaron las luces de neón del psicodélico hotel Void en 2009 o nos introdujimos en el Rectum en busca de venganza ciega en 2002.




Clímax es una de las obras más compactas y elocuentes de un temerario equilibrista como Gaspar Noé. No yerran aquellos que confirman la última cinta del hijo de Luis Felipe Noé como una de sus producciones más contenidas e incluso accesibles. Pero si la obra más "domesticada" de un autor como este es capaz de nacer como una "película orgullosamente francesa" e involucionar en un retrato desolador y visceral de la hipocresía, la intolerancia, los prejuicios y el egocentrismo de esa moderna Europa compactada en el pequeño mircocosmos al que da forma esa compañía de baile falsamente interracial y multiculturar sólo podemos confirmar, una vez más, a su máximo ideólogo como uno de los directores más importantes e indispensables de la cinematografía contemporánea. A la espera quedamos de saber hacia dónde se encaminará el próximo trabajo de este narrador kamikaze capaz de sorprendernos siempre, para bien o para mal, con su más reciente incursión en la ficción audiovisual.


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