sábado, 20 de agosto de 2011

El Demonio Bajo la Piel, from hell to Texas




Título Original The Killer Inside Me (2010)
Director Michael Winterbottom
Guión John Curran basado en la novela de Jim Thompson
Actores Casey Affleck, Jessica Alba, Kate Hudson, Simon Baker, Elias Koteas, Nead Beatty, Bill Pullman




Segunda adaptación cinematográfica del libro homónimo que el novelista norteamericano Jim Thompson escribió en el año 1952. La primera data de 1976, la dirigió Burt Kennedy, la protagonizaron Stacey Keach y Susan Tyrrell y no es muy recordada en la actualidad. Esta segunda la ha co escrito (junto a John Curran) y dirigido el polifacetico cineasta británico Michael Winterbottom. The Killer Inside Me suscitó cierta polémica en el pasado festival de Berlín debido a un par de escenas de cruda violencia contra mujeres localizadas en su metraje que levantaron una innecesaria polvareda que cegó a una crítica indignada que se centró sólo en esos pasajes, pasando por alto que el film que nos ocupa es un excelente producto de cine negro, eso sí, radicalmente negro.




El inglés Michael Winterbottom es un director que no se achanta con ningún género y que a pesar de mantener unas constantes autorales hasta cierto punto reconocibles, casi nunca hace una película igual que otra. Cine de denuncia como Road to Guantanamo, o In This World, dramas urbanos como Wonderland, ciencia ficción distópica con trasfondo romántico, Código 46, experimentos eróticos con sexo explícito, 9 Songs, atípicos post-westerns como El Perdón, crónicas músicales, 24 Hour Party People o productos con ínfulas más comerciales y basados en hechos reales como Un Corazón Invencible (A Mighty Heart). Con The Killer Inside Me se introduce por primera vez en el celuloide de género policaco estadounidense localizado en el sur del país, pero dándole su toque personal y lacerante.




The Killer Inside Me narra las vivencias de Lou Ford durante el año 1957. Un joven ayudante del sheriff, en un pueblecito de Texas, de carácter afable y educado que oculta en su interior una bestia sádica y violenta, un psicópata que mata de manera brutal sin sentir remordimiento alguno. Este fresco le sirve a Winterbottom para retratar la retrógrada y árida América del sur de finales de los 50, con los ecos de la segunda gran guerra aún resonando y todo envuelto en un fino y casi transparente papel de celofán que nos muestra a una gente que saluda alegremente a sus vecinos para más tarde en sus hogares llevar a cabo actos retorcidos y en ocasiones hasta inhumanos.




Lou Ford es un lobo con piel de cordero. Un chico con cara de monaguillo que transmite simpatía y buenos modales sólo en el exterior. Ya que bajo esa piel a la que hace mención el mesfistofélico, pero innecesario, título que han puesto en España al film, se esconde un loco homicida frío y calculador que es capaz de planear un brutal crimen en el que puede llegar a dar una bestial paliza a una prostituta (una atractiva Jessica Alba que se esfuerza, pero que como actriz mediocre que es no puede hacer mucho más) con la que lleva tiempo manteniendo relaciones íntimas a espaldas de su novia (otra sensual Kate Hudson muy metida en su papel y esta sí, con bastante talento).




Esta que comento es una de las dos escenas polémicas del largometraje (posiblemente la que más). Dicho pasaje es ciertamente crudo y su visionado no es agradable, pero su naturaleza tampoco es gratuita, porque en la construcción de su montaje, las palabras de la chica y los terribles desvarios del protagonista o esas perlas de sudor que le caen por el rostro, se vislumbra de manera esclarecedora un retrato sólido y veraz sobre cuan hondo es el pozo de insana deshumanziación en el que se encuentra sumergido Lou Ford. La otra escena vuelve a ser de violencia explícita con otra mujer y curiosamente sin ser tan gráfica es incluso más dura y esa visceralidad es transmitida con un sencillo plano en el que la chica se hace aguas menores encima por el miedo y el shock.




Michael Wnterbottom se ha defendido con respecto a esta controversia comentado que comprende que ciertos espectadores se sientan incómodos o agredidos al ver estas secuencias, porque él también odia la violencia y quiere mostrarla tal y como es, en toda su crudeza. No sé si estas declaraciones son ciertas o no, pero en una cosa si tiene razón el director de Tristam Shandy (A Cock & Bull Story). Mostrar estas escenas de manera tan brutalmente naturalista nos permite ver que el acto de agresión física contra una persona indefensa no es una coreografía montada con estética de videoclip estilizado como podemos ver en obras como la sagas de Saw o Hostel, sino uno de los actos más ruines, aborrecibles y degradantes que un ser humano puede llevar a cabo. De modo que las acusaciones de misoginia contra el largometraje, desde mi punto de vista, también quedan descartadas.




Incluso hay ideas que Winterbottom lleva a buen puerto sin que caigan en el saco de los tópicos. Me sirven como ejemplo los flashbacks sobre la vida de Lou que nos muestran los pasajes más traumáticos de su infancia, que no son utilizados para justificar sus actos en el presente (que como es lógico, no tienen justificación alguna) sino para ahondar más en la psique de la criatura. Uno de los personajes más terribles y miserables que un servidor ha visto en muchos años, al que se odia casi desde el primer minuto y al que da vida un magnífico Casey Affleck que lo llena de matices, gestos casi imperceptibles que se pierden entre caras que se mueven entre lo bondadoso y altanero (el interrogatorio en la cama) y un parsimonioso acento sureño que hacen creíble que un chaval menudo y de corpulencia más bien escasa, pueda parecer un verdadero asesino sin escrúpulos.




The Killer Inside Me es cine noir bien escrito y medido. Con unos actores que cumplen sobradamente con su trabajo (sobre todo el ya mencionado Casey Affleck) y unos secundarios interesantes como Elias Koteas, Simon Baker o Bill Pullman. La antepenúltima cinta de Michael Winterbottom es mucho más que un film con dos escenas violentas o cruentas. También es una pieza de género (con una atmósfera en principio liviana y luminosa, pero ocultando en su interior una morbidez y toxicidad irrespirable) poseedora de una destacable notabilidad conceptual y expositiva a la hora de sacar a la luz esos esqueletos llenos de polvo que ciudades como Texas llevan décadas acumulando en sus armarios.


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