martes, 2 de agosto de 2011

Mesrine, Parte I: El Instinto de Muerte, non je ne regrette rien




Título original Mesrine: L'instinct De Mort (2008)
Director Jean-François Richet
Guión Abdel Raouf Dafri basado en la novela de Jacques Mesrine
Actores Vincent Cassel, Cécile de France, Gérard Depardieu, Gilles Lelouche, Roy Dupuis, Elena Anaya, Michel Duchaussoy, Myriam Boyer, Florence Thomassin, Ludivine Saigner, Merçe Llorens




Tras su experiencia americana realizando en el año 2005 Asalto al Distrito 13, un muy competente remake de la cinta de culto del gran John Carpenter, el director francés Jean-François Richet volvió a casa. Allí pudo llevar a buen puerto un proyecto de gran envergadura, nada más y nada menos que un enorme biopic de su paisano, el célebre ladrón y contrabandista Jacques Mesrine. El film en un principio parece ser que iba a estar protagonizado por Jean Reno, pero por suerte se lo pensaron mejor y nuestro querido Juan Moreno no dio vida a un personaje alejado de su aire bonachón y eligieron sabiamente al talentoso Vincent Cassel.




Jacques Mesrine, conocido como "el hombre de las mil caras", nació el 28 de Diciembre de 1936 en Francia y desde bien joven se inició en el mundo del robo, la extorsión y el gansterismo. Atracó incontables bancos, se escapó aparatosamente de distintas cárceles francesas, canadienses o sudamericanas. Para el pueblo francés era tanto una especie de Robin Hood mediático como un mafioso descerebrado que vivía al filo de la navaja, con una avidez desmesurada por el dinero, la fama y las mujeres. El 2 de Noviembre de 1979 fue tiroteado por un grupo policial en Francia a plena luz del día tras años de búsqueda y captura.




La obra es un díptico que se divide en dos films. Mesrine, Parte I: El Instinto de Muerte y Mesrine, Parte II:, Enemigo Público Nº 1 basándose los guiones de ambos principalmente en la novela escrita por el propio Jacques y titulada L'instinct De Mort. Exitosa obra literaria en la que narraba su ascenso en el mundo del hampa, sus primeros golpes como atracador y también pasajes de su vida personal, como su relación con una española con la que tuvo su primera hija. En esta entrada desgranaré el primero de esos dos largometrajes que abarca desde su intervención como militar del ejército francés en Argelia hasta su huída a Canadá, país en el que continuaría su carrera delictiva.




Desde el inicio del film en el que vemos la ejecución del protagonista en un pasaje rodado milimétricamente con split screen, además de un ritmo hitchcockiano y en todo momento clasicista Jean-François Richet nos deja claro que va a realizar un ejercicio cinematográfico deudor de cineastas con renombre del policiaco americano como Brian De Palma, John Frankenheimer, Richard Fleischer o Sidney Lumet pero también con cierto tono estilizado de polizziotesco italiano que da el debido tono de europeización al producto.




En ese sentido el film puede adherirse a esa nueva ola de films sobre terrorismo y criminales ambientadas en los 60 y 70 que llegó al gran público con la inmensa Munich de Steven Spielberg y que siguió su estela con la magnífica RAF: Facción del Ejército Rojo del alemán Uli Edel. Todas ellas con un aroma a cine europeo de la segunda mitad del siglo XX fácilmente detectable, pero también con pinceladas de productos americanos de renombre como French Connection de William Friedkin. Mesrine I no es la excepción a la regla y Richet no lo oculta en manera alguna.




Después de enumerar las influencias cinematográficas pretéritas de la obra pasemos a comentar el contenido de la misma. Mesrine Parte I: El Instinto de Muerte es un interesante y muy sólido thriller criminal con toques de drama y algún apunte de humor siempre con el protagonista como catalizador de estos últimos. Richet se centra en humanizar a su criatura, pero en este caso ni la condena ni la enaltece (esto último cambia en la segunda parte Mesrine, Parte II: Enemigo Público Nº1 y de ello se hablará a su debido tiempo en la próxima entrada). Jacques es mostrado como un hombre violento, de gatillo fácil, ruín y rastrero pero siempre desde el carisma y la cercanía que transmite un inmenso Vincet Cassel.




El hijo de Jean-Pierre Cassel es la respuesta francesa a nuestro Javier Bardem (con el actor nacido en Palma de Gran Canaria comparte virilidad, corpulencia, versatilidad y un rostro no demasiado agraciado). Un intérprete todoterreno a descubrir, que reniega del método Staninlavsky ya que según él trabaja desde el artifico en sus personajes (viéndolo actuar nadie lo diría) y del que hablaré también en la próxima crítica, ya que si bien en la cinta que nos ocupa hace una excelente labor de composición, la mejor parte de su trabajo dando vida al personaje lo lleva a cabo en el segundo largometraje en el que campa a sus anchas experimentando con muchos de los matices y registros del protagonista.




En el largometraje Richet narra con fuerza acerada el paso del personaje por Argelia donde tomó contacto por primera vez con su lado más salvaje. Lo vemos dar sus primeros pasos en el mundo de la mafia junto a Guido (grande, en todos los sentidos, Gérard Depardieu) o como se enamora durante un viaje a España de una Elena Anaya excelente que comparte con Cassel una brutal escena de pelea matrimonial que nos confirma que tanto Richet como su guionista Abdel Raoud Dafri están dipuestos a mostrar tanto las pocas luces, como las muchas sombras de su protagonista, a diferencia de lo que solemos ver en los biopics salidos de Hollywood.




En el proceso vemos como llegó a asaltar distintos bancos a plena luz del día o como consiguió escapar repetidas veces de las cárceles en las que estaba encerrado por medio de los métodos más simples y menos trabajados posibles, aunque siempre con la ayuda de algún reo (un muy convincente Roy Dupuis) o su posterior huída a lo Bonnie & Clyde con la atracadora Jenna Schneider, a la que da vida una extrañamente sensual Cécile De France. Desembocando todo en uno de los momentos más conocidos de su carrera delictiva, cuando asesinó a dos guardias forestales en Canadá con la ayuda de su compañero ex convicto Jean-Paul Mercier.




Esta primera parte es una buena muestra de ambientación, muy adecuada puesta en escena, dirección y guión consistente. Todo potenciado por un extenso reparto lleno de celebridades francófonas comandadas por un Vincet Cassel en estado de gracia que devora la pantalla con su arrolladora personalidad. Aquí Richet, como ya he comentado, no juzga o idolatra a su personaje, siente cierta fascinación por su ideología y dudosa moral, pero no llega a retratar una hagiografía al uso, aunque como ya he mencionado después cae en la tentación con la secuela.




Mesrine I: L'instinct De Morte es una excelente primera parte del díptico cinematográfico que Jean François Richet dedicó a la vida de Jacques Mesrine. Un personaje odiado por unos y admirado por otros, pero que a pesar de enfrentarse a un sistema restrictivo y vivir al límite su existencia haciendo lo que le daba la gana no dejaba de ser un hijo de puta, al que se podía admirar por varias de sus hazañas, pero un hijo de puta al fin y al cabo.




En ese sentido este film (y el que le da continuación) tienen varios puntos en común con la meritoria ópera prima del director Andrew Dominik, Chopper, otro biopic sobre un delincuente australiano, Mark Brandon Read, que al igual que Mesrine era una mezcla de descerebrado violento, personaje medíatico chafardero, escritor ocasional, y héroe nacional de hojalata. A todas luces un hombre del siglo XX y un espejo en el que mirarnos para ver lo más bajo y lo más incorformista que hay en nosotros mismos y la sociedad en la que nos ha tocado vivir.


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