viernes, 3 de junio de 2011

Vestida Para Matar, femme fatale




Título Original: Dressed to Kill (1980)
Director: Brian de Palma
Guión: Brian de Palma
Actores: Michael Caine, Angie Dickinson, Nancy Allen, Keith Gordon, Dennis Franz, David Marguiles


En 1980 el director italoamericano Brian de Palma ya tenía una considerable fama a sus espaldas. Para unos era un cineasta que plagiaba con una alarmante desvergüenza a su admirado Alfred Hitchcock. Un realizador que utilizaba el esteticismo para tapar las carencias de historias que normalmente vendían humo. Para otros era un verdadero autor, un prestidigitador del lenguaje cinematográfico con una poderosa concepción de la construcción narrativa visual y formal que creaba auténtico y puro celuloide con sus largometrajes. Por suerte o por desgracia el autor de En Nombre de Caín en algún momento de su carrera ha sido tanto lo uno como lo otro.




Vestida Para Matar dio la razón tanto a sus detractores como a sus más acérrimos seguidores. La cinta estructuralmente es casi idéntica a esa imperecedera obra maestra llamada Psicosis (Psycho) del director británico por excelencia, pero De Palma no oculta tal hecho ni se avergüenza de él. Por otro lado es indudable que la cinta es un muy personal ejercicio de estilo, una obra con momentos de puro genio y pasajes de un acabado inquietantemente virtuoso que confirman un secreto a voces. Estamos viendo una obra 100% De Palma.




Es cierto que tenemos un exoesqueleto muy parecido al de la cinta protagonizada por Anthony Perkins y Janet Leigh, incluso hay situaciones rematadas de manera idéntica a las de aquella producción de 1960, pero De Palma llena ese discurso hitchcockiano de una mórbida toxicidad repleta de sexo, parafilias enfermizas, represión (en más de un sentido) y un suspense amenazante que se tensa como un hilo. Esa intriga, que el cineasta lleva con un pulso tan ferreo que debería analizarse en las escuelas cinematográficas, tiene varios momentos de puro genio.




Para empezar se podría destacar el excelente y bastante extenso (el director se toma su tiempo, pero es debido a que sabe muy bien lo que hace) pasaje en el museo de arte. En el De Palma hace un uso sencillamente magistral de los movimientos de cámara, el montaje, la localización de los actores en el encuadre, la música y todo esto sin una sola línea de diálogo. Seguidamente la secuencia que es para un servidor el clímax de la película y su escena más emblemática, la bestialmente potente del ascensor.




Si Hitchock tuvo su mítico asesinato en la ducha, esta elaboradísima y minimalista coreógrafía de muerte en el elevador, que llega a crispar los nervios del espectador y hacerlo sentir realmente incómodo, poco tiene que envidiarle la ya citada secuencia. La del descubrimiento de la identidad del asesino también tiene un acabado impecable. Después la onírica parte del manicomio con imposible plano cenital en la conclusión. Por último el final, una vez más un pasaje de una tensión debidamente dosificada en un cuarto de baño en el que una zapatilla blanca detrás de una puerta lo sugiere todo. Todas estas escena destacadas acompañadas por el maravilloso score del compositor Pino Donaggio.




Pero no sólo de Hitchcock vive Dressed to Kill. De Palma tiene su momento para recordarnos los gialli italianos y la estética cromática de colores puros en la iluminación del Dario Argento de Suspiria. También nos remite a este tipo de thriller el personaje homicida de manos enguantadas y arma blanca que finalmente de lugar a escenas de violencia muy gráfica (aunque nunca llegando al gore) que explotan delante de la cámara y por extensión ante el rostro del espectador. Incluso en la persecución en el metro hay un plano que es una referencia directa al momento clave de Rojo Oscuro del ya mencionado Argento.




La puesta en escena y el trabajo de De Palma en la dirección, son como casi siempre impecables. Distinto uso de trucos visuales como split screen, cámara lenta, lentes de aproximación dividida, planos detalle o una fotografía suavizada (grande Ralf D. Bode) que busca un tono ensoñador, De Palma no es amigo del hiperrealismo, de ahí que su discurso sea puramente cinematográfico. Sólo se echa en falta alguno de esos interminables planos secuencia marca de la casa que nos suelen dejar con la boca abierta.




Los actores no lo hacen mal, pero tampoco destacan en manera alguna. Angie Dickinson luce una interesante y atractiva madurez (con dobles de cuerpo o sin ellos). Nancy Allen da ese toque pizpireto y sexy que siempre aplicaba a los papeles que interpretaba en las películas de De Palma, su por aquel entonces marido. Keith Gordon cumple y hace un papel que le serviría de base para el que haría tres años después en Christine, más que correcta versión cinematográfica que realizó John Carpenter de la célebre novela homónima de Stephen King.




Dennis Franz hace de policía duro con fuerte acento italoamericano, vamos, en su línea, el tipo lo lleva en la sangre. Por último pero no menos importante, Sir Michale Caine, que con poco esfuerzo se lleva la película a su casa, con correcto hieratismo y una contención so british hace un excelente trabajo y lleva con mucha dignidad la peculiaridad de su personaje, no se espera menos del protagonista de La Huella (Sleuth), Un Trabajo en Italia o El Hombre que Puedo Reinar.




Es curioso, pero las mejores películas de De Palma (al menos las que más me gustan a mí como obras en su totalidad) Scarface, Carlito's Way, Los Intocables de Eliot Ness o Redacted no son tan puramente "depalmianas" como otras inferiores en el plano cinematográfico, pero decidamente memorables, en uno u otro sentido, como Doble Cuerpo, Impacto (Blow Out), Femme Fatale o esta Vestida Para Matar (seguro que el Paul Verhoeven de Instinto Básico revisionó más de una vez) que podría considerarse como la quintaesencia de un autor cinematográfico que antes que para el espectador, hace cine para sí mismo y de eso en el Hollywood actual queda poco.



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