Título Original: Shock (1977)
Director: Mario Bava
Guión: Francesco Barbieri, Lamberto Bava, Paolo Brigenti, Dardano Sacchetti
Actores: Daria Nicolodi, John Steiner, David Colin Jr, Ivan Rassimov, Paul Costello, Nicola Salemo
Shock supuso el testamento cinematográfico del gran cineasta italiano Mario Bava. Uno de los precursores del cine de terror en su país, Bava, creó algunas de las películas más famosas del horror europeo. La Máscara del Demonio, el primigénio giallo Seis Mujeres Para el Asesino o la inolvidable Las Tres Caras del Terror. Todas ellas piezas de un señor que tenía una personalidad muy definida como autor de obras de género y que influenció a herderos de su arte como Dario Argento u otros que también bebieron de su impronta pero de una manera un tanto más gruesa, como Lucio Fulci, Umberto Lenzi o su hijo Lamberto Bava, siempre a años luz de su padre.
Aún estando lejos de sus mejores obras y su etapa de apogeo, Shock supone un memorable último trabajo por parte de Mario Bava. El italiano coge la manida (aunque no tanto en 1977 como en la actualidad) cinta sobre una casa encantada y realiza un angustioso y logradísimo ejercicio de onirismo fílmico, con escenas que sin golpes de sonido o efectismos transmiten inquietud y con una trama que trasciende el simple terror para hablarnos de temas más mundanos como las adicciones.
Una mujer vuelve con su hijo y su segundo marido a la casa donde vivió con su primer esposo. Un adicto a la heroína que presuntamente se suicidó tirándose desde su embarcación al mar. A los pocos días el niño empezará a cambiar de carácter, haciendo la vida imposible a su madre e incluso amenazándola de muerte. La protagonista comenzará a desquiciarse y a notar una extraña y amenazante presencia en la casa que podría ser la de su anterior pareja sentimental que acecha de manera furibunda a la familia.
Bava se centra en el personaje interpretado por la actriz Daria Nicolodi (pareja sentimental de Dario Argento y madre de Asia) en sus hombros deposita todo el tono de locura irreal con respecto a los efectos que en ella produce la supuesta presencia extraterrena que pulula por el adosado. El papel de la actriz es agradecido y tiene momentos que mezclan lo terrorífico con lo sexual, además la intérprete de Rojo Oscuro acierta en no introducirse del todo en la sobreactuación con los pasajes más extremos de su trabajo.
Otro de los puntos fuertes de la obra es su atmósfera, que ya da las primeras pinceladas de ingenio en los mismo títulos de crédito con esas tomas a ras de suelo del inmueble con la agradecida música del grupo Libra (según se comenta serían los mismos Goblin con otro nombre, pero no he confirmado si esto es verdad, aunque un servidor lo duda) envolviendo los encuadres. Es curioso como un director con las suficientes dotes para crear buen cine de terror desde la más pura sencillez sea capaz de transmitir malestar e inquietud en el espectador con algo tan simple como una blanquecina y pálida mano saliendo de la oscuridad.
Incluso se permite el director de Semáforo Rojo hacer un aceptable retrato en forma de alegoría o metáfora, con toda la historia sobrenatural, para hablarnos de los traumas derivados de la adicción a las drogas duras y el desolador panorama que puede dejar dicha dependencia en un núcleo familiar. Sobre todo es interesante ver las reacciones del niño pequeño, que podrían responder a una representación de las secuelas psicológicas que el abuso de la heroína por parte de su padre dejó en él.
Recuerdo una madrugada que encendí el televisor en La 2 de TVE y encontré esta cinta terminando. Me impactó considerablemente la escena del niño corriendo hacia su madre (sale en el trailer, es fácil de distiniguir, es la que tiene sorpresa al final) y me fascinó lo poco que vi del largometraje. Esas pocas secuencias de este meritorio, extraño y mórbido canto de cisne sirvieron para que me picara la curiosidad por la filmografía de un director que ha conseguido asustarme, inquietarme y hacerme pasar muchas horas de insomnio viendo gran parte de su reivindicable obra.
Un film con un tercio final memorable. Bava saca petroleo de una actriz tan nefasta como Daria Nicolodi, que ya es sacar y sortea muy bien la burda naturaleza del asunto como exploit saleroso de La profecía, derivándolo con nervio hacia sus temáticas más personales de los terrores interiores y la paranoia. En no pocos aspectos es un curiosa perífrasis de la archimagistral La frusta e il corpo, perjudicada pro la muy fea estética tardosetentera, eso si.
ResponderEliminarTras revisionar Shock el otro día decidí seguir por esta vertiente y vi Ghosthouse de Umberto Lenzi (firmada con el pesudónimo Humprey Humbert) y dios santo, qué cosa más mala, creo que no la voy a comentar, tengo poco (o nada) bueno que decir de ella.
ResponderEliminarSi a partir del 77 el cine italiano de género es un cadáver ni te cuento a finales de los 80. A Lenzi hay que recuperarlo en sus nervudos policiales setenteros y en sus intrigas con Carrol Baker de finales de los 60, amén de un par de títulos tan deliciosos como La máscara de Kriminal o la incalificablemente psicodélica Spasmo.
ResponderEliminarMe gustaría saber qué te parecen algunos de esos productos sobre canibalismo y tribus antropófagas que cultivaron italianos como Ruggero Deodato o el mismo Lenzi a finales de los 70 y principios de los 80 y si se puede sacar algo de provecho de ese tipo de cine que a mí al menos no me llama mucho la atención, nota a parte para las barbaridades reales que hacían con animales, supongo que por la impotencia de no poder matar realmente al reparto de actores humanos.
ResponderEliminarDentro de poco hablaré de alguna de esas emblemáticas cintas.
Pues me parecen lo que son: basura.
ResponderEliminarEs un cine sin talento ni gusto por el cual no tengo el mínimo interés. Históricamente es la muestra de que en lugar de a la parodia a la que suelen derivar los géneros agotados (ejemplo perfecto el del spaghetti-western)el terror europeo se lanzó a la brutalización más abyecta.
Estoy muy de acuerdo contigo, lo peor era cuando metían una cutre coartada argumental supuestamente con mensaje (oh, mirad, el hombre civilizado es más salvaje que el indígena) que sirviera de excusa para introducir todas las burradas que les venían a la mente.
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