Título Original The Woman in Black: Angel of Death (2014)
Director Tom Harper
Guión Jon Croker basado en la novela de Susan Hill
Actores Helen McCrory, Jeremy Irvine, Phoebe Fox, Oaklee Pendergast, Adrian Rawlins, Ned Dennehy, Faith Elizabeth, Jorge Leon Martinez, Leanne Best
En el año 2012 una renovada Hammer Films estrenó The Woman in Black, segunda adaptación (la primera corrió a cargo de Herbet Wise para la televisión británica en 1989) a imágenes de la novela homónima de la escritora inglesa de literatura gótica Susan Hill. Para trasladar el libro a un guión contrataron a Jane Goldman, habitual colaboradora del cineasta Matthew Vaughn y para la dirección a James Watkins que venía de llamar la atención con su debut Eden Lake, abordando un tipo de terror que poco tenía que ver con el de la cinta que nos ocupa. El protagonista elegido fue un Daniel Radcliffe deseoso de quitarse la imagen del Harry Potter al que había dado vida durante diez años y unos actores secundarios británicos de sobrada profesionalidad como Ciaran Hinds o Janet McTeer entre otros. El resultado fue un soberbio ejemplo de cine de terror que hundía sus raíces en la Hammer, el Roger Corman que adaptaba a Edgar Allan Poe y Suspense (The Innocents) de Jack Clayton. Una atmósfera inquietante, un diseño de producción y una fotografía exquisitas y un reparto en estado de gracia hicieron de La Mujer de Negro una magnífica pieza cuyo éxito dejó abierta la puerta a una futura secuela. Con unos equipos técnico y artístico totalmente renovados llega a la cartelera española esta inevitable segunda parte titulada La Mujer de Negro: El Ángel de la Muerte, dirigida por el realizador Tom Harper curtido en la televisión británica y un reparto de actores poco conocidos fuera de las fronteras del Reino Unido. Esta segunda parte se muestra como un producto irregular que muestra lo mejor de sí mismo cuando se refleja en su predecesora y falla cuando se entrega a los brazos de los clichés propios del celuloide de terror actual.
Hay dos películas batallando en el interior de La Mujer de Negro: El Ángel de la Muerte. La primera quiere, reflejándose en los aciertos de la primera entrega, rendir tributo al clasicismo cinematográfico británico, sugiriendo más que explicitando y conteniendo el tempo, todo para que el terror en el relato fluya con naturalidad. Por otro la que prefiere ir a lo sencillo, al susto facilón y tramposo, la que decide aterrorizar por la vía auditiva a una platea que espera que la inquietud venga por las dotes como narrador del cineasta al mando, no de los efectos de sonido y los brutales golpes de banda sonora. A lo largo de los 98 minutos de metraje de la obra esta confrontación queda en tablas, ya que dicha secuela nos ofrece algunos momentos de tensión memorables que, aunque no ofrecen la superlativa ejecución de los de su predecesora, muestran el oficio de Tom Harper o sus buenas intenciones y otros en los que la poca inventiva y confianza en si mismo incita al hombre que se encuentra detrás de las cámaras a apelar a trucos burdos más propios de cintas de terror adolescentes americanas que de la productora que gestó la primera La Mujer de Negro o el sobresaliente remake de Déjame Entrar a manos del talentoso Matt Reeves.
La historia está localizada en 1941 durante la segunda guerra mundial y narra cómo dos profesoras y un grupo de alumnos huyen de los bombardeos nazis y dan a parar a la isla en la que se encuentra la casa de la familia Eel Marsh en la que tenían lugar los hechos en los que se vio implicado en abogado Arthur Kipps en la primera entrega cincuenta años antes. Allí la directora del colegio, una de las profesoras con un hecho traumático en su pasado y un piloto de la RAF (Royal Air Force) velarán por los niños que se verán desde la misma llegada a la mansión acosados por la presencia de Jennet Humfrye, que sigue morando por la zona en busca de venganza por la muerte de su hijo. El punto de partida que puede recordar a clásicos como La Residencia de Narciso Ibáñez Serrador o Suspiria de Dario Argento es sólo una excusa para llenar la casa en la que se desarrolla la acción de niños para que la mujer de negro los vaya eliminando (recordemos que la maldición rezaba que en cobro por la muerte de su hijo Nathaniel, Jennet acabaría con todos los niños que habitaran en la ciudad de Crythin Gifford) ante la mirada impotente de los personajes adultos.
Tom Harper muestra bastante oficio desde el arranque del largometraje y sabe sacar partido de la fotografía o la dirección artística y consigue sacar ideas interesantes de las irregulares escenas oníricas pero, a diferencia del James Watkins de la primera entrega, en pocas ocasiones consigue insuflar una verdadera atmósfera de morbidez o malignidad en las paredes de esa casa maldita hasta los cimientos. Con todo es triste ver que si en ocasiones puede llegar a inquietar con una imperceptible mano en el agujero de un techo o una silueta vista a través de una sábana en otras ocasiones utilice burdos recursos de naturaleza conceptualmente sensacionalista para inquietar al espectador. El reparto de actores se mueve entre el simple cumplimiento (las dos profesoras a las que dan vida Helen McCrory y Phoebe Fox o el piloto al que da voz y cuerpo Jeremy Irvine) y la mediocridad de unos niños (encabezados por un insípido Oaklee Pendergast) abordando unos y otros personajes esquemáticos y prototípicos (el niño apocado, el pretendiente que no es lo que parece, el personaje “que no cree” y se dará cuenta de “su error”) que al menos cumplen su cometido en lo que se refiere a protagonizar las escenas de tensión y angustia intercaladas en el metraje y que son lo mejor de la velada.
The Woman in Black: Angel of Death finalmente resulta ser una producción rudimentaria y de escasa originalidad que se queda en un trabajo de consumo rápido para ver durante una noche aburrida en la que no tengamos nada más interesante que degustar. Lejos de los aciertos de su predecesora la película de Tom Harper oscila entre lo aceptable y lo fallido ofreciendo una historia mil veces vista que no aprovecha del todo el potencial del nuevo icono del cine de terror que tiene en sus manos y que si va a seguir siendo abordado de manera tan insuficiente será mejor dejarlo dormir el sueño de los justos. La nueva Hammer Films tiene un considerable potencial pero tan pronto ofrece proyectos muy acertados como Déjame Entrar o La Mujer de Negro como otros irregulares y fallidos del estilo de La Victima Perfecta (The Resident) de Antti Jokinen o el largometraje que nos ocupa que por desgracia no cumple con lo que se le exigía. Por desgracia esa El Estigma del Mal (The Quite Ones) rodada por John Pogue (autor de aquel engendro llamado Quarantine 2: Terminal) y que todavía no ha visto la luz en nuestro país no augura que esta nueva etapa de la factoría que nos ofreció durante el siglo XX obras maestras como La Maldición de Frankenstein o Drácula: Príncipe de las Tinieblas, ambas pertenecientes al inolvidable cineasta Terence Fisher, haya encontrado la senda que la encamine al éxito de crítica y público que su legado le demanda.
Critica publicada originalmente en la web Zona Negativa.
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