miércoles, 4 de marzo de 2015

Green Zone, mentiras de guerra



Título Original Green Zone (2009)
Director Paul Greengrass
Guión Brian Helgeland basado en el libro de Rajiv Chandrasekaran
Actores Matt Damon, Greg Kinnear, Brendan Gleeson, Amy Ryan, Jason Isaacs, Khalid Abdalla, Yigal Naor, Said Faraj, Antoni Corone, Raad Rawi





El cine del director irlandés Paul Greengrass siempre es sinónimo de calidad y compromiso, incluso el grueso de su obra que ya forma parte de la encorsetada maquinaria de Hollywood. Después del éxito internacional de su tercer (y hasta ahora mejor) film Bloody Sunday su carrera ha sido meteórica, implicándose de lleno en la saga de Jason Bourne, rodando la segunda (El Mito de Bourne) y tercera parte (El Ultimatum de Bourne) y sacando adelante proyectos valientes de un considerable trasfondo político como la soberbia United 93 y la meritoria y recuperable Capitán Philips. Pero la obra que nos ocupa es aquella Green Zone de 2009 con la que Greengrass, recibiendo la inestimable ayuda del guionista Brian Helgeland, adaptó a imágenes (de manera bastante libre) la novela Vida Imperial en la Ciudad Esmeralda: Dentro de la Zona Verde de Irak del periodista norteamericano de origen hindú, Rajiv Chandrasekaran.




El largometraje relata los hechos acaecidos en Irak un mes después de la invasión del ejército de Estados Unidos al país. Seguiremos los pasos del equipo MET (Mobile Exploitation Team) del Capitán Roy Miller (Matt Damon basando su personaje en el oficial del ejército americano Richard "Monty" Gonzales) que se revelará contra sus superiores cuando poco a poco y sumando una misión fallida tras otra descubra que la supuesta presencia de armas de destrucción masiva en el país asiático era una excusa para que el gobierno de la admnistración Bush tomara Irak por intereses mucho más egoístas que instaurar la democracia en aquella zona. Miller y unos pocos ayudantes se enfrentarán a Clark Poundstone (Greg Kinnear) el representante del Pentágono que se ocupa de proporcionar a Inteligencia Militar información falsa con respecto a la presencia del inexistente arsenal químico en poder del régimen de Saddam Hussein.




Green Zone podría ser la contrapartida de la reciente El Francotirador (American Sniper) con la que Clint Eastwood y Jason Hall adaptaban la autobiografía del SEAL Chris Kyle. Mientras la notable cinta protagonizada por Bradley Cooper obviaba los motivos por los que se inició la invasión a Irak centrándose en idealizar la carrera militar del protagonista de la obra, el largometraje de Paul Greengrass, sin eludir su naturaleza de cine bélico, apunta directamente a los motivos políticos que dieron origen a aquel conflicto iniciado hace más de una década y que sigue coleando en la actualidad. El cineasta irlandés pone las cartas sobre la mesa y se deja de medias tintas, sabe lo que quiere transmitir y cómo hacerlo con la ayuda de su guionista y su actor principal




El autor de Resurrection vuelve a hacer uso de ese tono documental que ha ido forjando con el paso de los años y que hoy día es una de las señas de identidad de su impronta como narrador. La cámara de Green Zone está a pie de calle, se arrastra por la arena de Diwaniya y recorre sus estrechas calles repletas de pólvora, metralla y muerte, Greengrass sabe hacer uso de la inmediatez cinematográfica, la cámara al hombro y un naturalismo dinámico  y cortante, pero en esta ocasión se excede con el uso abusivo del grano y el ruido que en varias ocasiones más que transmitir verismo o cercanía llega a confundir y saturar a un espectador por culpa de una fotografía que en momentos puntuales peca de confusa y forzada.




Esta vibrante puesta en escena, indivisible a la visión cinematográfica de su realizador, como en otros de sus trabajos sirve para sustentar un mensaje crítico, esta vez contra la intervención en Irak auspiciada por la administración del anterior presidente de Estados Unidos, George W. Bush El cineasta utiliza a modo de MacGuffin las falsas pruebas presentadas a Naciones Unidas por el ministerio de defensa de Estados Unidos con las que confirmaban la presencia de armas de destrucción masiva en el país asiático, que en un acto reduccionista un tanto autocomplaciente en el guión se limita a una sola persona (cuando sabemos que aquello no se limitó a un sólo individuo) perteneciente al Pentágono (el Clark Poundstone de un convincente Greg Kinnear) y esta excusa narrativa es la que bascula todo el entramado de la película y su discurrir.




Una de las máculas, que todo hay que decirlo son pocas y de escasa importancia, es cierto subrayado con el mencionado tema del arsenal químico que en ocasiones es expuesto con una obviedad casi ingenua en pantalla, como si Greengrass y el guionista Brian Helgeland (Mystic River o L.A Confidential) creyeran estar revelando material de alto secreto cuando a pocas personas a lo largo del globo se les escapaba ya en aquel 2009 en el que el film vio la luz que los motivos por los que se invadió Irak fueron méramente económicos y estratégicos. A eso habría que sumárle cierta gelidez formal impropia de alguien como el director de Extraña Petición (The Theory of Flight) que con films como United 93, Capitán Philips y Bloody Sunday conseguía agarrar por las solapas a un espectador que quedaba tocado después del visionado de dichos trabajos.




Por suerte el número de aciertos de Green Zone solapa sus escasas carencias. El guión del autor de El Fuego de la Venganza (Man on Fire) o Deuda de Sangre (Blood Work) apunta ideas de considerable interés como abogar por dar voz individual a unos soldados que no deben dejarse llevar siempre por las órdenes de sus superiores cuando crean que las mismas son cuestionables o moralmente reprobables y reflejar mínimamente al bando contrario mostrando las motivaciones y reflexiones, equivocadas o no, de los iraquíes ya sean civiles (como el caso del Freddy al que da vida el habitual de los últimos films de Greengrass, Khalid Abdalla) o colaboradores del régimen de Sadam Hussein (el general Mohammed Al Rawi al que ofrece convicción física Igal Nagor) alejándose así de productos (Black Hawk Derribado o la ya mencionada El Francotirador) que retrataban a los enemigos del ejército americano como seres inhumanos que sobre el papel eran poco más que zombies u objetivos a los que eliminar.




La penúltima cinta de Paul Greengrass forma un interesante díptico junto a United 93, dos obras que narran hechos surgidos de los inefables atentados del 11 de septiembre de 2001 y que históricamente en varios aspectos cambiaron el panorama político y social internacional en general y el estadounidense en particular. Por desgracia como obra, a pesar de sus buenas intenciones, llegó un poco tarde para hablar de un tema como el de la guerra de Irak, puede que para intentar evitar el escaso éxito y fría acogida que recibieron trabajos más cercanos a la fecha de inicio de dicho conflicto (En el Valle de Elah, Redacted, Generation Kill) siendo críticos con el mismo. Con todo Green Zone es una notable muestra de cine bélico perfectamente ejecutado y con un trasfondo lo suficientemente comprometido como para tener algo interesante que decir y plantear a la platea.



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