Título Original Chappie (2015)
Director Neil Blomkamp
Guión Terri Tatchell y Neil Blomkamp
Actores Sharlto Copley, Dev Patel, Hugh Jackman, Sigourney Weaver, Jose Pablo Cantillo, Miranda Frigon, Brandon Auret, Sean O. Roberts, Ninja, Yolandi Visser, Robert Hobbs, Dan Hirst, Eugene Khumbanyiwa, Paul Hampshire, Kevin Otto
Vaya por delante que no quiero empezar esta entrada hablando de la interesante carrera del cineasta sudafricano Neil Blomkamp, ya que de su exitoso paso por el mundo de la publicidad y los videoclips o de sus dos primeros largometrajes, Distrito 9 y Elysium, ya habló largo y tendido mi compañero Enrique López hace un par de años con un magnífico artículo al que habría que añadir la crítica conjunta de la película protagonizada por Matt Damon que le dedicaron mis también socios Jordi T. Pardo y Luis Javier Capote Pérez en su momento. Vamos a centrarnos en su tercer trabajo (el segundo dentro de la maquinaria estadounidense) detrás de las cámaras titulado Chappie, protagonizado por Sharlto Copley ofreciendo su físico por medio de la captura de movimiento al protagonista y secundarios como Dev Patel, Hugh Jackman, Sigourney Weaver, Jose Pablo Cantillo, Ninja o Yolandi Visser. La nueva propuesta de Neil Blomkamp ha sido recibida con disparidad de opiniones ya desde su estreno entre los que la consideran un producto magnífico que contiene muchas de las virtudes del cineasta sudafricano y los que la ven como la confirmación de que se está labrando una errática carrera dentro Hollywood. Para el que suscribe Chappie es una obra magnífica en varios aspectos, con los suficientes aciertos como para solapar sus perdonables fallos y que aún planteando temas interesantes envueltos en una brillante factura técnica marca de la casa sí pudo haber llegado más lejos en cuanto a su planteamiento y aspiraciones artísticas que, aunque encomiables, no son explotadas al 100% por su productor, guionista y director, aunque pariendo igualmente un proyecto que merece la pena como conjunto cinematográfico y al que no hay que dejar pasar.
Chappie es una amalgama de obras adscritas a la ciencia ficción como Robocop, de Paul Verhoeven, las dos entregas de Cortocircuito e Inteligencia Artificial, aquel proyecto que Stanley Kubrick nunca pudo rodar y que finalmente dirigió su amigo Steven Spielberg. Con respecto al parecido con la producción de 1987 protagonizada por Peter Weller la situación se vuelve preocupante cuando el espectador mínimamente avispado se da cuenta que durante la primera media hora de metraje la tercera cinta de Neil Blomkamp es un émulo de aquella que en ocasiones se adentra en terrenos de la desvergüenza. Un futuro corporatibizado, empresas privadas creando robots para sustituir a los policías humanos y personajes principales idénticos a los interpretados en Robocop por Miguel Ferrer, Ronny Cox, Kurtwood Smith o Dan O’Herlihy y que aquí tienen los rostros de Dev Patel, Hugh Jackman, Ninja y Sigourney Weaver respectivamente. Hasta una variante del inolvidable ED 209 hace acto de presencia con ese enorme “Buey” diseñado por el personaje del actor que ha dado vida a Lobezno siete veces. La devoción que Neil Blomkamp por el Paul Verhoeven adscrito a la ciencia ficción (el de la impagable trilogía formada por la ya mencionada Robocop, Desafío Total y Starhsip Troopers y en menor medida el de El Hombre Sin Sombra) no se le escapa a a nadie, ya que la dejó clara en sus dos trabajos previos, pero este fusilamiento inmisericorde de la primera película protagonizada por el policía cibernético de Detroit hace temer lo peor. Por suerte todo es un espejismo ya que como hemos comentado previamente Chappie se desvincula de la influencia de Verhoeven para adentrarse en terrenos diferentes cuando el director y su co guionista, Terri Tatchell deciden apelar a los sentimientos de su protagonista.
Porque ese es el motor que hace de engranaje dentro de Chappie, la idea asimovsiana de cómo una máquina puede poseer consciencia y pensar y obrar como un ser humano. Como obra podremos sacarle ciertos fallos a la última incursión detrás de las cámaras de Neil Blomkamp, pero lo que no podemos negarle es que en su interior anidad un verdadero corazón que palipita y consigue transmitir a la platea todo aquello que Chappie experimenta desde que su creador, Dion, lo resetea covirtiéndolo en algo parecido a un niño atrapado en un cuerpo de titanio que será usado por motivos puramente egoístas por todos y cada uno de los humanos (el sudafricano ha demostrado en sus tres films que no nos tiene mucha estima como raza y no se le puede culpar por ello) que se cruzarán en su todavía prematura existencia. Puede que el fan del cineasta piense que a un contexto futurista como este le falta la crítica política subtextual (la del apartheid en Distrito 9 y la de la diferencia de clases de Elysium) que ya era seña de identidad indispensable en todo largometraje salido de su mano y aunque es cierto que el guión no escarba más en la vertiente distópica de ese porvernir protofascista y militarizado encarnado en el personaje de Vincent Moore, interpretado con mucho aplomo por un Hugh Jackman entre violento (la broma en la oficina) y patético (esos pantalones cortos) que demanda a gritos más roles de villano demente, es en el “adiestramiento” del mismo Chappie donde anida la crítica más dura del film homónimo. No es díficil ver en cómo el personaje de Ninja (magnífico este desconocido actor y director, del mismo nombre artístico que su personaje, de físico escuálido pero intimidante) trata de convertir a Chappie en una máquina de matar un paralelismo claro con respecto a las guerrillas que entrenan a Niños Soldado para convertirlos en asesinos ávidos de sangre contra su propia voluntad, más si tenemos en cuenta que la trama tiene lugar en Johanesburgo, la ciudad más poblada del sur del continente africano en el que nació el mismo Neil Blomkamp.
El problema nace cuando el largometraje se adhiere más al estilo spielbergiano, el de la ya mencionada Inteligencia Artificial o E.T, ya que si previamente hemos comentado que la película apela a los sentimientos de su protagonista para conseguir la empatía con el espectador, consiguiéndolo totalmente, en ocasiones se bordea la sensiblería y cierto subrayado grueso (sobre todo cuando Dion adiestra al personaje tratando de alejarlo de la mala influencia de Ninja) que sin dar al traste con todo lo construido para dar hondura a Chappie sí se muestra en ocasiones algo molesto. En este sentido también llama la atención, como hemos apuntado unos parrafos más arriba, que Blomkamp también se haya dejado imbuir, de manera voluntaria o no, por las entregas de Cortocircuito, los dos films ochenteros dirgidos por John Badham y Kenneth Johnson respectivamente y protagonizados por, Johnny 5, un robot militar que quiere ser humano. De aquel díptico toma ideas casi completas como la reconversión en matón del personaje pocos después de ser agredido por humanos, la personalidad de Dion que es muy parecida a la del Ben Jabituya de las dos entregas al que daba vida un entrañable Fisher Stevens o el deseo del protagonista de ser reconocido como un ser vivo, una entidad real. Todo esto aderezado con el despampanante look visual de su director que aquí decide contenerse más en la puesta en escena y no abusar tanto de slow motion, camáras al hombro, subsanando errores de la aún así reivindicable Elysium (aunque hace poco descubrimos que ni al mismo director le convenció el resultado de aquella) e inyectando al producto esa sucia estética cyberpunk que tanto le gusta y que ya venía de algunos de sus trabajos en videoclips o anuncios publicitarios. Toda esa contención estética eclosiona en la media hora final de metraje en la que Blomkamp da lo mejor de si mismo rodando secuencias de acción vertebradas con puro nervio y sustentadas en la implicación dramática en la que se ven sumergidos los personajes principales.
Chappie no ha sido recibida como ha merecido, la cinta es lo suficientemente potente como para haber cosechado una respuestas, sobre todo por parte de una crítica que no se ha dejado enamorar por los encantos robóticos de su protagonista, más positivas porque méritos no le faltan. Desde un trabajo magnífico por parte de Neil Blonkamp tanto detrás de las cámaras como en el guión compartido con Terri Tatchell (el libreto podría haber ahondado más en sus ideas, pero sabe plantear dilemas morales y existenciales nada desdeñables y dignos de reflexión así como hacer uso de una simbología sutil y digna de elogio) hasta un reparto en estado de gracia comandado por un Sharlto Copley dando sus movimientos físicos y dotes interpretativas a Chappie de manera tan brillante que posiblemente Andy Serkis sepa ya a estas alturas que le ha salido un muy digno competidor dentro de su especialidad. La tercera película del sudafricano es una de las propuestas más interesantes de la actual cartelera y su afán por humanizar a un robot que es capaz de entender ideas como el amor, el sacrificio, el miedo, la amistad o la compasión curiosamente comparte cartelera con el reestreno en pantalla grande del montaje final de Blade Runner, que ya habló de este tema hace 33 años cuando Roy Batty demostró a Rick Dekkard antes de morir que había una vida real llena de experiencias detrás de esos ojos azules implantados en un laboratorio, aunque esa es otra historia. No sería complicado que Chappie hiciera las delicias de los aficionados al género, pero a aquellos que la vean y no se vean debidamente saciados les queda el consuelo de ver en cine la primera colaboración artística entre Sigourney Weaver y el director de la próxima entrega de la saga Alien, que esperemos dé a Blomkamp ese reconocimiento que con esta inteligente, atrevida, aterradora en su exterior y entrañable en su interior, tercera cinta no ha conseguido.
Crítica escrita originalmente para Zona Negativa
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