Director: Spike Jonze (2009)
Guión: Spike Jonze & David Eggers basado en el libro de Maurice Sendak
Actores: Max Records, Catherine Keener, Pepita Emmerichs, Mark Ruffalo, Max Pfeifer, Madeleine Greaves, Joshua Jay, Ryan Corr, Steve Mouzakis
Posiblemente deposité demasiadas espereanzas en la última cinta del americano Spike Jonze, pero es que sus dos films previos, una genialidad titulada Cómo Ser John Malkovich y aquella obra maestra que responde al nombre de Adaptation: El Ladrón de Orquideas, no ayudaban a tener unas expectativas bajas y qué queréis que os diga, el trailer que tenéis un poco más arriba me pone la cane de gallina aún hoy (pero gran culpa de eso la tienen los Arcade Fire) después de ver el film y no haber resultado ser todo lo que yo me esperaba.
Where the Wild Things Are es un buen film. Regala al espectador un buen rato de cine entretenido, con cierta magia y sabor nostálgico al cine ochentero de gente Jim Henson o los Pythonescos Terry Jones y Terry Gilliam. El apartado técnico está muy logrado, con una ambientación austera a la par que cálida y una utlización del vestuario y el maquillaje entrañable por implicar un encomiable rechazo al diseño digital de personajes.
No he leído el relato corto de Maurice Sendak, pero el guión de Jonze y Egger es lo que realmente hace flaquear al film que nos ocupa. Es lógico que al encontrarnos en la mente de un niño, todos los personajes actúen como lo hacen y que la trama se encarrile en un caótico devenir en el que Max y sus amigos monstruosos sólo deseen jugar, pelear, saltar y divertirse, ya que son algunas de estas acciones las que el protagonista echa de menos en esa fría realidad en la que le ha tocado habitar.
Pero claro, que un autor se entregue a la anarquía narrativa, por estar esta pasada por el filtro de la visión de un niño no siempre da buen resultado, a Terry Gilliam en Tideland le salió bien la jugada, a Jonze aquí y siempre desde mi punto de vista, no. Algunas cosas fallan, como la antipatía que en ocasiones transmite el hecho de que Max siempre esté cabreado y gritando, lo rutinarias y repetitivas que se vuelven las acciones de los personajes y la trama, que parece no avanzar practicamente nada perdiéndose por derroteros un tanto insulsos.
Pero también es cierto que el film tiene grandes momentos. Como los dos relacionados con la maqueta, las divertidas discuisones entre los monstruos, el personaje de Alexander, ese precioso lamento en forma de aullido por parte de Carol hacia el final o el trabajo de algunos de los actores que dan voz a las criaturas. Como Paul Dano o James Gandolfini, que a pesar de tener el mismo acento que cuando interpretaba a Tony Soprano, hace un trabajo bastante meritorio.
El golpe ha sido duro por no encontrar el emocionante relato sobre la infancia, la soledad y la perdida de la inocencia que me esperaba, pero eso no significa ni que la última cinta del co creador de Jackass sea un mal film, ni que no quepa la posibilidad de que cambie mi opinión cuando decida revisionarlo, ya más calmado y con distintas expectativas. Un trabajo arriesgado y a contracorriente, puede que no del todo acertado, pero tampoco desechable por completo.
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