Título Original X-Men: Dark Phoenix (2019)
Director Simon Kinberg
Guión Simon Kinberg, basado en los cómics de Chris Claremont y Johm Byrne
Reparto Sophie Turner, Jessica Chastain, James McAvoy, Jennifer Lawrence, Michael Fassbender, Nicholas Hoult, Tye Sheridan, Alexandra Shipp, Kodi Smit-McPhee
Después de un interminable sucesión de contratiempos de distinta índole el pasado 7 de junio X-Men: Fénix Oscura llegaba a las carteleras estadounidense y española. Desde la sustitución de Bryan Singer por Simon Kinberg debido a los problemas profesionales y personales relacionados con el primero la cuarta entrega del reinicio de la saga cinematográfica mutante ideada por 20th Century Fox hace casi veinte años sólo ha ido encontrando obstáculos en su camino. Pero también sería una necedad negar que desde su mismo génesis el proyecto estaba abocado, puede que no al fracaso, pero sí a la indiferencia o la irrelevancia. Se antojaba extraño y errático realizar una segunda adaptación cinematográfica de la mítica Saga de Fénix Oscura teniendo en cuenta que en la polémica X-Men: La Decisión Final ya había sido llevada a imagen real. Que el mismo Simon Kinberg fuera el guionista de aquella tercera película podría anticipar la idea por su parte de debutar como director siendo más fiel a lo que quería plasmar en aquel film realizado por Brett Ratner, pero eso también anticiparía la naturaleza caprichosa del proyecto. Una vez tomada la decisión el seguidor de la franquicia esperaría que esta nueva versión fuera más fiel a los cómics o al menos mejor que aquella de 2006. Por desgracia no ha sido el caso y ya podemos confirmar la presente como la entrega más floja de la saga central en pantalla grande de los homo superior.
Como ya hemos aventurado y delata su título X-Men: Fénix Oscura adapta el célebre arco argumental escrito por Chris Claremont y dibujado por John Byrne en 1980 dentro de la colección Uncanny X-Men, abarcando del número 129 al 138 de la misma. Afirmar que es una traslación de dicha historia a imagen real se antoja una simple formalidad, porque lo que Simon Kinberg ha extrapolado a la pantalla grande toma su planteamiento y punto de partida para después alejarse de manera gradual a lo que aconteció en las viñetas, dando como resultado un relato fallido en prácticamente todos sus aspectos. La infidelidad a las viñetas no tiene que ser motivo para que el largometraje carezca de calidad o buen hacer cinematográfico, pero desgraciadamente este es un caso en el que, más allá del respeto por el material en el que se basa, los desaciertos y carencias se apoderan del conjunto del proyecto. Fallos en los que trataremos de ahondar a continuación para ofrecer una visión amplia de la obra y los motivos por los que ha sido un fracaso de crítica o público y por extensión una despedida tan decepcionante como agria para los mutantes.
Las mayores carencias de X-Men: Fénix Oscura residen en su caótico y, aparentemente, manoseado guión. No sabemos si alguien intercedió en la labor de escritura en solitario por parte de Simon Kinberg, pero es un desastre a prácticamente todos los niveles. Aunque en su arranque la historia discurre sin demasiadas estridencias y el planteamiento inicial del conflicto tiene potencial, su desarrollo es atropellado, incoherente, superficial y está resuelto pobremente. A pesar de los esfuerzos de Sophie Turner la transformación de Jean Grey en Fénix o el subtexto sobre liberación sexual que subyace debajo, muy presente en la saga en viñetas original, no rasca más que en la superficie. A ello habría que sumar un encadenado de decisiones arbitrarias y desafortunadas cuando el film ejecuta su primer giro de guión. A partir de ese momento se desencadena la hecatombe con situaciones pueriles pésimamente expuestas, personajes entrando y saliendo de la trama sin ofrecerse explicaciones convincentes que lo justifiquen y un cierre totalmente anticlimático e indigno, no ya sólo para la cinta, sino para la etapa iniciada con la soberbia X-Men: Primera Generación en particular y la saga cinematográfica de los Hijos del Átomo en general.
Pero la mayor gravedad del libreto reside en su triste retrato de personajes. Aunque hemos llegado a ver versiones más egocéntricas y reprobables de Charles Xavier en los cómics, como el de la etapa de Astonishing X-Men de Joss Whedon y John Cassaday, la vergonzosa descaracterización a la que someten al personaje de James Mcavoy de X-Men: Apocalipsis a esta última entrega es la más penosa que recuerdo en años. El hombre decente, altruista, entregado a los demás y su causa pacífica vira en un ser superficial, megalómano y temerario que sólo la dignidad del actor de Glass salva del mayor de los ridículos, aunque con la famosa escena de las escaleras llegue a bordear los límites de la vergüenza ajena, no por su culpa, sino por la de Kinberg como guionista al plantear situación tan extravagante. Si a eso sumamos la villana interpretada, como buenamente puede, por Jessica Chastain, una de los más unidimensionales, sonrojantes e intrascendentes del cine de superhéroes reciente coronamos una galería de roles en su mayoría apocados, desubicados o protagonizando arcos dramáticos del todo insostenibles, así como incongruentes con los planteados, con mucho más acierto, en las anteriores entregas.
En cambio no puedo eludir mencionar lo bien facturada técnicamente que me ha resultado esta X-Men: Fénix Oscura, único apartado en el que sus responsables han realizado profesionalmente su labor. No sabría decir si las secuencias de acción de la obra han recaído en la segunda unidad dirigida por la veterana Ashley Bell (Watchmen, Star Trek: Más Allá, Godzilla), pero en caso contrario Simon Kinberg demuestra haber hecho notablemente bien los deberes trabajando codo con codo con gente como Matthew Vaughn o Bryan Singer a la hora de empaparse de la versatilidad de ambos a la hora de enfrentarse con los mastodónticos rodajes de Primera Generación y Días del Futuro Pasado o Apocalipsis. Una puesta en escena sin aspavientos y muy medida, secuencias a gran escala bien facturadas, un uso inteligente del CGI y recurrencia de efectos prácticos e incluso algún alarde visual (como ese travelling cenital que recorre los distintos vagones del tren y lo que en ellos acontece) dan buena muestra de la destacable resolución visual del film a pesar de ir gradualmente desarrollándose en localizaciones cada vez más exiguas, como si el presupuesto menguara en cada nueva situación desembocando en una clímax, como ya hemos apuntado, bastante deficiente.
Desgraciadamente poco más podemos rescatar de un producto tan desangelado y rudimentario como X-Men: Fénix Oscura. No sabemos a ciencia cierta si ha sido obra de 20th Century Fox o esa Disney que compró los derechos de esta última, pero todo apunta a que la ópera prima de Simon Kinberg como director es una pieza que sus mismos productores se han encargado de destruir por medio de cambios, reshoots, y una desgana generalizada. Como si quisieran finiquitar pronto la franquicia para quitársela de en medio dándole una conclusión indigna para una serie de films sin cuyos primeros pasos seguramente la actual fiebre del cine superheróico, adaptado del noveno arte, ni hubiese tenido lugar. Ni siquiera esa soberbia relación entre Magneto y Xavier, James McAvoy y Michael Fassbender no comparten ni cinco minutos de metraje, sobre la que se sustenta la saga o los guiños a los fans de los cómics (la aparición de Dazzler, ese amago de Genosha) salvan de la mediocridad esta última incursión en el microcosmos creado por Stan Lee y Jack Kirby en 1963 y cuyo futuro se antoja incierto ahora que Kevin Feige, junto a sus colaboradores, se van a hacer con la rienda de los personajes y sus aventuras en la gran pantalla.
Reseña publicada originalmente en Zona Negativa.
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