jueves, 15 de noviembre de 2018

Bohemian Rhapsody



Título Original Bohemian Rhapsody (2018)
Director Bryan Singer y Dexter Fletcher
Guión Anthony McCarten y Peter Morgan
Reparto Rami Malek, Joseph Mazzello, Ben Hardy, Gwilym Lee, Lucy Boynton,  Aidan Gillen, Tom Hollander, Mike Myers, Allen Leech, Aaron McCusker, Jess Radomska, Max Bennett, Michelle Duncan, Ace Bhatti, Charlotte Sharland, Ian Jareth Williamson, Dickie Beau, Jesús Gallo, Jessie Vinning





La idea de llevar a la pantalla grande la historia de banda británica de rock Queen, y por lógica la vida de Freddie Mercury, llevaba muchos años rondando en las mentes de Brian May y Roger Taylor, guitarrista y batería del grupo respectivamente y las dos personas responsables de la marca desde que el bajista, John Deacon, se desvinculara de esta tras la muerte del célebre frontman apelando a que Queen sin Freddie Mercury no tenía sentido. Para bien o para mal May y Taylor han mantenido en activo la vida del conjunto con musicales, discos recopilatorios y en vivo, giras con otros cantantes como Paul Rodgers (con el que llegaron incluso a grabar un nuevo lp, The Cosmos Rocks) o Adam Lambert y ahora con un exitoso largometraje que, tras ser vapuleado por la prensa especializada, ha encontrado el respaldo de un público entregado en masa para ver este esperado biopic centrado en una de las personalidades más importantes de la música contemporánea.




Los problemas con respecto a esta Bohemian Rhapsody que ahora llega a nuestras pantallas tuvieron lugar a lo largo de las distintas etapas de su creación. Cuando parecía confirmado el nombre del humorista, actor y director Sacha Baron Cohen para dar vida a Freddie Mercury; Brian May y Roger Taylor prescindieron de sus servicios debido, supuestamente, a la intencionaldiad del protagonista de Brüno o El Dictador por ahondar en los pasajes más controvertidos de la vida del cantante como su época hedonista o su bisexualidad, algo que no agradó a los músicos reconvertidos en productores cinematográficos que en sus declaraciones más recientes confirman la elección de Baron Cohen como alter ego de Freddie una opción nunca tomada del todo en serio. Finalmente la desconcertante, pero definitivamente acertada, elección del interprete americano Rami Malek (Mr Robot) para meterse en la piel de Farrokh Bulsara se convirtió en uno de los mayores aciertos del largometraje, aunque de eso hablaremos más adelante.




Una vez comenzada la producción de la película los obstáculos siguieron sucediéndose. El director elegido para orquestar el proyecto, Bryan Singer, fue despedido por 20th Century Fox debido a sus continuas ausencias injustificadas del set de rodaje y por algún que otro encontronazo con Rami Malek. Para terminar el metraje restante tomó su relevo detrás de las cámaras el actor y director Dexter Fletcher (Lock & Stock) responsable de otro biopic musical, Rocketman, centrado en Elton John con Taron Egerton (Kingsman 1 y 2) dándole vida y que verá la luz a lo largo del próximo año. Aunque en los títulos de crédito sólo consta el nombre del realizador de X-Men: Días del Futuro Pasado el mismo protagonista de Bohemian Rhapsody afirma que Dexter Fletcher fue, de los dos directores, el que mejor entendió el proyecto y lo dotó de verdadera alma. Declaraciones no sabemos si ciertas o el resultado de la ya manifiesta enemistad del intérprete con Singer tras los problemas compartidos por ambos durante la rocambolesca gestación de la obra.




Después de este somero repaso a los avatares a los que se enfrentó la producción de Bohemian Rhapsody ya podemos evaluarla como traslación de la historia de Queen en general y Freddie Mercury en particular al medio audiovisual y también como largometraje. Por desgracia desde las dos perspectivas la película tiene luces y sombras, aciertos y defectos, buenas y malas intenciones. El resultado deja un sabor agridulce por arrojar luz sobre algunas de las etapas más importantes de la banda, pero haciéndolo de manera sesgada y en ocasiones hasta deshonesta por parte de unos Brian May y Roger Taylor incapaces de abordar la vida de su amigo Freddie con total sinceridad y sin miedo a revelar los pasajes menos amables de su existencia. Todo ello con la comprensible intención de crear el mejor homenaje posible al que fue su compañero durante viente años de carrera, pero manipulando hechos y fechas en pos del dramatismo. Algo en lo que incidiremos un poco más adelante.




Bohemian Rhapsody es un biopic puramente hollywoodiense al seguir casi todas las señas de identidad adheridas a este subgénero cuando ha sido gestado dentro de las majors estadounidenses. Estructura formada por inicio humilde, ascenso a la fama, caída en picado por culpa de excesos o adicciones varias, purgatorio y redención. Máxima responsabilidad de la viabilidad del proyecto depositada en un excelente actor cuya transformación física y labor interpretativa no sólo depara premios y alabanzas múltiples, sino que también llega a eclipsar al resto de apartados del largometraje, normalmente no muy destacables. Visión descafeinada de la vertiente más negativa de la personalidad del protagonista con la misión de conseguir una falsaria y artificial empatía con el espectador asumiendo la preconcebida incapacidad de este a la hora de conectar emocionalmente con una persona repleta de claroscuros. Idea esta que muestras magistrales, y atípicas, del subgénero como Bird, de Clint Eastwood, o The Doors, de Oliver Stone, desacreditan totalmente.




El largometraje dirigido por Bryan Singer y Dexter Fletcher se posiciona de manera más o menos ortodoxa en esta vertiente de hagiografías, pero por suerte no nos han privado de ofrecer la cara más excesiva de Freddie Mercury, aunque sea superficialmente. En Bohemian Rhapsody no se elude la bisexualidad del protagonista, ni su etapa más entregada a los excesos y la vida nocturna o sus visitas a los locales de ambiente de la época, algo de agradecer a los guionistas Anthony McCarten y Peter Morgan. El problema es que por todos esos momentos se pasa de puntillas, sin exponer en pantalla nada explícito que pudiera despertar las iras de cierto sector del público más conservador y así dejar satisfecho y feliz a todo el mundo mientras se paga el precio de lo acontencido realmente a lo largo de aquellos años, de vital importancia para que el frontman de Queen adquiriera la enfermedad que años más tarde la costaría la vida.




Desde un punto de vista estilístico y de ambientación la traslación de los mejores años profesionales de Queen a la pantalla es brillante. El trabajo de dirección artística, maquillaje y vestuario es de nota dando forma a un diseño de producción convertido en una de las mayores virtudes de la película a pesar de la presencia de alguna que otra peluca (las usadas por Freddie Mercury y John Deacon en los 70 o prácticamente todas las de Roger Taylor) de terrorífico acabado y una dentadura postiza demasiado pronunciada para Rami Malek con la intención de emular los característicos dientes del cantante. A todo esto debemos sumarle una banda sonora magistral con algunas de las mejores composiciones del conjunto y un especial cuidado y cariño por hacer creíble en los conciertos en directo, o los momentos íntimos con interpretaciones a capella, que es realmente Rami Malek el dueño de la portentosa voz de Mercury. Algo conseguido gracias a una combinación de la del actor, la del mismo cantante y la del canadiense Marc Martel, uno de sus mejores imitadores.




Como regalo para los fans de Queen Bohemian Rhapsody funciona desde el minuto uno. Con Freddie despertándose rodeado de gatos, escuchando ópera y con un cuadro en el centro de su dormitorio con la famosa fotografía de la actriz Marlene Dietrich que le sirvió como inspiración para la portada del álbum Queen II, y a su vez pose más característica de la banda en forma de rombo, o la delectación de Brian May sacando de su funda la Red Special, guitarra que construyeron su padre y él acompañándole a lo largo de toda su carrera; entre otros muchos detalles todo es una dosis continua de fanservice para los seguidores del grupo. Referencias a Smile, la composición de discos y temas icónicos, la presencia de personajes indivisibles a su historia, para bien o para mal, y la adecuada captación del espíritu musical de los británicos por medio de una labor histórica y de investigación tan digna de elogio como lógica si tenemos en cuenta quienes son los precursores del proyecto.




Tristemente no todo son alabanzas en el sentido de capturar la magia (¿a kind of magic?) de Queen en pantalla. La puesta en escena de Bryan Singer y Dexter Fletcher es tan eficiente cuando debe capturar la épica de las descargas en directo o el intimismo en los momentos más personales como recargada cuando quiere enfatizar la idea de convertir, desde un punto de vista inmersivo, al espectador en un testigo más de aquellos momentos inolvidables. Sirva como ejemplo el clímax del largometraje con el evento Live Aid y los históricos poco más de 20 minutos de Queen que insuflaron nueva vida a los cuatro músicos. Mientras las imágenes capturadas de la emisión original funcionan con una eficiencia intachable son el recurso de los planos detalle, la estilización visual exagerada de algunos encuadres innecesariamente enfatizados y una tendencia al efectismo los que en ocasiones nos sacan de ese glorioso final en el que se dejan notar las mayores virtudes y lo más notables defectos técnicos de Bohemian Rhapsody.




Pero si hay algo de lo que se ha acusado a los responsables de Bohemian Rhapsody es de manipular muchos hechos relacionados con la carrera de Queen y su cara visible, unos con mayor importancia que otros. Aunque nos privara de algunos de los momentos más emocionantes de la historia del grupo es comprensible que Roger Taylor y Brian May no quisieran abordar los años de enfermedad de Freddie por respeto hacia él y con la intención final de evitar el morbo. Lo que no tiene tanto sentido es cambiar la manera en la que Mercury se unió a la banda o conoció a Mary Austin, retrasar tres años la composición de un tema como We Will Rock You, convertir el disco en solitario del cantante en uno de los controvertidos motivos de la casi ruptura del cuarteto cuando por aquel entonces May y Taylor ya habían hecho lo propio, este último hasta en dos ocasiones; o afirmar que antes del concierto de Live Aid llevaban tres años sin tocar juntos obviando así la gira del disco The Works de 1984.




El cambio ejecutado con todos estos apuntes históricos relacionados con Queen, unos de más gravedad que otros como ya hemos anotado, palidecen ante la decisión más polémica tomada en Bohemian Rhapsody. Aunque la película nos quiera hacer creer lo contrario Freddie Mercury no descubrió que había adquirido el virus del VIH hasta 1987, no sólo dos años después de Live Aid, fecha elegida por el film para localizarla, sino uno más tarde de una de las giras más importantes de la banda, aquella Magic Tour con la que promocionaron el disco A Kind of Magic (1986). Para colmo los guionistas también afirman que Freddie confesó su enfermedad a Brian, Roger y John el mismo día del festival internacional impulsado por Bob Geldof, cuando realmente tuvo lugar con posterioridad Evidentemente estamos hablando de un largometraje con unos códigos y un lenguaje propios para enfatizar el dramatismo de su relato y el elegir Live Aid como su culminación obligó a los productores a ser prácticos y situar en aquel mítico día todo el poso emocional del clímax de la obra. Pero la decepción, y hasta el enfado, de algunos fans se antoja tan inevitable como comprensible.




Como previamente hemos mencionado en todo biopic, prototípico o no, su actor protagonista suele destacar sobre el el reparto de secundarios y en ocasiones por encima incluso del resto de apartados del largometraje, también algo acontecido en Bohemian Rhapsody. La labor de Rami Malek es brillante no sólo por capturar fielmente la gestualidad, el amaneramiento, la fuerza sobrehumana en la que se convertía sobre el escenario, el descaro y sobre todo el timbre de voz de Freddie Mercury, sino también por emular con virtuosismo esa amalgama entre divo virtuoso, excesivo y superdotado en su vida profesional y persona tímida, vulnerable y solitaria en lo personal que definía su identidad. Evidentemente la profecía se da por cumplida y él es lo mejor del film, pero por suerte el resto del reparto no le va a la zaga con cuatro eficientes actores como Joseph Mazzello, Ben Hardy y Gwilym Lee dando vida a sus compañeros de Queen (a destacar la labor del último como Brian May, con un trabajo de mímesis que poco tiene que envidiar al de Malek) o Lucy Boynton en la piel de Mary Austin, primer amor y mejor amiga de Freddie hasta el día de su prematura muerte.




Bohemian Rhapsody es una película para todos los públicos, hecha para gustar un amplio abanico de espectadores como los seguidores de la banda y el público generalista que conocerá por primera vez los entresijos de una de las bandas de rock más importantes de todos los tiempos con su cantante como epicentro del relato. Se trata de un buen producto, eficiente, hecho con cariño y con la misión de encumbrar la figura de Freddie Mercury y su memoria. Pero también es un producto de naturaleza prefabricada, facilón en muchos aspectos e ideado de manera milimétrica para forzar las emociones de todo aquel con intencionalidad de consumirlo como proyecto cinematográfico. Los fans más incondicionales del grupo nos quedamos con una sensación contradictoria. Agradecidos por la simple existencia del film, y molestos por haber desperdiciado la oportunidad de hacer algo verdaderamente grande con Queen.


No hay comentarios:

Publicar un comentario