domingo, 30 de abril de 2017

Enemy, tangled web



Título Original Enemy (2013)
Director Dennis Villeneuve
Guión Javier Gullón, basado en la novela de José Saramago
Reparto Jake Gyllenhaal,  Mélanie Laurent,  Sarah Gadon,  Isabella Rossellini,  Joshua Peace, Tim Post,  Kedar Brown,  Darryl Dinn,  Misha Highstead,  Megan Mane,  Alexis Uiga





2013 fue un año clave para el despegue definitivo del cineasta canadiense Denis Villeneuve como uno de los artesanos más talentosos del cine occidental actual. En la edición del Festival Internacional de San Sebastián presentó sus dos últimos trabajos hasta el momento, Prisioneros y Enemy. El primer largometraje, rodado dentro de la maquinaria estadounidense y con un magnífico reparto encabezado por Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal, era una atípica muestra de thriller sobre secuestros que se hacía fuerte gracias a la medida puesta en escena de su comandante en jefe y a la enorme labor de su casting. El segundo era un trabajo de naturaleza mucho más modesta, una co producción entre Canadá y España que adaptaba El Hombre Duplicado, una novela editada en 2002, escrita por el mítico literato portugués José Saramago y que, una vez más, tenía al protagonista de Nightcrawler como actor principal.




Cuenta la leyenda que cuando el productor canadiense Niv Fichman adaptó la novela Ensayo Sobre la Ceguera con el brillante largometraje A Ciegas (Blindness) cuya dirección recayó en el cineasta carioca Fernando Meirelles (Ciudad de Dios, El Jardinero Fiel) y se la mostró a José Saramago este se emocionó tanto con el trabajo realizado que le dio el visto bueno para adaptar otro de sus trabajos literarios. Fichman eligió El Hombre Duplicado y tras un arduo proceso de preproducción eligió al español Javier Gullón (Invasor, Hierro) para escribir el guión, a su compatriota Denis Villeneuve que por aquel entonces sólo era conocido por haber llamado la atención con su segundo film, Incendies, para dirigir la película, al actor norteamericano Jake Gyllenhaal para abordar el papel protagonista, a las actrices Sarah Gadon (Un Método Peligroso) y Melanie Laurent (Malditos Bastardos), canadiense y francesa respectivamente, para interpretar a los dos personajes femeninos de la historia y a las que habría que sumar una Isabella Rosellini (Terciopelo Azul) con breve pero destacada aparición.




El que esto firma no ha leído la novela del autor de Ensayo Sobre la Lucidez o El Viaje del Elefante, de modo que a la hora de abordar Enemy lo haré, como en muchas otras ocasiones en las que he hablado aquí de adaptaciones al celuloide de novelas que no conozco, desde un punto de vista estrictamente cinematográfico. Mientras en aquella edición del festival donostiarra Prisioneros recibió una aceptación considerablemente positiva Enemy fue acogida con una notable disparidad de opiniones, una polarización que vasculaba entre los que consideraban el film de Denis Villeneuve una obra maestra desafiante e inteligente y los que se sentían profundamente engañados por lo que consideraban un inexcrutable juego de trileros que a no pocos espectadores dejó con el gesto torcido sobre todo con ese famoso y polémico final acogido entre estupefacción y alguna risa nerviosa por los que acabaron formando parte de detractores de la obra.




Enemy narra la obsesión por parte de Adam (Jake Gyllenhaal) un apocado profesor de historia hacia la figura de Anthony (también Jake Gyllenhaal) un actor venido a menos al que descubre en una película de medio pelo como extra y que mantiene con él un inexplicable parecido físico. Ambos individuos, casado el segundo y con una situación sentimental un tanto peculiar el primero, llegarán a conocerse y comenzarán a mantener una extraña y aparentemente enfermiza relación. Esta idea narrativa, nacida en la novela de José Saramago, es la catalizadora del devenir de acontecimientos que tienen lugar en el film y los mismos que utilizan el guionista Javier Gullón y el cineasta Denis Villeneuve para tejer una intrincada tela de araña que da forma al tercer largometraje del director de La Llegada (Arrival) y con la que consigue atrapar a todo aquel espectador receptivo y con amplitud de miras que decida entrar en el nada complaciente juego de dichos autores.




Enemy fue abordada por Denis Villeneuve como una atípica y compleja amalgama formal y conceptual entre el David Lynch de la críptica y psicogénica Carretera Perdida (muchos han mencionado Mulholland Drive como principal referencia, pero el que esto firma ve más claras las reminiscencias al film protagonizado por Bill Pullman y Patricia Arquette) en cuanto a la estructura narrativa o argumental de la obra y el David Cronenberg de sus primeros films y la visión aséptica, gélida y mastodóntica de la arquitectura modernista que ofrecía en ellos desde un punto puramente estilístico. Esta peculiar mezcolanza cinematográfica que localiza una historia sobre múltiples identidades, desdoblamientos de personalidades y visiones deudoras del movimiento surrealista acontecidas en una enorme urbe canadiense sin determinar cuyas dimensiones se antojan intimidantes inyecta una personalidad muy marcada al largometraje que puede fascinar a un tipo de espectador y repeler a otro con la misma intensidad.




Denis Villeneuve imprime una puesta en escena distante, fría, tomando el rol de un Demiurgo imparcial a la hora de abordar las emociones de sus criaturas, como si de un entomólogo se tratase (la presencia de la enorme araña que pasea por el skyline canadiense podría reafirmar esta teoría) aunque no llegando a las cotas de crueldad de un Gaspar Noé, un Lars Von Trier o un Alejandro González Iñárritu, autores con tanto talento como predisposición por hacer sufrir lo indecible a sus personajes. El realizador de Sicario marca las distancias con los roles que pueblan su relato, pero no es ajeno a las situaciones en las que se ven envueltos y sabe llegar al corazón de la historia expuesta perfilando, con la ayuda de Javier Gullón al guión y el magnífico reparto, personalidades que se antojan realistas y cercanas a pesar de habitar en una especia de pesadilla de resonancias kafkianas.




El canadiense se crece a la hora de deconstruir conceptos como la personalidad, la identidad, la enfermedad mental y los complejos resortes que hacen funcionar el cerebro humano. Enemy es una “road movie introspectiva”, una viaje a la mente del/los protagonista/s en el que nunca llegamos a saber qué es real y qué pertenece al terreno de lo onírico. El prodigioso juego de espejos con el que el autor de Polytechnique extrapola los efectos de una conciencia perturbada tras sufrir un hecho traumático por medio del uso de las personalidades disociadas y la interacción entre una pareja de personajes que son el mismo y dos a la vez nos recuerdan a la soberbia Spider de, una vez más, David Cronenberg y su magnífico retrato de la esquizofrenia sin las florituras visuales y sentimentales de producciones hollywoodienses que han abordado el tema, como su coetánea Una Mente Maravillosa, dirigida por Ron Howard en 2001.




Para dar vida a Adam y Anthony, dos personalidades totalmente opuestas que funcionan indivudualmente pero que se mimetizan al 100% con el relato que protagonizan una vez se conocen “personalmente”, Villeneuve y sus colaboradores contrataron los servicios de un brillante Jake Gyllenhaal que por aquel entonces ya había dado sobradas muestras de su buen hacer en obras maestras como Donnie Darko o Brokeback Mountain. La labor del estadounidense es doblemente meritoria, nunca mejor dicho, si tenemos en cuenta que debe dar características diferenciadas a dos versiones de un mismo hombre, imprimiendo a uno timidez, introspección o vulnerabilidad y a otro sensualidad, carisma o vivacidad. Por medio de un meticuloso uso del lenguaje corporal, mínimos matices en la modulación de la voz y algunos pasajes que nos retrotraen a otra inolvidable “doble interpretación” como la de Jeremy Irons en Inseparables (Dead Ringers) de, como no podía ser menos, David Cronenberg, el actor de Código Fuente (Source Code) entrega todo un recital con su labor en Enemy.




Al desdoblado trabajo de Jake Gyllenhall se suman tres personajes femeninos indispensables para entender el desestructurado trayecto vital del personaje principal a los que dan vida tres excelentes actrices. Sarah Gadon como la sufrida esposa de Anthony, en avanzado de gestación  con la sombra de la (reincidente) infidelidad de su marido siempre sobrevolando su cabeza parece más una contrapartida femenina de Adam que la cónyuge del díscolo actor. Por otro lado la conspicua amante de Adam, a la que da vida la francesa Melanie Laurent, interactúa mejor en pantalla con Anthony dado que las personalidades de ambos son similares, pero el contraste entre “polos opuestos” al que juegan Villenueve y Gullón da mucho juego con respecto a esparcir sobre la mesa las piezas del puzzle que forman Enemy. Por último, mención de honor a la breve aparición de Isabella Rosellini como la madre de Adam cuya intervención añade información de capital importancia para entender, en la medida de lo posible, la personalidad del personaje principal y sus actos.




Enemy supuso la confirmación del quebequés Denis Villenuve como una de las mentes más lúcidas del actual panorama cinematográfico internacional. Un artesano capaz de saltar de producciones adscritas a los grandes estudios (pero siempre con cierta pátina de personalidad e inquietudes creativas) a proyectos más independientes y personales como la adaptación cinematográfica de la novela de José Saramago que nos ocupa. Sólo el tiempo nos dirá si el canadiense podrá mantener este envidiable y privilegiado método de trabajo entre superproducciones y “cine de autor” después de embarcarse en tres grandes proyectos dentro de la ciencia ficción como son La Llegada (Arrival), Blade Runner 2049 y la futura adaptación de Dune con los que esperemos Hollywood no llegue a vampirizar su talento como lo ha hecho con cientos de otros cineastas curtidos en un tipo de celuloide más alternativo ajeno a los restrictivos preceptos de las majors estadounidenses.




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