viernes, 16 de septiembre de 2011

Red State, even though I walk through the valley of the shadow of death, I fear no evil, for you are with me




Título Original Red State (2011)
Director Kevin Smith
Guión Kevin Smith
Actores John Goodman, Michael Parks, Melissa Leo, Kyle Gallner, Michael Angarano, Stephen Root, Kerry Bishe, Nicholas Braun, Kevin Pollak




Tras un film que a pesar de su simpatía no estuvo a la altura como ¿Hacemos Una Porno? (Zack & Miri Make a Porno) y otro, Vaya Par de Polis (Cop Out) que no he visto pero del que han dicho todo tipo de barbaridades que me han quitado las ganas de hacerlo, el guionista y director Kevin Smith se puso en modo usurero y pidió dinero a sus fans vía internet para realizar su siguiente proyecto detrás de las cámaras. Según el cineasta de New Jersey su guión era tan polémico (lo es, pero no tanto como él mismo dice) que ninguna productora quiso financiarlo como largometraje, de ahí que se pusiera a mendigar limosna como si de un pobre chaval recién salido de la escuela de cine se tratase.




No sé cuanto dinero recaudó Kevin Smith o si el grueso de sus seguidores le pagaron, parcial o completamente, el proyecto, lo que sí sé es que Red State ha supuesto para mí una agradable sorpresa cinematográfica, sobre todo si tenemos en cuenta quién la ha gestado, un señor que ha roto radicalmente por medio de este trabajo con su anterior filmografía. Todo apuntaba mal. No se hablaba demasiado bien en Estados Unidos de la cinta, seguramente por el tema que trata (recordemos que por desgracia hay mucho puritano por esas tierras) y el hecho de que Quentin Tarantino dijera que era magnífica no era precisamente un plus, ya que el de Knoxville es un director genial pero a la hora de producir o recomendar cine actual y ajeno su gusto es poco menos que terrible.




Red State está inspirada en la persona de Fred Phelps, el líder de la Iglesia Baptista de Wesboro. Una secta ultrareligiosa (de los 100 componentes al menos 90 son familares de Phelps) y radicalizada que transmite un odio enfermizo y peligroso hacia los homosexales. Según el bueno de Fred y sus acólitos hechos como el 11 S, el huracán Katrina o la guerra de Irak son actos llevados a cabo por Dios como venganza porque Estados Unidos es un país demasiado permisivo con los gays y lesbianas, seres que para ellos traen la desgracia a este mundo y que como castigo arderán en el fuego del infierno por toda la eternidad y demás lindezas sin sentido ni moral alguna.




Kevin Smith deja el humor, la mofa, los chistes sobre sexo y el estatismo en la realización. Coge la cámara, la llena de nervio y fuerza, se la pone al hombro y moldea un thriller oscurísimo de corte rural con sabor a Serie B de los años 70 y con un tono estilísitco (y hasta formal podría decirse) que recuerda mucho a Los Renegados del Diablo (The Devil's Rejects) de Rob Zombie. Es curioso y meritorio que un creyente practicante (aunque con amplitud de miras, como pudimos ver en Dogma) ruede una cinta que supone una crítica tan furibunda al fanatismo religioso localizado esta vez en el baptismo o calvnismo más radicalizado.




Los dos primeros tercios del metraje están rodados practicamente en tiempo real, y el último llega después de una acertada elipsis temporal. En líneas generales la cinta narra como tres chicos de una ciudad del sur de Estados Unidos que buscan sexo con una mujer madura se ven drogados y posteriormente secuestrados por una congregación de radicales religiosos que raptan y ejecutan a supuestos homosexuales en nombre de Dios y con el único motivo de purificar sus almas y limpiar así el país de "indeseables". El grupo está dirigido por Gabin Cooper, un pastor que con su interminable y enfermiza verborrea consigue lavar el cerebro a sus miembros, entre los que también se encuentran niños pequeños.




En el proceso Smith hace una crítica crudísima hacia el radicalismo religioso, retrata la ignorancia enclavada en las zonas más profundas de su país, pero también deja en evidencia los métodos expeditivos en situaciones de presión por parte de una fuerzas de la ley siempre al servicio de los intereses deplorables de un gobierno más pendiente de las apariencias de cara a la opinión pública que de ejercer una verdadera democracia que beneficie a los intereses de los ciudadanos de a pie. Temas tópicos y abordados en numerosas ocasiones previas, pero bien expuestos y sin manierismo alguno en su planteamiento.




En el reparto acertado y muy bien escogido destacan un Michael Parks enorme (qué bien juega este señor con los acentos) aterrador dentro de su tranquilidad y por extraño que parezca harto carismático como Abin Cooper. John Goodman magnífico como agente de policía hastiado de su trabajo y con miedo de poner en peligro su vida por una causa en la que no cree. Melissa Leo algo pasada de vueltas pero con un personaje perfecto para demostrar hasta donde pueden llegar estas personas obsesionadas con Dios y la teología. La escena en la que ve impactar las balas en la ventana sin ella inmutarse un ápice mientras habla con Cooper de ir al paraíso después de morir es esclarecedora en ese sentido. Hasta los chavales que hacen de víctimas realizan un buen trabajo y son los catalizadores de las escenas de más tensión del entramado.




Pero sin lugar a dudas el que más sorprende es el trabajo del mismo Kevin Smith, sobre todo en el apartado técnico del film. Esa soporífera construcción de planos de la que había hecho gala en todos sus anteriores films (incluso en proyectos más dinámicos como Dogma o Jay y Bob el Silencioso Contraatacan) cuyo acabado era más bien pobre desaparece aquí para mostrar una cámara cortante, directa, que invade el espacio vital de los actores, los sigue en sus huídas con un hiperrealismo que permite al espectador ser uno más de los personajes del film e incluso se permite el director algún alarde como el acertado uso en ciertos momentos puntuales de la SnorriCam. Puede que el hecho de que el mismo Smith sea el montador del largometraje también haya influido positivamente en ese sentido.




Una crudísima y desencantada crónica que choca frontalmente con todo lo realizado anteriormente por el Kevin Smith cineasta y si nos ponemos profundos, sin ser una obra brillante (su tajante final es para mí su única mácula), sí es el proyecto más valiente, necesario y trascendental de toda su filmografía, poniéndose por delante de todos sus anteriores films por el simple hecho de mostrar nuevas inquietudes artísticas y morales dentro de la carrera de un director que nos ha regalado momentos inolvidables dentro de la comedia, pero que con el dramatismo (y es algo que se puede ver también en algunos de sus cómics como Daredevil: Devil Guardian o Batman Widening Gyre) puede llegar a cotas mucho más altas que las que ha alcanzado con cine más liviano y desenfadado. Una pena que este paso adelante lo haya dado cuando ha decidido retirarse de la dirección cinematográfica, oficio que según parece abandonará después de su próxima película, Hit Somebody.


2 comentarios:

  1. Ha esta le tengo muuuuuuuuchas ganas, me apetece ver un montón el giro radical que ha hecho este hombre en su tipo de cine.

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  2. Le ha dado la vuelta totalmente a la tortilla, ya me comentarás cuando la veas.

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