miércoles, 4 de mayo de 2016

El Libro de la Selva (2016)



Título Original The Jungle Book (2016)
Director Jon Favreau
Guión Justin Marks basado en los relatos de Rudyard Kipling
Actores Neel Sethi, Bill Murray, Ben Kingsley, Idris Elba, Lupita Nyong’o, Scarlett Johansson, Giancarlo Esposito, Christopher Walken, Garry Shandling




En el año 1894 el escritor británico de origen hindú Rudyard Kipling (1865-1936) editó El Libro de la Selva, una colección de relatos sobre animales selváticos con formas antropomórficas y cuyas primeras ocho entregas estaban protagonizadas por Mowgli el niño huérfano criado por lobos que trababa amistad con todo tipo de criaturas salvajes que acababan convirtiéndose en sus amigos y protectores. Evidentemente el material literario era de tanta calidad que cuando el medio cinematográfico comenzó a dar sus primeros pasos la primera adaptación cinematográfica no se hizo esperar demasiado. Los famosos hermanos Zoltan Korda y Alexander Korda fueron los primeros en probar suerte a la hora de llevar el escrito de Kipling a la pantalla grande en 1942 con El Libro de la Selva un éxito de la época protagonizado por Sabu, Joseph Calleia, Patricia O’Rourke o Rosemary De Camp que recibió cuatro nominaciones a los Óscars pero del que pocos se acuerdan hoy día y no por la falta de calidad de la pieza, sino por cómo quedó eclipsada por la que a día de hoy sigue siendo la mejor y más reconocida versión de la serie de narraciones trasladada al séptimo arte. La visión de El Libro de la Selva pasada por el filtro de la casa de Walt Disney llegó en 1967, fue escrita por Larry Clemons, dirigida por Wolfgang Reitherman y se convirtió en un clásico de la animación casi desde su estreno. Gracias a este largometraje, que evidentemente se alejaba bastante de los relatos y los adaptaba a un tono para todos los públicos, personajes como Mowgli, Balú, Baguera o Kaa se convirtieron en iconos reconocibles y queridos de la cultura pop. Aunque esta fue la adaptación que sentó cátedra otras variantes sobre la obra de Kipling vieron la luz a lo largo de las años, entre ellos una tardía secuela oportunista e innecesaria que Disney se sacó de la manga en 2003 y otra en imagen real en 1994 dirigida por Stephen Sommers (La Momía, Deep Rising), protagonizada por Jason Scott Lee (Dragon: La Vida de Bruce Lee, Rapa-Nui) o Lena Heady (Juego de Tronos, 300, Dredd) y que narraba las andanzas de un Mowgli ya adulto con el engañoso título original Rudyard Kipling’s The Jungle Book y rebautizada en España como El Libro de la Selva: La Aventura Continúa.




Ha sido en el presente 2016 y siguiendo la política de realizar nuevas versiones en imagen real de los cuentos clásicos que antaño Disney llevó a la pantalla animada como Maléfica o la visión de Cenicienta de Kenneth Branagh (a las que habría que sumar esa próxima La Bella y la Bestia con Emma Watson y Dan Stevens en los papeles principales y Bill Condon como jefe de ceremonias) cuando ha visto la luz una nueva adaptación de la colección de cuentos de Rudyard Kipling con actores reales, pero adaptándose a los tiempos modernos en los que los efectos digitales están a la orden del día. El encargado de ponerse detrás de las cámaras para sacar adelante este proyecto es el actor, productor, guionista y director Jon Favreau, un viejo conocido nuestro por estos lares. A parte de participar como intérprete en series como Friends o Los Soprano o en films como Very Bad Things y Deep Impact Favreau se hizo un nombre como guionista en 1996 con Swingers, film escrito, producido y protagonizado por él que consiguió una considerable repercusión dentro de los círculos del cine indie estadounidense. Años después probó suerte por primera vez detrás de las cámaras con films como la comedia Elf o la fantasía Zatura: Una Aventura Espacial, pero sería en 2008 cuando su carrera diera el espaldarazo definitivo al depositar Marvel Studios en él la confianza suficiente para que fuera el realizador del primer producto del universo cinemático de la Casa de las ideas. Como todos sabemos Iron Man (que ayer mismo cumplió ocho años) fue un éxito, nos ofreció el Tony Stark que todos soñábamos encarnado en un rehabilitado y carismático Robert Downey Jr y sentó las bases de lo que sería la franquicia fílmica de los estudios comandados por Kevin Feige aunando humor, acción y una notable fidelidad a las viñetas. Evidentemente no todo el éxito del primer film del Hombre de Hierro se debía a la labor de Favreau, pero su buen hacer como artesano profesional y resuelto le permitió convertirse, al menos durante un tiempo, en el niño mimado de la factoría dirigiendo la secuela Iron Man 2 y convirtiéndose en productor ejecutivo de varios de los proyectos de la franquicia, aunque su papel cada vez sea más secundario en los mismos.




Suponemos que al ser Disney la propietaria de Marvel Studios y sabiendo que Favreau seguía en nómina las cabezas pensantes detrás de la casa del Pato Donald pensaron que el director de Chef sería una buena opción para ponerse a los mandos de su nueva adaptación de El Libro de la Selva, dando completamente en la diana para el que suscribe. Una vez más es posible que no podamos afirmar que Jon Favreau sea el artífice principal por el que esta nueva versión de los relatos de Rudyard Kiplin haya sido un éxito de crítica y público tanto en Estados Unidos como en la mayoría de países en los que ha visto la luz (España entre ellos) pero sería de necios eludir que gran parte del mérito es suyo. Porque esta The Jungle Book del año 2016 se revela como una de los propuestas de cine familiar más interesantes y efectivas de lo que llevamos de año por varios motivos y aunque también es de recibo mencionar algunos fallos que no la convierten en una obra del todo brillante es ineludible que estamos ante la que por ahora es la mejor cinta de esta nueva ola de reboots que la productora de El Rey León o Aladdin está dando forma para dar un empujón a su producción propia no relacionada con el celuloide animado. El mayor acierto de esta nueva película es saber amalgamar con una pericia fuera de toda duda el tono de relato clásico de la obra de Kipling o el de la contrapartida animada de 1967 con un tono de vanguardia puramente del siglo XXI sin que ninguna de las dos vertientes fagocite a la otra conviviendo en un armónico todo en el que nada chirría o se muestra descompensado en manera alguna. Este acierto, este sano equilibrio entre lo antiguo (que no viejo) y lo moderno se debe no sólo a Favreau o al buen hacer del guionista Justin Marks sino a todo un equipo que sabe cómo ejercer su trabajo para satisfacer tanto a público como a prensa especializada.




El Libro de la Selva consigue ser un relato ejemplar en fondo y forma gracias a que, como acabamos de comentar, asienta sus bases en un clasicismo pulcro, reconocible, para todos los públicos (aunque con reservas como comentaremos más adelante) pero para que este se solidifique conceptualmente Favreau y su séquito hacen uso de las últimas tecnologías para dar forma a una fauna formada exclusivamente por animales digitales. Por eso el último film en imagen real de Disney se revela como una muestra palpable de que el uso de los CGI bien entendido, con mesura y siempre al servicio de la historia que narra puede deslumbrar a todo tipo de espectadores que en no pocas ocasiones creerán que todos estos seres diseñados con pixels se muestran como criaturas totalmente orgánicas yendo más allá de donde llegaron obras que ya han coqueteado con esta técnica como La Vida de Pi o las dos entregas de la saga precuela de El Planeta de los Simios. Esos maravillosos parajes llenos de flora deslumbrante se ven potenciados con la presencia de unos animales que no sólo se muestran brutalmente reales en pantalla, sino que también exhalan una personalidad definida, un carisma desbordante heredero de la versión animada de los años 60 y sirviendo formalmente de catalizadores para que la realización dinámica y vivaz del director eleve en ocasiones la ejecución del producto a los altares de la excelencia visual. En ningún momento del metraje nos creemos que Mowgli esté interactuando con creaciones por ordenador, todo lo contrario, su relación con lobos, tigres, panteras u osos se antoja inusualmente epidérmica, terrenal y profundamente cálida, confirmándonos que si los adelantos dentro el campo de los efectos especiales cinematográficos están llevados por expertos que saben que el esqueleto que vertebra una película es su historia y el guión que la sustenta poco hay que temer por el futuro del séptimo arte y su pureza.




Como era de esperar y ya apuntaban los trailers sobre la película que Disney puso en circulación el tono de esta nueva El Libro de la Selva es posiblemente el más oscuro que se ha podido ver en cualquiera de las adaptaciones de los relatos de Kipling en pantalla grande o pequeña. Evidentemente el largometraje puede ser visto por todo tipo de espectadores, pero no sería de extrañar que algún infante se sintiera intmidado por un brutal Shere Khan o un gigantesco Rey Louie que poco tiene que ver con el buenrrollismo jazzistico del de la versión animada de 1967. Por un lado nada se le puede reprochar a los autores del film por dar este matiz más siniestro a algunos pasajes de la cinta, pero el problema estriba en que cuando el producto decide rendir cuentas y tributo a su hermana mayor de dibujos animados y opta por utilizar alguna de las canciones de aquella (sólo dos de ellas, la famosa Busca lo Más Vital y Quiero Ser Como Tú, las más célebres) hay una ruptura tonal que no se hace tan brusca con el tema de el oso Balú pero sí con el del monarca orangután que tras mostrarse del todo amenazante a Mowgli y sus amigos rompe a cantar la famosa tonadilla y resquebraja el pasaje de tensión al que su intimidante presencia estaba dando forma. Pero si tenemos que mencionar el mayor fallo del film y que aún siendo grave de manera desconcertantemente paradójica no la hiere de gravedad es el notable error de casting que supone la elección del poco espabilado y escasamente carismático Mowgli del debutante Neel Sethi. Al pequeño actor nacido en New York en no pocas ocasiones el papel le viene grande, ya que en las escenas físicas se esfuerza sobremanera (todo el pasaje del panal de abejas y la miel es delicioso) su rostro y apariencia son los adecuados para ejercer su labor y cuando comparte plano con los animales digitales muestra su mejor faceta interpretativa exponiéndose creíble y cercano, pero su expresividad y gesticulación denotan sus pocas tablas y eso hace que su rol protagonista se resienta y transmita una inadecuada sensación de dejadez o inexperiencia por parte de los responsables de la producción que lo han puesto al frente de la misma.




Poco más podemos destacar en el plano negativo de un producto tan emotivo y efectivo como esta El Libro de la Selva en imagen (más o menos) real con la que Disney ha enderezado el barco tras la pasable pero moralista Maléfica y la competente pero academicista Cenicienta. Por suerte Jon Favreau se rodea de competentes profesionales y gracias al respaldo de estos hace gala de su ya vasto conocimiento a la hora de trabajar con pantallas verdes sin perder el rumbo en cuanto a narrar una historia con verdadero corazón se refiere. Porque aquí podemos reconocer fácilmente al despreocupado y hippiesco Balú, al sabio y recto Baguera, a la malitencionada e hipnótica Kaa, al honorable Akela y a un memorable Sher Khan que se perfila como un villano de primera cruel y desalmado del que podrían aprender algunos de los que pueblan las producciones protagonizadas por superhéroes ya sean de Marvel o DC. También es conveniente mencionar que a dichos roles prestan sus voces actores de primera fila como de Bill Murray, Ben Kingsley, Scarlett Johanson, Giancarlo Esposito o Idris Elba que hacen un magnífico trabajo, aunque huelga decir que esto sucede en la versión original de la cinta. Finalmente podemos afirmar que última producción de Disney alejada del cine animado no llega a los grados de excelencia del clásico de 1967 que difícilmente será superado en un futuro, pero tiene los suficientes hallazgos, virtudes y decisiones acertadas por parte de sus creadores como para ofrecerse en la cartelera internacional como una opción sobresaliente para ser disfrutada en familia transmitiendo un mensaje universal sobre tolerancia, convivencia, diversidad y amistad apto para pequeños, mayores o votantes de Donald Trump. El éxito de la película ha sido tal que al parecer ya se está gestando en las oficinas de la casa del tío Walt una secuela que dará continuación a las correrías de este nuevo Mowgli por el que merece la pena hacer el viaje entre lianas y árboles de todo pelaje al corazón de la selva buscando lo más vital.



1 comentario:

  1. Crítica publicada originalmente en la web Zona Negativa

    http://www.zonanegativa.com/zncine-critica-libro-la-selva-jon-favreau/

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