domingo, 15 de mayo de 2016

La Bruja



Título Original The Witch (2016)
Director Robert Eggers
Guión Robert Eggers
Actores Anya Taylor-Joy, Ralph Ineson, Kate Dickie, Harvey Scrimshaw, Lucas Dawson, Ellie Grainger, Julian Richings, Bathsheba Garnett, Sarah Stephens, Jeff Smith




Con un vergonzoso retraso de casi medio año con respecto a su estreno en Estados Unidos, aunque su puesta de largo internacional tuvo lugar en Festival de Sundance de 2015 donde ganó el premio al mejor director, llega a las carteleras españolas La Bruja, la ópera prima del cineasta norteamericano Robert Eggers. El largometraje esta localizado en la Nueva Inglaterra de 1630 donde una familia de colonos formada por un matrimonio y sus cinco hijos se ha aposentado en una cabaña cercana a un misterioso bosque. Este manoseado punto de partida no ha sido un impedimento para que la crítica internacional y gran parte del público se haya rendido a las supuestas virtudes de una obra que ha sido tildada ya de renovación de los preceptos del género de terror actual y a su creador (que ejerce de guionista y realizador) como uno de los talentos más prometedores salidos de la escena cinematográfica contemporánea. Aunque no han sido pocos los premios que el largometraje ha recibido en estos meses ni escasos los elogios de un importante grueso de espectadores hacia ella un servidor se ha llevado con The Witch (posiblemente el estreno que con más ganas esperaba este año 2016 debido a mi devoción por el celuloide de terror) una de las decepciones más desoladores de los últimos tiempos. A continuación trataré de argumentar por qué el debut de Robert Eggers me parece un producto con muchísimo potencial que no es desarrollado adecuadamente y sin destacar en casi ninguno de los apartados que dan forma al conjunto del, en principio, prometedor punto de partida. Un film que teniendo todos los ingredientes para epatar al espectador no sólo no consigue llevar a buen puerto dicha empresa sino que también llega a aburrir a una platea que recibe muy pocas compensaciones por parte de un proyecto que no está, ni de lejos, a la altura de su fama.




Lo más triste de La Bruja es que su primer acto promete mucho, puede que demasiado. Robert Eggers va colocando sus piezas de manera elegante en esa oscurantista Nueva Inglaterra del siglo XVII concentrada en una sola familia temerosa de dios con unos padres obsesionados con el pecado y unos niños influenciables y obedientes pero que parecen esconder más de un secreto para regalarnos la primera escena en la que hace acto de presencia el personaje que da nombre al largometraje. Ese breve pasaje en el que intuimos más que vemos lo que está sucediendo y que se fusiona con la tremenda banda sonora de Mark Korven (sin lugar a dudas lo mejor de la película, con una diferencia abismal) a la que volveremos más tarde, emana un halo hipnótico, herético, con imágenes casi vivientes, como si de un hechizo se tratase con esa luna enorme detrás de una silueta inhumana. Por desgracia en el restante metraje del film no volvemos a encontrar una secuencia tan poderosa como esta y los no pocos fallos que lastran el buen hacer del producto cinematográfico van poco a poco inundando la pantalla. Porque a partir de ese momento La Bruja trata de convertirse, infructuosamente, en una “película conjuro” en la que es más importante la percepción sensorial por parte del espectador que el argumento que sustenta la estructura de la cinta, aunque en este sentido ni siquiera en lo visual consigue dejar una verdadera huella en la retina del espectador.




Robert Eggers, al contrario que otros muchos debutantes en el campo del largometraje, de manera harto inteligente decide no entregarse al exceso, al tótum revolútum que denote un cúmulo de influencias previas que muestren un trabajo caótico y poco profesional a la hora de ponerse por primera vez detrás de las cámaras con la sana intención de inyectar su propia personalidad al trabajo que está llevando a cabo como jefe de ceremonias. El problema es que esa contención no está debidamente dosíficada y después del potente arranque que hemos comentada el cineasta no sólo pierde totalmente las riendas del control narrativo con un ritmo mortecino que sobrevuela un metraje en el que no ocurre casi nada y cuando esto sucede rara vez está a la altura de las expectativas depositadas en la historia. A este discurrir bastante reprobable en el que Eggers no consigue alternar con verdadera pericia pasajes calmados o contemplativos para retratar el microcosmos que ha creado a nivel visual y argumental con los impactantes que se aferren con más fuerza al género de terror se une no sólo una impericia para crear una verdadera tensión que no llega a solidificarse realmente en pantalla para decepción de un espectador que sólo en situaciones puntuales experimenta algo de inquietud sino también una innecesaria inclinación hacia el subrayado que se entrega a los prostituibles brazos del retoricismo agotador y la reiteración mal entendida.




Porque seamos claros, más que de otra cosa La Bruja habla del fundamentalismo religioso y de cómo este puede mermar la voluntad del ser humano e incluso distorsionar su visión de lo que es real y lo que no y ese mensaje Robert Eggers consigue que llegue a la platea pero con trazo grueso y machacona o martilleante insistencia, haciéndolo de manera tan excesiva que en ocasiones parece estar más pendiente como narrador de convencernos de que el extremismo teológico siempre va vinculado a la destrucción del individuo que de contarnos una historia de terror que nos mantenga agarrados a la butaca que (puede que de manera un tanto egoísta y primara por nuestra parte, pero totalmente justa) es lo que hemos venido a experimentar viendo su ópera prima. Ya con esta idea vertebrando el esqueleto argumental Eggers llena el metraje del film con una parafernalia herética y blasfema reducida al mínimo exponente y a clichés relacionados con el satanismo (cultivos podridos, sangre omnipresente donde no debería haberla, animales supuestamente inofensivos con aspectos amenazadores, un macho cabrio con comportamientos perturbadores) que únicamente se hace poderosa con una atmósfera que está bien captada por la mano del director pero que debe prácticamente toda su efectividad al ya mencionado y maravilloso score de Mark Korven que da verdadero y oscuro corazón a dichos pasajes con sonidos tribales que resuenan como un ritual arcano e impío no reconocible para el oído humano.




Es una pena que Eggers no sepa convertir del todo ese bosque en un personaje más, cuando acaba el film no conocemos de las localizaciones casi nada más allá de la casa familiar o la entrada a la cabaña de la Bruja desaprovechando un terreno enorme que pedía a gritos ser explotado visualmente y que el Lars Von Trier de la controvertida Anticristo habría regado de perfidia y latente putrefacción moral, ya que pocos bosques cinematográficos recuerda el que suscribe más aterradores que el de “Edén” de aquella producción de 2009. Cuando llega la recta final y hemos experimentado el hastío y la impotencia que transmiten un par de escenas aisladas que se convierten en una muestra clara de lo que pudo ser y no fue mezcladas con secuencias de discurrir taciturno y plomizo en las que, eso sí, el reparto se entrega sin miramientos y ofreciendo interpretaciones bastante solventes y resueltas con acierto, llega el clímax final que pretende ser una catarsis en el que Eggers trata de amalgamar el mundo real con el onírico sin que sepamos donde empieza uno y acaba el otro. El problema radica en que si bien podemos encontrar algunos momentos que muestran cierto talento (esas figuras danzando alrededor de la hoguera, hasta que hacen “eso” y todo se quiebra) y las dotes de Eggers para captar la atención del espectador hay otros que en la sala donde un servidor vio el film despertaron sonoras carcajadas (la mía incluida por mucho que me duela decirlo, puede que el doblaje en español influyera también) que terminaron de dilapidar un cierre que pudiera haber redimido algunos de los pecados que comete la obra a lo largo de la mayor parte de su metraje.




Robert Eggers es un cineasta que posiblemente en el futuro pueda llegar a dar verdaderas muestras de talento, pero La Bruja no es para el que suscribe esa excelente carta de presentación que muchos promulgan. Después de unos primeros pasos que ofrecen lo que un servidor esperaba de todo el largometraje sólo queda una obra que no consigue nada más allá de una ambientación meritoria, unir a un reparto bien elegido, ofrecer algunas pocas secuencias interesantes potenciadas por una banda sonora sobresaliente que tapa las carencias de la puesta en escena y un guión descompensado, mal construido y que carece totalmente de originalidad o inventiva más allá del mensaje que trata de transmitir de manera agotadora. Por desgracia los trailers una vez más han jugado a la publicidad fraudulenta y han ofrecido algo que no era lo que muchos esperábamos, algo parecido a lo que ocurrió con El Bosque (The Village) de M. Night Shyamalan en el año 2004. The Witch da poco miedo, se hace aburrida en varios pasajes y cuando parece que va a expiar sus pecados se entrega a una solemnidad que en ocasiones incita más a la carcajada que al escalofrío. Dentro de esta vertiente de revival de cine influenciado por el satanismo de los setenta me quedo antes con la irregular pero mucho más suicida e impúdica The Lords of Salem, de Rob Zombie, otra obra con una temática parecida pero que iba más allá gracias a su onirismo enveneado y luciferino ofreciendo un clímax que teniendo más de una similitud con el de la obra que nos ocupa lo supera holgadamente gracias a su riesgo y descaro. Con decir que lo que más terror me transmitió ayer cuando fui a ver La Bruja al cine fue el trailer de Expediente Warren 2 (The Conjuring 2) creo que dejo patente mi profunda decepción con el debut de Robert Eggers.


1 comentario:

  1. Crítica publicada originalmente en la web Zona Negativa

    http://www.zonanegativa.com/zncine-critica-la-bruja-robert-eggs/

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