Título Original Silent Hill: Revelation 3D (2012)
Director Michael J. Basset
Guión Michael J. Basset
Actores Adelaide Clemens, Kit Harington, Sean Bean, Carrie-Anne Moss, Malcolm McDowell, Radha Mitchell, Deborah Kara Unger, Martin Donovan, Heather Marks, James Collins
Si dentro del mundo del cine actual hay un subgénero penoso ese es indudablemente el que adapta a imágenes en movimiento nuestros videojuegos favoritos. Engendros como Street Fighter: La Útima Batalla, Super Mario Bros, Mortal Kombat o Double Dragon dieron buena cuenta durante los 90 que el séptimo arte que da vida a a las correrías de los personajes de nuestras videoconsolas y ordenadores era poco menos que un cúmulo de bazofia, en ocasiones entrañable, pero bazofia al fin y al cabo. La cosa no se arregló en la década siguiente ya que si tenemos en cuenta que el director estandarte de este tipo de films fue el inefable Uwe Boll autor de astracanadas como las versiones en pantalla grande de House of the Dead o Alone in the Dark la cosa en vez de mejorar iba empeorando a pasos agigantados.
Pero entre Tomb Raiders, Hitmans, Max Paynes y demás mediocridades en 2006 se estrenó la que es con mucha diferencia la mejor cinta inpirada en un videojuego, Silent Hill. Aquella pieza funcionaba principalmente porque tenía como director al francés Christophe Gans experto en cine de terror y fantasía con obras como Crying Freeman o El Pacto de los Lobos y como guionista a Roger Avary, co escritor de Pulp Fiction y director de la muy recuperable Rules of Atracction que adaptaba una novela del controvertido escritor Breat Easton Ellis. Pero también por ser una fiel adaptación del juego de Konami y hasta una encomiáble cinta de terror con una conseguida atmósfera, escenas de alto voltaje y una sensación de suspense que aumentaba a lo largo del metraje y que desembocaba en un clímax tan catárquico como excesivo.
Aunque el film fue un considerable éxito la secuela se hizo esperar seis años y fue estrenada en el pasado 2012 en Estados Unidos, por España creo que no ha sido vista y si lo hace seguramente sea directamente en el mercado doméstico. Porque seamos realistas, esta segunda parte titulada Silent Hill: Revelación 3D es una mediocre continuación del primer film y sobre todo una mala película desde que empieza hasta que acaba. En resumidas cuentas la cinta que nos ocupa podría resumirse como la "Silent Hill de los pobres", porque a pesar de que el producto tiene sus medios técnicos y un reparto de actores conocidos (dos habitantes de Invernalia, nada más y nada menos) la obra no sale del pozo de la mediocridad falsaria en ningún momento.
Han pasado muchos años desde los hechos ocurridos en Silent Hill. Hoy Heather (la pequeña Alessa de la primera entrega) tiene 18 años y vive con su padre Harry haciendo una vida más o menos normal. Los problemas comienzan cuando el cabeza de familia desaparece misteriosamente y Heather decide investigar a qué se debe su posible rapto. Con la ayuda de Vincent, un compañero de clase al que acaba de conocer y del que poco sabe, la joven chica descubrirá que la resolución de la abducción de su progenitor está en Silent Hill de modo que su regreso a la inefable ciudad con sus aterradores ciudadanos se hará inevitable si Heather quiere salvar la vida de Harry.
Silent Hill: Revelation 3D es un claro caso de quiero y no puedo. El film tiene unos medios aceptables pero lo cierto es que su presupuesto no llega ni a la mitad del que tenía el largometraje de Christophe Gans. Pero no es esto lo que lo aboca indudablemente al fracaso (productos comerciales con menos de los 20 millones de dolares que se invirtieron en este bulto con ojos son obras remarcables) sino el tener a los mandos de la dirección y el guión a Michael J. Basset, ese mercenario del buen gusto que convirtió la adaptación cinematográfica de Solomon Kane (personaje nacido de la pluma literaria de Robert E, Howard, padre de Conan, el Bárbaro) en un cutre videojuego de casi dos horas lleno de planos digitales que mataban desde dentro la misma concepción del largometraje.
Por desgracia algo parecido sucede en la obra que nos ocupa, porque es el acabado técnico el mayor fallo del film. La atmósfera que en la primera cinta era palpable, epidérmica y cercana se muestra aquí artificiosa, impostada y cutre por el abuso de unos CGI que no son nada del otro mundo y que deberían haber sido dosificados a lo largo del metraje porque no daban más de sí. A eso sumémosle unos efectos 3D tan penosos que hacen que los de Drive Angry parezcan los de Avatar. Todas las criaturas (ese horrible monstruo hecho de maniquís), objetos y acciones llevadas a cabo con este formato (supongo que metido con calzador en la post producción) termina por destrozar en mil pedazos la posible veracidad plástica que pudiera transmitir la obra y que sí se dejaba ver considerablemente en la anterior entrega cinematográfica de la saga.
El reparto tampoco ayuda demasiado. Tanto Sean Bean, como Kit Harington o Adelaide Clemens muestran una desgana y poca complicidad con su trabajo que se transmite a un espectador que no se cree en ningún momento los actos que llevan a lo largo del metraje. Pero peor aún son las apariciones esporádicas de otros actores como un Radha Mitchel (protagonista de la primera parte y uno de los mayores aciertos de aquella) marcándose un cameo de poco más de dos minutos para llevárselo calentito y desvincularse lo antes posible de este engendro, una Carrie-Anne Moss disfrazada de Jeremy Irons en La Máquina del Tiempo y un Malcolm McDowell sencillamente de pena haciendo de una especie de anciana invidente con mucha mala baba.
Todo es un desastre en Silent Hill: Revelación 3D y lo peor es que la materia prima para por lo menos hacer un producto decente y entretenido está ahí. Pero la ineptitud de su director y co guionista, su anodino reparto, productores avariciosos, argumento engorroso y convertir por medio de un acabado estético del todo fallido en desaciertos todo lo que en la primera Silent Hill eran virtudes transforman la producción que aquí comentamos en un recargado e interminable videoclip de Marilyn Manson o Nine Ich Niles (para colmo sin terror y con poco gore) que no ofrece nada de interés al espectador más allá de sorprender a la platea dejando por segunda vez vivo a Sean Bean al final del metraje. ¡Cuidado, Spoiler!.
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