Título Original Micmacs: À Tire-Larigot (2009)
Director Jean-Pierre Jeunet
Guión Guillaume Laurant y Jean-Pierre Jeunet
Actores Dany Boon, André Dussollier, Nicolas Marié, Jean-Pierre Marielle, Yolande Moreau, Julie Ferrier, Omar Sy, Dominique Pinon, Michel Crémadès, Marie-Julie Baup, Urbain Cancelier, Patrick Paroux, Jean-Pierre Becker, Stéphane Butet, Philippe Girard, Doudou Masta
En 1991 dos jóvenes cineastas franceses llamados Jean-Pierre Jeunet y Marc Caró debutaron en el mundo del largometraje con Delicatessen, ópera prima de ambos localizada en un inmueble en el que un grupo de vecinos practicaba el canibalismo. Moviéndose entre un humor tan negro como en ocasiones inocente los dos autores tomaban como referentes la comicidad de grandes autores como Roman Polanski, Emir Kusturika o Terry Gilliam para parir un grandguiñol antropófago y atípico que fue muy bien recibido en su momento.Tras ella el dúo de realizadores dio forma a La Ciudad de los Niños Perdidos, oscuro cuento de hadas góticopostindustrial en co producción con España (el recientemente fallecido Elías Querejeta estuvo implicado) que supuso una rara avis para el cine europeo de la época e impactando con su visionado a un aún inocente Armin Tamzarian que se quedó fascinado con las ténebres correrías de un mudo Ron Perlman y un grupo de niños que tenían más bien poco de tiernos infantes.
Tras La Cité des Enfants Perdus el dúo Marc Caró y Jean- Pierre Jeunet se disolvió al menos oficialmente. El primero siguió como director artístico en su país natal debutando años más tarde dentro del género de sci-fi con su vapuleada ópera prima como cineasta, Dante 1 y el segundo dio el salto a Hollywood con esa recuperable gamberrada espacial llamada Alien Resurrección que cayó en sus manos cuando nuestro Álex de la Iglesia se negó a ponerse a los mandos del proyecto escrito por Joss Whedon y protagonizado por actores como la indispensable Sigourney Weaver, Winona Ryder o dos de los intérpretes fetiche de Jeunet, su compatriota Dominique Pinon, amigo cercano que aparece en todas sus cintas y el norteamericano Ron Perlman.
Pero sería en su propio país donde Jeunet consiguiera su mayor éxito de crítica y público así como un fenómeno cinematográfico con pocos precedentes dentro del celuloide del país vecino. En 2001 Le Fabuleux Destin d'Amélie Poulain (Amelie en España, que aquí somos muy de ahorrar palabras) fue un atronador bombazo a nivel mundial. La cinta protagonizada por la adorable camarera a la que daba vida una Audrey Tautou que aún hoy debería darle besos todas las mañanas a una foto de Jeunet se ganó el corazón (el mío entre ellos, aunque cada vez que revisiono el film le sacó más fallos) de millones de espectadores y el odio de otros cuantos. Como largometraje es una deliciosa y bizarra comedia romántica francesa hasta las trancas envuelta en un torrente visual marca de la casa.
Después de este pelotazo todo el mundo esperaba algo importante por parte del director. Su siguiente trabajo fue Largo Domingo de Noviazgo un drama romántico que tiene lugar durante la Primera Guerra Mundial y de nuevo con Audrey Tautou como protagonista. Aunque un servidor tiene en sus manos desde hace años el dvd en edición especial del film a día de hoy no lo he visto por sabe dios qué motivos, pero en su 2004 de estreno fue bastante bien recibido por el público y la taquilla, aunque quedándose lejos del rotundo éxito de Amelie, sus cremas catalanas, sus figuras de cerámicas parlantes y máquinas de fotomatón misteriosas.
Ya en 2009 sin mucho ruido (al menos en España, hasta dos años tardó en estrenarse en las carteleras de aquí haciendo poco o ningún ruido) vio la luz la sexta película (cuarta en solitario) de Jean-Pierre Jeunet, Micmacs: À Tire-Larigot, en (acertadas) palabras del propio cineasta: una mezcla entre Delicatessen y Amelie. El resultado es una divertido largometraje que se mueve con soltura entre el grandguiñol o el humor blanco y negro asentando sus bases en terrenos que van desde la sátira antiarmamentistica hasta el amor fou. Una deliciosa fábula en clave de cuento infantil pero abordando temas adultos, aunque siempre desde un punto de vista de ternura.
Bazil está decidido a vengarse de los dueños de las fábricas armamentísticas que crearon la mina antipersona que acabó con la vida de su padre y la bala que acabó incrustada en su cerebro durante un tiroteo mientras ejercía como dependiente en un videoclub parisino. Bazil se unirá a un grupo de artistas callejeros que viven como una comuna familiar alejada del mundanal ruido. Ellos serán de vital importancia para que el muchacho pueda llevar a cabo su vendetta con la que hacer pagar a los empresarios que se hacen millonarios creando en cadena de montaje armas que venden indiferentemente a países en guerra, grupos terroristas o mercenarios sanguinarios.
Micmacs es indudablemente un producto hijo de su padre. Jeunet una vez más despliega todo su poderío visual deudor del slapstick norteamericano para dar forma a este extraño cuento infantil sobre un hombre bueno que decide dar un utópico escarmiento a los empresarios armaméntisticos. En este sentido la película está idealizada en extremo, por tanto en ocasiones se adentra en un realismo mágico (muy de su director) que impide una análisis sociopolítico profundo ya que la naturaleza del mensaje del film es tan inocente y ensoñadora que intentar abordar el mismo con solemnidad o verismo es una equivocación que impedirá el disfrute de la pieza cinematográfica.
En la penúltima cinta de Jean-Pierre Jeunet se da la mano el Jacques Tati de Mon Oncle o Les Vacances de M. Hulot con el Kusturika de Underground o La Vida es Un Milagro, pero por el camino hay referencias al indispensable Terry Gilliam e incluso a films del actor francés Louis de Funes. No se olvida el director de sus deudas con la animación clásica de la Warner (presente en todos sus trabajos como cineasta) o con clásicos en blanco y negro como Freaks de Tod Browning con la que también tiene una deuda pendiente con el retrato de esos impagables outsiders circenses, tan extraños como entrañables, que pueblan el metraje.
Como en otras ocasiones la cámara del director en parte solapa la historia que el guión quiere narrarnos. Es indudable que Jeunet es un director muy visual y que antepone la forma al fondo, pero la historia de Micmacs al ser tan sencilla, efectiva y universal se sigue con interés y simpatía. Con respecto al argumento me ha llamado la atención cómo el director parece querer vendernos como sea que es hombre progresista. Puede que esto se deba a aquella estúpida (pero cachonda) polémica que hubo con que Amelie era una película neoconservadora (lo que dijo un crítico francés sobre que el cineasta era un racista porque no salía gente de color en el largometraje era de traca) cuando el político de extrema derecha Jean-Marie Le Pen se declaró fan irredento del aquella producción de 2001. Lo cierto es que el realizador no tiene que justificar nada ante nadie, pero viendo Micmacs un servidor no puede dejar de pensar en la idea de que sí lo está haciendo.
Los personajes se ganan el corazón del espectador en pocos minutos. Roles como Remington, Calculette (interpretada por una Marie-Julie Baup especialmente adorable que me recuerda en ocasiones a nuestra no menos encantadora Mariam Hernández), La Môme Caoutchouc o Fracasse (grande Dominique Pinon, como siempre) son criaturas puramente jeunetianas con su inocencia, su caráctar afable pero difícil, sus riñas infantiles y corazón de oro. Toda esta familia está comandada por el humorista Dany Boon que llena de vida y carisma a su Bazil, rey indudable de la velada con momentos de comedia física sencillamente brillantes. No quiero terminar de hablar del casting sin mencionar a los dos villanos de la velada, a los que dan vida unos André Dussollier y Nicolas Marié algo sobreactuados pero geniales, soberbios ambos en la recta final del film.
Micmacs funciona como fábula ensoñadora e infantil. Tiene sus fallos y en ocasiones peca de simplista, pero ofrece al espectador dos horas de cine cálido, divertido, entrañable, extraño e idealista. Jeunet quiere dejar un buen sabor de boca en el espectador con su artefacto, sabe que lo que nos cuenta es imposible, que David realmente casi nunca puede vencer a Goliat, pero el cine está para eso, para hacernos viajar a otros mundos, aquellos en los que los buenos son recompensados, los malos reciben su escarmiento, el amor triunfa y todos los justos y nobles viven felices hasta el fin de sus días. Todos sabemos que la vida real por desgracia no es así, peo que durante dos horas nos hagan dudar sobre ello es algo que no se puede pagar con dinero.
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