domingo, 19 de diciembre de 2010

Anvil!, el Sueño de Una Banda de Rock, metal is forever



Título Original: Anvil, the Story of Anvil (2008)
Director: Sacha Gervasi
Guión: Sacha Gervasi






En 1984 algunas de las mejores bandas de rock y metal a nivel mundial de aquella década (la mejor para el género, pero también la que dio pie a convertirlo en un circo) como Bon Jovi, Scorpions o Whitesnake hicieron una gira conjunta por todo el globo para posteriormente, la mayoría de ellos, alcanzar el cielo y vender millones de discos. Pero en el tour también tocaba una prometedora y puntera banda de thrash metal canadiense llamada Anvil que no corrió tan buena suerte. Tras más de 30 años de carrera, haber influenciado con su estilo a conjuntos por aquel entonces desconocidos como Slayer, Anthrax o Metallica y trece discos editados con mucha dificultad, el grupo surgido en Toronto cayó en el olvido y el ostracismo.




Durante aquella gira de 1984 un joven británico llamado Sacha Gervasi vio en directo a Anvil y se convirtió en fan de la banda. Con el tiempo se labró una carrera como productor y guionista cinematográfico (escribió La Terminal para Steven Spielberg). Pero su debut en la dirección, en forma de documental, llegó cuando en el año 2005 se enteró de las condiciones deplorables que los dos componentes fundadores de Anvil, Steve "Lips" Kuldow y Robb Reiner, casi completamente alejados de los escenarios y viviendo en su Toronto natal como trabajadores normales y corrientes. Gervasi se dirigió con su equipo de rodaje a Canadá para pasar unas jornadas con ellos y dar testimonio audiovisual de su día a día.




El resultado fue Anvil, the Story of Anvil, un inmenso y emocionante documental que más que de rock o heavy metal habla de dos amigos de la infancia que quieren cumplir sus sueños sin desistir a pesar de los golpes que la vida les asesta. En la obra de Gervasi tenemos rock, metal, riffs y solos de guitarra, pero el realizador inglés sabe que toda la parafernalia musical es una excusa para hablarnos de dos personas que se unieron con 14 años para cumplir un sueño que rozaron con los dedos en su momento, para poco después escapársele de las manos a ambos.




Anvil, el Sueño de Una Banda de Rock tiene su más claro referente en esa obra maestra en formato de falso documental titulada This is... Spinal Tap que narraba la desastrosa gira de una, ya decadente, banda de heavy metal británica británica por Estados Unidos. Pero el caso que nos ocupa de falsedad tiene poco. Durante los casi 90 minutos de metraje asistimos a como Lips y Reiner tratan de sacar adelante sus carreras musicales sirviéndose únicamente de sus sueldos de trabajadores. En una ciudad de Toronto que los olvidó (el mismo Lips admite que sus compañeros de trabajo no conocen la existencia de su grupo de musical) se ganan la vida como buenamente pueden, hasta que la rutina salta por los aires cuando por un golpe de suerte consiguen negociar una gira por Europa con una manager, fan de la banda, que ni siquiera habla inglés.




El punto de vista de Sacha Gervasi es el de un fan incondicional del grupo. Por eso en un acto que le ennoblece no escatima a la hora de poner en pantalla lo bueno que le sucede a su protagonistas, pero sobre todo lo malo, lo ridículo o lo decepcionante. En ese sentido, aunque en otro aspecto, me ha recordado su visión a la de el realizador Mabrouk el Mechri en esa impagable obra llamada JCVD, en la que se desconstruye (en uno de sus momentos más bajos) a un mito de las artes marciales y el cine de acción como el belga Jean Claude Van Damme, pero en ese caso desde la ficción con toques de biopic verídico.




No es extraño pensar el films como por ejemplo The Wrestler de Darren Aronofsky cuando uno ve a estos dos cincuentones e inseparables amigos en lucha contra la adversidad de saber que su época dorada pasó hace décadas o encontrarse en un continente situado a miles de kilómetros de sus hogares, en el que pierden trenes que no los llevan a los locales donde deben realizar sus interpretaciones, a no cobrar por algunas de sus actuaciones o a descargar en directo en pubs en los que no hay más de 50 personas asistiendo a su intervención musical. Experiencia que para otros músicos sería lamentable y que ellos admiten sin tapujos no cambiarla por nada del mundo.




Porque ahí es donde está la verdadera magia y el mensaje original de Anvil, the Story of Anvil. Lips y Reiner son buenos músicos, excelentes padres y maridos, hombres trabajadores, pero sobre todo unos niños grandes que no han crecido, dos soñadores de la vieja escuela que comparten una amistad inquebrantable, que siguen haciendo música por amor al arte, sin importarles una mierda el dinero y siempre con la esperanza de volver a la cresta de ola porque sus aptitudes como músicos aún se lo pueden permitir.





Ese carácter incluso infantil se deja ver en secuencias memorables como en la que Lips reconoce a músicos de bandas que admira que de manera paradójica tocaron en gira con él años atrás y que no lo recuerdan (cuando el canadiense sabe exactamente el momento, lugar y situación en que los vio por primera vez) Tómese como ejemplo el magistral pasaje en el que se acerca, como si de un quinceañero ilusionado se tratase, a Tommy Aldridge, batería de Whitesnake o su cara de ilusión cuando recibe la llamada del productor discográfico Chris Tsangarides con buenas noticias para la banda o por otro lado las bravatas entre los dos músicos amigos que no pasan de zarandeos por motivos insulsos y las posteriores disculpas de uno con el otro.




Anvil, el Sueño de una Banda de Rock es en gran parte una delcaración de principios con respecto, no a un estilo musical o estético, sino a una clase de profesionales que incluso dentro del heavy metal son especies en extinción. Aquellos que no piensan en enriquecerse monetariamente y sí en tocar su música delante de miles de personas y hacerlas vibrar y disfrutar durante dos horas en las que se evaden de sus soporíferas vidas. Pero es sobre todo una oda a la amistad, a los soñadores, a los entrañables cabezones que no dan nunca el brazo a torcer hasta que no consiguen sacar adelante aquello por lo que luchan y que también son a día de hoy una rara avis en esta sociedad en la que nos ha tocado vivir.




Aquellos que leen mi blog sabrán que no me gusta hablar de personas que ya no están con nosotros, incluso cuando fallece alguna celebridad y le dedico una entrada, no escribo nada, pongo una foto y un vídeo que represente lo que significó y que yo no puedo expresar con palabras. Pero cuando el otro día acabé de ver Anvil, el Sueño de una Banda de Rock con un nudo enorme en la garganta, me acordé de esos amigos y paisanos míos que intentaron sacar adelante una excelente banda de rock, que lucharon por conseguir fechas, grabar canciones y editar una maqueta que por desgracia nunca llegó. Pero sobre todo me vino a la cabeza uno de los componentes de aquel conjunto. Ese gran guitarrista y mejor persona de Vilches que amaba más que a su vida esto de la música y que por un golpe trágico del destino, una maldita enfermedad, un 31 Enero, con poco más de 20 años, se lo llevó de nuestro lado. Esta entrada va en su recuerdo. El de Mario Egido López.



1 comentario:

  1. Acabo de leerlo lo de Mario, sabes que al final si hubo maqueta yo tengo una.

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