lunes, 7 de septiembre de 2009

El Nombre de la Rosa, donde yace la verdad



Dirección:
Jean-Jacques Annaud (1986)
Guión: Andrew Birkin, Gérard Brach, Howard Franklin, Alain Godard basado en la novela de Umberto Eco
Actores: Sean Connery, Christian Slater, F. Murray Abraham, Michael Lonslade, Valentina Vargas, Ron Perlman, Helmut Qualtinger, Elya Baskin, Michael Habeck, Urs Althaus




El Nombre de la Rosa es la adaptación cinematográfica que realizó en 1986 el director francés Jean-Jacques Annaud (El Oso, Enemigo a las Puertas, El Amante) de la célebre y alabada novela homónima del escritor italiano Umberto Eco. Se trata de una brillante propuesta con trama detectivesca localizada en una abadía benedictina en la que se están llevando a cabo una serie de misteriosas muertes entre los monjes que allí se encuentran enclaustrados. El franciscano William de Baskerville (Sean Connery) y su discípulo Adso de Melk (Christian Slater) investigarán el caso para dar con un supuesto asesino en serie que siembra el terror en terreno sagrado.




La versión cinematográfica del best seller del añorado novelista Umberto Eco ideada por Jean Jacqes Annaud, junto a los guionistas Andrew Birkin, Gérard Brach, Howard Franklin y Alain Godard, se revela como una opus magna de poderosa atmósfera, intérpretes impecables y un diseño de producción como pocas veces se ha visto dentro del grueso del cine facturado en el continente europeo. El Nombre de la Rosa es una atemporal historia sobre la inconsistencia de la fe ciega, las mentiras y barbaridades llevadas a cabo por la inquisición, la aversión del cristianismo a todo lo que huela a progreso y de cómo la iglesia cambia el mensaje de los evangelios en su propio beneficio para propagar la mala influencia del oscurantismo.




Sean Connery, elección muy controvertida en su momento la suya, ejecuta uno de sus últimas grandes trabajos y un jovencísimo Christian Slater llena la pantalla con su rostro aniñado e inocente que empieza a conocer los placeres terrenales de la vida, culminando en la excelente, exquisita y de una remercable pureza secuencia de sexo con el personaje de Valentina Vargas, Debemos mencionar especialmente y destacar a secundarios como Michael Lonsdale, F. Murray Abraham y sobre todo Ron Perlman, reincidente en la filmogafía de Jean Jacques-Annaud, todos ellos acometiendo importantes roles secundarios mientras se mimetizan, gracias a la enorme labor de maquillaje y vestuario, con las brillantes localizaciones del largometraje.




Desde el punto de vista técnico, y es algo que no sorprende viendo el resto de su filmografía anterior y posterior, la labor de Jean-Jacques Annaud se adentra en los terrenos de la excelencia. Su conocimiento de la profundidad de campo y la utilización certera de panorámicas y contrapicados varios dan entidad y personalidad al apartado técnico. El francés también es avispado a la hora de aprovechar todos los medios proporcionados con una dirección artística de proporciones catedralicias y una ambientación realista, veraz sobre lo que debió ser la Edad Media repleta de mugre, enfermedades y pústulas, algo que la emparenta con otra cinta que supo extrapolar fielmente aquella época al celuloide, aquella soberbia y reivindicable Los Señores del Acero (Flesh + Blood) facturada por Paul Verhoeven en 1985.




Aunque su producción fue ardua y el mismo Umberto Eco se implicó en ella para que se eligieran los profesionales más adecuados con la idea de llevar a imágenes su complejísima novela el resultado con El Nombre de la Rosa es una incontestable obra maestra a la altura de la impresionante obra literaria del autor nacido en Alessandria. Una historia sobre el amor, la redención, el pecado, lo humano y lo divino y sobre todo una oda al conocimiento y la amistad. Una de las más grandes películas de la década de los 80 y la mejor cinta de su director, tanto que nunca ha vuelto a rodar una pieza poseedora de tan destacabales valores cinematográficos.



1 comentario:

  1. Casualmente la estuve revisionando ayer mismo.
    Uno de los principales meritos de la película es el esfuerzo de Annaud, fanático del libro, por darle entidad.
    Y es que el director encargó la obra a cuatro guionistas que supieran combinar sus elementos detectivescos, filosoficos y un ritmo cinematográfico. Y aunque el guión final parezca poca cosa en comparación con el titánico esfuerzo realizado, es un trabajo genial y una absoluta lección de cómo se hace una adaptación (y no miro a Watchmen o Harry Potter, no).
    Por supuesto, secundo todo su comentario sobre la puesta en escena del francés y me quedo con un momento para el recuerdo que, por alguna razón, no había apreciado antes de verla ayer: Sean Connery llorando en medio del incendio final.

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