miércoles, 19 de diciembre de 2018

Roma, luz silenciosa



Título Original Roma (2018)
Director Alfonso Cuarón
Guión Alfonso Cuarón
Reparto Yalitza Aparicio, Marina de Tavira, Marco Graf, Diego Cortina Autrey, Carlos Peralta, Daniela Demesa, Nancy García García, Verónica García, Latin Lover, Enoc Leaño, Clementina Guadarrama, Andy Cortés, Fernando Grediaga, Jorge Antonio Guerrero





Después del enorme éxito internacional que supuso Gravity llegando a proporcionarle dos Oscars a mejor dirección y montaje, entre otros galardones, el cineasta mexicano Alfonso Cuarón podría haber elegido el proyecto que hubiese querido dentro del seno de un Hollywood ya definitivamente rendido a sus pies. Cuatro años después y contra todo pronóstico vuelve a su país de origen para rodar una de las películas más, aparentemente, pequeñas y humildes de su filmografía. Recordemos que a pesar de haber trabajado en la televisión de México y gestado allí su ópera prima, Sólo Con Tu Pareja, ya con su segundo largometraje Cuarón debutó en Estados Unidos adaptando la novela A Little Princess de Frances Hodgson Burnett en 1995 y desarrollando por aquellos lares gran parte de su filmografía, salvo algunas excepciones como Y Tu Mamá También con la que, de nuevo, volvía a tierras aztecas a principios de la década pasada.




Roma es, por un lado, una obra en gran parte autobiográfica por parte de Cuarón y por otro un homenaje a Liboria Rodríguez "Libo", la nana que cuidó de él y sus hermanos cuando eran niños en el México de principios de los 70. Con el respaldo de la plataforma de streaming Netflix, un reparto de actores, en su mayoría, desconocidos y un equipo técnico mayoritariamente autóctono tuvo su puesta de largo internacional en el pasado Festival de Cine de Venecia donde se alzó con el máximo galardón, el León de Oro a mejor película y recibió el aplauso efusivo y generalizado de crítica y público, todos ellos encandilados por la última propuesta del director de Hijos de los Hombres. Una vez vista la película  me veo en la obligación de unirme a las alabanzas hacia Roma, no sólo una de las mejores producciones del 2018, puede que la mejor, sino también de las más destacables dentro de la filmografía de su autor.




Localizada en los primeros años de los 70 en la de Ciudad de México y narrando las vivencias de Cleo (Yalitza Aparicio) una criada de origen mixteco que trabaja para una familia de clase media-alta formada por matrimonio, abuela y cuatro hijos Roma se revela como la obra más íntima y personal de Alfonso Cuarón, pero también mucho más que eso si la abordamos desde una perspectiva cinematográfica. Después de mostrarnos la inmensidad espacial con Gravity el octavo largometraje del director de Grandes Esperanzas vuelve a la Tierra para relatarnos una historia mínima en las antípodas de la aterradora deriva en la que se veía sumergida Sandra Bullock en aquel celebrado film de 2013. Los avatares a los que se enfrenta una entregada, tímida y apocada empleada del hogar y su relación con la familia para la que trabaja se convierten en el núcleo central de de la última propuesta del mexicano, pero siendo abordada de una manera inusualmente rompedora no ajena a su impronta autoral previa.




Es ineludible mencionar que los primeros compases de Roma, su planteamiento y desarrollo o las situaciones expuestas no sólo las hemos visto previamente en cientos de ocasiones, sino que destilan cierto aire telenovelesco adherido a las penurias a las que se enfrenta la pobre Cleo y la familia a la que sirve. Esto siempre desde un punto de vista argumental, ya que en el estilístico la obra juega en otra liga muy diferente como veremos a continuación. Pero antes de adentrarnos en el apartado técnico del largometraje huelga decir que la historia contenida en él va ganando enteros, fuerza y dramatismo a medida que el metraje va descontando minutos y, por suerte, sin caer en sentimentalismos burdos o baratos. Todo esto con un Alfonso Cuarón en su faceta de guionista eludiendo el camino más fácil y tomando la decisión de transitar uno menos complaciente, aunque a la larga mucho más enriquecedor para el conjunto de su propuesta cinematográfica.




Pero como ya hemos dejado entrever es la factura técnica la que eleva a la excelencia una pieza como Roma. Desde la secuencia inicial, sabiamente utilizada en el primer trailer de la película, Cuarón deja clara la intencionalidad de abordar su historia con una grandilocuencia visual tan epatante como perfectamente coherente con su discurso. Estas "páginas de una historia" protagonizadas por Cleo son capturadas por un trabajo de fotografía, montaje y realización excelsos, todos ellos apartados en los que el mismo Cuarón es uno de los principales responsables. El cineasta mexicano prescinde en esta ocasión de la mirada de su habitual colaborador, Emmanuel Lubezki, para con la ayuda de Galo Olivares ocuparse del look visual del producto y el resultado es, en ocasiones, difícil de definir con palabras. La dirección de fotografía de Roma es la mejor de lo que llevamos de 2018, una de las más preciosistas de los últimos años y para colmo su ambición estilística no sólo no desentona con el guión, sino que lo potencia hasta niveles insospechados.




Pudiera parecer que la labor de fotografía de Roma es superlativa porque Cuarón decidiría acometerla con su prodigioso uso de la steadycam o la cámara al hombro como pudimos ver en piezas como Children of Men o la ya referenciada Gravity. Pero la realidad es que su trabajo y el de Galo Olivares  no alcanza cotas de maestría por su vivacidad o nervio, sino por lo que captura en el interior de cada uno de sus encuadres. La puesta en escena del mexicano se sustenta principalmente en el paneo como recurso narrativo y leitmotiv visual (se trata de un movimiento capaz de convertir al espectador en un testimonio de primera mano dentro de la historia) los grandes angulares, independientemente si el rodaje es en exteriores o interiores, y un virtuosismo intachable a la hora de aprovechar hasta límites inauditos la profundidad de campo, sobre todo en los escenas localizadas en parajes naturales, como bosques o playas, en los que el objetivo de Cuarón captura instantes de arrebatadora belleza.




Este acabado estilístico permite a Cuarón alternar los ya mencionados encuadres detallistas hasta lo humanamente imposible con el recurso de unos planos detalle perfectamente localizados en el metraje acentuando la visión idealizada e infantil, la del mismo realizador por aquellos años mientras era niño, con la que la obra nos expone todas las situaciones relatadas a través de su guión. En este sentido el director se aferra a una simbología elegante y sutil apelando al subconsciente del espectador mientras nos retrotrae a la etapa mexicana de Luis Buñuel o al discurso de Arturo Ripstein, uno de los alumnos más aventajados del maestro de Calanda. También incide el libreto en enfatizar la diferencia de clases, la falsedad detrás de la  "familia perfecta" y los conflictos sociales y políticos a los que se enfrentaba México a principios de los 70, precisamente por esos jerarquización entre pobres y ricos abordada por Cuarón con cierto distanciamiento, pero también crudeza.




En cuanto al reparto todos interpretan a la perfección los roles que les han sido asignados. Si obviamos a Marina de Tavira, la profesional más veterana y curtida, dando vida a Sofía el resto de actores, niños incluidos, son no profesionales y en su mayoría debutantes delante de una cámara. Pero se antoja inevitable hablar de la inmensa entrega de la protagonista, Yalitza Aparicio, en la piel de Cleo. Con la ayuda de Alfonso Cuarón como guionista y director la intérprete de origen mixteca ofrece por medio de silencios, miradas, gestos mínimos y palabras casi susurradas uno de los mejores trabajos actorales del año. Si ya hemos mencionado que la cámara casi extraterrena del cineasta es uno de los totems sobre los que se sustentan la mayoría de virtudes de Roma la labor de Aparicio es la responsable de que pasajes como los de la tienda de muebles, el alumbramiento en plano fijo o el final localizado en la playa se revelen como pequeñas obras de arte de un dramatismo contenido y sincero.




Cuando quedaban poco más de quince días para que el 2018 nos dijera adiós sin la aparente llegada de otra gran obra que revolucionara el panorama cinematográfico internacional reaparece Netflix y da un puñetazo sobre la mesa con Roma confirmando su excelente evolución en lo referido a la producción propia de largometrajes. Ya en lo referido a la carrera de Alfonso Cuarón nos encontramos con una declaración de amor la "otra gran mujer" de su vida, después de su madre, aquella que le acogió a él y sus hermanos como a hijos recibiendo en Roma justo y merecido tributo. El último trabajo del mexicano universaliza su mensaje homenajeando a todas las Cleos y Liborias del mundo, mujeres abnegadas que dieron todo en una época en la que sus derechos eran casi inexistentes y sus deberes más de los soportables. Por desgracia parece que en ciertos aspectos no hemos cambiado mucho y no hay más que ver las noticias de actualidad para confirmar el largo camino todavía por recorrer para conceder libertad y seguridad a quienes hace años la reclaman sin recibir respuesta.


No hay comentarios:

Publicar un comentario