lunes, 26 de diciembre de 2016

Rogue One: Una Historia de Star Wars



Título Original Rogue One: A Star Wars Story (2016)
Director Garteh Edwards
Guión Chris Weitz, Tony Gilroy, Gary Whitta, John Knoll, basado en personajes de George Lucas
Reparto Felicity Jones, Diego Luna, Ben Mendelsohn, Donnie Yen, Jiang Wen, Mads Mikkelsen, Forest Whitaker, Alan Tudyk, Riz Ahmed, Jonathan Aris, Jimmy Smits, Alistair Petrie, Genevieve O'Reilly, Valene Kane, Warwick Davis






Como comentábamos en la entrada inmediátamente anterior a esta dedicada a Star Wars Episodio VII: El Despertar de la Fuerza, desde que saltó en julio de 2012 la noticia de la compra de Lucasfilm por parte de Disney los mandamases de la productora creada en el año 1923, encabezados en la actualidad por su presidente Robert Iger, afirmaron que no sólo continuarían la saga original iniciada por George Lucas en 1977, sino que también se dedicarían a realizar algunos largometrajes a modo de spin off para extender el universo galáctico más famoso de la historia del cine. El primero de ellos es esta Rogue One: Una Historia de Star Wars que supone la segunda incursión cinematográfica de Disney en dicho microcosmos ficcional tras el exitoso Episodio VII ya mencionado, abordando en esta ocasión una nueva aventura protagonizada por personajes (en su mayoría) ajenos a los siete largometrajes originales de la franquicia y que con la cinta que nos ocupa se hacen un hueco en el imaginario adscrito a la misma.




Para llevar a buen puerto esta empresa la maquinaria de Disney se puso de nuevo en marcha para reclutar a los mejores profesionales del medio que se ocuparan de sacar adelante este primer spin off en pantalla grande. Para la dirección contaron con el británico Gareth Edwards que sorprendió con la indpendiente Monsters y deslumbró con su labor en el apartado técnico de la última superproducción americana con Godzilla como protagonista. Para el guión se contrató a dos expertos como Tony Gilroy (Michael Clayton) y Chris Weitz (La Brújula Dorada) basándose en una historia escrita por John Knoll y Gary Whitta y en el reparto encontramos a jóvenes talentos como Felicity Jones (Un Monstruo Viene a Verme), Diego Luna (Y Tu Mamá También) o Riz Ahmed (Nightcrawler) compartiendo plano con veteranos como Madds Mikelsen (Valhalla Rising) Ben Mendelsohn (El Caballero Oscuro: La Leyenda Renace) Forest Whitaker (El Último Rey de Escocia) o Alan Tudyk (Firefly) que ofrece su cuerpo para dar voz y movilidad digital al entrañable droide K-2SO.




Aunque como historia está desvinculada del núcleo central de la trilogía original de La Guerra de las Galaxias los hechos que en Rogue One: Una Historia de Star Wars acontecen tienen lugar entre Star Wars Episodio III: La Venganza de los Sith y Star Wars Episodio IV: Una Nueva Esperanza, conectando directamente con el inicio de esta última. La historia se centra en un grupo de rebeldes comandado por Jyn Erso (Felicity Jones) y Cassian Andor (Diego Luna) que tratarán de encontrar los planos de la Estrella de la Muerte, la letal estación espacial creada por el Imperio para la destrucción de planetas a lo largo y ancho de la galaxia. En el proceso deberán luchar contra las tropas imperiales comandadas por Orson Krennic (Ben Mendelsohn), un viejo conocido de la familia Erso que a su vez está bajo las órdenes de un Lord Sith llamado Darth Vader que se encuentra bajo la tutela de su maestro, el Emperador Palpatine, y que se convertirá en la mayor amenaza a la que deberán enfrentarse los rebeldes.




Si hace unos días afirmábamos que el mayor logro de Star Wars Episodio VII: El Despertar de la Fuerza era contar una historia localizada en el futuro de la franquicia creada por George Lucas pero respetando la esencia de la misma en fondo y forma lo de Rogue One: Una Historia de Star Wars es ir un paso más allá en todos los sentidos. El largometraje de Garteh Edwards tiene la misión de ser una pieza dentro del conglomerado galáctico más famoso de la historia del cine que pueda adherirse con facilidad a lo que vino a ser la primera trilogía de la saga en tono, estética o resoluciones argumentales, y a fe mía que sus responsables lo han conseguido. La última cinta de la factoría Lucasfilm no sólo es, al igual que su predecesora del año 2015, una película de aventuras casi intachable, también se revela como una de las mejores piezas dentro de este microcosmos nacido en 1977 y que gracias a sus dos últimas entregas en pantalla grande está dando muestras de estar en plena forma.




Rogue One: Una Historia de Star Wars consigue en casi todo momento tomar el rol de un peculiar facsimil cinematográfico. Por medio de una puesta en escena medida y nada hiperbólica entregada a un tono clasicista y atemporal el trabajo de Gareth Edwards y sus colaboradores podría pasar en no pocos momentos como otra cinta de Star Wars rodada a finales de los 70 o principios de los 80. Al contrario que  el George Lucas de la segunda trilogía que hizo desplegar en dichos films una tecnología desproporcionada y mastodóntica que cronológica y logísticamente no se correspondía con unos hechos que tenían lugar muchos años antes que la primera trilogía, la original, en esta ocasión los responsables de la obra se han entregado a la mesura narrativa, la construcción argumental coherente, los efectos especiales espectaculares pero nunca sobrecargados y al diseño de producción sensato con tal de que el espectador sintiera después de muchos años que se encontraba con unos personajes y unas hazañas que fácilmente podían haber tenido lugar en los Episodios IV, V, y VI.




Narrativa y estéticamente Rogue One es una entrega más de Star Wars, pero estructural y genéricamente es una película bélica en el sentido más clásico de la palabra, con reminiscencias a largometrajes como El Día Más Largo o Salvar al Soldado Ryan incluidas. Este contexto en el que priman las localizaciones epatantes, la maquinaria militar de distinta índole preparada para entrar en batalla y las secuencias de combate por tierra, mar y aire ejecutadas con la pericia técnica habitual propia de un Gareth Edwards que lo da todo como artesano al servicio de una superproducción de esta naturaleza permite no sólo convertir el largometraje en una pieza ejemplar de cine bélico, sino también que se recupere una de las tradiciones más clásicas de la franquicia, la del protagonismo coral, consolidado este por un grupo de personajes que si bien no eluden en ningún momento su naturaleza prototípica dentro de este género de celuloide tampoco caen nunca en el maniqueismo o la parodia mal entendida.




En lo referente a los personajes y el reparto encontramos el primero de los dos únicos fallos que podemos achacar a Rogue One: Una Historia de Star Wars. Aunque todos los personajes tienen entidad, son cercanos al espectador y están bien representados por actores como la pareja de cabezas visibles interpretados por Felicity Jones y Diego Luna se echa de menos en este grupo de rebeldes a un verdadero líder que destile carisma y fuerza al estilo, no ya del Han Solo de Harrison Ford, sino al del Poe Dameron de Oscar Isaac o la Rey de Daisy Ridley. Algo que sucede también en el lado contrario con un Ben Mendelsohn magnífico en la piel de Orson Krennic como villano de la velada, pero que al igual que el resto del casting se ve ensombrecido por los poco menos de diez minutos que tiene en pantalla un Darth Vader que eclipsa a todo ser viviente que comparte plano con él tanto en su primera aparición como en el clímax final cuando hace acto de presencia, dejando inevitablemente con ganas de más al espectador.




El otro fallo de Rogue One: Una Historia de Star Wars es que si bien Gareth Edwards y sus colaboradores saben administrar adecuadamente el copioso fanservice a lo largo del metraje para que el seguidor habitual de la creación de George Lucas experimente los solicitados momentos de nostalgia y complicidad también cabe mencionar que el largometraje carece de escenas que verdaderamente lleguen a emocionar o tocar la fibra sensible al fan clásico. Evidentemente en la cinta hay pasajes que hacen vibrar a la platea con referencias a la trilogía clásica o la presencia de personajes como Darth Vader o ese Morff Tarkin de Peter Cushing desafiando la realidad que se agradecen sobremanera, pero todo el material está abordado desde una gelidez y un distanciamiento innecesarios si tenemos en cuenta la naturaleza trágica del relato narrado y ese clímax final que debería encogernos el corazón cuando sólo nos transmite una modesta sensación agridulce 




Más compacta y efectiva en el plano cimatográfico que Star Wars Episodio VII: El Despertar de la Fuerza, pero menos emotiva y cercana que aquella Rogue One: Una Historia de Star Wars es la confirmación de que la compra de Lucasfilm por parte de Disney fue todo un acierto. El último trabajo detrás de las cámaras de Gareth Edwards contiene toda la épica, la acción, el humor, la aventura y la eterna lucha entre luz y oscuridad que se espera de un film de la franquicia y no sólo eso, ya que con la historia que narra consigue poner cara a aquellos rebeldes que lucharon por acabar con el Imperio y dar mayor entidad e importancia a lo que aconteció en Star Wars Episodio IV: Una Nueva Esperanza, aquella mítica obra cinematográfica que iba mereciendo desde hace décadas herederas como la que nos ocupa o su hermana inmediatamente anterior. Nuestra próxima cita en pantalla grande será en el 2017 con el Episodio VIII y una, esperemos, totalmente recuperada Carrie Fisher. Que la Fuerza os acompañe.



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