viernes, 15 de febrero de 2013

¡Bienvenido, Mister Marshall!, el orgullo de los yankis



Título Original ¡Bienvenido, Mister Marshall! (1953)
Director Luis García Berlanga
Guión Juan Antonio Bardem, Miguel Mihura y Luis García Berlanga
Actores José Isbert, Lolita Sevilla, Manolo Morán, Alberto Romea, Elvira Quintillá, Luis Pérez de León, Félix Fernández, Fernando Aguirre, Joaquín Roa, Nicolás Perchicot, José Franco, Rafael Alonso, José María Rodríguez, Manuel Alexandre, Manuel Rosellón, Elisa Méndez, Matilde López Roldán, José Castillo, José Alburquerque, Pepito Vidal, José Vivó, Fernando Rey





La primera película como director en solitario (su ópera prima, Esa Pareja Feliz la compartió con su amigo Juan Antonio Bardem, que también debutaría en el mundo del largometraje con aquella obra a cuatro manos) del cineasta más grande que ha dado el cine español, al menos de los que se quedaron aquí durante el régimen franquista, el valenciano Luis García Berlanga, estrenada en 1953, se convertiría por derecho propio en uno de los clásicos indispensables del celuloide patrio. ¡Bienvenido Mister Marshall! marcó un hito dentro de la cinematografía española por numerosos y variopintos motivos, no todos estrictamente en el plano fílmico.




El pueblo de Villar del Río se prepara para la llegada de los americanos, que traerán dinero y regalos para todos los aldeanos de la pequeña y humilde localidad gracias al Plan Marshall (proyecto económico estadounidense para la reconstrucción de Europa tras la segunda guerra mundial). Desde el alcalde (sordo como una tapia) al boticario, pasando por la profesora, el cura o el pícaro representante de "la máxima estrella de la canción andaluza", Carmen Vargas, todos están preparados para la llegada de los yankis que arreglarán los problemas de todos los habitantes que sueñan con la llegada de sus héroes.




La comedia y el humor han dado a España algunas de sus mejores obras de ficción en la literatura, el cómic y por supuesto el cine. Berlanga fue un experto en disfrazar sus sátiras cinematográficas con el traje de la comedia ligera costumbrista y gracias a ello lo censores y gran parte del público pensaban ver otra de tantas cintas humorísticas con cada uno de sus nuevos proyectos y así consiguió colarnos mensajes antibelicistas (Calabuch) críticas a la religión (Los Jueves Milagro) el fariseismo y la falsa caridad (Plácido) o a la pena de muerte (El Verdugo) cimentando con ello una filmografía que es posiblemente la más importante del cine hecho en España y que (esto es ya opinión personal) no sería tan buena después de la transición, porque aunque dichas obras ganaran mordiente no me parecen mejores que sus primeros trabajos.




Los censores debieron pensar que en ¡Bienvenido, Mister Marshall! sólo había una mirada cínica y descreída hacia los americanos  (que ojo, la hay, pero no en el sentido que ellos pensaban) localizada en una cinta humorística sobre un pueblo que se lleva una decepción cuando los prepotentes estadounidenses pasan de largo sin siquiera pararse en la zona, asumiendo los habitantes su desdicha como buenamente pueden. Pero debajo del los gags, la simpatía y la ironía late un subtexto que ataca directamente a la dictadura franquista como la culpable de que España fuera descartada a la hora del reparto de beneficios que llevó al cabo el Plan Marshall a lo largo del viejo continente.




Porque sí, nos encontramos en una comedia, pero que alterna el humor con momentos de solapada denuncia (en un segundo plano, pero notable para el ojo mínimamente avispado) como esas hileras de vecinos pidiendo a los americanos materiales de primera necesidad que no pueden pagar con sus escasos beneficios o ese sueño en el que Juan, el pobre cabeza de familia con mujer y tres hijos (uno recién nacido) sueña que los Reyes Magos desde un avión estadounidense le lanzan un tractor para que pueda ejercer el trabajo que le hace ganarse el pan y que ese año en concreto escasea por culpa de la mala temporada de cosecha. Hasta ese cierre del film, que apela de manera melancólica a la resignación de un pueblo al que no le queda más remedio que seguir viviendo en condiciones paupérrimas, tiene un aroma de considerable amargura.




Pero por medio del humor es como Berlanga, Bardem (que ya no dirigía al alimón con Luis, pero seguía siendo su colaborador en el guión) y el escritor Miguel Mihura, que se ocupó principalmente de los sencillos a la par que descacharrantes diálogos de Lolita Sevilla y de las canciones que esta interpreta en el film, lanzan sus aguijones más envenenados al régimen. No hay más que ver ese alcalde sordo (detalle importante) que se ve en la obligación de ejercer todo tipo de labores; el miedo de todas las fuerzas vivas al delegado general o los comentarios hirientes sobre que de la caja munícipal no se ha cogido dinero porque nunca ha tenido un céntimo dentro, mi diálogo favorito del guión, solapado siempre por venir inmediatemente después del mítico "Como alcalde vuestro que soy..." del gran Pepe Isbert.




Y es que hasta de inconvenientes sabían Berlanga y sus colaboradores sacar aciertos mayúsculos, porque antes de convertirse en lo que fue, ¡Bienvenido Mr Marshall! se gestó como una película para el lucimiento de la estrella musical de la época (Lolita Sevilla) impuesta por la UNINCI (Unión Industrial Cinematográfica) de modo que los autores dieron forma al proyecto alrededor del personaje de la folclórica. Pero el acierto fue no sólo crear con este punto de partida una historia satírica y cómica con una crítica semioculta hacia el régimen, también dieron un uso magistral a la tonadillera a la que regalaron sus momentos musicales para lucirse profesionalmente pero siendo su personaje abordado desde una visión paródica y socarrona, algo parecido a lo que haría años después el mismo Berlanga con los niños cantantes tipo Joselito en la inolvidable escena de la subasta de Plácido.




La mención a Lolita Sevilla y su papel me permite hilar fino y hablar de otro de los mayores aciertos del largometraje, la parodia con respecto a que en el extranjero se ve a España como un país vestido de gitana tocado con sombrero cordobés y siempre viendo corridas de toros. La idea por parte de Manolo, el representante, de que Villar del Río se convierta en un pueblo típicamente andaluz porque así es visto nuestro país en Estados Unidos sirve como crítica al costumbrismo rancio del que siempre ha hecho gala nuestra patria y que se acentuaría hasta límites alarmantes durante el régimen franquista en el que las cantantes de copla (en su mayoría) recibían los parabienes del dictador que gustaba de este género musical.




Aunque los personajes son los que sacan adelante la historia, todos ellos interpretados por un grupo de actores en estado de gracia. Como es lógico hay que destacar a uno de los humoristas más grandes que ha dado España, ese Pepe Isbert que diga lo que diga hace reír con su voz rota y físico inconfundible, enorme su sueño que le sirve a Berlanga para parodiar el género western. Su sordera y aire bonachón se comerían la película entera si no fuera porque hay que destacar considerablemente a un Manolo Morán enorme (en todos los sentidos) con su verborrea embaucadora y arte para la picaresca. El tercer vértice es la misma Lolita Sevilla que con sus "josú" y "vaya" utilizados como respuesta para todo tipo de preguntas consigue arrancar más de una carcajada a la platea.




Pero también encontramos en el largometraje otros secundarios destacables. El hidalgo de rancio abolengo y patriotismo arcaico, el médico obsesionado con las fuentes con chorritos de luz y su jerga científica encriptada que pocos entienden, el cura gruñón (personaje indispensable en toda cinta de Berlanga que se precie de serlo) la profesora encantadora extrañamente soltera o el delegado general que viene a traer las buenas nuevas a los aldeanos que finalmente quedan en agua de borrajas cuando todos se ven con tres palmos de narices al confirmarse que los yankis no se detienen a arreglar la vida de los habitantes de Villar de Río.




Todo son aciertos en ¡Bienvenido Mister Marshall!. Desde la elección del reparto o los diálogos, al uso de la voz en off (la del gran Fernando Rey, nada menos) que sirve para darnos a conocer a los habitantes de Villar del Río, sus calles y lo que allí acontence, siempre desde un punto de vista lleno de ternura para que el fondo de la historia (para nada cómico) no se adentre demasiado en el dramatismo. También son destacables los sueños de los habitantes del pueblo, que se introducen en un surrealismo onírico que podría tener su origen en el teatro del absurdo que tan bien entendía Miguel Mihura o secuencias inolvidables como la del balcón, la de la reconversión andaluza del pueblo o uno de los planos más bellos de la filmografía de Berlanga, la del tractor con el paraciadas levantándose al viento, un pasaje de una simbología desarmante.




Finalmente el narrador nos despide de las melancólicas calles de Villar del Río (las de la misma España) y de unos habitantes decepcionados por no haber podido cumplir los sueños que habían depositado en los americanos. Decimos adiós a la fuente (sin chorritos de colores) a la iglesia, a esa escuela que aún tiene un mapa en el que se puede contemplar el Imperio Astrohúngaro (qué mejor metáfora de lo anticuado que era aquel país anclado en el más crudo de los conservadurismos) al ayuntamiento y a esas buenas gentes que vieron como sus deseos más preciados se disolvían como una pequeña banderita de papel en el enorme desagüe de una tierra que vivió aislada del mundo durante casi cuarenta largos años.


7 comentarios:

  1. Dicen que es la mejor película de la historia de España, y a mi me parece una de las mejores películas de la historia de cualquier parte.

    Crítica, ácida, mordaz, inteligente, irónica, divertida, con una capacidad para sacar oro de cualquier circunstancia que sería inconcebible en nuestra época... Es que hasta la folclórica esta en estado de gracia, y mira que es difícil sacar partido a esta gente.

    El discurso de la caja, mítico

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  2. La verdad es cuando se la compara con las dos más grandes de Berlanga, Plácido y El Verdugo, siempre se la pone un escalón por debajo, pero cuantas más veces la veo más convencido estoy de que juega en la misma liga que estas, porque esas dos puede que tengan un mensaje más contundente (sobre todo la protagonizada por Nino Manfredi) pero su ironía, parodia y subtexto están a la altura de ambas y consigue hacer llegar su mensaje con incluso más simpatía que aquellas.

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  3. Sin duda. Plácido y el Verdugo son genialidades a la que solo los elegidos pueden llegar, pero es que Bienvenido no tiene nada que envidiar a nadie.

    Si es que es lo siempre, si donde este un gran guión y unos actores en estado de gracia, que poquito más hace falta para sacar una gran película adelante

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  4. Espectacular, estoy con Armin en que quizá esté al mismo nivel de Plácido y El Verdugo, las 3 estarían en un top 10 del cine patrio, casi sin ninguna duda.

    Por cierto, echo de menos un top 10 de las películas del año pasado, creo que no lo has hecho en esta ocasión.

    PD: Aprovecho para meter mi cuña, vuelvo con mi blog, con fuerza y polémica: opinandoconsalud.blogspot.com.es

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  5. Estoy ahora mismo con el Top, en el que comentaré todo lo que vi de estreno en el 2012. A ver si puedo colgarlo esta noche.

    Pd: Ahora echo un vistazo a tu blog a ver qué te cuentas.

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