domingo, 12 de febrero de 2012

J.Edgar




Título Original J. Edgar (2011)
Director Clint Eastwood
Guión Dustin Lance Black
Actores Leonardo DiCaprio, Naomi Watts, Josh Lucas, Judi Dench, Armie Hammer, Ed Westwick, Dermot Mulroney, Lea Thompson, Jeffrey Donovan, Michael Gladis, Stephen Root





Valiente, ambicioso, complicado en más sentidos de los que se pueda imaginar y casi perfecto biopic por parte de Clint Eastwood del infame John Edgar Hoover, fundador del FBI, la oficina federal de investigación de los Estados Unidos. Un hombre con muchas sombras y pocas luces que se expuso ante la opinión pública como la muestra más fehaciente de la corrupción social y moral a la que puede abocar al ser humano el poder y la ambición. Monstruo de la guerra fría, obsesionado con una supuesta invasión comunista a Estados Unidos y con la delincuencia que también consiguió algunos notables avances dentro del mundo de la investigación policial.




A pesar de la dificultad que implican las numerosas aristas de una personalidad como la de Hoover éramos varios los que confiábamos en Eastwood, ya que en los a finales de los 80 y principios de los 90 demostró ser un autor de biopics poco común, temerario y bastante atípico. En 1990 rodó Cazador Blanco, Corazón Negro que narraba los avatares que sufrió el cineasta norteamericano John Huston durante el rodaje de su sobrevalorada La Reina de África. Pero si un servidor tenía puestas sus esperanzas en Eastwood era porque aquella Bird de 1988 que hablaba de la vida, milagros y miserias del saxofonista Charlie Parker y que era una de las mejores incursiones cinematográficas sobre un personaje real que se han visto en la historia del séptimo arte.




El director de Mystic River se alejó con Bird de esos biopics tan propios de Hollywood cortados (casi) todos por el mismo patrón y con estructura similar. Origen humilde, primeras muestras de talento, llegada gradual del éxito, encumbramiento profesional, calvario (aquí entran desde problemas de adicciones hasta familiares), caída en el olvido y redención final. La cinta protagonizada por un inmenso Forest Whitaker se alejaba de esta construcción argumental y en ella Eastwood desde el primer minuto hasta el último no dejaba de jugar con la dicotomía de el que fuera uno de los pioneros del estilo bebop dentro del jazz, mostrándolo como un genio por un lado pero también como una persona con muchas sombras y demonios interiores que le acompañaron hasta el final de sus días.




J. Edgar no llega a cotas fílmicas o artísticas tan altas como las de Bird, pero en ella Eastwood vuelve a a abordar la vida un personaje real alejándose de terrenos mil veces transitados, sectarismos o sensiblería barata. De la misma manera que hiciera Oliver Stone en su mastodóntica, infravalorada y muy recuperable Nixon el protagonista de Por Un Puñado de Dólares decide exponer en pantalla todo lo bueno y lo malo que rodeó a la personalidad del fundador del F.B.I pero siempre con la encomiable intención de humanizarlo y alejarlo de la imagen de fiera inhumana que tenía de cara a la opinión pública. A partir de aquí incluyo algunos spoilers.




La última cinta de Clint Eastwood nos narra la vida de John Edgar Hoover desde su infancia hasta su fallecimiento. Ya desde los primeros compases del largometraje descubriremos que el protagonista era un hombre ambicioso, ferreo y obsesivo en el plano profesional pero un individio asocial, tímido y hasta entrañable en el sentimental (excelente el pasaje en el que es rechazado por su fiel secretaria Helen Gandy, que interpreta con acierto una notable Naomi Watts). En su forma de ser a nivel general influía notablemente Anne Mary Hoover (una magnífica Judi Dench, muy en su línea) su madre. Mujer conservadora, de fuerte carácter que controlaba a su hijo como un pelele y catalizadora de muchas de las decisiones que el propio J.Edgar tomaba en su vida.




Pero el mayor acierto del film y que un servidor no se esperaba de Clint Eastwood es la elegancia y la profesionalidad con la que trata el tema de la posible homosexualidad de Hoover y su más que probable relación sentimental con su ayudante y mano derecha Clyde Tolson (personificado por un acertadamente ambiguo Armie Hammer que sólo renquea en los pasajes de su vejez, pero por un motivo que comentaré más tarde). El autor de Un Mundo Perfecto siempre tuvo fama de hombre conservador (fue militante republicano y amigo cercano de varios de los candidatos presidenciales pertenecientes a ese partido) por eso cuando vi en su momento aquella rareza de magnífico acabado titulada Medianoche en el jardín del Bien y del Mal y el acercamiento como de pasada y sin querer ahondar mucho en la homosexualidad de los personajes de Kevin Spacey y Jude Law pensé que no se encontraba a gusto hablando de este tipo de roles.




Por eso sorprende la naturalidad con la que el director aborda el tema de las relaciones gay en J.Edgar. Metiéndose en terrenos complicados con pasajes como el de los comentarios homófobos de la madre Hoover sobre preferir un hijo muerto antes que uno "mariposón" o la genial escena que podía haber quedado en un pasaje terriblemente ridículo del protagonista vistiéndose con las ropas de su madre entre lágrimas tras al fallecimiento de la misma. Incluso la escena de la pelea entre Hoover y Tolson se puede considerar uno de los pasajes más interesantes y poderosos del film y eso que no deja de ser una riña de pareja no consumada. No es de extrañar que el guión del film venga firmado por Dustin Lance Black autor que ganara hace un par de años el Oscar por su soberbio trabajo en otro biopic a recuperar, Mi Nombre es Harvey Milk de Gus Van Sant, que también trataba con mucho acierto el tema de la homosexualidad.




Pero en ningún momento dejan Eastwood o Black el entramado político y social en el que se vio envuelto Hoover desde que subiera escalafones hasta llegar a ser la cabeza visible del F.B.I. Por medio de flashbacks insertados sabiamente con la excusa de que el protagonista se los narra a sus secretarios el guión tiene a bien incidir en temas interesantes como el caso del secuestro del hijo de Charles Lindberg que obsesionó a Hoover durante años, la época de la ley seca, su obcecada lucha contra el crimen y el comunismo y sus relaciones más bien complicadas y llenas de aristas con los siete presidentes (sobre todo los Kennedy) con los que tuvo relación durante sus casi 50 años de servicio en las oficina federal de investigación.




El mayor fallo de J.Edgar, posiblemente el único, es estético, pero es tan grave que por desgracia influye en el artístico. El maquillaje para envejecer a los actores es en los casos de Leonardo DiCaprio y Naomi Watts poco convincente, pero en el de Armie Hammer es tan terrible que no sólo parece salido de una de las Celebrities de nuestros amigos de La Hora Chanante es que por culpa del mismo, el dramatismo de la subtrama que tiene lugar en la actualidad (1972 en el film) se ve notablemente reducido y lastrado por un trabajo tan poco profesional de los maquilladores.




Es una pena que una escena tan poderosa como en la que Tolson recrimina a Hoover haber tergiversado muchos de los hechos históricos en los que se vio envuelto (aquí Eastwood vuelve a los terrenos de Sin Perdón y de como en la cultura norteamericana se forjan falsas leyendas exagerando o cambiando hechos históricos para su propio beneficio) se vea herida de muerte por culpa de los terribles pegotes de látex que los rostros de los actores llevan puestos y que les impiden hasta vocalicar con corrección. Muy triste, con lo sencillo que hubiera sido poner actores de la tercera edad, al menos en el caso de Hammer, ya que su caracterización facial es poco menos que para echarse las manos a la cabeza.




J.Edgar no ha tenido el éxito que se esperaba en Estados Unidos, ha sido practicamente ninguneada en los Oscar (DiCaprio merecía una nominación por su magnífico trabajo que ni siquiera el ya mencionado deficiente maquillaje consigue ocultar). Parece que como en otros casos como Alejandro Magno de Oliver Stone cuando en un film se aborda un tema como la homosexualidad cuando el espectador nortemaricano no lo espera su respuesta hacia el producto es bastante negativa más allá de los aciertos y fallos que pueda tener el largometraje. Yo estoy seguro que dentro de un tiempo J.Edgar (que finalmente nos habla de un pobre hombre que lo ganó todo pero perdió por distintos motivos el acto de amar y ser amado) será recordada como un interesante paso adelante dentro de la carrera de su autor y que posiblemente marque un punto de transición en su filmografía que esperemos nos depare más obras interesantes por muchos años.


3 comentarios:

  1. "cuando en un film se aborda un tema como la homosexualidad cuando el espectador nortemaricano no lo espera su respuesta hacia el producto es bastante negativa más allá de los aciertos y fallos que pueda tener el largometraje"
    Ni más ni menos, Armín: ¿o crees que es causalidad que el ínclito Juan Manuel de Prada la haya puesto a parir en su involuntariamente escalitrópica columna del semanal vocentero? Son todos iguales, aquí, allí... Lo mismo da.

    Por cierto... Hay una peli de 2011 que creo que todos hemos obviado en nuestras revisiones del pasado año fílmico que merecía más y mejor justicia que la recibida, Código Fuente. Por motivos varios, no la he visto hasta hace quince días, y me pareció un producto de lo más digno.

    ResponderEliminar
  2. De Juan Manuel de Prada ya no me sorprenden esas reacciones. No ha sido el primer caso de una película que ha abordado la temática sobre la homosexualidad sin "avisar al espectador" y ha sido rechazada. Curioso, De Prada era uno de esos que criticaba a los "progres tranochados" que criticaban la fama de persona conservadora de Eastwood o la "pornografía de las películas de Leone" que potagonizaba el bueno de Clint y ahora sale con estas, es que el amigo ya sabemos de que pie cojea.

    No he visto Código Fuente y lo haré, pero antes debo ver Moon, el anterior film de Duncan Jones del que tan bien hablan, cuando los vea los dos los comentaré aquí, por supuesto.

    ResponderEliminar
  3. Un chulada, Moon. Aún y todo, ambas pelis pecan de un claro defecto (en mi opinión): son excesivamente episódicas. Tras verlas, no dejan de dar la impresión de ser capítulos de Twiligth Zone, Alfred H Presents y series similares. Lo que, por otro lado, tampoco es necesariamente malo, pero se echan en falta, quizás, desarrollos no directamente realcionados con la acción y personaje centrales.

    ResponderEliminar