Mostrando entradas con la etiqueta Matt Reeves. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Matt Reeves. Mostrar todas las entradas

viernes, 8 de abril de 2022

The Batman

 


Título Original The Batman (2022)
Director Matt Reeves
Guion Peter Craig, Matt Reeves, basado en el personaje creado por Bill Finger y Bob Kane
Reparto Robert Pattinson, Zöe Kravitz, Jeffrey Wright, John Turturro, Paul Dano, Colin Farrell, Andy Serkis, Peter Sarsgaard, Jayme Lawson, Con O'Neill, Barry Keoghan, Gil Perez-Abraham, Peter McDonald, Alex Ferns, Rupert Penry-Jones, Kosha Engler, Janine Harouni




En 2017 saltaba la noticia y no éramos pocos los que la celebrábamos. Ben Affleck, que venía de interpretar por primera vez al Hombre Murciélago en Batman v. Superman: El Amanecer de la Justicia, se encargaría de producir, escribir, dirigir y protagonizar una película en solitario del alter ego superheróico de Bruce Wayne. Si sumamos su encarnación del icono creado en 1939 por Bill Finger y Bob Kane, uno de los mayores aciertos de la muy irregular cinta de Zack Snyder, al más que desmotrado talento detrás de las cámaras de Affleck con proyectos tan reseñables como Adios Pequeña Adiós, Ciudad de Ladrones (The Town), la oscarizada Argo o la minusvalorada Vivir de Noche la buena nueva no podía ser recibida con más entusiasmo por gran parte del fandom.




El problema es que el multifacético protagonista de Persiguiendo a Amy se encontró con un muro infrancleable, el del caos que ya por aquel entonces comenzaba a gestarse dentro de las oficinas de Warner Bros y DC Entertainment con respecto al adecuado discurrir de un universo cinematográfico cuyas endebles bases no habían sido adecuadamente asentadas con El Hombre de Acero y la ya citada Batman v. Superman: El Amanecer de la Justicia. De manera que después de que Affleck cediera la silla de director a Matt Reeves (Déjame Entrar, El Amanecer del Planeta de los Simios) finalmente se desvinculó totalmente del proyecto cuando el realizador rechazó su guion pasando así el proyecto a localizarse fuera de la cronología establecida por los films de Zack Snyder y ha posponerse durante años.




Finalmente y después de una producción problemática debido a varios contagios de COVID-19 durante el rodaje, entre ellos el del mismo actor protagonista, The Batman llegaba a cines de todo el mundo el pasado 4 de marzo con Matt Reeves como realizador y co guionista, compartiendo labores de escritura junto a Peter Craig, y Robert Pattinson encabezando un reparto en el que reconocemos los rostros de Zöe Kravitz, Jeffrey Wright, John Turturro, Paul Dano, Colin Farrell, Andy Serkis o Peter Sarsgaard entre otros. Las alabanzas por parte de la prensa especializada internacional fueron de proporciones mastodónticas, algunas de ellas posicionándola como la mejor película de Batman jamás rodada, algo que, para un servidor, dista mucho de la realidad.




The Batman arranca con un prólogo brillante, posiblemente uno de los pasajes cinematográficos más interesantes de la historia cinematográfica del personaje. Por fin parecía que un director, en este caso uno con tanto talento como Matt Reeves, conseguía capturar en poco menos de diez minutos la iconocidad universal del guardián de una Gotham crorrupta, oscura y peligrosa. En esos primeros compases Batman es expuesto en pantalla casi como un concepto, una entidad demiúrgica moviéndose entre las sombras y cuya potencial presencia hiela la sangre a unos críminales que parecieran considerarlo el Hombre del Saco. La atmósfera propia de cine de terror, la tan eficiente como desvergonzada banda sonora de Michael Giacchino y esa voz en off afrmando que la Batseñal no solo es una llamada, sino también una advertencia, parecen prepararnos para lo mejor.




Si The Batman hubiera sido un cortometraje centrado en esos primeros minutos podría haberse revelado como una de las piezas audiovisuales más potentes y definitorias de Batman y con su presencia física casi sin materializarse en pantalla. El problema es que Matt Reeves y Peter Craig no solo no consiguen matener ese nivel tan alto, sino que después del arranque traicionan su poderosísimo punto de partida. Si acabas de ilustrar a Batman como una presencia que "infunde terror en sus enemigos" pasajes como el de la primera visita a la sala Iceberg o su irrupción en la escena del crimen con criminales y agentes de la ley respectivamente mirándole por encima del hombro e increpándole lo único que consigues es desmontar el impecable andamiaje sobre el que ibas a construir tu historia.




Una vez hemos asumido que todo lo visto en el inicio ha sido un espejismo no podemos negar que The Batman todavía contiene suficientes alicientes para revelarse como una notable película protagonizada por el superhéroe de DC Comics. Es ineludible que la labor técnica detrás de The Batman es sobresaliente y que en ella Matt Reeves ha depositado más de diez años de profesionalidad demostrada detrás de las cámaras. El cineasta estadounidense se aleja del procedimental discurrir del celuloide superheróico hegemónico para abrazar la vertiente detectivesca y noir de su protagonista y ofrecer una pieza que a nivel de puesta en escena o diseño de producción tiene más que ver con Seven o Zodiac que con cualquier otra obra pretérita centrada en el Cruzado Enmascarado.




Como era de esperar todos los pasajes de acción están ejecutados con suma eficiencia. Matt Reeves consigue la proeza de que una película con una calificación PG13 destile una violencia física cruda, seca, con golpes impartidos y recibidos por Batman transmitiendo una orgánica sensación de brutalidad animal. También sería de recibo mencionar la parte desarrollada en el funeral con una tensión magníficamente construida gracias a la labor tanto de Reeves como de sus actores, como la de un desaprovechado Peter Sarsgaard. Pero en lo referido a este tipo de secuencias es de recibo destacar la persecución entre Batman y el Pinguino en la que el Batmóvil cobra todo el protagonismo, consiguiendo algo inusual como tranmitir claustrofobia con dos vehículos en continuo movimiento y con uno de ellos como salido del mismísimo infierno. 




En lo referido al reparto encontramos grandes nombres, pero no interpretaciones que se ajusten a los mismos. Es cierto que la labor del cast es encomiable con todos los interpretes ejerciendo su oficio con soltura, pero ninguno realiza una trabajo para el recuerdo y el único que está a punto de conseguirlo es boicoteado por el guion. Robert Pattinson da vida al Bruce Wayne más triste, grave y dramático, pero como eso es lo que Matt Reeves le habrá exigido no se puede poner ninguna pega a su composición y Jeffrey Wright está a la altura dándole la replica como James Gordon. Zoe Kravitz cumple sobradamente con su versión de Catwoman, John Turturro hace lo propio con Carmine Falcone y Colin Farrell se divierte de lo lindo con su Oswald Cobblepot, pero este podía haber pasado por cualquier mafioso genérico ya que poco tiene de la esencia del villano que todos conocemos, algo aplicable también al despersonalizado e infrautilizado Alfred Pennyworth de Andy Serkis




Es Paul Dano, un titán al que hemos visto lucirse en obras como There Will Be Blood, el que mejor trabajo realiza configurando su peculiar versión de El Acertijo. Este Edward Nigma vuelve a hundir sus raíces en la filmografía de David Fincher y es que si su estética y modus operandi nos retrotraen al Asesino del Zodiaco hay en su personalidad algo del John Doe de Kevin Spacey para Seven, pero sobre todo nos recuerda su brillante Alex Jones de la no menos excelsa Prisioneros. Todo lo relacionado con esta contrapartida de Edward Nigma transmite interés y sirve como acertada lectura sobre el actual mundo streamer, pero lo inteligentemente planteado hasta la escena de su detención se ve ensombrecido con su carácter volátil e histriónico una vez mantiene la conversación con Batman en Arkham. Aquí la encomiable construcción del rol se desinfla y acaba derivando en otro más desdibujado y alejado del asesino a sangre fría que habíamos visto previamente.




Pero mi mayor problema con The Batman es con su construcción narrativa y su trama detectivesca. Celebro la decisión de Matt Reeves y su equipo de entragrarse al thriller policíal con asesino serial, pero esta elección requiere una solidez en el guion de la que el largometraje carece. Se antoja poco creíble que el primer enigma sea resuelto por Batman y Gordon con inmediatez cuando el de la "rata alada" se alarga en exceso en el tiempo pese a su simpleza. Casualidades repartidas por toda la trama como la sonrojante de la moqueta o decisiones inverosímiles como Falcone encerrándose en su despacho solo con Selina sin haberla registrado o toda la policía de Gotham, con Gordon a la cabeza, dejando acercarse a la alcaldesa al atril para hablar a los ciudadanos sin la compañía de nadie de seguridad en una situación de máximo peligro son trampas que  menoscaban la credibilidad del film en favor de encarrilar la historia hacia donde necesitan sus autores.




The Batman muestra un reinicio de franquicia con gran potencial que al menos en su primera incursión no ha sido aprovechado. A estas alturas lamentar lo que podría haber sido ese proyecto con Ben Affleck como hombre orquesta es una futilidad, pero se antoja imposible no pensar en ello y los resultados que hubiera ofrecido. Al film de Matt Reeves le sobra metraje y le falta solidez como historia, pero su acabado estilístico y un reparto destacable nos hacen no perder la esperanza con respecto a esa secuela que vistos los buenos resultados en taquilla no se hará mucho de rogar. Antes de ella nos esperan dos spin off  en forma de serie para HBO Max,  Gotham PD: centrada en los cuerpos policiales de la ciudad y otro con el Pinguino de Colin Farrell como protagonista que a un servidor sobre el papel llaman poco o nada la atención. Veremos si el tiempo me hace cambiar de opinión.


jueves, 20 de julio de 2017

La Guerra del Planeta de los Simios



Título Original War for the Planet of the Apes (2017)
Director Matt Reeves
Guión Mark Bomback y Matt Reeves, basado en personajes de Rick Jaffa y Amanda Silver
Reparto Andy Serkis, Woody Harrelson, Steve Zahn, Judy Greer, Gabriel Chavarria, Max Lloyd-Jones, Terry Notary, Sara Canning, Ty Olsson, Devyn Dalton, Toby Kebbell




En el año 2011 y sin demasiada repercusión se estrenó El Origen del Planeta de los Simios (Rise of the Planet of the Apes) un nuevo reboot de la saga cinematográfica iniciada por el clásico de Franklin J. Schaffner en 1968 basándose en la novela homónima de Pierre Boulle. Suponemos que la 20th Century Fox escarmentó tras el fracaso del primer intento de reinicio de la franquicia a manos de Tim Burton en 2001 y por este motivo no depositó toda su confianza en el proyecto impulsado por los guionistas y productores Rick Jaffa y Amanda Silver. Pero contra todo pronóstico el film dirigido hace seis años por Rupert Wyatt (The Escapist, El Jugador) supuso un enorme éxito de crítica y público haciendo que sus productores comenzaran a vislumbrar el inicio de una potencial saga con la que dar un génesis digno a todo lo acontecido en el mítico largometraje protagonizado por Charlton Heston. En 2014 llegaba la secuela, El Amanecer del Planeta de los Simios, esta vez con el magnífico realizador Matt Reeves (Cloverfield, Déjame Entrar) detrás de las cámaras y mejor resultados incluso que su predecesora gracias a la potenciación de las virtudes de aquella como sus soberbios efectos digitales siempre al servicio de la historia, su perfil de personajes tanto de un bando como de otro, su adecuado subtexto social y el arrollador carisma de Andy Serkis dando vida física y digital a César, el líder simio.




Con la nueva franquicia ya totalmente afianzada gracias a su soberbia segunda entrega 20th Century Fox encomendó al grupo formado por Rick Jaffa, Amanda Silver, Mark Bomback (co guionista a partir de la primera secuela) y Matt Reeves de cerrar la nueva trilogía con un tercer episodio este año 2017. La Guerra del Planeta de los Simios llegó a España el pasado 14 de Julio precedida da una magnífica acogida por la prensa especializada tras su puesta de largo internacional. Una vez visto el largometraje podemos afirmar que nos encontramos con la película más brillante del reinicio, el mejor blockbuster de lo que llevamos de verano y la posiblemente más destacada pieza cinematográfica del 2017, consiguiendo una vez más rizar el rizo hiperbolizando todas las señas de identidad de la saga y saliendo totalmente triunfante en su intento regalando una pequeña joya que auna sabiamente comercialidad y calidad.




Después de lo acontecido en El Amanecer del Planeta de los Simios César (Andy Serkis) y los de su especie siguen en guerra con los humanos mientras tratan de refugiarse en los bosques de Muir para no ser erradicados. Pero un destacamento de soldados americanos comandado por un sádico Coronel (Woody Harrelson) asaltará el campamento de los simios y con ello obligará a estos a embarcarse en una descomunal batalla en la que César tendrá que elegir entre salvar a su pueblo o llevar a cabo su propia cruzada personal contra el alto mando militar. Con este argumento Matt Reeves y sus colaboradores moldean una pieza que al igual que sus predecesoras hunde sus ráices en la ciencia ficción literaria de la que nació la novela en la que se inspira y en clásicos del celuloide de distintos géneros a los que el film quiere tomar como referencia y rendir tributo.




Desde el arranque con el asalto por parte de los soldados humanos a la base secreta de los simios, uno de los mejores pasajes técnicos de lo que llevamos de año y la confirmación de Matt Reeves como un artesano de raza, La Guerra del Planeta de los Simios asienta sus bases estilísticas y argumentales revelándose como una entrega mucho más crepuscular y cruenta que sus predecesoras, con algunas situaciones tan crudas que casi coquetean con una calficación R más dirigida a adultos que la PG 13 que poseen tanto este film como el resto de la saga. En todo momento se respira un fin de ciclo dentro de la franquicia con una crepuscularidad que sobrevuela todo el metraje emulando el tono derrotista y misántropo de una distopía que no hace prisioneros con respecto a ofrecer reflejos claros de los instintos más bajos del ser humano con respecto a la crueldad, los juegos de poder y el uso de la supervivencia como un estado vírico que todo lo devora.




Mientras las referencias cinematográficas al Francis Ford Coppola de Apocalipsis Now, el Stanley Kubrick de La Chaqueta Metálica (Full Metal Jacket) o Espartaco y el James Cameron de Aliens se dejan notar tanto en el plano estetico como en las resoluciones argumentales, los guionistas Mark Bomback y Matt Reeves (basándose en personajes de Rick Jaffa y Amanda Silver) se ocupan de dar cierta pátina teológica al relato que no queda mal al conjunto con César a modo de Moises guiando a su pueblo a la “Tierra Prometida” o el Coronel en la piel de un Abraham capaz de dar la vida de su único hijo por una “causa mayor”. En el proceso el proyecto da continuidad al discurso de los dos primeros episodios con una lectura social y política más potente que las de aquellos reflexionando sobre temas como el imperialismo, el antimiltarismo la deshumanización ,el colaboracionismo o la sinrazón de la guerra.




El discurso sobre el ser humano como especie depredadora que todo lo destruye sometiendo a un reino animal evolucionado al que el dio vida por medio de la experimentación genética y al que ahora, fuera de su control, quiere someter alcanza altas cotas de nihilismo en La Guerra del Planeta de los Simios impropias de este tipo de megaproducciones adscritas a la idiosincrasia hollywoodiense. De hecho una de las reflexiones más interesantes de la obra nace cuando César cede a sus “instintos humanos” buscando venganza contra el Coronel, mostrándose como un reflejo de Koba, su antiguo compañero de armas fallecido en El Amanecer de la Guerra de los Simios pero no sin antes dar inicio a la guerra con los hombres. El último film de Matt Reeves no tiene misericordia con nuestra especie a la que se retrata por medio del egoismo, la intolerancia y una supremacia propia de pensamientos totalitarios, pero por el camino deja un pequeño haz de luz redentora en el personaje de la encantadora Nova.




También los personajes vuelven a estar definidos y perfilados con mano maestra en todo momento, comenzando por ese César de reminiscencias revolucionarias que esta vez debe luchar contra el mayor de sus enemigos, el ser salvaje que habita en su interior y que tras años de sufrimiento casi llega a tomar el control de su personalidad antaño propensa al diálogo y a la convivencia con unos humanos que casi desde su mismo nacimiento sólo le infligieron dolor. La sombra de Koba persigue a César y hace tambalear su sistema de valores llegando a convertirse en ocasiones en el animal salvaje que en la saga está representado por el mismo ser humano. Andy Serkis realiza la mejor encarnación del famoso líder simio superando con creces los ya de por sí enormes trabajos que había realizado en las dos anteriores cintas con una fuerza física y expresiva que atraviesa el frío pixel y deja ver su descomunal potencia interpretativa.




Maurice, la revelación de este nuevo reinicio, copa en esta tercera entrega más protagonismo no sólo como consejero de César, sino también como figura paterna cuando decide tomar bajo su tutela a Nova, protagonizando algunos de los mejores momentos del film. Otro acierto mayúsculo en el largometraje es la arriesgada inclusión del personaje de Simio Malo (al que da vida el actor Steve Zahn), una vía de escape humorística que podía haber entroncado brutalmente con el tono oscuro de la propuesta de Matt Reeves pero que no desentona en ningún momento ofreciendo no pocos gags que sirven como tomas de oxígeno para reducir en cierta manera el matiz descarnado de la obra. Con respecto a los humanos y de la misma manera que ya se hizo con el Gary Oldman de El Amanecer del Planeta de los Simios los guionistas procuran dar cierto poso de profundidad al Coronel de un perfecto Woody Harrelson para que al menos conozcamos el origen de sus reprobables motivaciones con bastante buen resultado.




Ya desde sus trabajos en Cloverfield o el remake de Déjame Entrar Matt Reeves dio muestras de ser todo un profesional a la hora de controlar producciones de alto coste con mucho oficio y sin que le tiemble el pulso. Algo que se confirmó en El Amanecer del Planeta de los Simios y que en el largometraje que nos ocupa es ya una verdad irrefutable, con el cineasta controlando con puño de hierro una producción de proporciones mastodónticamente épicas repleta de efectos digitales (los simios son más realistas que nunca en esta entrega, la captura de movimiento alcanza cotas de perfección apabullantes) coreografías bélicas enormes y una dirección de actores con la que consigue arrancar verdad a través de unos CGI que transmiten una desarmante calidez. En el proceso los fans de la saga clásica ven saciado su apetito goloso con incontables referencias esparcidas por el metraje y un Michael Giacchino esplendoroso que en cada nueva entrega de la saga utiliza un tipo de composición e instrumentación más clásica y deudora de los films originales de los años 60 y 70 que convirtieron El Planeta de los Simios en una leyenda.




Más allá de ser un blockbuster casi perfecto, una armoniosa mezcla entre calidad y comercialidad y un proyecto con unas aspiraciones artísticas impropias de las producciones realizadas dentro de las grandes majors estoadounindenses La Guerra del Planeta de los Simios confirma algo que es de un valor incalculable en los tiempos que corren y no es otra cosa que hacernos ver que no todo está perdido en Hollywood, que entre escasez de ideas, falta de originalidad, remakes, secuelas y reinicios de vez en cuando un producto como el de Rick Jaffa. Amanda Silver, Mark Bomback y Matt Reeves se erige para darnos esperanza con respecto al hoy maltrecho celuloide adherido a las superproducciones revientataquillas. Con el deseo de que esta haya sido la última entrega de una trilogía brillante y la esperanza de que Matt Reeves devuelva el esplendor al Guardián de Gotham con la próxima The Batman por ahora nos quedamos con algunos pasajes de cine poderoso y vibrante relatándonos el ciclo vital de César, uno de los personajes más carismáticos, inolvidables y paradójicamente humanos del séptimo arte del siglo XXI.


sábado, 30 de abril de 2016

Especial Saga Cloverfield



A lo largo de 2007 un J.J Abrams que se había bajado del carro de la recordada serie Lost, por aquel entonces con su fama por las nubes como programa catódico, en calidad de co productor y co creador comenzó a gestar un proyecto cinematográfico que permaneció bajo el más estricto de los secretos y del que se supo más bien poco hasta el mismo momento de su estreno el 18 de Enero de 2008 en Estados Unidos. Cloverfield, que en España recibió el estúpido título de Monstruoso (el mismo que ha dado pie a que la secuela/spin off que comentaremos más tarde casi no sea reconocida por el público de nuestro país como tal) supuso una nueva entrega de formato found footage (metraje encontrado) en el que un grupo de amigos grababan un vídeo casero de una fiesta en New York que se vería interrumpida por el ataque de un enorme monstruo de origen desconocido a la ciudad. Gracias a una inteligente y potente campaña de marketing centrada en internet con vídeos virales, teaser trailers misteriosos y pósters que incitaban a la especulación continua sobre la naturaleza desconocida del proyecto (se habló de una nueva entrega de Godzilla e incluso de una adaptación a imagen real de los mitos de Cthulhu nacidos de la pluma de H.P. Lovecraft e influncias de ambas había el resultado, para qué negarlo) el film fue todo un éxito a nivel internacional, aumentó el caché del creador de Alias o Felicity en el séptimo arte y dio a conocer a nombres que años después cobrarían considerable importancia en el resurgir del cine comercial de calidad americano como Drew Goddard o Matt Reeves en los que pararemos más tarde.

Ocho años después y de nuevo con un secretismo que poco tenía que envidiar al de su predecesora llegó a Estados Unidos y el resto de la cartelera internacional 10 Cloverfield Lane (Calle Cloverfield 10 en España) una secuela poco ortodoxa (sucede de manera paralela al film original) que narra el confinamiento de tres personajes encerrados en el búnker antinuclear creado por uno de ellos. Dirigida por el debutante Dan Trachtenberg, con un guión ideado a seis manos por Damien Chazelle (la mente detrás de esa obra maestra de reciente factura titulada Whiplash) el habitual asistente de montaje Josh Campbell o el productor Matthew Stuecken y protagonizado por Mary Elizabeth Winstead, John Goodman y John Gallagher Jr esta nueva producción del director de Star Trek: En la Oscuridad o Misión Imposible 3 ha supuesto todo un inesperado éxito, un sleeper de manual que a no pocos a pillado desprevenidos haciendo una muy digna taquilla y recibiendo los parabienes de una prensa especializada que la ha destacado como uno de los mejores thrillers del 2016. A continuación reseñaremos los dos largometrajes, hablaremos de las virtudes y defectos que cada uno de ellos posee, en qué se parecen o qué las diferencia y todo con la intención de discernir si esta segunda entrega tiene el suficiente potencial para dar inicio a una nueva y exitosa saga cinematográfica.


Cloverfield, do not fall in New York


El 18 de Enero de 2008 todo se destapó. El secreto proyecto auspiciado por J.J. Abrams que se había gestado de manera furtiva vio la luz y la taquilla internacional pudo finalmente descubrir de qué se trataba aquella misteriosa cinta. Por mucho que haya quien lo crea el formato found footage (metraje encontrado) o como siempre se ha conocido, falso documental, no nació con El Proyecto de la Bruja de Blair de Eduardo Sánchez y Daniel Miryck en 1999. Obras como la polémica Holocausto Caníbal de Ruggero Deodato en los setenta, la despoliante This is Spinal Tap de Rob Reiner en los ochenta o la brutal Ocurrió Cerca de Su Casa de Rémy Belvaux, André Bonzel y Benoît Poelvoorde en los 90 dan buena muestra de que este tipo de ficción que emula la realidad por medio de “grabaciones caseras” se lleva utilizando en el séptimo arte desde hace varios decenios. Esta producción se adhiere a ese subgénero ya que la base narrativa de su relato es la grabación de la fiesta de despedida del personaje protagonista que al día siguiente pondrá rumbo a Japón para iniciar una nueva vida personal y profesional. Pero uno de los mayores éxitos de Cloverfield es su mixtura de géneros ya que lo que inicia como si fuera un capítulo de Felicity (serie creada por el mismo J.J. Abrams y en la que colaboraron varios de los profesionales que trabajan en el film que estamos comentando en esta entrada) en el que un grupo de amigos disfrutan de una velada en la que las relaciones sentimentales y los problemas personales de los personajes se convierten en el tema central de la trama durante los primeros quince minutos de metraje a partir de esta ruptura de tono el producto se transforma en una mezcla entre muestra de cine de catástrofes y una peculiar visión de las monster movies típicamente niponas.





Una vez los personajes han sido presentados, sus personalidades levemente definidas con un par de pinceladas que no van más allá de estereotipos reconocibles, que por suerte tampoco convierten sus roles en las típicas víctimas estúpidas por las que no sentimos empatía alguna, la obra se convierte en un artefacto espídico y frenético que se sustenta principalmente en la labor del equipo técnico comandado por un Matt Reeves pletórico en la puesta en escena. A partir de ese giro Cloverfield se convierte en una montaña rusa que no da respiro al espectador revelándose como pieza escrupulósamente fiel a las constantes del formato en el que se sustenta como relato (no más de 90 minutos de duración, licencias narrativas para que uno de los personajes no deje nunca de grabar con su cámara en ningún momento, desarrollo casi totalmente en tiempo real) ofreciendo una visión hasta ese momento poco común del cine protagonizado por monstruos gigantescos que arrasan grandes ciudades. Para que el proyecto salga adelante y consiga condensar en sus exiguos 84 minutos de duración todo el tonelaje que una producción catastrófica puede condensar el film se sustenta, sobre todo, en la pericia como storyteller de un Drew Goddard (que por aquel entonces venía de colaborar con Joss Whedon en Buffy Cazavampiros y Ángel o con el mismo J.J. Abrams en Lost) que ya iba dando muestra de un talento, que se confirmaría en el futuro, poniendo en bandeja de plata a Matt Reeves una serie de escenas de destrucción y peligro tensado como un cable de acero que el director de Mi Desconocido Amigo (The Pallbearer) aprovecha para dar muestras de un ferreo dominio del caos controlado que en todo momento acentúa el tono apocalíptico y aterrador de una obra como Cloverfield.

Cloverfield también es una hija de su tiempo y aunque como obra supuso un soplo de aire fresco dentro del género de cine catastrófico se adscribe al mismo por medio de la metáfora que supuso la situación mundial en general y estadounidense en particular tras los atentados del 11S. El mismo Matt Reeves lo menciona en los audiocomentarios del blu-ray del film, los ecos de la infame destrucción de las Torres Gemelas a manos de Al-Qaeda son notorios a lo largo de la película no sólo por el trasfondo de utilizar algo tan viejo como hacer uso de la figura de una “criatura extraterrestre” como una “amenaza exterior” (en este caso el terrorismo radical islamista, en los años 50 y 60 el comunismo de la U.R.S.S) sino también por emular casi de manera fidedigna algunas de las imágenes que aquella fecha dejó grabada a fuego en el inconsciente colectivo a nivel global como todas esas personas caminando aturdidas con el cuerpo cubierto de polvo blanco o ese enorme edificio que se vuelca sobre otro tras ser derruido. Sirva como ejemplo claro de lo que mencionamos la célebre escena en la que la cabeza decapitada de la Estatua de la Libertad (la misma que copa el protagonismo del cartel oficial de la película) es arrojada en medio de la calle en la que los personajes principales se encuentran tras el inicio del ataque alienígena, un pasaje que no sólo nos remite a otros clásicos de la ciencia ficción como El Planeta de los Simios de Franklin J. Schaffner o 1997: Rescate en New York de John Carpenter sino que también condensa en su claro subtexto los miedos atávicos de América relacionados con la destrucción de su statu quo, de cómo “el enemigo” viene a destruir el “modo de vida americano” aniquilando uno de sus símbolos monumentales más conocidos y representativos a nivel mundial.




Pero no eludamos lo evidente, Cloverfield es cine de evasión, una pieza vibrante y directa sobre el ataque de una criatura de origen extraterrestre que viene a arrasar New York. Abrams, Goddard y Reeves saben condensar con profesionalidad en una sola pieza una inteligente mixtura de géneros que enriquecen el conjunto del producto y que lo convierten en una experiencia sensorial para todo tipo de espectadores que buscen emociones fuertes no sólo bebiendo del séptimo arte sino también de obras literarias como La Guerra de los Mundos de H.G. Welles. El in crescendo de tensión desde el arranque del metraje, el esconder a la criatura entre las sombras para ir gradualmente mostrándola a la platea, el grupo de actores mediocres pero entregados físicamente por la causa y pasajes aterradores como el de la ya mencionada cabeza de la Estatua de la Libertad, el del puente de Brooklin viníendose abajo, el de la caída al vacío del helicóptero militar o el del parque que cierra el film son aciertos que hacen de Cloverfield un excelente producto comercial que entre otras cosas dio a conocer a dos autores que se harían un nombre en Hollywood en años posteriores. Drew Goddard debutó en la dirección, ayudado por su amigo Joss Whedon, con la ya de culto Cabaña en el Bosque, se ocupó de escribir los guiones de The Martian y Guerra Mundial Z que adaptaban dos exitosos best sellers o los primeros episodios de la Daredevil de Netflix y Matt Reeves ejecutó un memorable remake de Déjame Entrar, la brillante cinta sobre vampirismo del sueco Thomas Alfredson, y demostró que era un artesano muy a tener en cuenta con El Amanecer del Planeta de los Simios la colosal secuela de la precuela del film clásico de 1968. En cuanto a Cloverfield su paso por la taquilla mundial fue un éxito y la crítica la recibió bastante bien, pero un J.J Abrams embarcado ya en proyectos como Super 8 o la saga Star Trek no parecía tener intención de continuar inmediatamente la saga, algo que cambió ocho años después en el actual 2016, como veremos a continuación.


Calle Cloverfield 10, gimme shelter


Mientras el estreno de la polémica visión que Zack Snyder, David S. Goyer y Chris Terrio han dado del titánico combate entre el Hombre Murciélago y el Último Hijo de Krypton en Batman v Superman: El Amanecer de la Justicia acaparaba todos los focos mediáticos un pequeño y secreto proyecto impulsado por el polifacético J.J. Abrams llegaba sin hacer mucho ruído, casi sin molestar, a la cartelera internacional. Se trataba de 10 Cloverfield Lane, Calle Cloverfield 10 en España, una especie de secuela, spin off o historia paralela de aquella exitosa cinta que aunaba el formato found footage con el cine de catástrofes o las monster movies llamado Cloverfield, y como hemos mencionado previamente, terriblemente rebautizada como Monstruoso en España. Mientras los superhéroes de DC intercambiaban hostilidades y polarizaban la opinión de crítica y público la producción del director de Super 8 se ganaba un pequeño pero sólido grupo de seguidores maravillados con la propuesta a los que se sumaron unos críticos que disfrutaron considerablemente con el debut en la dirección del cineasta Dan Trachtenberg cuyo guión está ideado entre otros por Damien Chazelle, escritor y director de la brillante Whiplash. A continuación vamos a hablar de qué funciona y qué no en esta atípica continuación, comentaremos sus distintos apartados y trataremos de afirmar que es una obra meritoria y hasta cierto punto arriesgada pero que no es tan impresionante como se ha afirmado de manera general y reiterada por mucho que pocas carencias podamos echarle en cara como conjunto cinematográfico.


Calle Cloverfield 10 ha visto la luz sin saberse casi nada de su gestación o argumento y ahí reside gran parte de su encanto. Como proyecto corre varios riesgos y el primero y más destacable es que se aleja totalmente del tono y el formato de su predecesora. Dan Trachtenberg, sus guionistas y J.J. Abrams como productor en la sombra abandonan el found footage para narrar una historia del fin del mundo en un tono más intimista no con la personalidad y rotundidad de productos como Melancolía de Lars Von Trier o El Tiempo del Lobo de Michael Haneke, pero sí un poco más cerca de la sensibilidad minimalista de la indie Take Shelter de Jeff Nichols. 10 Cloverfield Lane también es un survivor reducido al mínimo exponente, ya que no más de tres personajes pueblan el film, y en este sentido también es sencillo que al verla rememoremos aquella La Huella (Sleuth) de Joseph L Mankiewicz en la que Lawrence Oliver y Michael Caine daban un recital de interpretación en una exigua localización (la vistosa y siniestra mansión del primero) o incluso al remake dirigido por Kenneth Branagh y que tenía como protagonistas a Jude Law y al ya mencionado actor de Hannah y Sus Hermanas o El Caballero Oscuro. De modo que el largometraje que nos ocupa narra la historia mínima de cómo tras un accidente de tráfico Michelle (Mary Elizabeth Winstead) es secuestrada por Howard (John Goodman) un extraño individuo que se ha recluido en un búnker de su propia creación con Emmeth (John Gallagher Jr) un joven conocido suyo a la espera de que el equipamiento que la localización les permita pasar los años que Howard piensa que serán suficientes para salir al exterior sin sufrir daño físico por la supuesta radiación que ahora recorre Estados Unidos.




Calle Cloverfield 10 no tiene absolutamente nada que ver con Cloverfield en lo que a tono se refiere. Si el film escrito por Drew Goddard y dirigido por Matt Reeves era una historia mastodóntica narrada por medio de un pequeño objetivo (el de una videocámara casera) esta poco ortodoxa continuación es una historia mínima relatada por medio de la enorme visión que proporciona el séptimo arte más ortodoxo y ficcional. Sólo tres actores pueblan el metraje y sobre ellos y su labor recae todo el peso de un entramado que tiene en los miembros de su equipo artístico sus principales valedores. El trabajo de los tres protagonistas es lo mejor del largometraje que nos ocupa, tres roles perfectamente perfilados que en ningún momento abandonan el terreno del naturalismo y en el caso de dos de ellos el da la ambigüedad y el desconcierto. Mary Elizabeth Winstead se introduce perfectamente en su papel de chica en apuros que gradualemente y gracias a su astucia se acaba conviertiendo en una superviviente nata, mantiene una excelente química con ella un magnífico John Gallagher Jr que no sabemos si realmente ha conectado con la chica o si guarda algún interés más oscuro con respecto a ella. Por otro lado John Goodman eclipsa a sus dos compañeros de reparto con un contenido recital de dramatismo adherido a un personaje que el actor de El Gran Lebowski o Red State hace suyo por medio de una tensa calma que nos impide discernir durante los primeros pasos de la obra si nos encontramos ante una amenaza o un aliado para el personaje protagonista al que da vida la actriz de Death Proof o Scott Pilgrim Contra el Mundo.

El guión escrito a seis manos está bien estructurado sabe medir los tiempos o aumentar la sensación de creciente suspense que el encierro al que están sometidos los personajes produce a los mismos y por efecto dominó a la platea. Una vez expuesta la sólida narración del relato el director Dan Trahctenberg tira de minuciosiodad, academicismo bien entendido y un control del timing bastante notable para que en todo momento la sensación de amenaza sea palpable para el espectador. El debutante realizador sabe dónde colocar la cámara para aprovechar la escueta localización en la que narra su historia sacando todo el partido posible a la misma para que la elaboración de la atmósfera de opresión y confinamiento se convierta en una verdad ineludible en el proyecto. El problema es que aunque poco o nada se le puede reprochar a un producto como Calle Cloverfield 10 en ninguno de sus apartados acusa el relato de una casi total falta de imaginación e inventiva, no hay lugar para la duda o el quiebro argumental que nos permita percibir que el film haya jugado con nosotros más allá de hacernos dudar sobre la personalidad de sus personajes, esa sensación de déjà vu conceptual es uno de los lastres más notables de la obra. A esto habría que sumar la ausencia de un mayor nivel de empatía con el espectador que le permita implicarse más con los hechos que captan la cámara y que en pocos momentos consiguen transmitir verdadero desasosiego que le mantenga aferrado a butaca ansioso por discernir que sucederá en la próxima escena. Esto no quiere decir que los protagonistas no nos importen o que sus actos nos transmitan indiferencia pero con un poco más de fuerza podríamos entrar con más de visceralidad en el juego que propone el largometraje.




Cloverfield Lane 10 no se trata de la genialidad que muchos se han aventurado a afirmar que es, pero se antoja como un producto valiente, siempre dentro de los encorsetados estándares de Hollywood, e incluso ese clímax que tanto han criticado hasta los que han disfrutado con él al que suscribe le parece no sólo la necesaria conexión con la Cloverfield original sino el momento culminante perfecto para que el minimalismo y la contención de los que había hecho gala el proyecto exploten por los aires con coherencia y espectacularidad en su recta final. La labor de Dan Trachtenberg en la dirección, Damien Chazelle, Josh Campbell, Matthew Stuecken en el guión y J.J. Abrams en la de productor es lo suficientemente efectiva como para dejarnos con ganas de más y a la espera de una nueva entrega que vuelva a rizar el rizo y ofrecernos algo diferente a estas dos cintas que hemos comentando en la entrada. Cloverfield se ha convertido en una potencial saga, posiblemente ninguna de sus dos partes haya conseguido explotar al 100% todas las posibilidades que ofrece la franquicia, pero la misma va por el buen camino. El hecho de que esta secuela haya despertado el interés del público casi una década después del estreno del primer film es un buen síntoma para que sus creadores se planteen seriamente seguir con este interesante microcosmos que han creado y que pueden explotar adecuadamente si no se entregan a los brazos del éxito fugaz y deciden dedicar el tiempo que sea necesario para sacar adelante próximos capítulos con las que dar una visión lo más poliédrica posible de esta peculiar, y ya de culto, invasión extraterrestre al país de las barras y estrellas que seguiremos de cerca en un futuro no muy lejano.


lunes, 28 de julio de 2014

El Amanecer del Planeta de los Simios



Título Original Dawn of the Planet of the Apes (2014)
Director Matt Reeves
Guión Rick Jaffa, Amanda Silver, Mark Bomback
Actores Andy Serkis, Jason Clarke, Gary Oldman, Keri Russell, Toby Kebbell, Kodi Smit-McPhee, Enrique Murciano, Kirk Acevedo, Judy Greer





Casi nadie daba un céntimo por ella. Se gestó sin hacer mucho ruido, se promocionó de manera más bien modesta y se estrenó sin demasiada repercusión, pero fue un éxito. El Origen del Planeta de los Simios, Rise of the Planet of the Apes en su título original, revitalizó a base de profesionalidad, talento y un apartado técnico tan brillante que repercutía en el artístico la saga iniciada en 1968 con aquella obra maestra titulada El Planeta de los Simios con Charlton Heston de protagonista. La película de Rupert Wyatt no lo tenía fácil, ya que el fallido remake que Tim Burton realizó en 2001 de la cinta original de Franklin J. Schaffner, que adaptaba la novela de Pierre Boulle, dejó muy mal sabor de boca, de modo que el mérito fue doble. El film se convirtió en el sleeper del 2011 y su protagonista, el simio César, al que daba voz y cuerpo Andy Serkis, en uno de los roles más carismáticos y memorables de aquella temporada cinematográfica.




La taquilla a nivel global respondió de manera más que notable y la crítica en líneas generales elogió la labor realizada por los autores de la película, de modo que la gestación de la próxima secuela de la misma era inminente, por ello la maquinaría hollywoodiense se puso manos a la obra con dicha empresa. Los problemas surgieron cuando la productora detrás de la creación del largometraje, la 20th Century Fox, puso varios inconvenientes al argumento que el director británico estaba ideando para esa segunda parte que daría continuidad a las aventuras de César y sus simiescos aliados que él mismo había rodado con un más que considerable éxito internacional. Las desavenencias dieron pie a que el cineasta del largometraje El Escapista, protagonizado por Brian Coxse desvinculara totalmente del proyecto dejando su puesto bacante para que otro lo ocupara.




La productora tomó la sabia decisión de poner en su lugar al no muy conocido Matt Reeves, realizador muy vinculado a las filas del polifacético J.J Abrams, autor de la meritoria Cloverfield o el, inesperadamente, soberbio remake de Déjame Entrar, el film de Thomas Alfredson que adaptaba la novela homónima de John Ajvide Lindqvist. Nunca sabremos cómo hubiera sido la visión de Rupert Wyatt para esta secuela, pero lo que sí podemos afirmar a ciencia cierta es que lo que el co creador de la serie Felicity ha conseguido con El Amanecer del Planeta de los Simios supera ampliamente a su predecesora y ofrece uno de los productos cinematográficos más estimulantes y completos de lo que llevamos de 2014. Un ejemplo cristalino de cómo moldear un blockbuster de calidad que, contando una historia de tintes clásicos, consigue ir más allá del puro entretenimiento.




La trama tiene lugar diez años después de lo sucedido en El Origen del Planeta de los Simios. El virus ALZ-113 ha erradicado a casi toda la especie humana y el simio César (Andy Serkis) se ha hecho fuerte como líder de una comunidad de sus congéneres que se ha desarrollado como sociedad y asentado en el bosque Muir. Pero todo cambia cuando dos simios que salen de cacería descubren a un pequeño reducto de seres humanos comandados por Malcolm (Jason Clarke) que al igual que César lucha por que la convivencia entre las dos especies sea pacífica. El problema toma forma cuando Koba (Toby Kebbell) del lado de los primates o Dreyfus (Gary Oldman) y Carver (Kirk Acevedo) del de los homo sapiens deciden que no piensan como sus líderes y que sólo por medio de la guerra y la supremacía sobre el enemigo se puede conseguir la victoria que les permita vivir libres.




Dawn of the Planet of the Apes abandona el tono de cinta sobre laboratorios y científicos que juegan a ser dioses y de mensaje ecologista de la anterior entrega para adentrarse del todo a la distopía futurista de tono misántropo deudora de literatos como George Orwell, William Golding o Stephen King y mucho más cercana en tono y trasfondo al largometraje primigenio de 1968. La cinta de Matt Reeves toma el concepto de ser algo más que cine puramente lúdico para ir más allá y con ello ofrecer no sólo un producto de un acabado técnico apabullante con el que se plantean unos dilemas morales localizados en un contexto politico y social tan actual como atemporal, también consigue algo de un mérito remarcable, como es narrar una historia intimista dentro del celuloide comercial en el seno de Hollywood.y transformando el subtexto sobre la crueldad intrínsenca en nuestra raza hacia el reino animal en una visión que crea paralelismos entre hombres y simios y sobre cómo la corrupción a la que aboca la acumulación de poder y el odio no entiende de especies.




Como si de una revisión de Historia de Dos Ciudades (obra literaria del escritor británico Charles Dickens que también tomarían como base David S. Goyer y los hermanos Christopher y Jonathan Nolan) para desarrollar la historia central de El Caballero Oscuro: La Leyenda Renace) se tratase El Amanecer del Planeta de los Simios plantea al espectador dilemas morales de corte universal sobre convivencia, civismo, política y (anti)belicismo. Matt Reeves y su equipo de guionistas (entre los que se encuentran Rick Jaffa y Amanda Silver, los dos implicados en la anterior entrega) toman la feliz idea de que los personajes de César y Malcolm sean el esqueleto central de toda la trama y  los paralelismos que los emparentan (ambos desean una convivencia pacífica con el otro bando por el bien de sus familias y el futuro próspero de las mismas) el concepto sobre el que bascula toda la trama que sirve de núcleo argumental del relato.




Porque contra todo pronóstico Dawn of the Planet of the Apes es una película de personajes, unos mejor perfilados que otros, pero todos con cierta entidad que el guión se ocupa de desarrollar debidamente. Inevitablemente los roles más definidos y de una tridimensionalidad más contrastada son los simios. Mientras César sigue transmitiendo un carisma ilimitado mostrándose en pantalla como un líder íntegro y con unas convicciones inquebrantables, así como un honor del todo juicioso, aún sigue mostrando sus dudas tanto morales como de corte existencial. Su hijo, Ojos Azules, también trata de buscar un camino recto entre las dos tierras que dividen las enseñanzas de su progenitor y la rebeldía propia de su edad, además suyas son algunas de las secuencias dramáticas más emotivas (cuando rompe a llorar delante de César en la antigua casa de este último) . Por otro lado Maurice sigue siendo la entrañable voz de la cordura dentro de la historia y también tiene un pasaje memorable cuando comparte la lectura de un libro con el personaje de Kodi Smit-McPhee




Pero si en una largometraje como El Origen del Planeta de los Simios era César el indiscutible rey de la velada, en esta secuela la revelación es ese Koba que en aquella primera entrega tuvo un breve pero simbólico rol (que ya apuntaba manera sin lugar a dudas) y que está interpretado por un soberbio Toby Kebbell que no le va nada a la zaga al brillante Andy Serkis que recrea a César. Koba no es un villano típico, es uno con un pasado y motivaciones para tener un carácter de odio hacia los homo sapiens. Como recordamos del primer film Koba fue uno de los simios que más sufrió en su cuerpo los experimentos que los humanos realizaron con los de su especie (destacable el momento en el que señala todas sus heridas a César en otro de los momentos más notables de la secuela que nos ocupa) y de ahí nace su rechazo hacia ellos y todas sus acciones que prejuzga unas veces con motivos y otras sin él.




Su rol también se mueve entre la motivación de obedecer a César (los momentos en los que le pide "perdón" nos hacen compadecernos del personaje y la pelea entre ambos sirve de catalizador para que decida, definitivamente, seguir su propia senda) al que le debe la vida por haber sido su salvador en el pasado o seguir sus propios dictados reaccionarios. Curiosamente esa actitud belicosa que le permite autojustificar cualquier acto, por violento que sea, por el hecho de haber vivido un terrible episodio traumático (de ninguna manera justificable) en el pasado tiene varios paralelismos con el conflicto de Oriente Medio entre israelíes y palestinos tan candente actualmente por la lamentable situación en Gaza y el silencio internacional de las Naciones Unidas a la hora de intermediar en el mismo, con los Estados Unidos de Barack Obama a la cabeza.




Evidentemente a los personajes de los seres humanos no se les han dedicado tantas horas de escritura como a los simios y eso se deja ver en pantalla, pero no por ello los mismos dejan de ser creíbles o cercanos, aunque sí menos dados al claroscuro emocional o moral. De la misma manera que Malcolm es un hombre bueno por naturaleza (recordemos que anteriormente hemos mencionado que es el equivalente de César en el bando enemigo, con las mismas motivaciones que aquel para evitar un conflicto armado entre las dos facciones) o Carver lo opuesto, todos y cada uno de ellos tienen sus motivaciones para actuar como lo hacen. El culmen de esta acertada visión sería el personaje de Dreyfus interpretado por un magnífico Gary Oldman (aunque con poco metraje para lucirse) que con sólo una escena con una fotografía nos deja claro que no actúa de la manera que lo hace gratuitamente, aunque sus actos sean del todo reprovables, llevando a cabo técnicas propias del radicalismo islamista. Una vez más el subtexto político se deja notar de manera bastante clara en el entramado del largometraje.




Matt Reeves es el nuevo Richard Donner. La cinta que nos ocupa lo confirma definitivamente y no deja lugar a dudas. El hombre que consiguió crear una frenética monster movie por medio del formato found footage en Cloverfield y que su remake de Déjame Entrar pareciera rodado por los Joel e Ethan Coen de la inolvidable Fargo es, al igual que el director de Superman, La Profecia o Lady Halcón, un artesano al que ninguna historia o género se le resiste. Un profesional que no sólo sabe sacar lo mejor de sus actores aunque estén pixelados o rodados por medio de motion capture, también es un experto en el arte de colocar o mover la cámara, aprovechar unos soberbios efectos CGI para que sean un complemento indispensable para un relato que por otro lado nunca consiguen devorar o solapar en manera alguna y capaz de regalar a la platea algunas de las secuencias más potentes de la temporada como el travelling circular (el mismo que menciona mi compañero Ivan Rivas en su magnífica reseña para Zona Negativa) en la torreta de un tanque que muestra la dantesca visión de un campo de batalla de desoladores ribetes apocalípticos.




No sé qué deparará el futuro a esta saga, pero si Aliens, El Imperio Contraataca, Terminator 2: El Juicio Final, El Caballero Oscuro o El Padrino II son secuelas que superan a sus correspondientes predecesoras (aunque con varias de ellas podría debatirse largo y tendido sobre si realmente lo consiguen) El Amanecer del Planeta de los Simios nos e queda atrás en dicha empresa. Matt Reeves ha ejecutado un largometraje ejemplar, que sin inventar nada y narrando un relato de un clasicismo más que contrastado ha conseguido encumbrar una saga que nació como un producto innecesario y que, contra todo pronóstico, se está convirtiendo en una de las franquicias más estimulantes del los últimos años. Porque mezclar entretenimiento, acción, dramatismo bien equilibrado, mensaje (su visión crítica sobre las armas de fuego curiosamente no haría ni puta gracia al fallecido Charlton Heston) y un distopismo cuya base va más allá del celuloide para hundir sus raíces en la literatura de ciencia ficción (el verdadero origen del film original de finales de los 60) es algo que no se ve todas las semanas en nuestras carteleras y que debe ser valorado en su justa medida.



viernes, 21 de enero de 2011

Déjame Entrar, juramento de sangre


Título Original: Let Me In (2010)
Director: Matt Reeves
Guión: Matt Reeves
Actores: Kodi Smit-McPhee, Chloe Moretz, Richard Jenkins, Elias Koteas, Sasha Barrese, Cara Buono, Chris Browning, Dylan Minnette, Jimmy 'Jax' Pinchak, Seth Adkins

Trailer


En el año 2008 el semidesconocido director sueco Tomas Alfredson dirigió la adaptación a imágenes del best seller literario Låt Den Rätte Komma In (Let the Right On In en su título internacional y Déjame Entrar aquí en España) de su compatriota el novelista John Ajvide Lindqvist. El mismo escritor se haría cargo del guión colaborando estrechamente con el realizador y logrando ambos con ello uno de las acercamientos contemporáneos más acertados, líricos y universales que se han realizado en el séptimo arte a cerca del, hoy día muy maltratado, mito del vampirismo.




El resultado fue un producto brillante con ínfulas de obra de culto en el que a través de un filtro bermagniano se nos narraba la atípica y muy creíble historia de amor entre dos niños. Él un ser humano, ella un no muerto. Alfredson y Lindqvist por medio de una exquisita elegancia, una gelidez estilística de una solidez inusitada que contrastaba con un cálido trasfondo emocional impuesto por los dos protagonistas, nos hablaba de distintos temas como la soledad, el acoso escolar, el primer amor y el lado oscuro de la psique humana, El resultado, un éxito a nivel mundial de público y crítica e incontables premios internacionales.




Como no podía ser menos, nuestros amigos americanos vieron el filón y como dicta su poco agradable tradición, compraron los derechos del film no sólo para estrenarlo al otro lado del charco, sino también para hacer ellos su propia e innecesaria versión del célebre largometraje de Tomas Alfredson. Todo apuntaba a que el producto resultante sería un desastre a pesar del buen reparto y el director elegido. Nada más y nada menos que Matt Reeves, realizador de esa simpática monster movie con estética de vídeo casero llamada Colverfield (me niego a escribir el título que le dimos en España).




Sin paños calientes, de manera directa y contra todo pronóstico. Let Me In, el remake americano escrito y dirigido por el realizador Matt Reeves de la película sueca Déjame Entrar de Tomas Alfredson es un producto de nota muy alta y con suficientes aciertos y complementos estéticos o narrativos añadidos a la historia original como para ser considerada una película excelente. Es otra visión cinematográfica casi tan interesante e incluso más tenebrista de la novela de John Ajvide Lindqvist que la anterior, lo que le da una tonalidad distinta a su predecesora pero tan (o casi) acertada como aquella.




Matt Reeves añade interesantes cambios a su versión. Para empezar la contextualiza, situándola en la norteamérica de los años 80. Añadiendo en el film el fanatismo religioso de la madre de Owen (a la que nunca le vemos el rostro, acentuando en la narración la incomunicación y distanciamiento existencial que comparte con su retoño) y la omnipresencia en los medios de un presidente Ronald Reagan obsesionado con erradicar un mal que según él está devorando su amado país desde las mismas entrañas. Estos interesantes añadidos formales indican más ser apuntes autobiográficos del propio Reeves que otra cosa. Pero como comento quedan perfectamente insertados en el relato y hasta lo enriquecen haciéndolo más localista, marcando así distancias con el otro film.





En pocas y esquemáticas palabras si la película de Tomas Alfredson era un film romántico (atípico y muy sui géneris) con toques de terror, el film de Reeves es un largometraje de terror con apuntes de romance. Lo que en la primera versión era elegancia y sugerir más que mostrar, en la americana todo es más visceral, crudo pero también emocional y desgarrado. La gelidez de exquisito acabado y la medida mirada del realizador sueco llena de poética, deja lugar a la fuerza, la crudeza y también un lirismo, pero más nihilista, más doliente e incluso cálido, del cineasta estadounidense.




Hay algo que es (o debería ser) indivisible al mito del vampiro y es todo el matiz sexualizado y libidinoso que implica su propio instinto. Para narrar buenas historias, fílmicas o literarias, sobre vampirismo, no se puede obviar de ninguna manera el salvajismo, la animalidad, la pulsión que siempre ha ido implícita al acto de robar la vida a un humano por parte de un no muerto. No por casualidad el ritual de unos colmillos desgarrando la carne de un cuello humano para seguidamente succionar su sangre es una alegoría clara de la penetración y el clímax de un acto sexual. Si se anula eso y hacemos a los vampiros, por poner un ejemplo, vegetarianos, arrebatamos de una tacada el instinto que los convierte en seres bestiales, trágicos y condenados.




En Déjame Entrar ese actitud intrínseca en todo vampiro que se precie de serlo se sugería por medio del personaje de Eli. En la película de Reeves da completamente la cara y eclosiona, en Abby, una niña con apariencia de no tener más de 12 años que realmente existe desde hace siglos. Cuando esta pequeña cría, asocial, aislada del mundo, hasta cruel, consigue controlar ese acto innato en su naturaleza para no herir a la persona que ama, el espectador con un mínimo de inteligencia se da cuenta de que esto sí es una historia de dos enamorados, con el tema del vampirismo de por medio, de un importante calado. Controlar a una bestia interna que normalmente anda desatada y libre sí es un acto de fidelidad y dedicación a una persona. Porque es un acto contranatura.




Matt Reeves se afianza en Let Me In como un, por ahora, artesano con verdadero talento. Partiendo del tono que Alfredson insufló a su obra el director de Cloverfield sigue una senda distinta más oscurantista y directa pero muy certera. En su trabajo hay momentos que bordean la brillantez en secuencias de un acabado intachable con una seguridad impropia de un cineasta que sólo lleva dos films a sus espaldas y estando en el primero de ellos atado en corto por ese señor tan sobrevalorado que responde al nombre de J.J Abrams. Pero esa es otra historia.




Del trabajo de Reeves sería de recibo destacar el magistral pasaje del accidente de coche, rodado con una pericia que corta la respiración. Algunas tomas de automóviles en la lejanía surcando campos nevados que remiten a los hermanos Coen de Fargo. Planos generales de una serenidad coppoliana. Como resuelve la célebre parte de la piscina, de manera no tan elegante como Alfredson pero con una eficacia equiparable a la de aquel, y un interesante pulso tanto con la narración escrita (acentuando el tono detectivesco) como con la dirección de actores. Ya que tanto la joven pareja formada por Kodi Smit-McPhee y Chloe Moretz como los roles interpretados por excelentes veteranos como Richard Jenkins y Elias Koteas transmiten veracidad al conjunto.




Puedo comprender que haya gente que rechace esta película antes incluso de verla o que le visione y reniegue de ella por ser la innecesaria revisión de un producto del que sólo le separan dos años. Todo eso me parece muy bien, pero con ello y por culpa de los prejuicios se estarían perdiendo una excelente obra que (a parte de resucitar a la mítica Hammer Films como productora) al igual que la que la inspira, sirve como una inyección de vitalidad en forma de hemoglobina para el mito del vampiro y por efecto dominó al del guardián humano que normalmente vela por la seguridad del mismo. Un tratado sobre el poder de la feminidad, el lado animal del ser humano, el despertar sexual, la incomunicación en el ambiente social o familiar y sobre todo de como dos personas totalmente opuestas e incluso de naturalezas diferentes pueden llegar a ser almas gemelas, aunque cuente la leyenda que uno de ellos, supuestamente, carezca de ella.