Título Original Predator (1987)
Director John McTiernan
Guión Jim Thomas y John Thomas
Actores Arnold Schwarzenegger, Carl Weathers, Sonny Landham, Bill Duke, Elpidia Carrillo, Richard Chaves, Jesse Ventura, Shane Black, R.G. Armstrong, Kevin Peter Hall
Fue más o menos a mediados de la década pasada cuando el grueso de la prensa especializada (el público por el contrario siempre estuvo de su lado) comenzó a considerar el peso del cineasta estadounidense John McTiernan como uno de los artesanos más sólidos y talentosos dentro del cine de acción americano. Curiosamente fue cuando su carrera entró en declive con productos como el remake de Rollerball o la controvertida Basic y su vida personal se vio vapuleada por un rocambolesco caso de espionaje y escuchas en Holllywood cuando muchos se dieron cuenta de que el nombre del director de El Guerrero Nº13 era vital para entender un género que en los 80 reinó en las pantallas cinematográficas y los videoclubs.
Una de las obras que sirvió para cimentar una carrera meteórica como cineasta al servicio de Hollywood fue sin lugar a dudas Predator, estrenada en 1987. Para John McTiernan suponía su segundo film como realizador y para Arnold Schwarzenegger la segunda colaboración con la Twentieth Century Fox tras el éxito que supuso la anterior Commando. El actor austriaco y los hermanos Jim y John Thomas, guionistas del film, fueron los impulsores de una obra cinematográfica que con el paso de los años ha dejado se ser tildada como "una más de Schwazenegger" para pasar a ser una obra de culto dentro del cine de los años 80 y uno de los proyectos más logrados de todos aquellos los que se vieron implicados en su creación.
Depredador comienza como cualquier muestra de cine protagonizado por action heroes prototípocos del cine ochentero protagonizada por el mismo Schwarzenegger o algunos de sus coetáneos como Sylvester Stallone, Jean Claude Van Damme o Dolph Lundgren y es que esa es la intención de los hermanos Thomas al guión, pero con otros fines que pasaremos a comentar después. En el arranque del film asistimos a cómo un grupo de las Fuerzas Especiales del Ejército estadounidense se adentra en una jungla centroamericana para rescatar a un ministro del gabinete presidencial. En el proceso veremos a una serie de aguerridos militares, máquinas de matar bien engrasadas, que funcionan como un sólo y poderoso músculo ser comandados por Dutch Schaeffer, el responsable de que esta equipo de siete personas cumpla con su misión en el menor tiempo posible y con la mayor efectividad exigida.
En este proceso (y si obviamos el prólogo con la nave espacial llegando a la Tierra) Predator no se diferencia demasiado de otros productos protagonizados por el ex gobernador e California como Ejecutor de John Irvin o la ya mencionada Commando de Mark L. Lester. El futuro director de La Jungla de Cristal se ocupa de ensamblar una buena pieza de cine repleto de testosterona ejecutando escenas de acción rodadas de manera potente, poniendo en boca de sus personajes (sobre todo el protagonista) frases lapidarias antes de eliminar a sus rivales y creando en todo momento pasajes para el lucimiento físico de un reparto de actores curtidos (en su mayoría, el de Shane Black no era el caso) en incontables horas de gimnasio.
No es hasta que la criatura alienígena comienza a dar muestras de su peligrosa presencia que la pieza de cine de acción comienza a convertirse en una amalgama de relato de ciencia ficción y terror y el John McTiernan realizador deja paso al John McTiernan narrador. El tempo comienza a expandirse, los primeros síntomas de debilidades de los supuestamente indestructibles personajes protagonistas comienzan a aflorar cuando descubren que no se enfrentan a un enemigo humano y en ese mismo momento es cuando Depredador comienza a deconstruír y desmitificar al género al que la primera mitad de su metraje se adscribe de manera presumiblemente clara. Cuando esos hombres entrenados "para cazar" se ven convertidos en presas al enfrentarse a un ser de otro planeta que decide asediarlos y utilizarlos como trofeos el film de John McTiernan muestra sus verdaderas fauces.
Pero aunque el depredador alienígena consigue reducir a estos militares entrenados que podrían haber salido de cualquier producción ochentera de la productora Cannon auspiciada por Menahem Golam y Yoram Globus el film de los hermanos Thomas y Johm McTiernan no sólo se queda en esa autocrítica conceptual sino que en un intento por ir incluso más allá crea por medio de la estructuralidad del guión paralelismos claros con la por aquel entonces no demasiado lejana guerra de Vietnam cuando vemos referencias claras a aquel conflicto bélico en ese grupo de soldados estadounidenses que se ven superados por un enemigo que conoce el terreno como la palma de su mano y que aún viéndose superado en número es capaz de vencerles dejando en evidencia su prepotencia como equipo y debilidades como supuestas máquinas de guerra.
También es de recibo destacar a un reparto brutalmente cohesionado con unos actores que parecían nacidos para dar vida a sus papeles. Aunque personajes como los de Jesse Ventura, Carl Weathers, Sonny Landham o Shane Black (que acabó haciendo de actor secundario en la película cuando rechazó reescribir el guión de la misma para no desvincularse del todo del proyecto) son estereotipos claros dentro del cine de acción (el gracioso, el impertérrito, el místico) están lo suficienteme perfilados en el papel y abordados convincentemente por sus intérpretes como para que todas y cada una de sus muertes lleguen a importar a la platea. Lo de Arnlod Schwazenegger al igual que en Terminator o Conan: El Bárbaro era coser y cantar, ya que el rol estaba escrito expresamente para sus muy límitadas pero físicas aptitudes interpretativas dentro de un género como el thriller de acción.
Por último nota aparte para el diseño del depredador a manos del mítico Stan Winston. El creador de la imagen del Terminator de James Cameron o los dinosaurios del Parque Jurásico de Steven Spielberg dio forma con esta criatura al monstruo alienígena favorito del que suscribe y que en el largometraje que nos ocupa fue interpretado por Kevin Peter Hall y un por aquel entonces novato Jean Claude Van Damme cuando utilizaba el sistema de camuflaje que le mimetizaba con la jungla. Su enorme corpulencia, equipo de supervivencia (brutal la imagen de la cura de la herida, en la que lo vemos por primera vez durante unos segundos de cuerpo entero) parafernalia tribal, rostro animal y voz inhumana le han convertido por derecho propio en uno de los iconos más reconocibles de la cultura pop con figuras de colección, cómics o videojuegos de todo tipo inspirados en él.
Depredador es una muestra del mejor cine de acción de los años 80 cuando paradójicamente una de sus misiones era desmontar los preceptos y lugares comunes que daban forma al mismo. John McTiernan consiguió introducirnos de lleno en aquella jungla centroamericana haciéndonos sentir el calor sofocante, el olor a muerte y peligro demostrándonos que cuando el rey del celuloide de la era Reagan encontraba a un rival cuyo físico superaba al suyo debía recurrir al instinto, la inteligencia y la cacería humana de naturaleza pehistórica y cavernaria en un clímax final en el que el director de El Último Gran Héroe rodó algunos de los pasajes más, paradójicamente, bellos de toda su carrera.
El éxito de Predator fue tan rotundo como para dar forma a dos secuelas, una muy reivindicable en 1990 a manos de Stephen Hopkins, otra meritoria auspiciada por Robert Rodríguez en 2010 y dos olvidables crossover con Alien, inspirados en los cómics de la editorial Dark Horse, a manos de Paul W. Anderson y los hermanos Colin y Greg Strause respectivamente que no merecen la pena por su naturaleza plumbea y sacacuartos. Lo próximo es que el mismo Shane Black que se negó a tomar parte del guión del film que nos ocupa se ponga al frente de la escritura y dirección de una nueva entrega protagonizada por estos visitantes intergalácticos que desde hace cientos de años, y sólo en los años de más calor, vienen a nuestro planeta a buscar trofeos para en ocasiones encontrar a rivales que están a la altura de su peculiar y descarnado concepto de la cacería.
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