Título Original Aquaman (2018)
Director James Wan
Guión David Leslie Johnson-McGoldrick, Will Beall, Geoff Johns, James Wanm basado en los cómics de Mort Weisinger y Paul Norris
Reparto Jason Momoa, Amber Heard, Patrick Wilson, Willem Dafoe, Nicole Kidman, Yahya Abdul-Mateen II, Temuera Morrison, Dolph Lundgren, Michael Beach, Ludi Lin, Graham McTavish, Patrick Cox, Randall Park, Djimon Hounsou, Leigh Whannell, Sophia Forrest, Natalia Safran, Tahlia Jade Holt
Después de la decepcionante recaudación de Liga de la Justicia y su más bien negativo recibimiento por parte de la crítica el Universo Extendido de DC Comics pendía de un hilo mientras varios de sus actores más importantes como Ben Affleck, Henry Cavill o Amy Adams, no confirmaban su permanencia en el mismo. DC Entertainment y Warner Bros se lo jugaban todo con su siguiente movimiento, la primera película protagonizada en solitario por Aquaman, el personaje creado en 1941 por el guionista Mort Weisinger y el dibujante Paul Norris, e interpretado en imagen real por el actor estadounidense Jason Momoa. Los productores no las tenían todas consigo ya que la presencia carismática y rotunda del protagonista de Conan: El Bárbaro (2011), sumada a la de sus compañeros de reparto, no sirvió para que la traslación audiovisual de la JLA consiguiera el éxito esperado a pesar de revelarse él como uno de los mayores alicientes del film iniciado por Zack Snyder y acabado por Joss Whedon.
Para acometer la complicada empresa de ponerse a los mandos del primer largometraje protagonizado por el alter ego superheróico y monárquico de Arthur Curry fue elegido James Wan, cineasta australiano, de origen malayo, experto en cine de terror al que debemos sagas como Saw, Insidious o Expediente Warren (The Conjuring) y sus spin offs. Seguramente fueron sus incursiones en las supuestas correrías sobrenaturales del matrimonio formado por Ed y Lorraine Warren, producidas y distribuidas por Warner Bros, las que dieron pie a los responsables de Aquaman para elegirlo como sustituto de Zack Snyder. El acierto ha sido total en todos los sentidos. No sólo porque ha conseguido una pieza adherida al subgénero superheróico que funciona a distintos niveles y encarrila el futuro del UEDC, sino también por haber logrado con ello una recaudación internacional que, mientras escribo estas líneas, ha superado unos descomunales mil millones de dólares.
Aquaman es una peculiar amalgama de continuación cronológica del Universo Extendido de DC y película de orígenes, aunque sin dedicar una gran parte del metraje a poner en escena la génesis del héroe protagonista del que ya conocemos algunos datos de su biografía gracias a films previos. Desde el minuto uno se nota que Warner Bros no ha escatimado gastos a la hora de convertir su última producción inspirada en los cómics de DC, pensando, quiero suponer, que puestos a meter la pata nada mejor que hacerlo por todo lo alto. Esto se percibe no sólo en la mastodóntica inversión en la creación de la obra, sino también en la notable libertad creativa que han dado a un James Wan dispuesto a desplegar toda una galería de personajes, criaturas y escenarios reales o digitales con la sana intención de no dejar nada en el tintero y epatar al espectador con un fuego de artificio tan ligero e intrascendente como potente, cohesionado y paradójicamente alocado o arriesgado.
Nos encontramos con delirio kitsch, una epopeya oceánica protagonizada por un carismático émulo en imagen real que, seamos sinceros, poco tiene que ver con el Aquaman de las viñetas. Ni siquiera con el más cercano y carismático ejecutado por guionistas como Peter David o Geoff Johns, este último colaborando en el guión de la película. Pero como blockbuster abraza de manera tan inmisericorde y suicida un sense of wonder pasado de frenada que ante semejante actitud kamikaze no podemos hacer otra cosa que rendirnos a los pies de James Wan. Mencionábamos que posiblemente la saga The Conjuring fuera importante para que el cineasta australiano fuera designado como realizador de Aquaman, pero sólo desde un punto de vista contractual. Porque sería más lógico que fuera su incursión en la saga Fast And Furious la que despertara el interés en Warner Bros por contratar a un cineasta que se desenvuelve con soltura tanto con presupuestos humildes como con maquinarias casi inabarcables como la adherida a este tipo de producción.
El autor de Silencio Desde el Mal (Dead Silence) apela a una grandilocuencia que va tomando forma de manera gradual después de una faceta más minimalista a la hora de centrarse en la historia de amor prohibido de los padres de Arthur Curry. Pero en cuanto la primera espectacular secuencia de acción toma forma Aquaman va desplegando todas sus posibilidades, más visuales que narrativas, con la intención de no dar un respiro al espectador. El guión consigue mantener un competente equilibrio entre aventura deudora de Indiana Jones, Gladiator, Star Wars o Avatar y comedia algo simplista, pero agradable y efectiva en líneas generales, centrada en los personajes de Aquaman y Mera, los pilares sobre los que se sustenta un argumento mil veces visto incapaz de ofrecer nada nuevo dentro del subgénero al que se adscribe, aunque sabiendo transitar con eficacia y soltura los lugares comunes más representativos del mismo.
Entregándose sin miramientos al barroquismo hipertrófico James Wan y su equipo técnico se ponen como meta aprovechar hasta lo insultante los notables y copiosos efectos digitales que ponen a su disposición y de esta manera retratan un mundo oceánico de proporciones incomensurables, estética sobrecargada y monstruosidades a cual más enorme, llegando una de ellas a ser de un tamaño tan inmenso que no llega a verse nunca íntegra en pantalla. En el proceso los responsables del apartado visual de la propuesta diseñan una Atlantis rica en detalles, cromatismo, luminosidad y, para qué negarlo, horteradas por doquier. Todo ello compactado de manera encomiable para parecer, lógicamente, un cómic delirante, exagerado, histriónico que va a por todas sin hacer prisioneros y dando buenas muestras de lo que deberían haber sido, desde su inicio. las adaptaciones cinematográficas que conforman este Universo Extendido de DC.
Tampoco han sido en Warner Bros conservadores a la hora de contratar un reparto de primera para dar forma al equipo artístico de Aquaman. Nicole Kidman como Atlanna, Willem Dafoe en la piel escamada de Vulko, un inesperado Dolph Lundgren dando vida al Rey Nereus, Temuera Morrison abordando el papel de Tom Curry o un entregado Patrick Wilson ofreciendo físico y voz al Rey Orm demuestran, además de ser el séquito de excelentes interpretes que cubren las espaldas a los dos protagonistas principales, haberse divertido sobremanera durante la producción de la película. Pero son los Aquaman y Mera de Jason Momoa y Amber Heard los dos roles más destacados con una notable química en pantalla no atisbable adecuadamente en las breves escenas que ambos compartieron en Liga de la Justicia. Funcionando como pareja de héroes con poderes sobrenaturales repartiendo palizas a diestro y siniestro o como pareja sentimental con momentos cómicos propios de una screwball comedy de segunda regional, ellos son lo mejor del cast.
Aquaman ha supuesto un bálsamo para Warner Bros y DC Entertainment, el mejor posible ya que se ha convertido en la producción más rentable de cuantas han diseñado desde que la, ya controvertida, El Hombre de Acero (2013) diera el pistoletazo de salida a este microcosmos ficcional que, después de dar sus primeros pasos de manera trémula y apresurada. ha encontrado su camino gracias a las que debieron haber sido las dos películas siguientes al debut de Henry Cavill como Superman, esta Aquaman y Wonder Woman. Quedando atrás los malos tiempos, los de haber estado más pendientes de construir la casa por el tejado con la intención de ponerse a la altura de una Marvel Studios que construyendo su universo cinematográfico poco a poco y de manera gradual, la "Distinguida Competencia" ha abierto una senda que, esperemos, producciones como las próximas Shazam y Wonder Woman 84 sepan continuar para ofrecer la mejor versión en imagen real de los iconos del arte secuencial vinculados a la vida editorial DC Cómics.
Reseña incluida, originalmente, en una entrada grupal publicada en Zona Negativa.
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