"Ningún organismo vivo puede prolongar su existencia durante mucho tiempo en condiciones de realidad absoluta sin perder el juicio; hasta las alondras y las chicharras sueñan, según suponen algunos. Hill House, que no era nada cuerda, se levantaba aislada contra el fondo de sus colinas, almacenando oscuridad en su interior; así se había alzado durante ochenta años y podría aguantar otros ochenta. En su interior las paredes permanecían derechas, los ladrillos encajaban a la perfección y las puertas estaban sensatamente cerradas; el silencio reinaba con monotonía en Hill House, y cualquier cosa que anduviese por ella, caminaba sola."
Después de hacerse un nombre dentro del género de terror, mayoritariamente bajo el amparo de la productora Blumhouse Productions, con proyectos como Oculus: El Espejo del Mal, Ouija: El Origen del Mal o Hush el guionista y cineasta estadounidense Mike Flanagan marcó un punto de inflexión en su carrera el pasado año cuando realizó una adaptación cinematográfica de la novela El Juego de Gerald, escrita por Stephen King y publicada en 1992. Con esta encomiable producción protagonizada por unos excelentes Carla Gugino y Bruce Greenwood Flanagan colaboraba por primera vez con la plataforma de streaming Netflix, encargada de distribuir el largometraje que, como suele suceder con la mayoría de sus largometrajes de producción propia, no conoció estreno en pantalla grande. Lo que nadie suponía es que dicho proyecto iba a ejercer como primera toma de contacto y testeo entre autor y compañía para colaborar juntos en uno mucho más ambicioso. Después de varios meses de publicidad el pasado día 12 de octubre pudimos visionar íntegramente la última creación de Mike Flanagan titulada La Maldición de Hill House, una serie de televisión de diez episodios a modo de nueva adaptación de la célebre novela de terror gótico de la escritora Shirley Jackson contando esta ya con otras traslaciones a imagen real en pantalla grande.
Si no tenemos en cuenta la interminable cantidad de sucedáneos, bastardizaciones u homenajes más o menos explícitos en forma de producciones cinematográficas o televisivas existen dos adaptaciones oficiales de la novela de Shirley Jackson, ambas englobadas dentro del medio cinematográfico. La primera de ellas titulada The Haunting (1963) la rodó el gran Robert Wise y la protagonizaron Julie Harris, Claire Bloom, Richard Johnson y Russ Tamblyn convirtiéndose con el tiempo en un clásico con todas las letras dentro del subgénero de casas encantadas. La segunda versión, prácticamente un remake de la del director de Ultimátum a la Tierra (The Day The Earth Stood Still), llegó en 1999 a manos del holandés Jan De Bont, con un reparto de caras conocidas formado por Liam Neeson, Lili Taylor, Catherine Zeta Jones u Owen Wilson y unos resultados tan pobres como repletos de artificio. Esta nueva revisión producida en su origen por Amblin Television y Paramount Television se aleja bastante del libro de la autora de La Lotería, pero la misión de Mike Flanagan ha sido mantener el espíritu de este a lo largo de las diez horas que componen la primera temporada y a fe mía que lo consigue.
Mike Flanagan ejerce como showrunner, director y co escritor, recibiendo en este apartado la ayuda puntual en algunos episodios de tres guionistas como Meredith Averill (The Good Wife), Charise Castro Smith (The Exorcist) y Elizabeth Ann Phang (The Strain). También se ha rodeado de un grupo de actores en el que sobresalen algunas caras reconocibles en varias de sus anteriores producciones cinematográficas. Carla Gugino (Sin City), Henry Thomas (Gangs of New York), Timothy Hutton (La Mitad Oscura), Elizabeth Reaser (Crepúsculo), Michiel Huisman (Juego de Tronos), Victoria Pedretti (Once Upon a Time in Hollywood) u Oliver Jackson-Cohen (El Enigma del Cuervo) entre otros componen el casting adulto. El reparto lo completan los cinco niños que dan vida a los protagonistas en su infancia formado por Lulu Wilson (Annabelle: Creation), McKenna Grace (Yo, Tonya), Violet McGraw (Ready Player One), Julian Hilliard (Never Goin’ Back) y Paxton Singleton (The Rookie). Con respecto a la labor de los actores nos detendremos brevemente más tarde porque su trabajo conjunto es una de las muchas virtudes y uno de los pilares maestros sobre el que se edifica una producción superlativa como la planteada por Mike Flanagan.
La Maldición de Hill House no sólo es una de las mejores producciones audiovisuales nacidas bajo el amparo de la famosa plataforma de streaming, también es uno de los mejores y más elaborados relatos de terror de los últimos años, precisamente por la intencionlidad por parte de su autor de ser algo más que eso. La nueva serie de Mike Flanagan sustenta su narración sobre dos líneas temporales, una acontecida en la actualidad y otra hace 25 años y en ambas acompañamos a la familia Crain, formada por un padre y cinco hijos, durante las dos etapas más importantes de su vida. La primera tiene lugar durante 1992 mientras los Crain pasan el verano en la mansión de Hill House a la espera de poder vender el edificio y siendo testigos allí de unos sucesos sobrenaturales desembocantes en un hecho traumático que marcará a todos los miembros de la familia. La segunda, localizada en el presente, también tiene como eje central un acontecimiento trágico que volverá a reunir a un grupo de hermanos a día de hoy teniendo que enfrentarse a unos fantasmas, de todo tipo, acompañándoles desde que pasaron aquella etapa estival en una casa maldita todavía con cuentas pendientes por saldar con todos ellos. En un alarde de talento por parte de los guionistas estas dos líneas temporales se subdividirán cada una de ellas en otras cuantas, por medio de flashbacks, dando forma a una construcción narrativa rica en matices y juegos de espejos.
Lo más interesante de una producción como La Maldición de Hill House, adscrita sin ningún tipo de tapujo al terror con Mike Flanagan demostrando ser un profundo conocedor del género, es que toda su vertiente sobrenatural es en todo momento una excusa narrativa a modo de catalizador dramático para hablarnos de la descomposición de un núcleo familiar incapaz de afrontar la pérdida de su matriarca tras los hechos acaecidos aquel verano. Desde entonces Steven, Shirley, Theodora, Luke y Nell han intentando, sin éxito, encarrilar una existencia rota desde que pusieron por primera vez los pies en Hill House, fracaso extensible a Hugh, padre del quinteto de hermanos todavía marcado por la traumática muerte de su esposa. Los fantasmas acechando en cada esquina, las voces susurrantes por los pasillos, las monstruosidades escondidas debajo de las camas, todo es una alegoría de los demonios internos de los Crain y en ese sentido no hay una sola aparición, secuencia de terror o susto exquisitamente ejecutado que no haya sido elaborado minuciosamente por Mike Flanagan con la intención de proporcionar profundidad psicológica a cada uno de los vástagos de Olivia Crain con la intención de convertirlos en verdaderos seres humanos, apelando así a la empatía de un espectador pronto enamorado de estas criaturas y su relato.
Mike Flanagan es un tipo inteligente y como guionista y director sabe que no es poner en peligro a sus personajes el mejor medio para llegar a la platea, sino ejecutar un perfil adecuado desde el punto de vista psicológico para hacerlos cercanos, terrenales y vulnerables. Todos y cada uno de los Crain poseen características capaces de convertirlos en criaturas tridimensionales con anhelos, debilidades, miedos e incertidumbres con los que identificarnos. En este sentido la galería de personajes de La Maldición de Hill House recuerda, salvando las notables distancias, a la de la magistral A Dos Metros Bajo Tierra (Six Feet Under), de Alan Ball, y no lo menciono sólo porque uno de los personajes sea el dueño de una empresa funeraria. Queda claro desde el primer momento el mayor interés por parte de Flanagan y sus guionistas por ahondar en la naturaleza humana y sus virtudes o miserias que por un simple afán a la hora de asustar al espectador con la naturaleza genérica de su propuesta. Para llevar a buen puerto dicha empresa el creador apela a su mano como director de actores y a la enorme labor de un reparto sencillamente espectacular del que me niego a destacar un sólo intérprete por encima de otro para encumbrar el apartado artístico del proyecto, llegando a ser tan superlativo que hasta los actores muy secundarios llegan a protagonizar pasajes brillantes, como ese largo monólogo en primer plano del personaje de Mr Dudley con el que Robert Longstreet luce sus enorme aptitudes dramáticas.
Pero si hay un apartado en el que un servidor ha quedado maravillado con respecto a La Maldición de Hill House es en el referido a la labor técnica de Mike Flanagan como maestro de ceremonias. Bien es cierto que en ocasiones previas había demostrado fogonazos de ingenio en algunos de sus largometrajes, pero el talento desplegado en esta producción no tiene parangón con nada de lo salido de su mano en el resto de su filmografía. Aunque su intención es elevar desde un punto de vista humanista el género de terror en ningún momento lo mira por encima del hombro, demostrando en todo momento su aprecio hacia el mismo. Imbuido por la atmósfera gótica de la novela de Shirley Jackson la obra de aventajados discípulos de esta, como Stephen King, y con referentes audiovisuales y formales a otras obras de culto dentro del subgénero de casas encantadas como Burnt Offerings (1976), El Resplandor (1980) o Al Final de la Escalera (1980) Mike Flanagan se hace fuerte a la hora de amalgamar secuencias aterradoras, sin caer en trucos baratos de barraca de feria o fuegos artificiales de segunda categoría, con pasajes de un dramatismo desgarrador. La cumbre de esta armónica convivencia formal y narrativa tiene lugar en el sexto capítulo acometido por Flanagan con cinco planos secuencia de una brillantez insobornable entre los que destacan, sobre todo, el primero (prodigio de interpretación, composición y transiciones espaciales) y el centrado en Hugh y su búsqueda de Olivia por todos los rincones de Hill House durante un apagón. Este sexto capítulo, titulado Two Storms, es desde ya un hito televisivo.
Una producción como La Maldición de Hill House supone un paso gigantesco en cuanto a la calidad de las series de producción propias adscritas a Netflix. Poner como principal responsable a Mike Flanagan para ejecutarla, dar la suficiente libertar creativa a este para llevarla a cabo y haberla estrenado en una fecha cercana a Halloween son un cúmulo de decisiones acertadas capaces de encumbrar una obra de ficción que desde hace unos días hace correr ríos de tinta, real y digital, al ser considera uno de los mejores relatos de terror en muchos años. Como si de una buena novela se tratara la primera temporada termina dejándonos la sensación de haber degustado un producto brillante en todos y cada uno de sus apartados postulándose como futuro clásico, mientras nos deja con algunas dudas. La primera, hacia dónde transitaría una posible nueva temporada, ahora mismo innecesaria, si tenemos en cuenta el excelente cierre de la inicial y la segunda relacionada con el futuro de Mike Flanagan, ya que después de haberse revelado como un artesano excepcional con su opus magna las ganas de ver su próxima adaptación de Doctor Sueño, secuela de El Resplandor publicada por Stephen King hace cinco años, han aumentado exponencialmente gracias a esta, la mejor serie de un 2018 encarrilando ya hacia su recta final.
Reseña publicada originalmente en Zona Negativa
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