Título Original Shadow of the Vampire (2000)
Director E. Elias Merhige
Guión Steven Katz
Actores John Malkovich, Willem Dafoe, Cary Elwes, John Aden Gillet, Eddie Izzard, Udo Kier, Catherine McCormak, Ronan Vibert
En esta ocasión voy a hablar de una de esas joyas ocultas que tanto me gusta reivindicar porque creo que en su momento no recibieron toda la atención o elogios que merecían. La cinta en concreto es La Sombra del Vampiro (Shadow of the Vampire), estrenada en el año 2000, dirigida por el cineasta norteamericano E. Elias Merhige, escrita por el guionista Steven Katz y producida, entre otros, por el actor Nicolas Cage. Un exquisito trabajo de orfebreria lleno de juegos de espejos y que flirtea con ese maravilloso subgénero llamado cine dentro del cine.
E. Elias Merhige se dio a conocer en 1990 en el ámbito del cine independiente americano con Begotten su ópera prima como cineasta. Este debut supone para un servidor, que tuvo el gusto de verla hace unos años, el largometraje más bizarro, extraño y hasta casi anticinematográfico que he podido ver en mi vida como espectador. Una cinta que al terminar su metraje nos deja pensando sobre si acabamos de ver una de las películas más originales, atípicas y arriesgadas jamás rodadas o uno de los timos más vergonzosos y flagrantes de la historia del séptimo arte.
El estreno tuvo cierta repercusión, ya que incluso el músico Marilyn Manson (amigo cercano del director) tomó prestadas imágenes del film para incluirlas en el videoclip de su tema Cryptorchid, incluído en el magnífico disco Antichrist Superstar. Puede que el darse a conocer como realizador con tan complicada y anticomercial cinta fuera lo que dio pie a que nadie le ofreciera a Merhige la oportunidad de llevar a cabo otra película detrás de las cámaras en mucho tiempo. El cineasta norteamericano tuvo que esperar la friolera de 10 años para poder llevar a cabo su segundo largometraje en labores de dirección. La oportunidad le llegó con el proyecto que nos ocupa, que suponía la antítesis formal y conceptual, en el plano cinematográfico, de su anterior trabajo.
En 1922 el director alemán Friederich Wilhelm Murnau estrenó Nosferatu, Una Sinfonía del Horror (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens), adaptación más o menos subrepticia (el cineasta no consiguió los derechos de la novela que estaban en poder de la viuda del escritor) del célebre libro Drácula escrito por el novelista irlandés Bram Stoker en el año 1897. El largometraje a día de hoy es un clásico, no sólo del cine de terror o vampírico, sino también del movimiento expresionista alemán que dio sus primeros pasos cinematográficos tras la primera guerra mundial gracias a autores como Robert Wiene, Frizt Lang, Robert Siodmak o Ernst Lubitsch.
En Nosferatu el papel del Conde Orlok (no Drácula, recordemos los derechos) lo interpretó el poco conocido actor alemán Max Schrek, un misterioso intérprete salido de la escuela de interpretación Max Reinhardt que bordó su personaje del terrible vampiro protagonista. Cuenta una falsa pero atractiva leyenda que si Schreck realizó una papel tan creíble y magistral a la hora de dar vida a al noble cárpato fue debido a que él mismo era un no muerto. Este interesante punto de partida es el que da razón de ser y trama a La Sombra del Vampiro. ¿Y si durante el rodaje de la mítica Nosferatu el actor que debía interpretar al vampiro realmente hubiese sido un hijo de las tinieblas?.
Esta teoría sobre la supuesta naturaleza vampírica de Max Schreck es utilizada con pericia por el guionista Steven Katz y el director E. Elias Merhige, llevándola lo más lejos posible no sólo para hablar de lo peligroso que habría sido, en ese caso, el rodaje de Nosferatu o el poder catárquico y vampirizador (nunca mejor dicho) del cine, sino también para abordar otros temas como la ambición, el arte, el paso del tiempo o la obsesión. Algunos de ellos reflejados de manera excelente, principalmente, en el personaje de F W. Murnau, el célebre director alemán que dio forma al film, y otros en el rol de Max Shcreck, el actor vampiro que no interpretaba a un sosías del Conde Drácula sino a sí mismo.
Todo es de un acabado elegante en La Sombra del Vampiro. Desde una dirección magnífica de Merhige (alejadísima de la instintiva y cáotica de su anterior cinta) en la que hace un uso interesante de las grúas, los primeros planos, los juegos de luces y sombras, la profundidad de campo o las figuras desenfocadas. Un diseño de producción impresionante y una dirección artística que sirven para retratar fielmente la Alemania y de los 20 en el primer tercio del film y la Checoslovaquia de la época en el resto de metraje durante el rodaje en exteriores del film de Murnau ya con Schreck implicado en el casting.
El F. W. Murnau que se puede ver en La Sombra del Vampiro y al que da vida un convincente, pero puede que demasiado histriónico John Malkovich, era un hijo de perra, cuánto tiene de veraz ese retrato ya sería otro tema a tratar. Aquí es mostrado como un cineasta obesivo, maniático, insensible, casi inhumano, que con la única misión personal de aunar ciencia y arte o de realizar la adaptación cinematográfica de la novela Drácula más aterradora y realista de la historia para dejar su huella indeleble en el mundo del cine llegó casi a hacer un pacto con el diablo (representado en el mismo Max Schreck) entregando la vida de su equipo artístico y técnico con tal de llevar a cabo todas sus ambiciones como director. Todo, como hemos comentado anteriormente, dentro de la ficción filmada.
Pero si hay algún personaje en el que recae el peso del film es en el Max Schreck al que (paradójicamente) llena de vida un inmenso e inolvidable Willem Dafoe al que reconocemos en todo momento a pesar de tener el rostro oculto bajo toneladas de maquillaje. Es de un mérito incalculable interpretar a una criatura que transmite tantas sensaciones en el espectador como este Conde Orlok. El Schreck de Dafoe es un vampiro cansado de vivir y de su condición inmortal que se hace, o plantea a otros, preguntas sobre su tormento existencialista. En ese sentido memorables son los pasajes en los que compara alimentarse de sangre en su vejez con los problemas de vejiga de los ancianos o cuando explica cuales son para él los momentos más tristes de la célebre novela de Bram Stoker.
Un ser infrahumano de movimientos espasmódicos, largas uñas afiladas y mirada amenazante que proyecta desde la pantalla y con la misma facilidad terror, crueldad, compasión, desesperanza, tristeza y por extraño que parezca comicidad. Los momentos de humor negro del personaje son posiblemente los mejores del film ya que el espectador no los espera y están introducidos con maestría. Pasajes en los que Schreck reconoce a su idolatrada Greta Schröder en el colgante, cuando hace comentarios sobre lo hermosos que la parecen los pechos de la actriz o en los que lleva a cabo sus ataques furtivos sobre el equipo técnico son de lo mejor del metraje con diferencia. Por no mencionar sus duelos dialécticos con Murnau que suponen un tour de force en el que Willem Dafoe con pocas palabras y medidos gestos eclipsa totalmente a un desatado John Malkovich.
Pero el Max Schreck de La Sombra del Vampiro va más allá de ser un chupasangre cansado de vivir eternamente y obsesionado con clavar sus afilados incisivos en el jugoso cuello de la intérprete alemana Greta Schröder (una carnal Catherine McCormak). Es sobre todo una representación del divismo del que hicieron gala los actores dentro del séptimo arte desde los primeros años del medio cuando aún sólo era un experimento en desarrollo. Un vampiro que demanda maquillaje a su director, que quiere primeros planos o que exige no viajar a Heligoland en barco porque detesta el mar obligando al equipo de decoradores a crear un réplica del navío a las afueras de su castillo son apuntes que no sólo enriquecen la impagable vis cómica del personaje, también sirven como patética metáfora de cuán irascibles y egoístas han sido siempre las superestrellas del celuloide.
Si no contamos los apuntes sobrenaturales añadidos sobre el personaje de Schreck lo cierto es que la cinta es realmente fiel a los hechos reales relacionados con la producción de Nosferatu. En el film aparecen actores interpretando al casting y el equipo técnico de la obra original. La ya mencionada Greta Schröder, Gustav Von Wangenheim, el productor, director artístico y diseñador de vestuario Albin Grau (íntegro y ambiguo, como siempre, Udo Kier) e incluso gracias a una feliz idea del guión se introduce en la trama un director de fotografía llamado Wolfgang Müller que no existió realmente y que desaparece del film dejando paso otro camarógrafo, Fritz Arno Wagner, este sí, el que intervino en la película primigenia de Murnau.
A pesar de que en el año 2000 recibió una mención especial del jurado del festival de Sitges y dos merecidas nominaciones a los Oscar en los apartados de mejor actor secundario (Willem Dafoe) y mejor maquillaje (magnífico trabajo de Amber Sibley) entre otros galardones internacionales, ni una crítica demasiado escéptica que decía que el film se quedaba sólo en una idea interesante que no desarrollaba, ni un público que creía que iba a enfrentarse a una cinta de terror ortodoxa (el tagline "Un secreto jamás revelado, un terror demasiado real" tampoco ayudaba) la recibieron como se merecía. Es cierto que si el espectador no ha visto antes Nosferatu no puede sacarle todo el jugo al film de Merhige, pero tal hecho no mengua en manera alguna su alta calidad cinematográfica.
La Sombra del Vampiro es una pequeña gema pulida a redescubrir. Un proyecto exquisito realizado con profesionalidad, mimo y mucha admiración por la obra maestra de Murnau, el expresionismo alemán (Merhige clava algunas escenas utilizando apuntes de esta ola artística) y el mundo del séptimo arte. Un gran reparto, una atmósfera entre refinada y decadente, apuntes dramáticos y cómicos para el recuerdo, una evocadora banda sonora de Dan Jones y una maravillosa escena en la que un vampiro cumple el sueño de su interminable vida. Ver el sol por primera vez mediante una cámara de cine o lo que es lo mismo, homenajear con melancolía y ternura tanto a lo que hay de maldito en el mito vampírico como al inabarcable arte de crear imágenes en movimiento para proyectarlas en una pantalla de cine dando forma a un ritual imperecedero y atemporal.
Siempre me han hablado muy bien de esta peli,aun no se porque carajo no la he visto.
ResponderEliminarDebes, vampiros con pelo detrás de las orejas, eso siempre es atractivo.
ResponderEliminarUmmm vampiros con pelo detrás de las orejas donde este eso que se quite Edward Cullen pero de calle vamos.
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