Título Original The Last Exorcism (2010)
Director Daniel Stamm
Guión Huck Botko y Andrew Gurland
Actores Patrick Fabian, Ashley Bell, Iris Bahr, Louis Herthum, Tony Bentley, Jamye Alyson Caudle, Shanna Forrestal, Caleb Landry Jones, Allen Boudreaux
Hay muchas cosas que se pueden decir de una obra como El Último Exorcismo, la primera cinta de ficción en labores de director del cineasta norteamericano Daniel Stamm, con producción del terrible director Eli Roth, el amigo de los arándanos. Que dentro de la manida temática de niñas poséidas por entidades diabólicas es bastante original en fondo y forma, que está rodada con más intención de parecer un documental que un largometraje de terror y que en su interior subyace un mensaje devastador al que por desgracia finalmente sus creadores renuncian y llegan incluso a desacreditar para escarnio del espectador y de la construcción y solidez misma del producto.
The Last Exorcism se adhiere a ese tipo de largometraje tan antiguo, como de moda actualmente (sobre todo dentro del género de terror, pero también con otro tipo de films como I'm Still Here la ópera prima como director de Casey Affleck) llamado mockumentary o lo que es lo mismo, el conocido falso documental. La ópera prima de Daniel Stamm plantea temas interesantes y bastante polémicos relacionados con la fe, la iglesia el radicalismo religioso y los monstruos que se esconden en la América profunda del sur del país (Lousiana concretamente), al menos en sus dos primeros tercios y gran parte del tercero.
Cottom Marcus es un reverendo evangelista que lleva años ejerciendo como tal aún habiendo perdido la fe tras una grave crisis personal por el simple hecho de seguir ejerciendo su pasión por mover masas de devotos que creen lo que dice a pies juntillas y porque la iglesia es un negocio muy rentable. También en ocasiones trabaja como exorcista, faceta con la que más se enriquece monetariamente. El escueto equipo de rodaje de un documental le acompañará durante días para desentrañar las técnicas de artificio que pone en práctica para sacar a los demonios de los cuerpos en los que, supuestamente, se han introducido por la fuerza
Como supuesto fiscal del diablo, Cottom Marcus (que incluso es marido y padre de un niño pequeño que a pesar de su corta edad sabe también que el oficio de su progenitor es una falacia) practica falsos exorcismos a mujeres y hombres que forman parte de familias muy religiosas y ultraconservadoras a las que nuestro protagonista engaña para enriquecerse económicamente gracias a la fe ciega, miedo e ignorancia de estos, características que por desgracia muchas veces van de la mano. Todo cambia cuando un día debe atender el extraño caso de una joven chica de 17 años que, esta vez sí, parece estar realmente poseída por una entidad diabólica.
En esta primera media hora, si pasamos por alto la inviable idea de que un hombre de dios confiese ante una cámara que ya no es creyente y que todo su trabajo está sustentado en un mentira sabiendo lo que eso puede conllevar, podemos ver un retrato interesantísimo del uso de la religión como opio del pueblo o de como la fe, si se lleva a extremos, puede cegar a los devotos de una iglesia de manera que no puedan o quieran ver que los están engañando (el momento de la tarta de platano es genial) como a niños pequeños. Todo ilustrado con acierto y también algo de sensacionalismo, es innegable.
Después de los primeros treinta minutos tenemos el retrato de la América oculta, la de los pueblos perdidos en los estados sureños del país. Allí descubriremos a los Sweetzer, una familia formada por un padre y dos hijos. El cabeza de familia es un hombre religioso preocupado por su hija, chica que ha dado un cambio drástico de comportamiento desde la muerte de la que era la matriarca de la familia. El hermano, un adolescente silencioso y arisco que no quiere la presencia del equipo de rodaje en la casa. Por úlitmo Nell, la chica supuestamente víctima de la posesión que alterna un comportamiento dulce y hasta inocente con arrebatos violentos en los que descuartiza a los animales de la granja familiar, no recordando más tarde tales actos.
En la recta final llegan los pasajes más crudos del film. En los que Nell muestra los síntomas de su enfermedad o supuesta posesión diabólica. Por suerte Daniel Stamm, el director, es lo suficientemente inteligente como para hacer que las reacciones físicas de la chica, si bien extremas, nunca incidan en lo sobrehumano (ni la escena del cartel que adjunto abajo tiene lugar a lo largo del film, ni en la que anda por el techo del trailer tampoco, ya que el plano está invertido, en la cinta camina agachada por el suelo) y eso sigue permitendo al espectador debatirse sobre si la chica realmente esta endemoniada o mentalmente perturbada. Todo llevado con una medida e interesante ambigüedad que hace que la balanza no se incline definitivamente hacia ningún lado.
Por desgracia todo se va al traste en los 10 minutos finales, cunando el director y su dúo de guionistas deciden renegar del hiperrealismo del que habían hecho gala durante todo trayecto en favor de un efectismo gratuito impostado y mal insertado que por mucho que quiera ser un homenaje al cine de terror de serie B (que yo adoro irremediablemente, como bien saben los que me leen por estos lares) este no era el el momento ni el lugar de para llevarlo a cabo, porque choca frontalmente con todo lo visto hasta ese momento del film y supone una brusca y hasta torpe ruptura tonal que por mucho que sorprenda y por muy bien rodada que esté (no lo niego) no casa en absoluto con el resto de metraje previo.
Toda la estructura del film que guionistas y director habían construido hasta ese momento, todo el mensaje acerca de los peligros de los fanatismos y el miedo a lo diferente que hay en la América más desarraigada desaparece y deja paso a una justficación impostada y maniquea que se ampara en la referencialdad cinematográfica más innecesaria en un contexto que no la permite ni demanda y que casi excusa muchos de los comportamientos bastante reprobables por parte de algunos de los personajes del film que servían como interesante espejo de las obsesiones más dogmáticas del ser humano relacionadas con la teología mal entendida si su mensaje es radicalizado hasta lo enfermizo.
En ese sentido la resolución de la cinta, que entronca directamente con todo lo visto anteriormente en la misma, recuerda en gran medida a Escalofrío (Fraity) la ópera prima como director del actor norteamericano Bill Paxton. Un largometraje harto interesante que analizaba con aplomo algunos de los temas que muestra El Último Exorcismo, pero al igual que esta regalando una resolución falsaria y reaccionaria que justificaba los actos del personaje al que daba vida el protagonista, el mismo Bill Paxton que también ejercía como actor. Mandando todos los logros y hallazagos del film (que no eran muchos pero si considerables y valientes) al garete por cobardía, comodidad o por promulgar un ideario ultraconservador envuelto en falsa crítica social.
Lo cierto es que es una pena, porque una cinta rodada con cierto brio y naturalismo (grandes las escenas del gato con la cámara o la del granero), que no asusta pero inquieta, que es en bastantes apuntes original dentro de su naturaleza fílmica, que posee un buen plantel de actores que la hacen aún más creíble, que no se debilita en su desarrollo por el uso de ideas equivocadas como quitar tan pronto de en medio al hijo de los Sweetzer (buen personaje, genial su primera aparición) o por la siempre recurrente pregunta que todos nos hacemos con los falsos documentales de "¿Por qué cojones siguen grabando?" y que podía haberse convertido en el retrato más visceral que se habría realizado hasta el momento del lado más oscuro de los Estados Unidos dentro de este género, al final se quede en nada o más bien poco.
No sólo porque sus creadores no supieron rematar bien el final de su obra, también porque dicho clímax deja, por desgracia, en agua de borrajas la solidez, la fuerza y el mensaje de lo que podía haber supuesto un punto de inflexión, desde el punto de vista cinematográfico, a la hora de analizar y abordar el cine sobre posesiones demoniacas, quitándole misticismo y folklore y poniéndole los pies en la tierra, dándole un punto de vista más humano, y por ello terrible, que nos haría mirar este tipo de films venidos de Estados Unidos desde otro punto de vista menos sobrenatural y más cercano. En Europa ya lo hicieron con la alemana Requiem (El Exorcismo de Micaela) de Hans-Christian Schmid. Pero esa es otra historia que será contada "a su tiempo" como decía la endemoniada por excelencia del séptimo arte.
Está es una que tengo en mi montón de pelis pendientes le tengo ganas,cuando la vea volveré a comentar más detalladamente^^
ResponderEliminarHazlo, pero cuando queden 10 minutos para el final la quitas, así verás una buena película y no una buena película jodida por un final que la deja en evidencia totalmente.
ResponderEliminarHombre la veré entera y debatiremos sobre ello sip
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