Título Original Les Rivières Pourpres (2000)
Director Mathieu Kassovitz
Guión Mathieu Kassovitz y Jean-Christophe Grange basado en el libro de este último
Actores Jean Reno, Vincent Cassel, Nadia Farés, Dominique Sanda, Jean Pierre Cassel, Karim Bekhaldra, Didier Flamand, François Levantal, Francine Bergé
Mathieu Kassovitz es un actor francés (hijo del realizador Peter Kassovitz) que en 1993 debutó de manera discreta como director con Metisse, una comedia romántica de corte interracial. En cambio en 1995 armó un considerable revuelo con su segundo trabajo detrás de las cámaras, El Odio (La Haine). Un film urbano, reivindicativo y de una marcada ideología antisistema y contestataria que fue un éxito internacional de crítica y público, consiguiendo bastantes premios y siendo para un servidor la mejor película europea de los 90. Algún día le dedicaré una entrada en condiciones para desgranarla debidamente.
Tras su tercer film como cineasta, la no del todo conseguida pero si meritoria y reivindicable Assassin(s), Kassovitz decidió entregarse por completo al cine más comercial realizado en su país con una adaptación cinematográfica de la entretenida novela Los Ríos de Color Púrpura de su compatriota el escritor Jean-Christophe Grangé que narra dos investigaciones policiales que enlazan finalmente en una sola y que implica a la élite superdotada de una prestigiosa universidad de la región de Guernon. El mismo novelista ayudó al protagonista de Amén a sacar adelante el guión e incluso animándolo a cambiar algunas cosas que no quedarían bien en pantalla o que lastrarían su desarrollo.
A pesar de su estructura de thriller (que ya estaba en la novela) y su tipo de direccióin bastante americanizada (inevitable no pensar en Seven de David Fincher o El Silencio de los Corderos de Jonatan Demme) Les Rivères Pourpres es claramente un giallo, con una estructura muy parecida a la de este tipo de cine. Asesino de incógnito al que hay que desenmascarar (aunque esté no utilice siempre armas blancas), policías duros y una resolución de tono conspiranoico sobre hermandades, genética y criminales ocultos, muy al estilo de El Gato de las 9 Colas de Dario Agento. Todo envuelto en una pátina de cine comercial que funciona la mayoría de las veces, pero que se atranca en contadas ocasiones debido a la obsesión de Kassovitz por dar empaque visual al producto.
Los Ríos de Color Púrpura es una entretenida película policaca, ni se le puede pedir más, ni ella lo da. Kassovitz dosofica la tensión del producto, sabe manejar los resortes del género de acción y da ritmo con una dirección nerviosa pero bastante cuidada en el aspecto técnico. No escatima movimientos de cámara, largos planos secuencia (estos ya los lucía con estilo en La Haine) o en meter referencias al cine de artes marciales o a los videojuegos de lucha como en al escena de Vincent Cassel con los skinhead. Consigue atmósfera con la amenazante arquitectura de la universidad, el uso de las luces y las sombras y sabe utilizar en favor de la historia los omnipresentes paisajes nevados. También nos regala alguna escena memorable, como la apertura con el travelling por el cadáver o la escena del asesino disparando a Niemans para más tarde lanzarle el arma.
El guión es considerablemente fiel al libro. Los cambios más importantes son el del personaje de Karim Abdouf, un ex delincuente de origen magrebí que se metía a policía y que aquí tiene el rostro de Vincet Cassel, cambiando la raza del rol con respecto a la novela, e incluso el nombre, que aquí es Max Kekerian. El otro es que el personaje de la madre de Judith Herault y el de la monja de clausura, que se unen en uno sólo, el de esta última, aunque su implicación en la historia (e incluso su presencia en eil film) están bien resueltas. El último es la resolución de la historia, que aquí es más abierta para dejar paso a una secuela, que finalmente llegó y de la que luego daré un par de apuntes. Algunos pasajes se eliminan y ciertos secundarios no muy relevantes desaparecen, pero como he comentado, el libreto se ciñe considerablemente al escrito y su esencia.
Los actores hacen un buen trabajo. Jean Reno es un excelente Pierre Niemans, da humanidad y fisicidad al personaje, pero el del libro era un poco más Harry Callahan, un policía de métodos mucho más violentos, obsesivo y expeditivo. Vincent Cassel se quita de encima el peso de emular al personaje escrito por Grangé, un perro callejero que se las sabe todas, amenazante y con un odio visceral hacia las clases acomodadas. De modo que el protagonista de El Odio o Mesrine, va a su bola y da vida a un personaje carismático, chulesco y hasta cómico en ocasiones. Nadia Fares tiene presencia y fuerza, pero su belleza a veces eclipsa sus dotes interpretativas, que son adecuadas, pero nada del otro mundo.
En el año 2004 llegó la secuela, Ríos de Color Púrpura 2: Los Ángeles del Apocalípsis, ya sin Mathieu Kassovitz en la dirección o el guión, sin basarse en novela alguna de Jean-Christophe Grangé y sin casi nada que ver con el anterior film. Esta vez el producto fue impulsado por Luc Besson, que hizo las veces de guionista y productor y la dirección recayó en su amigo Olivier Dahan, que años después saborería las mieles del éxito internacional con La Môme (La Vie en Rose), el biopic de la gran cantante francesa Edith Piaf protagonizado por una Marion Cotillard que se llevó el Oscar a la mejor actriz por su labor.
De la cinta original sólo repetía nuestro entrañable Juan Moreno, gran amigo de Luc Besson desde hace muchos años y su actor fetiche en films como Le Dernier Combat, El Gran Azul, Nikita o León: El Profesional. Esta vez al actor Benôit Magimel (La Pianista, Pequeñas Mentiras Sin Importancia) hizo las veces como acompañante de Niemans y entre los secundarios destacaban Christopher Lee y el cantante Johnny Hallyday, que sabe dios qué coño hacía por esos lares. A la secuela le dedicaré en breve una entrada, más por completismo que por otro motivo, ya que ni siquera la he visto aún y no hablan demasiado bien de ella.
Los Ríos de Color Púrpura es un producto entretenido e intrascendente al que le tengo especial cariño porque su dvd fue uno de los primeros que me compré en ese formato a principios de la década pasada. Lo he visto varias veces y me sigue pareciendo un film agradable en el que Kassovitz perdía su voz de denuncia social y su , poco definida pero notoria, personalidad autoral (aunque queden por el camino señas de identidad muy suyas como el retrato poco favorable hacia las fuerzas de la ley o su recelo hacia los neonazis) en favor de una espectacularidad vacua y artificiosa que culminó en su salto Hollywood con la entretenida pero floja Gothika y con la nefasta Babylon A.D. Una pena por este antiguo enfant terrible del cine del país vecino.
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