"Cuando yo era niña, encontramos a un hombre, parecía despedazado. Las viejas del pueblo se santiguaron y murmuraron cosas extrañas, cosas raras, "El Diablo cazador de hombres". Solo en los años en que hace mucho calor. Y este año es uno de ellos"
Un día como hoy de hace 34 años se estrenaba en Estados Unidos Predator, cinta dirigida por un semidesconocido director llamado John McTiernan y escrita por dos hermanos, Jim y John Thomas, que apuntaba a ser otro vehículo para el lucimiento del por aquel entonces pujante actor austriaco Arnold Schwarzenegger. Nada más alejado de la realidad. Aquella producción de 1987 se convirtió en una de las mejores cintas de acción y ciencia ficción de los 80 lanzando al estrellato a muchos de sus responsables. Con motivo de la efeméride hoy hacemos un repaso no sólo a la saga cinematográfica en solitario de los icónicos yautjas, también a los cómics inspirados en sus aventuras itergalácticas y por último incluimos una entrevista que ayudé a realizar a mi compañero y amigo Sergio Fernández Atienza a Fred Dekker, co guionista de The Predator (2018), última entrega de la franquicia, y director de piezas de culto de los 80 como El Terror Llama a Su Puerta (Night of the Creeps, 1986) y Una Pandilla Alucinante (The Moster Squad, 1987) o desastres como Robocop 3 (1993) ya desarrollados en los 90. De manera que coged vuestro armamento más pesado, embadurnaos de barro el cuerpo y preparaos, la cacería está apunto de comenzar
Depredador (1987)
Título Original Predator (1987)
Director John McTiernan
Guión Jim Thomas y John Thomas
Actores Arnold Schwarzenegger, Carl Weathers, Sonny Landham, Bill Duke, Elpidia Carrillo, Richard Chaves, Jesse Ventura, Shane Black, R.G. Armstrong, Kevin Peter Hall
Fue más o menos a mediados de la década pasada cuando el grueso de la prensa especializada internacional comenzó a considerar la importancia capital del director estadounidense John McTiernan como uno de los artesanos más sólidos y talentosos dentro del cine de acción conemporáneo. Curiosamente este hecho tuvo lugar cuando su carrera entró en declive con productos como el remake de Rollerball (2002) o la controvertida Basic (2003) y su vida personal se vio vapuleada por un rocambolesco caso de espionaje y escuchas en Holllywood que lo llevo a la cárcel. De esta manera muchos descreidos que nunca lo tuvieron en cuenta descubrieron que el nombre del responsable de El Guerrero Nº13 (1999) era vital para entender un género que en los 80 reinó en las pantallas cinematográficas y los videoclubs.
Una de las obras que sirvió para cimentar su carrera meteórica como cineasta al servicio de Hollywood fue sin lugar a dudas Predator, estrenada en 1987. Para John McTiernan suponía su segundo film como realizador y para Arnold Schwarzenegger una nueva colaboración con 20th Century Fox tras el éxito que supuso la anterior Commando (1985). El actor austriaco, los hermanos Jim y John Thomas, guionistas del film, y el productor Joel Silver (Arma Letal, Matrix) fueron los impulsores de una obra cinematográfica que con el paso de los años ha dejado de ser tildada como "una más de Schwazenegger" para pasar a ser una pieza de culto dentro del cine de los años 80 y uno de los proyectos más logrados para todos aquellos que se vieron implicados en su creación.
Depredador comienza como cualquier muestra de cine protagonizado por action heroes prototípocos del cine ochentero diseñada para el lucimiento del mismo Schwarzenegger o algunos de sus coetáneos como Sylvester Stallone, Jean Claude Van Damme o Dolph Lundgren y esa parece la intención de los hermanos Thomas al guion, pero con otros fines que pasaremos a comentar más tarde. En el arranque del largometraje asistimos a cómo un grupo de las Fuerzas Especiales del ejército estadounidense se adentra en una jungla centroamericana para rescatar a un ministro del gabinete presidencial. En el proceso veremos a una serie de aguerridos militares, máquinas de matar bien engrasadas, funcionando como un sólo y poderoso músculo, comandados por Dutch Schaeffer, el responsable de que este equipo de siete personas cumpla con su misión en el menor tiempo posible y con la mayor efectividad exigida.
En este tránsito, y si obviamos el prólogo con la nave espacial llegando a la Tierra, Predator no se diferencia demasiado de otros productos protagonizados por el ex gobernador de California como Ejecutor (Raw Deal, John Irvin, 1986)), o la ya mencionada Commando, de Mark L. Lester. El futuro director de La Jungla de Cristal (Die Hard, 1988)) se ocupa de ensamblar una buena pieza de cinematografía repleta de testosterona encadenando una secuencia potente tras otra, poniendo en boca de sus personajes, sobre todo del protagonista, frases lapidarias antes de eliminar a sus rivales y creando en todo momento pasajes para el lucimiento físico de un reparto de actores curtidos (la mayoría de ellos, porque el de Shane Black no era el caso) en interminables horas de gimnasio.
No es hasta que la criatura alienígena comienza a dar muestras de su peligrosa naturaleza que la pieza de cine de acción comienza a convertirse en una amalgama de relato de ciencia ficción y terror, con el John McTiernan realizador dejando paso al John McTiernan narrador. El tempo comienza a expandirse, los primeros síntomas de debilidades de los supuestamente indestructibles personajes protagonistas empiezan a aflorar cuando descubren que no se enfrentan a un enemigo humano y en ese mismo momento es cuando Depredador apuesta por deconstruir y desmitificar el género al que la primera mitad de su metraje se adscribe de manera presumiblemente clara. Cuando esos hombres entrenados "para cazar" se ven convertidos en "la presa" al enfrentarse a un ser de otro planeta, que decide asediarlos y utilizarlos como trofeos, el film de John McTiernan muestra sus verdaderas fauces.
Pero aunque el depredador alienígena, o yautja, consigue reducir a estos militares entrenados, que podrían haber salido de cualquier proyecto de la productora Cannon Films auspiciada por Menahem Golam y Yoram Globus, el film de los hermanos Thomas y Johm McTiernan no se queda en esa autocrítica conceptual, sino que en un intento por ir más allá crea por medio de la estructuralidad del guión paralelismos claros con la por aquel entonces no demasiado lejana guerra de Vietnam al exponer referencias cristalinas a aquel conflicto bélico con ese grupo de soldados estadounidenses viéndose sobrepasados por un enemigo conocedor del terreno como la palma de su mano y, aún viéndose superado en número, capaz de vencerles dejando en evidencia su prepotencia como equipo y carencias como supuestas máquinas de guerra.
También es de recibo destacar un reparto brutalmente cohesionado con actores que parecían nacidos para dar vida a sus papeles. Aunque personajes como los de Jesse Ventura, Carl Weathers, Sonny Landham o Shane Black (que acabó haciendo de actor secundario en la película cuando rechazó reescribir el guión de la misma, para no desvincularse del todo del proyecto) son estereotipos claros dentro del cine de acción (el gracioso, el impertérrito, el místico) están lo suficientemente perfilados y abordados convincentemente por sus intérpretes para que todas y cada una de sus muertes lleguen a impactar en el patio de butacas. Lo de Arnold Schwazenegger, al igual que en Terminator o Conan: El Bárbaro, era coser y cantar, ya que el rol estaba escrito expresamente para sus muy límitadas, pero físicas, aptitudes interpretativas dentro de un género como el thriller de acción.
Por último, nota aparte para el diseño del depredador a manos del mítico Stan Winston. El creador de la imagen del Terminator de James Cameron o los dinosaurios del Parque Jurásico de Steven Spielberg dio forma con esta criatura al monstruo alienígena cinematográfico favorito de un servidor y que en el presente largometraje fue interpretado por el tristemente fallecido actor Kevin Peter Hall. Su enorme corpulencia, equipo de supervivencia (brutal la imagen de la cura de la herida, en la que lo vemos por primera vez durante unos segundos de cuerpo entero) parafernalia tribal, rostro animal y voz inhumana le han convertido por derecho propio en uno de los iconos más reconocibles de la cultura pop con figuras de colección, cómics o videojuegos de todo tipo inspirados en él.
Depredador es una muestra del mejor cine de acción de los años 80 cuando paradójicamente una de sus misiones era despedazar los preceptos y lugares comunes que daban forma al mismo. John McTiernan consiguió introducirnos de lleno en aquella jungla centroamericana, haciéndonos sentir el calor sofocante, el olor a muerte y el peligro acechante mostrándonos al rey del celuloide de la era Reagan encontrar un rival cuyo físico dejaba en evidencia el suyo propio obligándolo a recurrir al instinto, la inteligencia y la cacería humana de naturaleza prehistórica o cavernaria para sobrevivir en un clímax final con el director de El Último Gran Héroe rodando algunos de los pasajes más bellos e icónicos de toda su carrera.
El éxito de Predator fue tan rotundo como para dar forma a dos secuelas, una muy reivindicable en 1990 a manos de Stephen Hopkins, otra meritoria auspiciada por Robert Rodríguez en 2010 y dos olvidables crossover con Alien, inspirados en los cómics de la editorial Dark Horse, a manos de Paul W. Anderson y los hermanos Colin y Greg Strause, respectivamente, que no merecen demasiado la pena. Lo próximo es que el mismo Shane Black, después de dar su negativa a formar parte del guión del film primigenio, se ponga al frente de la escritura y dirección de una nueva entrega protagonizada por estos visitantes intergalácticos que desde hace cientos de años, y sólo en los de más calor, vienen a nuestro planeta a buscar trofeos para en ocasiones encontrar rivales a la altura de su peculiar y descarnado concepto de la cacería.
Depredador 2 (1990)
Título Original Predator 2 (1990)
Director Stephen Hopkins
Guión Jim y John Thomas
Actores Danny Glover, Gary Busey, Rubén Blades, Maria Conchita Alonso, Bill Paxton, Robert Davi, Adam Baldwin, Kent McCord, Kevin Peter Hall, Calvin Lockhart, Elpidia Carrillo
Hubo una época, entre finales de los 80 y principios de los 90, en el que el único pensamiento de Hollywood no era abultar sus cuentas corrientes. Una época en la que el cine comercial de acción no miraba por encima del hombro al espectador. Una época en el que los productores no temían la pérdida de recaudación por poner una calificación R (para mayores de 18 años o menores acompañados de adultos) a sus largometrajes. Una época en la que una secuela no tenía que significar una copia milimétrica o hiperbolización de la primera entrega. Una época en la que los efectos especiales eran un complemento de la historia y no el núcleo central del apartado técnico de una obra cinematográfica por muy adscrita que estuviera a la ciencia ficción. Una película como Depredador 2 pertenece a esa época.
Tres años después del éxito de la soberbia primera entrega de Depredador, dirigida por John McTiernan y protagonizada por Arnold Schwarzennegger, la 20th Century Fox y Joel Silver volvieron a contratar lo servicios de lo hermanos Jim y John Thomas, guionistas y creadores del argumento de la cinta de 1987, para escribir una secuela de la que que el actor austriaco se desvinculó, ya que se había comprometido a rodar una nimiedad de poca importancia titulada Terminator 2: El Juicio Final, y con la ausencia añadida del cineasta de La Jungla de cristal (Die Hard). El lugar de este último lo ocuparía el realizador británico, de origen jamaicano, Stephen Hopkins, por aquel entonces sólo conocido por su implicación en la divertida y desinhibida Pesadilla en Elm Street 5: El Niño de los Sueños, cuarta secuela de las correrías oníricas de Freddy Krueger,
En su origen, Depredador 2 nació por el deseo de los hermanos Jim y John Thomas de ver interactuar al cazador intergaláctico de la primera entrega en un entorno urbano más reconocible para el espectador, por norma general ajeno a un terreno ten peculiar como la jungla centroamericana. Esta idea sirve de punto de partida a la cinta de Stephen Hopkins localizada en el verano de 1997, un futuro cercano con respecto al año 1990 del estreno del film, en una ciudad de Los Ángeles asediada por las bandas narcotraficantes latinaoamericanas (aquí el tufo un tanto xenófobo se atenúa ligeramente con el socorrido recurso de meter a un par de latinos entre los policías protagonistas) y la delincuencia callejera. Como recordamos las zonas en las que imperan el calor extremo y los ambientes bélicos son las elegidas por los yautjas para venir a nuestro planeta a practicar su deporte favorito, la caza humana.
Si el largometraje original de John McTiernan jugaba a la mixtura de géneros mostrándose durante su primera mitad como una cinta de acción ortodoxa al más puro estilo Schwarzenegger para más tarde convertirse en una producción de terror y ciencia ficción, aquí los hermanos Jim y John Thomas, a los que se suma Stephen Hopkins, hacen lo propio con las buddy movies en las que se había especializado el protagonista, Danny Glover, con su incursión en las dos primeras entregas de la saga Arma Letal (Lethal Weapon). De esa muestra de acción entre policías antagónicos que espetan bravuconadas y frases lapidarias al eliminar a los criminales pasamos a una muestra de sci-fi amalgamada con una horror movie que, por otro lado, nunca olvida su naturaleza de thriller con el director de Perdidos en el Espacio (1998) realizando algunos de los mejores pasajes técnicos de su carrera como cineasta.
Depredador 2 es una hija de su tiempo y lo afirmo en el mejor sentido de la palabra. Antes del boom de los efectos especiales generados por ordenador, sólo un año después se estrenaría la ya citada Terminator 2: El Juicio Final, esta secuela fue una de las últimas cintas de acción adscritas a las grandes productoras que apelaría la artesanía, los trucajes clásicos de cámara y superposición de imagen para definir la estética de su narración. Una visita del alienígena cazador de hombres a la ciudad californiana de Los Ángeles que hoy se ve como pieza de género impresionantemente bien realizada, envejeciendo mucho mejor que otros productos con una vida mucho más exigua y exponiendo en pantalla pasajes de una dureza, visceralidad y explicitud poco frecuentes en el seno del actual Hollywood.
Desde esa batalla campal en medio de las calles de Los Ángeles con las bandas de narcos enfrentándose a los policías, hasta la pelea final entre el personaje de Danny Glover y el depredador al que volvió a dar vida con una convicción fuera de toda duda el tristemente fallecido Kevin Peter Hall, Predator 2 está repleta de escenas de acción magníficamente rematadas, entregándose al exceso (el asalto al apartamento del capo del narcotráfico en el rascacielos, con la visita del yautja) cuando es necesario y apelando a la sutilidad (ese collar sobre el que caen gotas de sangre mientras se escuchan gritos desgarradores fuera de plano o la cabeza King Willie decapitada también en off) al solicitarlo la situación. Todo gracias al trabajo colaborativo de unos equipos técnico y artístico conocedores de su cometido para alumbrar una pieza de género que no defraudara a los seguidores de la saga y satisfaciera a todo tipo de espectador casual.
Bien es cierto que la intimidante presencia de Arnold Scwarzenegger se echa considerablemente de menos en esta secuela y por el contrario se hace presente la pérdida del factor sorpresa. Pero la elección de un magnífico reparto de secundarios de culto (Danny Glover, Rubén Blades, María Conchita Alonso, Gary Busey, Adam Baldwin, Bill Paxton, Robert Davi) y poner a un competente artesano en el género de acción (a reivindicar su magnífica e infravalorada Volar Por los Aires (1994), con Jeff Bridges y Tommy Lee Jones) como Stephen Hopkins a demostrar su talento en pasajes vibrantes y de tensión, alejarse de efectismos baratos y eludir sustentar su labor en un montaje videoclipero (ese no es el estilo del excelente editor Mark Goldblatt) hacen que esta secuela no desmerezca en absoluto a su predecesora y ofrezca entretenimiento en sesión continua a lo largo de sus poco menos de dos horas de metraje.
El ya mencionado enfrentamiento que abre el largometraje, el también comentado asalto al apartamento de estética maya, toda la secuencia del metro en la que Bill Paxton se convierte en el rey de la velada demostrando su personaje no ser sólo un bocazas, el asesinato de King Willie precedido del alienígena tomando forma mientras anda sobre un charco, el pasaje en el matadero convertido en uno los momentos más icónicos relacionados con la saga Predator (enorme Gary Busey en toda esta parte) la persecución de Harrigan y el yautja por las terrazas de los rascacielos o esa pelea final en la nave espacial con sorpresa incluida muestran a Stephen Hopkins como un ducho conocedor de los resortes adscritos al thriller de acción y ciencia ficción. Algo también aplicable al enorme equipo de profesionales (maquilladores, director de fotografía, iluminadores, diseñadores de producción) que cubren la espaldas al trabajo del cineasta, a día de hoy luciendo en pantalla con la misma fuerza del primer día.
Por otro lado los hermanos Jim y John Thomas querían contentar a los fans de la primera película y pusieron en bandeja a Stephen Hopkins, y al mítico creador de efectos especiales Stan Winston, nuevas ideas y apuntes sobre la personalidad de los cazadores intergalácticos para ir conociendo más de su código de honor y costumbres. A este yautja lo vemos perdonar la vida a una mujer por estar embarazada, a un niño por llevar un arma de juguete que para él no supone una amenaza, exponer en su sala de trofeos el cráneo de un xenomorfo (referencia al crossover con Alien nacido en los cómics y trasladado años después a la pantalla grande), utilizar un innovador botiquín para curar sus heridas y poner en uso nuevas armas como la lanza teledirigida o el frisbee inteligente. A todo esto se suma la revelación final con el grupo de cazadores confirmando por medio de una peculiar reliquia en forma de "trofeo" su presencia en nuestro planeta desde hace siglos.
Vista hoy, treinta y un años después de su puesta de largo internacional, Depredador 2 no ha perdido nada de su potencia. El tiempo no sólo la ha tratado muy bien, también la convertido en una producción capaz de dar clases de eficiencia a cientos de esos productos realizados en cadena de montaje asaltando nuestras carteleras una semana sí y otra no con su violencia inocua, naturaleza aséptica o estructura simplista y acomodaticia. Por desgracia ya casi no se hacen películas como esta secuela, en su época de estreno no muy alabada, pero pudiendo hoy día ser reivindicada y recuperada como una verdadera muestra de talento por parte de todos los que se implicaron en su complicada creación. Celuloide de videoclub y sesión golfa del que hace mucha falta en el actual cine comercial estadounidense
Predators (2010)
Título Original: Predators (2010)
Director: Nimrod Antal
Guión: Alex Litvak y Michael Linch
Actores: Adrien Brody, Topher Grace, Danny Trejo, Walton Goggins, Alice Braga, Oleg Taktarov, Mahershalalhashbaz Ali, Louiz Ozawa, Laurence Fishburne
En 1987 un John McTiernan en plena forma dirigió un film de ciencia ficción titulado Predator. Depredador aquí en España. Un largometraje escrito por los hermanos Jim y John Thomas y producido por Joel Silver sobre un comando de las Fuerzas Especiales del ejército estadounidense enviado por la CIA a una misión en la selva centroamericana. Allí se topaban con una criatura extraterrestre que les daba caza uno por uno. La cinta fue un éxito, un vehículo para el lucimiento del austriaco Arnold Schwarzenegger y una interesante metáfora sobre la guerra del Vietnam. El diseño del monstruo, el mejor que un servidor ha visto en la historia del cine, corrió a cargo del gran Stan Winston.
En 1990 llegó la secuela, Predator 2, también escrita por los hermanos Jim y John Thomas y producida por Joel Silver, pero esta vez realizada con bastante mala baba por el británico Stephen Hopkins. Esta segunda parte no tiene tan buena fama, pero a un servidor le parece un producto a la altura de la anterior entrega. Con una trama situada en la ciudad de Los Ángeles y un reparto magnífico de secundarios de lujo (Danny Glover, Bill Paxton, Gary Busey, Ruben Blades, María Conchita Alonso) la cinta era más brutal que la primera y nos daba apuntes sobre las costumbres y orígenes de las criaturas alienígenas, también conocidas como yautjas.
Años más tarde, en 2004, llegó la inesperada hecatombe. Inspirándose en los famosos cómics de la editorial Dark Horse el muy irregular director británico Paul W. Anderson, del que un servidor sólo salva las magníficas Horizonte Final (1997) y Soldier (1998), dirigió un entretenido despropósito llamado Alien vs. Predator que mezclaba las dos famosas sagas de la 20th Century Fox. Más tarde todo empeoró con su secuela, Alien vs. Predator, Requiem, dirigida por los hermanos Greg y Colin Strause. El engañoso trailer mostraba como prometedor lo que finalmente acabó siendo un enorme desastre sin muchos paliativos.
En 2010, con producción de Robert Rodriguez junto a su ex mujer, Elizabeth Avellán y dirigida por el húngaro Nimrod Antal (Kontroll, Vacancy. Metallica: Trough the Never) llegó Predators y con ella la primera secuela digna después de los dos primeros largometrajes estrenados en 1987 y 1990 respectivamente. El proyecto, siendo una simple y típica cinta de acción y ciencia ficción, acierta en su cometido al alimentarse directamente de la primera película, la primigenia de John McTiernan, sirviendo casi como una reformulación de aquella con prácticamente las mismas constantes visuales y planteamientos argumentales, aunque a años luz de distancia en cuanto a calidad.
La trama se sitúa en un planeta usado por los yautjas como coto de caza. Allí llegan, sin saber cómo ni por qué, un grupo de personas formado por mercenarios, militares, criminales y convictos. Ellos servirán como carnaza para los alienígenas, que volverán a utilizarlos como presas en su atípica concepción de la cacería, convirtiendo la supervivencia en su única misión. Gracias a esta premisa los autores del largometraje se permiten introducir todo tipo de variantes de los depredadores originales, desde una especie de perros a otros más grandes y poderosos que los normales. Todo ello con el único fin de entretener al espectador y sobre todo al fan habitual del microcosmos ficcional adscrito a dichos personajes, extendiéndolo y enriqueciéndolo.
Predators cumple con todos los tópicos de este tipo de cine. Actores famosos haciendo personajes planos, escenas de lucha bastante brutas desembocando en cierta casquería o armamento a lo bestia utilizado por los humanos para intentar acabar con las criaturas mientras estas no se inmutan en la mayor parte de las ocasiones. Más no se le pide y como es lógico no lo ofrece, ni es su misión hacerlo. De modo que aquellos que se rasgan las vestiduras afirmando no tener el nivel de las dos primeras entregas desde mi punto de vista no quieren ver la evidencia, que hablamos de una producción muy digna y satisfactoria si tenemos en cuenta su referentes, los que nunca serán igualados por mucho que la franquicia se extienda en el tiempo,
Robert Rodriguez y Elizabeth Avellán han tomado buena nota, se han alejado de los dos prescindibles crossover con Alien y han sacado una secuela de manual. Nimrod Antal se pone detrás de la cámara y construye una puesta en escena tan impersonal como competente para un producto de esta envergadura. Los actores lucen sempiterna cara de enfado y disparan sus armas cada dos minutos. Todos ellos encabezados por un Adrien Brody luciendo horas de gimnasio y entre los que encontramos a Danny Trejo haciendo de Danny Trejo, Laurence Fishburne el ridículo como nunca en su vida y alguna cara conocida más como Walton Goggins (The Shield). Topher Grace (Spider-Man 3) o Alice Braga (Ciudad de Dios)
Predators es una entretenida y fruiciosa cinta de evasión que sabe aprovechar el material de base que le sirve de inspiración. Un divertimento bruto y tonto, deudor de la primera cinta de de Depredador, que reniega en casi todo momento de los efectos digitales y por ello rezuma un olor a genuino cine comercial de finales de los 80 y principios de los 90 al que es difícil resistirse y no sólo por nostalgia, sino por sus competentes resultados audiovisuales. Un digna secuela de las cintas originales de John McTiernan y Stephen Hopkins para echar un buen rato en una tarde haciendo una maratón con las tres propuestas. Si alguien busca algo más no tiene nada que hacer aquí, avisado queda de antemano.
En 1990 llegó la secuela, Predator 2, también escrita por los hermanos Jim y John Thomas y producida por Joel Silver, pero esta vez realizada con bastante mala baba por el británico Stephen Hopkins. Esta segunda parte no tiene tan buena fama, pero a un servidor le parece un producto a la altura de la anterior entrega. Con una trama situada en la ciudad de Los Ángeles y un reparto magnífico de secundarios de lujo (Danny Glover, Bill Paxton, Gary Busey, Ruben Blades, María Conchita Alonso) la cinta era más brutal que la primera y nos daba apuntes sobre las costumbres y orígenes de las criaturas alienígenas, también conocidas como yautjas.
Años más tarde, en 2004, llegó la inesperada hecatombe. Inspirándose en los famosos cómics de la editorial Dark Horse el muy irregular director británico Paul W. Anderson, del que un servidor sólo salva las magníficas Horizonte Final (1997) y Soldier (1998), dirigió un entretenido despropósito llamado Alien vs. Predator que mezclaba las dos famosas sagas de la 20th Century Fox. Más tarde todo empeoró con su secuela, Alien vs. Predator, Requiem, dirigida por los hermanos Greg y Colin Strause. El engañoso trailer mostraba como prometedor lo que finalmente acabó siendo un enorme desastre sin muchos paliativos.
En 2010, con producción de Robert Rodriguez junto a su ex mujer, Elizabeth Avellán y dirigida por el húngaro Nimrod Antal (Kontroll, Vacancy. Metallica: Trough the Never) llegó Predators y con ella la primera secuela digna después de los dos primeros largometrajes estrenados en 1987 y 1990 respectivamente. El proyecto, siendo una simple y típica cinta de acción y ciencia ficción, acierta en su cometido al alimentarse directamente de la primera película, la primigenia de John McTiernan, sirviendo casi como una reformulación de aquella con prácticamente las mismas constantes visuales y planteamientos argumentales, aunque a años luz de distancia en cuanto a calidad.
La trama se sitúa en un planeta usado por los yautjas como coto de caza. Allí llegan, sin saber cómo ni por qué, un grupo de personas formado por mercenarios, militares, criminales y convictos. Ellos servirán como carnaza para los alienígenas, que volverán a utilizarlos como presas en su atípica concepción de la cacería, convirtiendo la supervivencia en su única misión. Gracias a esta premisa los autores del largometraje se permiten introducir todo tipo de variantes de los depredadores originales, desde una especie de perros a otros más grandes y poderosos que los normales. Todo ello con el único fin de entretener al espectador y sobre todo al fan habitual del microcosmos ficcional adscrito a dichos personajes, extendiéndolo y enriqueciéndolo.
Predators cumple con todos los tópicos de este tipo de cine. Actores famosos haciendo personajes planos, escenas de lucha bastante brutas desembocando en cierta casquería o armamento a lo bestia utilizado por los humanos para intentar acabar con las criaturas mientras estas no se inmutan en la mayor parte de las ocasiones. Más no se le pide y como es lógico no lo ofrece, ni es su misión hacerlo. De modo que aquellos que se rasgan las vestiduras afirmando no tener el nivel de las dos primeras entregas desde mi punto de vista no quieren ver la evidencia, que hablamos de una producción muy digna y satisfactoria si tenemos en cuenta su referentes, los que nunca serán igualados por mucho que la franquicia se extienda en el tiempo,
Robert Rodriguez y Elizabeth Avellán han tomado buena nota, se han alejado de los dos prescindibles crossover con Alien y han sacado una secuela de manual. Nimrod Antal se pone detrás de la cámara y construye una puesta en escena tan impersonal como competente para un producto de esta envergadura. Los actores lucen sempiterna cara de enfado y disparan sus armas cada dos minutos. Todos ellos encabezados por un Adrien Brody luciendo horas de gimnasio y entre los que encontramos a Danny Trejo haciendo de Danny Trejo, Laurence Fishburne el ridículo como nunca en su vida y alguna cara conocida más como Walton Goggins (The Shield). Topher Grace (Spider-Man 3) o Alice Braga (Ciudad de Dios)
Predators es una entretenida y fruiciosa cinta de evasión que sabe aprovechar el material de base que le sirve de inspiración. Un divertimento bruto y tonto, deudor de la primera cinta de de Depredador, que reniega en casi todo momento de los efectos digitales y por ello rezuma un olor a genuino cine comercial de finales de los 80 y principios de los 90 al que es difícil resistirse y no sólo por nostalgia, sino por sus competentes resultados audiovisuales. Un digna secuela de las cintas originales de John McTiernan y Stephen Hopkins para echar un buen rato en una tarde haciendo una maratón con las tres propuestas. Si alguien busca algo más no tiene nada que hacer aquí, avisado queda de antemano.
Predator (2018)
Tíitulo Original The Predator (2018)
Director Shane Black
Guión Fred Dekker y Shane Black, basado en personajes de John y Jim Thomas
Reparto Boyd Holbrook, Olivia Munn, Trevante Rhodes, Sterling K. Brown, Jacob Tremblay, Jake Busey, Yvonne Strahovski, Thomas Jane, Keegan-Michael Key, Kyle Strauts, Alfie Allen, Niall Matter, Paul Lazenby, Crystal Mudry, Devielle Johnson, Augusto Aguilera, Andrew Jenkins, Dean Redman, Rhys Williams, Steve Wilder
Desde que su primera película debutara en 1987 con un rotundo éxito de taquilla y aspiraciones de convertirse en una obra de culto dentro del cine de acción y ciencia ficción contemporáneo la saga Predator ha extendido su microcosmos por medio de secuelas, croossovers, cómics, videojuegos y todo tipo de figuras de coleccionismo. Centrándonos sólamente en su faceta cinematográfica, tras el film primigenio escrito por los hermanos Jim y John Thomas, dirigido por John McTiernan y protagonizado por Arnold Schwazenegger, llegó tres años después una dignísima secuela con Stephen Hopkins detrás de las cámaras y Danny Glover encabezando un memorable reparto de secundarios entre los que reconocíamos a Bill Paxton, Rubén Blades, Gary Busey o María Conchita Alonso. La trama abandonaba ya la jungla centroamericana y tomaba como localización una ciudad de Los Ángeles convertida en un hervidero de violencia entre policías y pandilleros narcotraficantes.
La pasada década, cuando habían transcurrido catorce años de la última aventura de los cazadores intergalácticos, el director británico Paul W. Anderson fue contratado por 20th Century Fox para resucitar la franquicia, junto a la de Alien, dirigiendo una adaptación muy libre de los cómics Alien vs. Predator publicados por la editorial independiente Dark Horse. El resultado, mediocre, tuvo el suficiente éxito como para dar lugar a una secuela, Alien vs: Predator: Requiem, cuyo engañoso trailer vendía una interesante película de acción y ciencia ficción salvaje que no era tal. Ya en 2010 el cineasta Robert Rodríguez, en su faceta de productor, se encargó de retomar las correrías en solitario de los Predators con la película homónima, un film tan entretenido como intrascendente que tampoco consiguió insuflar nueva vida a la creación cinematográfica ideada en su origen por los hermanos Jim y John Thomas a pesar de contar con bastantes medios y un reparto con Adrien Brody, Danny Trejo y Laurence Fishburne.
Ya en 2014 un Shane Black recién salido de su exitosa y controvertida aventura en Marvel Studios con la polémica Iron Man 3 fue asignado para dirigir un nuevo intento por relanzar la saga y para ello contó con la colaboración en el guion de su viejo amigo Fred Dekker, con el que colaboró en la entrañable Una Pandilla Alucinante (Monster Squad) allá por los lejanos 80. Sin contar la tercera entrega protagonizada por el alter ego superheróico de Tony Stark, Black venía de rodar dos cintas muy bien recibidas, al menos por parte de la prensa especializada y el fandom, como Kiss Kiss Bang Bang (2005) y Dos Buenos Tipos (The Nice Guys, 2016) parodiando con ellas el subgénero buddy movie que le dio fama como guionista con piezas como Arma Letal o El Último Boy Scout y al que ya sacó punta con la infravalorada y reivindicable El Último Gran Héroe (Last Action Hero). Además Black ya era un viejo conocido de la franquicia, interpretó a Hawkins en el largometraje de 1987 y estuvo a punto de colaborar en su escritura.
Por este y otros motivos los fans esperábamos mucho de The Predator, pero por desgracia lo que nos han ofrecido es un desastre mayúsculo. Hace unos meses se hizo público que la 20th Century Fox mandó rodar numerosos reshoots para “mejorar el film” y conociendo los habituales encontronazos de Shane Black con la industria aquello no transmitía buenas sensaciones. Una vez estrenada internacionalmente, acompañada de alguna que otra polémica, todos los malos augurios que podían habernos pasado por la cabeza se materializaron uno a uno a lo largo de los 102 minutos de metraje que dura la película. En el resto de la entrada nos adentraremos en los incontables fallos que convierten The Predator en un fracaso casi total y trataremos de dilucidar por qué los responsables del proyecto han dado como bueno semejante disparate sin pies ni cabeza cuya única misión parece ser querer hundir la saga en la inmundicia de manera intencionada.
Después de un arranque prometedor, aunque ya con alguna estridencia fuera de lugar, The Predator se convierte en una “película frankenstein” sin una intención clara con respecto a lo que quiere ser. Un guion eludiendo todo tipo de evolución narrativa, un montaje calamitoso en el que se dejan notar los cortes mal ejecutados y los reshoots peor insertados (atentos el continuo aparecer y desaparecer de la peluca de Boyd Holbrook) personajes antojándose parodias de los que tan divertidamente suele escribir Shane Black y un quebradizo desequilibrio entre humor y acción hunden irremisiblemente la última entrega de la "saga yautja”. El desastre se materializa bien pronto en pantalla cuando en los primeros compases de la obra la arbitrariedad, la inconsistencia argumental y los disparates dispuestos en fila india invaden la proyección dejando en el espectador la impresión de que, o bien la productora intercedió de manera abrupta en el trabajo del director y su co guionista, o estos no tenían en ningún momento las aptitudes adecuadas para realizar una buena entrega de la franquicia.
Hay una cinta de la saga Predator debajo de la película homónima y también una de Shane Black con todo su sentido de la parodia hacia un género conocido por él tras años escribiéndolo y dirigiéndolo. Encontramos apuntes de la violencia explícita y el salvajismo gore adscrito a la franquicia intentando amalgamar en las secuencias más dinámicas un tono de thriller y ciencia ficción. También hay una intencionalidad paródica inyectada en la trama mediante el grupo de personajes formado por soldados trastornados mentalmente, identificable con la impronta habitual del guionista y director detrás del proyecto. Pero todo lo planteado está expuesto de manera incongruente, tosca, sin un sentido lógico de la secuencialidad, como si alguien desde las sombras quisiera sabotear todo el planteamiento inicial sin que las distintas vertientes genéricas que habitan en Predator puedan convivir armónicamente y por el contrario se encuentren continuamente chocando la una contra la otra.
La acción y la ciencia ficción o los apuntes de terror de los dos primeros films de la saga brillan por su ausencia, no cubren los mínimos exigibles por culpa de un desaprovechamiento casi total de las criaturas diseñadas por el mítico y añorado Stan Winston. No hay casi ningún tipo de interés por seguir indagando en el microcosmos o el ritualismo y la parafernalia relacionada con los predators. Aquí la única idea es que los dos alienígenas presentes en el film (después de haber visitado un planeta con decenas de ellos en pantalla durante Predators esta pareja sabe a muy poco) protagonicen contadas secuencias donde podamos ver muestras de su brutalidad y poco más. Para colmo el mayor aliciente con respecto a esta vertiente de la obra, el “Ultimate Predator”, ha sido diseñado con unos CGI muy cuestionables menoscabando alarmantemente su presencia en el metraje. Porque por muy bestial que Shane Black quiera mostrárnoslo su pobre trazo en ningún momento nos hace olvidar su endeble y paupérrima naturaleza digital.
En lo referente al humor el resultado no es mucho más exitoso al venirnos dos preocupantes ideas a la cabeza a la hora de analizar la faceta “gamberra” de The Predator. Pudiera ser que la intención de Shane Black y Fred Dekker fuera rodar una parodia de la franquicia, una Starship Troopers buscando hacer escarnio con los preceptos establecidos por las anteriores tres entregas, en ocasiones llegando a conseguirlo, y 20th Century Fox respondiera con una negativa, ordenando realizar cambios a lo largo y ancho de todo el proyecto por medio de los consabidos reshoots. Pero también es cierto que los personajes cómicos introducidos en la trama, básicamente todos, se antojan malas copias de los previamente vistos en films como El Último Boy Scout, Kiss Kiss Bang Bang o Dos Buenos Tipos, sin apenas gracia y apelando a una comicidad infantil y escatológica sólo efectiva en muy contadas ocasiones. Con respecto al machismo vergonzante con el que está abordado, ya desde la escritura, un rol como el de Olivia Munn otro día podríamos dedicarle una entrada tan o más extensa que la presente.
El éxito de The Predator hubiera supuesto muchas cosas buenas tanto para sus precursores como para los fans de la saga. Podría haber revitalizado la carrera de un tipo talentoso como Fred Dekker que después de rodar piezas entrañables como El Terror Llama a Su Puerta (Night of the Creeps, 1986) o la ya citada Una Pandilla Alucinante (Monster Squad, 1987) hundió su carrera al aceptar en aquel caramelo envenenado llamado Robocop 3. Habría reconciliado a Shane Black con el fandom, en gran parte molesto por su Iron Man 3, pero ahora ha conseguido enfadar a los seguidores de dos universos ficcionales a la vez, todo un mérito por su parte. También hubiera supuesto la resurrección perfecta para un microcosmos extenso, rico y en muchos sentidos todavía fértil para acercarlo a las nuevas generaciones. Por desgracia el resultado ha sido un despropósito con un par de secuencias funcionales de acción y humor aisladas rodeadas por poco más de hora y media de disparates en fondo y forma que, lamentablemente, mantendrán alejados durante otros cuantos años a estos depredadores de nuestra órbita cinematográfica.
La Saga Predator en los Cómics
Al igual que sucedería con otras franquicias adscritas a la cinematografía comercial americana de los 80 y 90, una vez la editorial independiente Dark Horse se hizo con los derechos de Predator decidió explotar la licencia desde bien pronto diseñando todo tipo de series con las que extender el microcosmos nacido en pantalla grande a manos de los hermanos Jim y Jon Thomas, el productor Joel Silver, el director John McTiernan y el actor Arnold Schwarzenegger. Todas estas historias, o la mayoría de ellas, se adscribieron con exceso de celo a los planteamientos del film primigenio de 1987, sin añadir demasiadas novedades y redundando en los parámetros establecidos por aquella producción convertida desde hace años en una obra de culto dentro de géneros como la acción, la ciencia ficción o el terror.
La primera miniserie de cuatro números se publicó meses antes del estreno de la reivindicable e infravalorada Depredador 2, pero curiosamente guarda varios puntos en común con ella. Predator: Concrete Jungle cuenta con guión de Mark Verheiden y dibujo compartido por Chris Warner y Ron Randall. Tomando como protagonista al detective John Schaefer, hermano del Mayor Alan “Dutch” Schaefer interpretado por Arnold Schwarzenegger, y a su compañero la trama sitúa la acción en New York, aunque en uno de los números volvemos a la jungla. Se ofrece un producto digno, bien narrado y acompañado por un dibujo a cuatro manos muy hijo de su época, pero adecuado para la historia plantada.
Tras el éxito de Predator: Concrete Jungle Dark Horse siguió exprimiendo su recién nacida gallina de los huevos de oro con el número unitario Predator: Gods Truth y en él haría por primera vez acto de presencia e guionista John Arcudi (AIDP), otra de esas personalidades que volvería con regularidad al universo secuencial de los depredadores. Mientras tanto el dibujante Rob Walton extrapolaba sus ideas al papel competentemente. Publicado en blanco y negro dentro de la serie Dark Horse Presents y tomando como núcleo central los pantanos de Florida ambos autores comienzan a asentar las señas de identidad de la franquicia en viñetas protagonizada por los letales yautjas.
La siguiente miniserie se ocupó de trasladar Depredador 2 a las viñetas. Con guión de Franz Henkel y dibujo de Dan Barry, autor vinculado con posterioridad a las distintas colecciones con los yautjas como núcleo central, la adaptación del largometraje dirigido por Stephen Hopkins, escrito por los hermanos Jon y Jim Thomas y protagonizado por Danny Glover, es considerablemente fiel al mismo, sólo añadiendo algún recurso narrativo, como una innecesaria voz en off que remarca obviedades. En lo referente al apartado gráfico la luminosidad con la que Barry aborda su labor se encuentra en las antípodas de la oscuridad siniestra y urbana desplegada en el film de 1990, tomando un tono más cartoonesco poco recomendable para el relato expuesto desde la escritura.
Predator: Big Game sería el siguiente arco de cuatro números. Del guión se ocupó de nuevo John Arcudi y del dibujo se responsabilizó Evan Dorkin. Mientras la historia trata de trasladar el microcosmos yautja a la cultura de los indios navajos creando atractivos paralelismos entre los instintos depredadores de estos y los alienígenas la insufrible y aberrante labor con los lápices destruye cualquier posible virtud de la miniserie. Se antoja demencial que en Dark Horse dieran el visto bueno a un apartado artístico impropio hasta del fanzine más abyecto con un desconocimiento total de anatomía, secuencialidad o narración. Para colmo las excelentes portadas a manos de Chris Warner hacen más explícito todavía el contraste.
El equipo formado por Mark Verheiden y Ron Randall, esta vez con la ausencia de Chris Warner, volvió para dar continuación a Predator: Concrete Jungle con Predator: Cold War. Con el el detective John Schafer de nuevo como protagonista, pero esta vez localizando la acción en la tundra siberiana y con un grupo de soldados rusos comandados por una sosias de Brigitte Nielsen, nos encontramos con uno de los mejores cómics de todos los publicados relacionados con los yautjas. El guión de Verheiden es tan sencillo como efectivo y Ron Randall muestra su mejor cara diseñando unos predators brutales e intimidantes sabiendo, desde la primera página, trasladar a imágenes las ideas narrativas expuestas por su compañero de trabajo.
Dan Barry y Chris Warner se ocuparon de la siguiente serie, Predator: The Bloody Sands Of Time, y con ella también podemos hablar de una de las mejores muestras de lo que Dark Horse pudo llegar a hacer con los personajes de los hermanos Thomas. Une excelente guion mostrando los estragos personales y materiales producidos por los conflictos bélicos haciendo paralelismos muy interesantes entre la Primera Guerra Mundial o la de Vietnam y una subtrama localizada en la jungla nicaragüense por medio de la presencia de las yautjas o una excelente labor a cuatro manos con el apartado gráfico entre Chris Warner y el mismo Dan Barry ofrecen en sólo dos números uno de los relatos más sólidos, interesantes y atractivos dentro de este microcosmos ficcional.
Predator: Rite of Passage, de Ian Edginton y Rick Leonardi, y Predator: The Pride at Nghasa, de Chuck Dixon y Enrique Alcatena son dos historias cortas publicadas originalmente en la serie Dark Horse Comics y posteriormente recopiladas en un tomo titulado Predator: Jungle Tales. La primera miniserie está protagonizada por un masai recordando cómo se enfrentó a un yautja durante su ritual de iniciación como guerrero. La segunda está localizada en Kenia, en el verano de 1936 con un grupo de trabajadores de un ferrocarril sufriendo el ataque de los alienígenas. Ambas historias recurren a localizaciones africanas para contextualizar sus relatos y el resultado en ambos casos es bastante digno, aunque el dibujo sigue siendo la asignatura pendiente.
Una cultura con unos códigos de honor tan estrictos como la nipona en lo referido a sus guerreros (samuráis, ninjas, la mafia yakuza) no podía pasar desapercibida a los yautjas. Escrita por Neal Barrett, Jr. e ilustrada por Leo Duranona Predator: Blood Feud condensa en cuatro entregas el combate entre un anciano predator y el descendiente de un guerrero con el que este se enfrentó en los tiempos del Japón Feudal, poseyendo la peculiaridad de ser invidente. Referencias al mítico Zatoichi, a cómics como Ronin, de Frank Miller y Lynn Varley, en el encomiable apartado gráfico y la sana intención de extender el universo de los personajes se dan la mano en un muy competente arco argumental merecedor de ser recuperado. Muy por encima de otros con mucha más fama y peores resultados.
Con Predator: Race War llegamos a la mejor miniserie de cuantas ha publicado Dark Horse con los personajes que nos ocupan. Con un argumento escrito a cuatro manos entre el novelista Andrew Vachss y el guionista Randy Stradley la historia planteada en estos cinco números abordando temas como la xenofobia, el abuso de menores o la brutalidad policial permiten al microcosmos en viñetas de los predator alcanzar sus mayores cotas de calidad y madurez. Por primera vez en una serie de los yautjas el dibujo, a manos de un superlativo Jordan Raskin, es consecuente con la visceralidad del libreto ofreciendo algunos pasajes de violencia explícita sencillamente bestiales. Ni siquiera el cambio de ilustrador en los dos últimos números, un competente Lauchland Pelle cuyo trazo se encuentra las antípodas del de Raskin, menoscaba el resultado de una excelente pieza como esta.
Predator: Bad Blood es una serie formada por una historia corta y cuatro entregas posteriores centrada en los yautjas “mala sangre” o lo que es lo mismo, predators que operan fuera de los códigos propios de los de su especie, asesinando de manera indiscriminada sin ceñirse a las reglas de cacería. Un Evan Dorkin bastante sólido al guión y un Derek Thompson muy suelto a la hora de dibujar a los alienígenas, no tanto con el diseño de los seres humanos, ahondan con inteligencia en esta variante de los cazadores intergalácticos para ofrecer cierta pátina de originalidad al planteamiento argumental de la miniserie. El resultado es eficiente y muchas de las ideas aquí planteadas llegaron a tener repercusión en algunas de las adaptaciones cinematográficas, no sin controversia, como la Predators de 2010.
Predator: Blood on Two-Witch Mesa, de Terry LaBan y Howard Cobb, es una continuación de Predator: Big Game, recuperando a su protagonista, Enoch Nakai, y volviendo a terrenos de los indios navajo. La historia guarda varios paralelismos con la anterior entrega y aprovecha más su punto de partida que aquella. Pero donde esta secuela deja en evidencia a su predecesora es en el apartado artístico. Mientras Evan Dorkin ejecutaba el peor dibujo jamás visto en un cómic de Predator Howard Cobb eleva el nivel con una profesionalidad intachable, no ofreciendo unas planchas memorables, pero sí manteniendo un mínimo de calidad sin caer en la vergüenza ajena, como sí pasó con su coetáneo.
Tres números componen Predator: The Hunted City, miniserie de Charles Moore, D. Alexander Gregory y Scott Fischer cuya acción tiene lugar en la New York de 1940 con una trama en la que se ven implicados mafiosos, policías y periodistas sensacionalistas de la época. Una vez más nos encontramos con un cómic localizado en una etapa muy determinada de la historia reciente de Estados Unidos para transmitir la sensación de omnipresencia por parte de los yautjas, siempre presentes en las épocas de mayor conflicto bélico. La mixtura entre ciencia ficción, terror y relato noir ofrece buenos resultados en un trabajo que se sigue con interés, sin marcar un antes y un después en la colección, pero sí aportando conceptos interesantes y atractivos.
Predator: Invaders from the Fourth Dimension, Predator: 1718 y Predator: Strange Roux son tres one shots publicados bajo el nombre de la creación de John y Jim Thomas. El primero es un delicioso homenaje a la Serie B, los autocines, el formato 3D y las monster movies clásicas. Con un tono humorístico y paródico por parte del guión de Jerry Prosser y un apartado gráfico intencionadamente clasicista a manos de Jim Somerville la ligereza y diversión están aseguradas con estos Invasores de la Cuarta Dimensión. Predator 718 se adscribe directamente al canon cinematográfico de la franquicia ya que en sus escasas páginas, excelentemente planteadas por el guionista Henry Gilroy y un notable Igor Kordey en las antípodas de su colaboración en Nuevos X-Men, dan origen al arma que uno de los yautjas ofrecía al personaje de Mike Harrigan, interpretado por Danny Glover en Depredador 2, confimando la presencia de dichas criaturas en nuestro planeta desde hace siglos. Predator: Stranger Roux tiene lugar en Bayou Laforche, los pantanos de Louisiana, y aún siendo el menos redondo de estos números unitarios tanto Brian McDonald como Mitch Byrd acometen decentemente sus responsabilidades.
El equipo creativo formado por Mark Verheiden y Ron Randall, que tan buenos ratos nos hizo pasar con Concrete Jungle y Cold War, vuelve por tercera vez con Predator: Dark River. Una nueva serie de cuatro números en la que volvemos a seguir los pasos de John Schaefer dirigiéndose a la jungla centroamericana en la que su hermano Dutch se enfrentó a un yautja, hechos narrados en el primer largometraje de 1987. Una vez más la dupla ofrece un trabajo ameno y divertido, de trazo potente, hundiendo sus raíces en el cine de acción de los 80 y 90 que dio forma a piezas como Depredador 1 y 2, depositando numerosas referencias a las anteriores miniseries y a los ya citados films, así como aportando las justas dosis de truculencia, dinamismo y fanservice para dejar satisfecho, más al seguidor habitual que al lector ocasional.
Predator: Kindred, entrega escrita por dos guionistas, Jason R. Lamb y Scott Tolson, y dibujada por otra pareja de ilustradores, Brian O’Connell y Roger Petersom, con un pueblo del noroeste de Estados Unidos como telón de fondo y un punto de partida ya algo manoseado en la colección como el de un yautja volviendo a un lugar determinado de nuestro planeta donde combatió con un ser humano convertido en un digno rival y con la intención de cobrar venganza con el más destacado de sus descendientes, Simplemente aceptable. Predator: No Beast So Fierce del veterano Mike W. Barr y Scott Kolins llegó poco después a modo de historia de un solo número en blanco y negro con una millonaria viuda contratando los servicios de unos cazadores para eliminar al enorme tigre que asesinó a su marido y viéndoselas también con el predator de turno.
Predator: Hell & Hot Water contaba con guión de Mark Schultz y dibujo de uno de los más grandes de la historia del medio, el tristemente desaparecido Gene Colan. La acción se sitúa bajo el mar lo que da lugar a la primera aventura submarina de los personajes diseñados en su origen por Stan Winston. El argumento es más bien exiguo, pero apela en todo momento al entretenimiento. En cuanto al apartado gráfico llama la atención que un Gene Colan en horas bajas sea capaz de ejecutar mejor trabajo que el 99,9% de los dibujantes que han pasado por las series de Predator.
Predator: Primal con Kevin J. Anderson y Scott Kolins acontece en Alaska y tiene como protagonista al predator de turno llegando a nuestro planeta y teniendo que enfrentarse a una curtida guardabosques y un peligroso oso grizzly. Casi paralelo se publicó en un solo número Predator: Bump in the Night, de Duncan Rouleau y Steven Seagle, relatando cómo un grupo de tres niños pasando la noche en las afueras con intención de acampar y contar historias de terror acaban encontrándose con uno de nuestros amigos de otra galaxia. Por último, aquel mismo año Predator: Nemesis, con argumento de Gordon Rennie y dibujo, tinta y color de Colin MacNeil nos llevaba al Londres de finales del siglo XIX con los asesinatos de Jack el Destripador como contexto espaciotemporal. Dos productos en cierta manera originales dentro de este listado de obras.
La Guerra civil americana no podía faltar en este microcosmos ficcional y Predator: Hell Come a Walkin’, de Nancy A. Collins y Dean Ormston, localiza a los yautjas en plena batalla entre unionistas y confederados viéndose estos en la tesitura de aunar fuerzas contra un enemigo procedente de otro mundo. Predator: Captive, cuya responsabilidad recaía en Gordon Rennie y, de nuevo, Dean Ormston, fue un one shot en el que un multimillonario, Tyler Stern, consigue su propio yautja construyéndole incluso una biosfera en la que pueda establecerse y con ello estudiar su peculiar naturaleza. Predator: Demon’s Goldm con letra del veterano Ron Marz y trazo, originalmente en blanco y negro, de Claudio Castellini, es una de las joyas dentro de la vida editorial de predator. Contando una historia mínima harto interesante con el expolio llevado a cabo por los nazis como núcleo argumental, rematado por un trazo exquisito y elegante en grado sumo.
Tras Predator: Homeworld, Jim Vance, Kate Worley y Toby Cypress, con una naturalista y un ex fotógrafo de guerra viéndose las caras con un yautja venido a la Tierra para cazar a tres renegados de su misma especie y Predator: Xenogenesis, de Ian Edginton y Mel Rubi, aparte de un crossover que volvía a unir a los cazadores interplanetarios con los xenomorfos más peligrosos de la galaxia, las aventuras en solitario de los predators se tomaron un descanso de diez años. Durante esa época los cruces con otras colecciones no dejaron de sucederse, y si en los 90 ya había sucedido con las distintas miniseries de Alien vs. Predator, Batman vs. Predator, Predator vs. Magnus Robot Fighter, Predator vs Judge Dredd, Superman vs. Predator, Tarzan vs. Predator, en los primeros años del siglo XXI se comenzó a rizar el rizo con piezas del tipo de JLA vs. Predator, Alien vs. Predator vs. Superman vs. Batman o Archie vs. Predator.
Sería en 2009, con motivo del estreno de Predators, el tercer largometraje en solitario de los personajes con Robert Rodriguez en la producción recibiendo también su correspondiente traslación al mundo de la viñeta, que comenzaran a editarse nuevas colecciones centradas en los yautjas y crossovers, una vez más con los Aliens, pero esta vez tomando como punto de referencia la película Prometheus. Predator: Prey to the Heavens, Predators, Predators: Beating the Bullet, Predators: Preserve the Game, Predator: Fire and Stone, Predator: Life and Death o Predator: Hunters I y II dan buena muestra de la salud comercial (en lo referente a calidad tildarla de irregular sería generso) de la que todavía presume hoy la franquicia dentro del arte secuencial. Si sumamos a ello la repercusión de The Predator, el último largometraje dirigido por Shane Black y co escrito por este junto a Fred Dekker, seguramente queden años de salvajes, y redundantes, aventuras de nuestros depredadores predilectos.
Entrevista a Fred Dekker
La 25ª edición del FANT Bilbao decidió entregar su galardón honorífico “Estrella del Fantástico” a Fred Dekker para reconocer su carrera dentro del género y, en particular, su aportación al terror teen de los años 80. Agradecido, el director californiano recibió su trofeo junto a una calurosa ovación por parte del público asistente en la gala inaugural que el festival celebró en el Teatro Campos. No fue este el único homenaje que el FANT realizó al guionista de The Predator. Dentro de la sección FANT2FUN, con programa doble nocturno, los espectadores bilbainos pudieron disfrutar en pantalla grande de El Terror Llama a Su Puerta y Una Pandilla Alucinante. Además, de manera totalmente gratuita se proyectó el documental Wolfman’s Got Nard (El Hombre Lobo Tiene Pelotas) que exploraba la conversión a película de culto que con los años ha conseguido The Monster Squad.
Fred Dekker nació y se crió en el área de la bahía de San Francisco donde comenzó a rodar películas en 8 mm a la edad de 12 años. Después de graduarse en UCLA, comenzó su carrera con la historia para la popular comedia de terror House, Una Casa Alucinante (1985) que generó tres secuelas. Tras las mencionadas El Terror Llama a Su Puerta y Una Pandilla Alucinante, en la que homenajeó a las películas de monstruos de la Universal que le encantaban de niño, en 1991 escribió la historia de Ricochet que posteriormente interpretaría Denzel Washington. Uno de los momentos más duros en su carrera vino con el estreno de Robocop 3, cinta que dirigió y por la que recibió multitud de críticas tanto por público como por prensa especializada. Su periplo por televisión estuvo compuesto por la escritura y dirección de varios capítulos de Historias de la Cripta, así como consultor de producción en la serie de televisión Star Trek Enterprise.
El trabajo de Fred Dekker ha sido reconocido por la Sociedad del Conde Drácula, los Premios Saturno, los Premios Rondo y el Festival Internacional de Cine de Ciencia Ficción, Fantasía y Terror de Bruselas. En 2016, fue el primer ganador del premio “Groovy as hell” del Festival de cine Bruce Campbell, cuyo premio tiene la forma de una motosierra sangrienta. Aprovechando la oportunidad que nos brindaba el FANT, en la redacción de Transgresión Continua quisimos entrevistar al guionista de la última cinta de la saga Predator y hacer un especial, marca de la casa, de la célebre franquicia. Para dar cierta coherencia cronológica a la entrevista, alternaremos las preguntas que se le pudieron realizar en una abarrotada sala de prensa con otras declaraciones en exclusiva para todos los lectores de nuestra web. Una vez más, agradecemos al festival, en general, y a Irma Cerro, en particular, las facilidades prestadas.
Transgresión Continua: El argumento de House, Una Casa Alucinante (1985) fue uno de tus primeros trabajos como guionista en el cine ¿Cómo llegaste a ese proyecto?
Fred Dekker: Fue mi primer trabajo en este mundillo y lo que buscaba era hacer una película que no fuera excesivamente cara. Así que tuve sólo un personaje y una localización. Mis padres tenían una casa de arquitectura victoriana en California. Lo único que necesitaba era un actor que entrara al principio y al final saliera de ella, y entretanto los 80 minutos más terroríficos que se me pudieran ocurrir. El personaje necesitaba que hubiera algo real, que le afectara a nivel emocional. Pienso que, muchas veces, en las películas de ciencia ficción si la premisa de la que se parte es de tipo fantástico tiene que haber también algo real que lo conecte con el mundo real para que el público pueda contextualizarlo.
T.C.: El Terror Llama a Su Puerta (1986) es un homenaje al cine de Serie B de terror y ciencia ficción. ¿Cuáles fueron tus referentes a la hora de escribirla y rodarla?
F.D.: Cuando la estaba escribiendo tuve como referentes Alien de Ridley Scott, las películas sobre zombies de George A. Romero, Animal House (Desmadre a la americana) de John Landis y las cintas de John Hughes. Siempre he mirado hacia el pasado y nunca puedo criminalizar a nadie por hacerlo.
T.C: Cuando Una Pandilla Alucinante (1987) se estrenó no consiguió conectar con el público. ¿Te esperabas esa segunda vida que tuvo años después la película convirtiéndose en una obra de culto con una gran horda de fans arropándola?
F.D.: Es muy extraño porque la película no fue para nada un éxito en su estreno. Tardó bastantes años en despertar el interés del público y ahora, de hecho, tiene un público y una serie de fans muy apasionados. Esto me recuerda al baloncesto, sólo que cuando lanzas un triple no tienes que esperar veinte años para ver si encestas o no lo haces.
¿Te hubiera gustado dirigir alguna secuela de El Terror Llama a su puerta o de Una pandilla alucinante?
F.D.: Sí (responde de manera seca y rotunda).
T.C.: El año pasado nos visitó Joe Dante y le preguntábamos sobre este revival del cine de los ochenta que estamos teniendo con productos como Stranger Things ¿Crees que hay un exceso de nostalgia? ¿Crees que hay una falta de originalidad en la industria actual?
F.D.: No creo que sea producto de una crisis creativa, pienso que es verdadera nostalgia por el amor que se tiene a estas películas, que se recuerdan con mucho cariño. En mi experiencia, las películas que más nos llegan al corazón son las que vemos cuando somos más jóvenes. Stranger Things no deja de ser una carta de amor a las películas de los 80 como Una Pandilla Alucinante o el cine de John Carpenter.
T.C.: En Una pandilla alucinante colaboraste por primera vez con Shane Black. ¿Cómo y cuándo os conocisteis y qué tal fue aquel primer trabajo conjunto?
F.D.: Shane Black es uno de mis mejores amigos al que conocí en la universidad. Fue genial trabajar con él en Una Pandilla Alucinante, por aquel entonces nadie sabía quién era Shane. Yo le di su primer trabajo como guionista. De hecho, el primer borrador lo escribió el solo y, al mismo tiempo, estaba trabajando en el guion de Arma Letal. El resto es historia.
T.C: ¿Qué te pareció su incursión en el UCM con Iron Man 3, una de las películas más arriesgadas, polémicas y de autor dentro de Marvel Studios? ¿Qué opinión tienes del actual boom que estamos viviendo con el cine de superhéroes?
F.D.: Creo que Shane hizo un gran trabajo y la película es estupenda. El problema es que hay fans demasiado devotos, que no soportan ningún cambio ni ninguna modificación y el efecto corrosivo de las redes sociales que están matando a las películas. No se trata de críticas, es algo más feroz. Desde mi punto de vista, quizás hay demasiadas películas de superhéroes y pienso que a lo mejor necesitamos ahora un descanso. Las buenas, son muy buenas (me encanta Vengadores: Endgame), así que ojalá hagan más de estas y menos de las malas. Aunque a mí casi me matan por Robocop 3, así que igual no es nada nuevo todo esto.
¿Qué recuerdos guardas hoy de Robocop 3 (1993) y aquellos últimos años de Orion Pictures? Frank Miller está acreditado como creador del argumento y como coguionista ¿Cómo fue colaborar con él y con Basil Poledouris? ¿Qué fuera mucho menos violenta que sus predecesoras fue algo premeditado?
F.D.: Cuando me contrataron, el guion ya lo había escrito Frank Miller que era como un héroe para mí, autor de obras como Batman: El Regreso del Caballero Oscuro, Ronin o Martha Washington. Nosotros reescribimos el libreto para hacerlo más amigable. El hecho de que la cinta fuera menos violenta fue una decisión de estudio. En el momento en que se estrenó el filme, ya había dibujos animados de Robocop, juguetes de Robocop… así que ya pensaron que era un personaje infantil y tenían que alejarlo un poco de la versión de Paul Verhoeven que era mucho más brillante, que se reía de América. Digamos que la transición entre una y otra no fue muy suave. Una de las cosas que no me gustó de Robocop 2 fue su banda sonora y Basil Poledouris tuvo que emplearse a fondo para hacer una música que, realmente, correspondiera a Robocop. No sólo es un gran compositor sino también una gran persona. Si llego a saber que me ibais a hacer esta película habría traído una carta que (Basil) me escribió diciendo lo bonito que fue compartir esa experiencia conmigo. Yo estoy muy orgulloso de la música de Robocop 3. Os agradezco mucho que me preguntéis sobre esta película porque todo el mundo la odia. Significa mucho para mí (risas).
¿Cómo fue tu paso por la mítica serie Historias de la Cripta para la que dirigiste y co escribiste el episodio The Thing From The Grave, protagonizado por Miguel Ferrer y Teri Hatcher?
F.D.: Quizás esa combinación de comedia y terror que tenía Historias de la Cripta es más popular ahora de lo que era entonces. Es una cosa difícil de hacer, es como caminar un poquito en la cuerda floja y no siempre se hace bien. De todas formas, Abott y Costello Contra los Fantasmas, del año 1948, está entre mis películas favoritas y ya jugaba con estos elementos.
T.C.: Se ha hablado mucho de The Predator, tu regreso como guionista a las grandes superproducciones y dentro de una saga con millones de fans ¿Conseguisteis Shane Black y tú rodar la película que realmente queríais o tuvisteis que hacer mucho a cambios con respecto a lo que teníais en mente?
F.D.: Me gustaría decir que hicimos la mitad de la película que quisimos hacer, pero el estudio interfirió bastante en la segunda mitad. Estoy bastante contento con el resultado de la primera mitad… tal vez de las dos terceras partes de Predator.
T.C.: ¿Crees que es una saga a la que todavía le queda recorrido? ¿Tiene futuro?
F.D.: Disney ha comprado 20th Century Fox, así que ahora mismo la decisión está en manos de Disney. Personalmente, no tengo ni idea de por dónde van a ir. Al final, la película ha sido bastante cara y no estoy muy seguro de que el retorno económico les compense. Pero el personaje es muy popular, y si algo le gusta a Hollywood es machacar una fórmula hasta agotarla, así que no me sorprendería que pueda haber más películas de Predator en el futuro.
T.C: Por último, ¿Te hubiera gustado hacer más películas?
F.D.: Cuando haces películas y tienes éxito, las productoras, los estudios… te vuelven a llamar, pero si no es así, no te vuelven a llamar. Yo siempre he querido volver a dirigir películas.
T.C.: Muchas gracias por todo.
F.D.: El placer ha sido mío.
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