Título Original Full Metal Jacket (1987)
Director Stanley Kubrick
Guión Michael Herr, Stanley Kubrick y Gustav Hasford basado en la novela del último
Actores Matthew Modine, Vincent D'Onofrio, R. Lee Ermey, Adam Baldwin, Dorian Harewood, Arliss Howard, Kavyn Major Howard, Ed O'Ross, Gary Landon Mills, Sal López, John Stafford, Kieron Jecchinis, Nqc Le, Papillon Soo Soo
Siete años tuvieron que pasar para que el director norteamericano Stanley Kubrick se pusiera de nuevo detrás de las cámaras tras el éxito, más de público que de crítica, que supuso su adaptación muy sui generis de la novela El Resplandor de Stephen King. En 1987 estrenó otra traslación a imágenes de una obra literaria, esta vez del libro semiautobiográfico The Short-Timers del escritor americano Gustav Hasford que narraba su experiencia como militar en la guerra de Vietnam. A pesar de llegar a las carteleras un año después de la impresionante y premiada Platoon, de Oliver Stone, La Chaqueta Metálica fue un éxito en su momento y aunque no es, ni mucho menos, una de las mejores obras de su creador sí se puede considerar una pieza magistral dentro del cine bélico.
En el centro de entrenamiento para marines de Parris Island, durante el año 1967, el sargento de artillería Hartman entrena a un grupo de jóvenes soldados para ser enviados al frente a combatir en Vietnam. Los métodos de Hartman son inhumanos, llegando en ocasiones a la tortura física y psicológica, todo con el fin de endurecer al cuerpo de futuros marines para ser máquinas de matar en combate. Mientras soldados como el recluta Bufón (Joker), o el recluta Cowboy aguantan la dureza del sargento por medio de la ironía o la entereza, otros como el recluta Patoso (Gomer Pyle) no paran de cometer errores y son objetivo de la brutalidad del alto mando. Posteriormente seremos testigos de cómo Joker se embarca en una misión en plena contienda vietnamita en la que volverá a coincidir con su amigo Cowboy.
Full Metal Jacket es un tratado sobre la absurdez de la guerra y sobre cómo la misma arranca de una tacada la inocencia de aquellos que la ejercen (aunque claro está, no de los que la ponen en marcha). Pero la penúltima película de Stanley Kubrick es sobre todo un interesante análisis de la deshumanización, de cómo para convertir a hombres en máquinas de matar durante su instrucción se les despoja de dignidad, libertad y en ocasiones hasta sentimientos, llevando hasta el extremo su condición física y estado psicológico con, en bastantes ocasiones, resultados inesperados en los que los soldados se convierten en personas mentalmente perturbadas.
Esa instrucción que bordea en ocasiones el sadismo o lo vejatorio, el entrenamiento que reciben los marines americanos tiene fama de ser brutal, está magistralmente representada por el actor R. Lee Ermey. Cuenta le leyenda que este intérprete, en la vida real un veterano de guerra, al que posteriormente hemos podido ver en films como Pena de Muerte (Dead Man Walking), La Matanza de Texas 2004 o Seven era el instructor que debía enseñar al actor encargado de interpretar al mando militar cómo meterse en el papel, pero Kubrick vio que Ermey lo hacía tan bien que despidió al intérprete y este ocupó su lugar, ofreciendo el mejor papel de su carrera y un trabajo para los anales del séptimo arte.
El sargento de artillería Hartman es el militar hijo de puta más memorable de la historia del cine para el que suscribe. Un hombre cuyo férreo sistema de valores y convicción castrense llega a límites de expirimir a sus subordinados hasta lo inhumano. Un individuo que de diez palabras que espeta doce son un taco, orgulloso de que asesinos como Lee Harvey Oswald o Charles Witman fueran marines bien entrenados, capaz de golpear a un soldado por decir que no cree en la virgen María o de hacer que (de manera indirecta, pero consciente de sí misma) un batallón se ponga en contra del recluta torpe que está poniendo en entredicho el buen nombre de sus muchachos con numerosos fallos infantiles.
La víctima directa de esta estricta instrucción es el recluta Gomer Pyle, Patoso en la versión en castellano, un pobre y rechoncho muchacho sin idea de dónde se ha metido y que empieza con mal pie desde el primer momento. Él es la visión cristalina de la perdida de la cordura, de cómo para crear un soldado de voluntad inquebrantable que quite o pierda la vida sin miramientos en un conflicto bélico en ocasiones se cruza la línea de lo permisivo con resultados trágicos. Sí, al final el personaje de un inmenso Vincent D'Onofrio, el que sigue siendo el mejor papel de su carrera, se convierte en una máquina de matar (su mirada en la escena nocturna en los servicios es sencillamente aterradora, una de las más perturbadoras de la historia del cine) pero pagando un terrible precio propio y ajeno por ello.
En el lado opuesto tenemos al recluta Joker, al que da vida un magnífico Matthew Modine. Un joven que por medio de la ironía, la mala baba, la sorna y un carácter muy marcado consigue salir adelante y no desfallecer, física o psicológicamente, ante el entrenamiento brutal de Hartman. No es una idea arbitraria que un personaje dual (las palabras "Born to Kill" escritas en el casco, una chapa con el símbolo de la paz en el pecho) y hasta cierto punto descerebrado consiga sobreponerse a la durísima instrucción y posteriormente al conflicto vietnamita, ya que aquella guerra fue una locura en demasiados aspectos, dentro y fuera de las trincheras, un brutal sinsentido que costó la vida a miles de estadounidenses y vietnamitas.
Todos estos pasajes que he comentado forman parte de la primera parte del largometraje, ya que como he afirmado previamente La Chaqueta Metálica está dividida en dos mitades. La primera es la que narra la instrucción de los soldados en Parris Island y la segunda es la que nos sumerge en la misión en la que Joker y su compañero Rompetechos (Rafterman), corresponsales de guerra, se reunen con el batallón de Cowboy con la ofensiva del Tet de 1968 como telón de fondo. Allí veremos como el Luthdog Squad, Batallón de los Salidos en España, se ve asediado en una ciudad abandonada por un francotirador que los va eliminando uno a uno, hasta dar con él. Finalmente descubrimos que el autor de la matanza es una niña vietnamita de pocos años cayendo abatida por los soldados norteamericanos.
Esta segunda parte del film no sirve sólo para meternos directamente en la boca del lobo, ver como los norvietnamitas se saltaron la tregua de su propia festividad para atacar con nocturnidad y alevosia a los estadounidenses o para descubrir de primera mano cómo soldados e incluso civiles (inolvidable y terrible el militar que mientras elimina aldeanos aleatoriamente desde el Huey se jacta ante Joker y Rafterman de la cantidad de víctimas que ha matado, incluyendo mujeres y niños cuya única dificultad para ejecutarlos es "apuntar un poco mejor") de uno y otro bando caían como moscas por motivos, justificaciones y razones que ni ellos mismo comprendían; también es utilizado como paralelismo con la primera parte del largometraje, la de la instrucción militar.
Ambos pasajes muestran la deshumanización de los soldados, la estupidez de un conflicto que ofreció su primera derrota a Estados Unidos (que una sola tiradora vietnamita acabe con casi todo un pelotón estadounidense que se enfrenta a un enemigo sabiendo moverse en su terreno y al que casi nunca pueden ver no es una idea elegida por Kubrick a la ligera, es una brutal y terrible metáfora de lo que fue aquella guerra para norteamérica) y que hizo perder la inocencia a un país viendo por primera vez en televisión qué es realmente un conflicto bélico y cómo los hijos de América y Vietnam morían delante de los ojos de sus padres por una causa que no alcanzaban a comprender o entendían erroneamente.
Hablar del trabajo de Kubrick en La Chaqueta Metálica es como hacerlo del que insufló a cualquier otra de sus obras. Cada plano, movimiento de cámara, palabra del guión, gesto de los actores, efecto de sonido o canción de la magnífica banda sonora sabemos que fueron milimétricamente pensados, puede que durante años, y seguramente cada toma sufrió incontables repeticiones hasta que el maestro dio su visto bueno. Los trabajos detrás de la cámara del autor de La Naranja Mecánica son la de una intachable perfección, no hay lugar a la improvisación, cada imagen debe contar una historia y lo consigue por medio de una prodigiosa concepción del lenguaje cinematográfico y una unión portentosa entre realización técnica, inmaculada en todos los sentidos, y dirección de actores de matrícula de honor. Ya que el neoyorquino era de esos cineastas capaces de expirimir a sus repartos hasta lo enfermizo para que dieran lo mejor de sí mismos, y a fe mía que lo conseguía.
El Sargento Hartman empequeñeciendo a hombres que le sacan tres cabezas de altura, ver al recluta Patoso perder la cordura poco a poco, asistir a como Bufón traiciona la confianza de su pupilo implicándose en la paliza nocturna con las pastillas de jabón, la escena de noche en los lavabos con el primer clímax del film, los soldados declarando ante las cámaras su opinión sobre la guerra de Vietnam, el asedio por parte del francotirador o la mirada de esa niña que pide entre rezos y súplicas al enemigo que termine con su sufrimiento son momentos que están desde hace tiempo dentro del mejor cine jamás rodado sobre la guerra de Vietnam en particular y del celuloide (anti)bélico en general.
Oliver Stone, Michael Cimino o Francis Ford Coppola ya habían dado su visión de la guerra de Vietnam, pero hacía falta que un misántropo como Stanley Kubrick diera la suya, mostrándola como una más de las piezas de su filmografía, llena de nihilismo, angustia existencial, desencanto y quirúrgica precisión analítica. La Chaqueta Metálica me trae buenos recuerdos (fue la primera buena película que mi padre trajo de un videoclub para que yo la viera después de haberme asediado con los Van Damme, Norris y Seagal de turno) y también malos (el que fue en su momento mi mejor amigo presumía de que en el servicio militar él y unos compañeros le dieron una paliza con pastillas de jabón envueltas en toallas, como la que se ve en el film, a un soldado por ser homosexual) pero más allá de que forme parte de mi vida es una obra 100% reivindicable merecedora de ser recuperada regularmente.
Con Full Metal Jacket Stanley Kubrick quiso dar una visión más o menos distante y objetiva de la guerra de Vietnam, pero el brutal y cínico crítico con la sociedad occidental que mostró sus garras en obras maestras como Senderos de Gloria o Dr Strangelove de nuevo enseñó sus fauces y nos explicó que los enfrentamientos bélicos son un cáncer para los países que se implican en ellos. Por descontado que al final del viaje siempre que veo a Joker caminando con sus compañeros, mientras cantan la canción del Club de Mickey Mouse y nos cuenta que se alegra de que "está vivo y no tiene miedo" yo comparto su ilusión y se me escapa la sonrisa de complicidad con él. Seguidamente aparecen los títulos de crédito y los Rolling Stones suenan diciéndome que han mirado en su interior para ver que su corazón es negro. En ese mismo momento me recorre por la espina dorsal una sensación indescriptible, esa que indica de manera inequívoca que acabo de ver gran cine, el mejor.
Gracias por tus palabras, joven.
ResponderEliminarCierto es que cuando tengo que comentar películas que son, de alguna manera, especiales para mí siempre añado un plus de sentimiento y empatía.
Pues a verla otra vez que es una película que gana mucho con los revisonados, como todas las de Kubrick, yo la habré visto ya unas 15 veces o así.
Saludos.
Película de obligado visionado anual, hace un par de años que falto a esa cita y esta crítica no hace sino acrecentar mis ganas de volver a verla.
ResponderEliminarLas primeras veces que la ví, de muy joven, me fascinaba la primera parte, al madurar, fui apreciando la segunda y se convirtió en una película de culto para mí.
Iba a discrepar contigo en lo de que quizá no era una de las películas de su director, pero claro, luego he pensado en 2001, Dr. Strangelove, Senderos de Gloria, La naranja mecánica y Barry Lindon y claro, aquí ponernos a hacer un ranking se hace complicado.
Gran crítica, secundo al compañero.
PD: Haciendo offtopic, que es lo mío, no sé si habrás leído Los Viajes de Tuf, de George RR Martin, completamente ajeno a Juego de Tronos, de hecho, es ciencia a ficción, de momento he leído 200 páginas y me ha gustado mucho.
Un abrazo, crack!! Hace días que no comentaba pero le sigo crítica a crítica.
Muchas gracias compañero.
ResponderEliminarEs que claro, decir que La Chaqueta Metálica no es una de las más grandes de Kubrick es más un elogio que otra cosa, si tenemos en cuenta que es una pieza magistral se mire por donde se mire, pero claro, Barry Lyndon, La Naranja Mecánica, Senderos de Gloria, Dr Strangelove o Atraco Perfecto son sencillamente putos clásicos.
No lo he leído, estoy liado todavía con la saga de Canción de Hielo y Fuego, pero me apunto Los Viajes de Tuf a ver qué tal.
Un saludo y gracias por leerme.
Espartaco... Si vale, suena bastante raro poner a Espartaco por delante de todas esas genialidades, pero creo que es su mejor película.
ResponderEliminarEl único punto negro que le veo a la película de La chaqueta metálica esta en su mejor escena. El recluta patoso acojona, sencillamente. Es una de las imágenes más acojonantes que he visto jamas en película alguna. Y el sargento, ante un tío armado con cara de loco, en lugar de tener mano izquierda (o salir corriendo, que es lo que yo hubiera hecho) le amenaza...
Pero eso es parte del mismo Hatman y su esencia, un tío tan jodidamente metido en su labor de adiestrador que ni aún teniendo a un pirado con un M14 apuntándole a la cara se calla la puta boca y sigue insultando al personaje de D'Onofrio convencido de que está realizando una más de sus chiquilladas y de que lo va a poner en su sitio. Es que es un tío que lleva en la sangre el joder a los demás a cualquier precio y claro está, lo paga con su vida.
ResponderEliminarNo sé si has leído la novela de starship troopers. En ella también hay un sargento que un auténtico cabronazo, pero cuando llega el momento de vengarse de él, le convierten en un humano de carne y hueso... vamos, que no es cabronazo integral
ResponderEliminarAdemás, es que solo hay que mirar la foto que has puesto en la crítica para darse cuenta de que el sargento de instrucción tiene un problema muy serio delante. Una de las imágenes más aterradoras de la historia del cine, sin duda
Exacto, es de esos militares cerrados de mente cuya superioridad moral está por encima de todo, son capaces de ver la muerte de frente y no flaquear un segundo con tal de llevar a al extremo su sentido de la jerarquía o la obligación, llegando a convertirse en un psicópata.
ResponderEliminarPues fíjate, que esta misma noche voy a verla que la tengo en mi poder. La temática me encanta y el tandem Whedon/Goddard suele dar buena calidad. Ya comentaré algo en tu entrada y haré mi propia crítica.
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