Título Original Maniac (2012)
Director Franck Khalfoun
Guión Alexandre Aja y Gregory Levasseur basado en personajes creados por C.A. Rosenberg, Joe Spinell y William Lustig
Actores Elijah Wood, Nora Arnezeder, America Olivo, Morgane Slemp, Liane Balaban
Durante la segunda mitad de los 90 cuando el VHS empezaba a dar sus últimos coletazos un servidor empezó a obsesionarse con ver todos los films adscritos a algún tipo determinado de (sub)género. Durante una época me dio fuerte por el gore de todo tipo, desde el americano impulsado por cineastas como Sam Raimi con Posesión Infernal, Brian Yuzna con Society o Stuart Gordon con Re-Animator, el neozelandes de Peter Jackson con Mal Gusto o Braindead, pasando por el ultragore alemán de autores inefables como el divertido Olaf Ittenbach de Premutos o Burning Moon o el pretencioso Jor Buttgereit de Nekronamtik o Schramm llegando a terribles subproductos de serie Z como Darkness, que con su carátula prometían algo que durante el metraje de la película no ofrecián, decepción en toda regla la de esta última.
Entre todas aquellas cintas que me llevaba a puñados se encontraba una títulada Maniac que, una vez más, me entró bien por los ojos gracias a su portada. La cinta dirigida por William Lustig y protagonizada por un desagradable señor llamado Joe Spinell (también coguionista del producto) con pinta de violador en serie que acojonaba lo suyo no dejaba de ser una cinta mediocre sobre un asesino de mujeres que arrancaba las cabelleras de sus víctmas para más tarde ponerlas en las cabezas de los maniquíes que tenía por toda su casa y con los que estaba obsesionado. Los mayores logros de aquella sobrevalorada obra de culto eran que su carácter de serie B era tan naturalista, su fotografía tan sucia y su puesta en escena tan mórbida que el producto transmitía literalmente "asco", era una cinta tan sucia (en el más amplio sentido de la palabra) que casi podía oler a lascivia y putrefacción. El otro gran logro (el mejor, para qué dudarlo) que poseía era la presencia de aquel monumento de actriz llamada Caroline Munro.
Alexandre Aja y Gregory Levasseur son dos amigos franceses que desde hace unos años están empeñados en hacerse un nombre dentro del cine de terror estadounidense. El primero ejerce como realizador, guionista y productor y el segundo también como guionista y productor e incluso en ocasiones de director de la segunda unidad de los films que realizan conjuntamente. Ambos debutaron en su Francia natal con la tibia Furia, adaptación poco conseguida de un relato corto de Julio Cortázar titulado Graffiti. Después dieron el bombazo con Alta Tensión, mezcla entre brutal slasher y giallo italiano radicalizado que mostró por primera vez a dos autores a seguir de cerca, aunque el tramposo final del film desvirtuaba algunos de sus considerables hallazgos.
Tras el éxito de Haute Tension la llamada de Hollywood no se hizo esperar y el director de culto Wes Craven los eligió para llevar a cabo un remake de una de sus cintas más celebradas, aquella Las Colinas Tienen Ojos que vio la luz y cambió el género en 1975. El resultado fue, no sólo un remake que dejaba totalmente en pañales a la obra original, también una de las mejores cintas de terror americanas de la década pasada. Los dos amigos acentuaron la visceralidad, incluyeron un mensaje de crítica política antimilitarista sencillamente brillante y para colmo fueron coherentemente fieles con el espíritu de la cinta primigenia de Craven. Más no se les podía pedir al producto, ni a sus autores.
Tras ella realizaron Reflejos (Mirrors) remake de un film coreano impulsado por un Kiefer Sutherland productor y protagonista en el que se notaba a unos Aja y Levasseur algo más mitigados, pero escenas como la de la bañera (¿Alguien que la haya presenciado puede mirar a Amy Smart de la misma manera desde entonces?) y la atmósfera hacían que mereciera la pena la velada y siguiéramos viendo parte de la impronta de los autores. Tras ella y ya asentados en el Estados Unidos decidieron realizar otra revisión, esta vez de Piraña la cinta de Joe Dante y escrita por John Sayles en en 1978 que se convirtió en Piraña 3D, un festín de vísceras y desnudos gratuitos con el que nuestros colegas franceses se reían de todos los clichés del cine de terror actual reivindicando el que ellos admiran, el de los años 70.
Pero hay otra faceta que Aja y Levasseur han cultivado en USA, la de productores y guionistas que ofrecen sus proyectos a nuevos realizadores para que los lleven a cabo detrás de las cámaras. En 2007 escribieron para su compatriota Franck Khalfoun Parking 2 (P2) una correcta cinta de 2007 sobre el perturbado guardia de un aparcamiento (Wes Bentley) que capturaba a una pobre chica (Rachel Nichols) y la sometía a incontables torturas. Sin llegar a ser una pieza remarcable tenía buenos momentos y una protagonista con un imposible escote que se convertía en lo mejor de la sesión. Pero esa no sería la última vez que los caminos de estos tres gabachos se cruzarían cinematográficamente hablando.
Año 2012, Alexandre Aja y Grégory Levasseur como guionistas y productores y Franck Khalfoun como director deciden realizar un nuevo remake, esta vez de la ya mencionada Maniac incluso con el beneplácito y dinero del mismo William Lustig que se implica en el proyecto. El resultado es una revisión que supera en casi todos los aspectos a la cinta previa y que se revela como un slasher ejemplar y una de las mejores películas de terror que van a estrenarse en nuestro país (en Julio verá la luz en nuestras carteleras). El protagonista es Elijah Wood (El Señor de los Anillos, Sin City) y el resultado como ya comento es realmente de nota por llevar mucho más allá el punto de partida del largometraje en el que se basa.
Aunque por el día es el dueño de una tienda de restauración de maniquíes cuando cae la noche Frank (Elijah Wood) se convierte en un brutal asesino en serie que persigue a todo tipo de mujeres a las que primero asedia, luego asesina de manera brutal para después arrancarles su cuero cabelludo a cuchillo. Cuando vuelve a su hogar utiliza sus trofeos para ponérselos en las muñecas que llenan su apartamento y a las que considera como sus parejas o amantes. Un día Anna (Nora Arnezeder) una fotógrafa francesa que se cruza en su camino le hará debatirse entre su obsesión homicida o entregarse como persona al que puede ser el amor que cambie su terrible modo de vida.
Una serie de planos secuencia desde un punto de vista subjetivo (es decir, el espectador es el personaje principal) nos muestran como Frank observa desde su coche a una guapa muchacha. Él la sigue hasta su apartamento, cuando ella se da cuenta de la presencia de su acosador se da la vuelta y en una primerísima toma vemos como la mano del protagonista le clava en la barbilla un enorme cuchillo matándola en el acto. Tras este movimiento le acaricia el rostro y elogia la belleza de la joven. Un segundo después saca el arma blanca del nuevo orificio que ha creado en la parte inferior de la cabeza de la fémina y le corta con suma bestialidad la cabellera dejando al descubierto su cráneo ensangrentado. Cuando el cuerpo inerte de la chica cae al suelo el título del film, en marcado color rojo, ocupa toda la pantalla. Esto es Maniac y esos cinco minutos son esclarecedores, ese es el momento el que el que visiona debe posicionarse. Lo toma o lo deja, no hay medias tintas y las cartas están sobre la mesa.
Esta revisión del largometraje de William Lustig parece llevada a cabo a cuatro manos entre Gaspar Noé (la brutalidad, el uso de planos subjetivos, la inexistencia de elipsis narrativas que nos ahorren escenas impactantes) y el Nicolas Winding Refn de Drive (esa delectación a la hora de retratar la noche urbana, una música de tono ochentero que incluso recuerda a algunas de las partituras que compuso Wendy Carlos para Stanley Kubrick en La Naranja Mecánica y El Resplandor) y logra superar considerablemente a la Maniac original porque no se centra tanto en los crímenes (que también) como en la psicología del protagonista y la naturaleza perturbada de su mente, pero utilizando un acierto narrativo y estilístico magistral, que nosotros mismos como espectadores seamos el mismo Frank.
La idea de que al menos el 95% del largometraje esté rodado en plano subjetivo es el mayor acierto del film. Ya que la perversión llevada a cabo con la empatía con el protagonista es sencillamente total. Al vernos en la piel de Frank y superados los primeros minutos de metraje llegamos a no querer que lo detengan, a padecer con él sus traumas (el que supone la raíz de todo, el de su madre, no justifica nada con respecto a su comportamiento criminal, sólo le da origen) o hasta a desear que elimine a posibles "estorbos" (un servidor estaba deseando que reaccionara "a su manera" en la escena del cuarto de baño con el novio de Anna). Pero donde la cinta da el golpe de gracia al espectador es cuando vemos que Frank (es decir, nosotros) se sale con la suya y no es atrapado durante el aterrador ritual de uno de sus asesinatos Kalhoun saca la cámara de las entrañas de su protagonista la pone delante de su rostro en pleno acto de violencia y nos enseña de primera mano con qué tipo de persona nos estamos identificando.
Pero la realización de Khalfoun es tan sobresaliente que gracias a reflejos en espejos, ventanas o lunas de automóviles podemos ver el rostro del actor protagonista, que es un inspiradísimo Elijah Wood que por mucho que pase a la posteridad siendo para gran parte del público el hobbit Frodo Bolson de la trilogía de Peter Jackson basada en los libros de J.R.R. Tolkien ya dando vida al asesino caníbal Kevin en Sin City de Robert Rodriguez y Frank Miller demostró que tiene un lado oscuro que explotar tras esa mirada aniñada que en Maniac oculta a un asesino psicópata con una mente del todo podrida (grandes los momentos en los que sufre migrañas y comienza a tener visiones) que experimenta una culpabilidad atroz cuando se siente atraído por alguna mujer en el mismo momento en el que el recuerdo de traumático de su madre entra en escena y le impulsa a realizar actos aberrantes con ellas.
Lo que en la cinta de Lustig era mugre, impacto caótico y una psicología absolutamente plana en la obra de trío Khalfoun/Aja/Levasseur es simbología, parafilias (a)sexuales bien definidas y psicoanalizadas, un viaje inteligente y medido a una mente descompuesta, dañada, podrida. Una mirada acertada y llena de aristas sobre la soledad, la destrucción de la infancia y la pureza, de cómo el odio, la misoginia o los traumas casi no se pueden distinguir del verdadero amor cuando la persona que lo experimenta es poco más que una carcasa llena de bilis, rencor e impotencia sexual. Memorables los pasajes en los que Frank trata de limpiarse las manos tras los crímenes a modo de purificación (las mismas, llenas de heridas, son el reflejo de ese rostro que en más bien pocos momentos podemos ver en pantalla) o cuando culpa a esa omnipresente madre fallecida de los delitos que comete a sangre fría.
A pesar de ser una cinta de naturaleza muy epidérmica por la de actos físicos que tienen lugar en ella hay mucho sitio en la misma para la alegoría. El caótico y sucio apartamento de Frank que parece una localización impía estancada en el tiempo de atmósfera irrespirable en contraposición al de Anna, elegante, abierto, moderno e incluso la casa del protagonista también entronca con la galería de arte en la que ella expone los maniquíes que él le presta. Todo es de una marcada simbología en la que el exterior de las zonas que regente el personaje principal representan el interior de su psique torturada y desgajada. Teniendo esta elección estilística y narrativa su culmen en la escena final en la cama con todas "las mujeres de su vida" que finalmente revelan la vacua naturaleza de Frank, clímax de una coherencia brutal con todo lo que hemos ido viendo a lo largo del metraje, o lo que es lo mismo, una escena de impacto brutal con una resolución lúcida que justifica dicha utilización explícita de la visceralidad más cruda.
Porque a parte de la presencia de esos maniquíes que sí, al igual que en la cinta original de 1980 nos recuerdan a la colección que poseía Archibaldo de la Cruz en la memorable producción mexicana Ensayo de Un Crimen de Luis Buñuel, pero también a los que se utilizaban en las pruebas nucleares en el desierto de Arizona en el remake de Las Colinas Tienen Ojos, la violencia explícita en Maniac es uno de los apuntes que más nos recuerda quienes son los autores que se encuentran detrás de la obra que nos ocupa. Las secuencias de asesinatos en la cinta de Kalhoun son bastante duras y no aptas para todo tipo de público (es comprensible que gran parte del femenino tenga reparos a la hora del ver el film) destacando pasajes como el que he comentado que abre la cinta, el de la habitación de hotel con la representante de Anna (el culmen en la cama es sencillamente una salvajada por cómo está rodado, magistralmente, aunque parezca paradójico) o el del cierre que he comentado en el párrafo anterior. El sello Aja/Levasseur, y también el del realizador del film, que en Parking 2 tampoco se cortaba con la casquería, se deja ver bastante a lo largo del proyecto.
Maniac hará las delicias de los amantes del género y de los fans del film original, porque por un lado como remake se adscribe a los que han triunfado dentro del terror como el de Posesión Infernal, Las Colinas Tienen Ojos, I Spit on Your Grave o La Última Casa a la Izquierda y por otro como obra cinematográfica lo supera con creces en prácticamente todos los aspectos. Pero es que esta versión también funciona como viaje a la mente de un psicópata, como perversión de un tipo de hacer cine y del punto del vista del espectador. Una excelente labor en la dirección, un guión inteligentemente hilado y estar muy bien interpretada por su protagonista y unos secundarios que le dan perfectamente la réplica (todo un descubrimiento Nora Arnezeder) hacen de esta producción un film indispensable para los seguidores de los slasher con mensaje. aunque como obra poco de poco sutil ejecución no será plato del gusto de todo tipo de público, aunque pensándolo bien la versión de 1980 tampoco lo era.
Sería raro, muy raro, que no te gustara.
ResponderEliminarMerece la pena echarle un ojazo, te lo garantizo.
Las Colinas tienen Ojos de Aja me encantó, la verdad, pero no he vuelto a ver nada en lo que estuviera involucrado. Por el Digital tuve la oportunidad de ver Piraña 3D, pero no me llamó lo suficiente la atención; esta, sin embargo, tiene una pinta inmejorable, me la apunto. ;)
ResponderEliminarManiac es distinta de Las Colinas Tienen Ojos pero comparte con aquella la mirada brutal sobre la exposición de la violencia explícita en pantalla y la deshumanización en grado máximo. Merece la pena, te la recomiendo.
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