Título Original Ghostland (2018)
Director Pascal Laugier
Guión Pascal Laugier
Reparto Crystal Reed, Anastasia Phillips, Mylène Farmer, Taylor Hickson, Emilia Jones, Rob Archer, Suzanne Pringle, Adam Hurtig, Alicia Johnston, Ernesto Griffith, Erik Athavale, Kevin Power, Paul Titley, Terry Ray
Aunque debutó en el mundo del largometraje con una historia de fantasmas titulada El Internado (Saint Ange) allá por 2004 no sería hasta cuatro años después, con la llegada de su segunda película, Martyrs, que el cineasta francés Pascal Laugier se diera a conocer a nivel internacional. Aquel film sobre una élite adinerada de fanáticos religiosos con la misión de secuestrar y torturar a chicas jóvenes con el fin de poder discernir por medio de su martirio si hay vida después de la muerte supuso la cumbre de la nueva ola de cine de terror extremo localizado en el país vecino y cuyo origen, más o menos oficial, tuvo lugar con el estreno de Alta Tensión (Haute Tension) de Alexandre Aja en 2003. Tras el buen recibimiento internacional de Martyrs, mayor que el conseguido en su país de origen, Pascal Laugier dio el salto a Estados Unidos, pero no rodando en Hollywood, sino implicándose en un proyecto bastante modesto impulsado por la actriz Jessica Biel, ejerciendo esta también como productora. The Tall Man, titulada El Hombre de las Sombras en España, supuso un paso en falso por parte del francés. Un film demagogo, sensacionalista y con tendencia a la trampa narrativa no consiguiendo el resultado esperado ni en taquilla ni a la hora de seducir a una prensa especializada que lo acogió con indiferencia y frialdad.
Seis años después de The Tall Man Pascal Laugier vuelve a ponerse detrás de las cámaras, una vez más con una producción canadiense, ya que en sus propias palabras los proyectos que le llegaban de Hollywood no le satisfacían en manera alguna. Incident in a Ghostland, o Ghostland como se la ha titulado en España y otros países, no sólo sigue adscrita al género en el que Laugier ha construido su filmografía, también se revela como una extraña amalgama entre el terror extremo al que ayudó a encumbrar, slasher y homenaje a la literatura de terror, focalizando su tributo en la figura de un H.P. Lovecraft del que, todo sea dicho, hay poco en esta Ghostland que nos ocupa. Protagonizada por Crystal Reed, Anastasia Phillips, Mylène Farmer, Taylor Hickson y Emilia Jones la cuarta cinta de Laugier narra la llegada de una madre y sus dos hijas adolescentes a una antigua casa recién heredada. Antes de aclimatarse al peculiar y recargado inmueble, atestado de muñecas y todo tipo de objetos decorativos, dos individuos desconocidos llegados en una destartalada camioneta de helados lo asaltarán con el objetivo de convertir la primera noche de las tres nuevas dueñas de la casa en un verdadero infierno terrenal.
Aunque con Ghostland Pascal Laugier vuelve, en cierta manera, a los terrenos de Martyrs con tres personajes femeninos sufriendo una violencia física y psicológica extrema en esta ocasión ofrece un proyecto más adherido al terror con reminiscencias estilísticas al Tobe Hooper de la recuperable La Casa del Terror (Funhouse) o la olvidable Trampa Mortal (Eaten Alive), pero subvertiendo las señas de identidad de subgéneros como el home invasion o el ya mencionado slasher. Este juego contextal planteado desde el guión gracias a la afición del personaje de Beth por escribir historias de terror bordea la naturaleza tramposa usada por su guionista y director en The Tall Man. Pero habiendo tomado nota de las carencias de aquella y justificando a posteriori una decisión argumental que, lejos de menguar los aciertos de Ghostland, los acentúa y enriquece gracias a la visión realista ofrecida sobre el trastorno de estrés postraumático. Haciendo así uso de esta afección como excusa narrativa para dar un poso de profundidad al relato y convertirlo no sólo en una potente cinta de terror, sino también en un drama desgarrador protagonizado por personajes alejados de la unidimensionalidad y el simplismo. Recordando de esta manera en estructura, ejecución y subtexto a su opus magna de 2008, pero quedando lejos de los hallazgos de aquella, notablementa más excelsos.
Desde el punto de vista de un análisis superficial Ghostland parece estar abordada por medio de dos líneas temporales. La que tiene lugar en la fatídica noche del asalto a la recién adquirida mansión por la familia de Beth y otra años después con dicho personaje convertido en una escritora de best sellers cuya última obra, Incident in a Ghostland, narra aquellos hechos traumáticos para ella, su hermana y la madre de ambas. Por medio de este desdoblamiento narrativo desarrollado de manera paralela Pascal Laugier consigue ofrecer a su proyecto una dimensión algo más profunda, sin llegar a convertirse en un producto intelectualizado en sentido alguno, pero con matices suficientemente elaborados como para alejarse de una simple propuesta de género. En Martyrs también teníamos una díptico temporal centrado en la infancia y adultez de los dos personajes principales interpretados por las actrices Mylène Jampanoï y Morjana Alaoui, pero uno acontecía tras el otro de manera cronológica. En esta ocasión Laugier ha querido trabajar más la construcción del relato y realizar saltos entre una y otra temporalidad con el fin de ejecutar paralelismos y juegos de espejos, reales y figurados, con el fin de ofrecer ese giro argumental previamente mencionado que esta vez juega a favor de los planteamientos artísticos y técnicos ideados por el realizador.
Pero si debemos destacar un aspecto en la labor detrás de las cámaras por parte de Pascal Laugier es su manera de abordar la violencia en pantalla. Sin llegar a las cotas de explicitud y grafismo de Martyrs, film mucho más duro en los momentos de soledad silenciosa durante el confinamiento del personaje principal que en los pasajes de palizas y desollamientos experimentados contra su voluntad, pero no dejando nada a la imaginación Laugier apela una fisicidad rotunda a la hora de mostrar las agresiones sufridas por sus protagonistas reflejadas en la continua deformidad de sus rostros debido a los golpes infligidos, principalmente, por el bestial personaje de Rob Archer. Aunque de nuevo debemos remitir a Martyrs, ya que al igual que en aquella las situaciones más incómodas e impactantes con respecto a la violencia en Ghostland remiten a la psicología de sus protagonistas. Toda la secuencia de Beth esperando su turno para que “jueguen con ella” se recrudece más gracias a momentos como el del soplete y la muñeca de trapo (enorme el trabajo gestual de Emilia Jones al contemplar el preludio de su probable calvario) o el de la micción involuntaria. Escenas capaces de acentuar la vulnerabilidad de las protagonistas de manera más inquietante que por medio de los golpes aplicados por sus dementes captores.
No alcanzando unas cotas de brillantez remarcables, sin inventar nada nuevo, aunque jugando a placer con la idiosincrasia de lo “ya establecido", Ghostland nos devuelve a un Pascal Laugier por el que merece la pena perder el tiempo e invertir el dinero. Hundiendo sus raíces en la literatura y el cine de terror americano y sólo teniendo como mácula algún pasaje sonrojante (esa “aparición estelar” caracterizada paupérrimamente con maquillaje y prótesis) el cuarto largometraje del cineasta francés encarrila su carrera internacional a pesar de haber despertado cierta controversia dentro y fuera del plano cinematográfico. Quedamos pues a la espera de saber hacia dónde se encarrilará el próximo proyecto de Pascal Laugier, cuya carrera comenzó de la mano de su compatriota Christophe Gans rodando el making of de la muy recuperable El Pacto de los Lobos. Sin saber si volverá a su país de origen, seguirá trabajando en Canadá o si dará el salto a Hollywood por ahora sólo nos queda pasar un buen/mal rato con esta Ghostland capaz de devolvernos la esperanza con respecto a uno de los artesanos más controvertidos del panorama internacional.
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