El presente año se cumple un lustro del estreno de Pacific Rim, aquella superproducción producida por Legendary Entertainment (300, Godzilla, El Caballero Oscuro) con la que el cineasta Guillermo del Toro y el guionista Travis Beacham rindieron tributo a los géneros mecha y kaiju-eiga del cine nipón del que ambos autores siempre han sido seguidores. Aquel enfrentamiento entre “jaegers” y “kaijus”, robots gigantescos y monstruos descomunales, no consiguió el éxito esperado en taquilla (aunque la enorme recaudación en los países orientales, acérrimos seguidores de este tipo de films, salvaron la carrera internacional del largometraje) pero sí reclutó una más que considerable horda de fans que convirtieron la obra en una pieza de culto. Ante esta situación y gracias al cariño que siempre ha depositado en cualquier pieza salida de su filmografía Guillermo del Toro luchó contra viento y marea para conseguir sacar adelante una secuela de su producción de 2013. Finalmente en el presente 2018 dicha segunda parte titulada Pacific Rim: Insurrección ha llegado a las carteleras de todo el mundo, pero esta vez sin sus dos máximos responsables implicados de primera mano en el film con el realizador tomando sólo el rol de productor ejecutivo y el guionista haciendo acto de presencia en los títulos de crédito únicamente como creador de los personajes en los que se basa la cinta.
Con motivo del estreno español de la ya citada Pacific Rim: Uprising vamos a dedicar en la presente entrada un extenso especial en el que vamos a repasar todo el microcosmos de lo que llevamos de saga abarcando dos largometrajes y dos cómics que editaron en Estados Unidos la división de Legendary Entertainment dedicada al mundo del noveno arte, el primero de ellos también en España a manos Aleta Ediciones allá 2013. Eso significa que a continuación reseñaremos el film original de Guillermo del Toro, los cómics Pacific Rim: Año Cero y Pacific Rim: Tales From the Drift así como la secuela de reciente estreno dirigida y co guionizada por Steven S. DeKnight. De modo que poned a punto vuestros jaegers, buscad a un co piloto con el que seáis compatibles, preparaos para realizar la conexión neuronal que os lleve a la Deriva, cargad los cañones de plasma y armaos hasta los dientes, porque durante unos minutos vamos a volver a la Costa del Pacífico para enfrentarnos a los kaijus enviados por los Precursores para convertir nuestro planeta en un páramo sin vida en el que puedan establecerse una vez nos hayan extinguido de la faz de la Tierra. Hoy vamos a a enfrentarnos a los monstruos que nos amenazan, hoy vamos a detener el apocalipsis.
Pacific Rim (2013)
Título Original Pacific Rim (2013)
Dirección Guillermo del Toro
Guión Travis Beacham y Guillermo del Toro
Reparto Charlie Hunnam, Idris Elba, Rinko Kikuchi, Charlie Day, Diego Klattenhoff, Burn Gorman, Max Martini, Robert Kazinsky, Clifton Collins Jr., Ron Perlman, Brad William Henke, Larry Joe Campbell, Mana Ashida, Santiago Segura, Joe Pingue
El enorme éxito internacional que consiguió con la que hoy sigue siendo su mejor obra, El Laberinto del Fauno, supuso un punto de inflexión en la carrera del cinesta mexicano Guillermo del Toro. Tras el enorme recibimiento que tuvo aquella fantasía localizada en el contexto de la guerra civil española en Hollywood a su artífice le dieron carta blanca para hacer y deshacer a su antojo en lo referido a sus siguientes proyectos, algo que, contra todo pronóstico, no beneficio a su filmografía por mucha libertad artística que le proporcionara. Aquella irregular Hellboy II: El Ejército Dorado ya daba muestras de algo que se confirmaría en otros trabajos como La Cumbre Escarlata o la reciente La Forma del Agua, que Del Toro empezaba a centrarse excesivamente en el diseño de producción de sus largometrajes y a dejar de lado la solidez y adecuada construcción de los guiones de los mismos. Pacific Rim no es excepción a dicha teoría, pero como la intencionalidad con ella era homenajear a los géneros kaiju-eiga y mecha del cine nipón, que no se hicieron famosos precisamente por su profundidad dramática, se antoja hasta lógico que el libreto no sea el punto más fuerte de la propuesta por mucho que tanto Travis Beacham como el mismo director pusieran verdadero cariño a la hora de construir el microcosmos de dicha cinta. Estrenada en el año 2013 Pacific Rim hizo las delicias de gran parte del fandom que se vio seducido por una propuesta que no ofrecía nada más que cine de evasión bien ejecutado y rematado, pero con el genuino buen hacer del autor de Cronos que atravesaba la pantalla en cada uno de sus grandilocuentes fotogramas.
Pacific Rim se desarrolla entre los años 2020 y 2025 años después de que una brecha interdimensional se abriera en las profundidades del Océano Pacífico y de ella salieran unas monstruosidades llamadas kaiju cuyos ataques destruyeran algunas de las capitales más importantes del planeta. Para enfrentarse a dichas criaturas las potencias mundiales más grandes aunan fuerzas y recursos para crear la PPDC (Pan-Pacific Defense Corps) y poner en marcha el “Proyecto Jaeger” que consiste en la construcción de gigantescos mechas que son controlados por dos pilotos conectados neuronalmente entre sí y a la misma máquina compartiendo de esta manera sus pensamientos y recuerdos en un emplazamiento onírico llamado “Deriva”. Dos de estos mejores pilotos son los hermanos Raeligh Becket (Charlie Hunnam) y Yancy Becket (Diego Klattenhoff) que controlan el jaeger “Gipsy Danger”. En un enfrentamiento en Alaska contra un kaiju de Categoría 3 dicho mecha cae en combate y Yancy fallece en el proceso, hecho que precipitará la retirada de Raeligh y más tarde el desmantelamiento del Proyecto Jaeger. Cinco años después los gobiernos deciden construir enormes muros para impedir, de manera infructuosa, la llegada de los kaijus que cada vez son de mayor envergadura. Los cuatro jaegers que quedan activos están bajo la supervisión del mariscal Stacker Pentecost (Idris Elba) que intentará reclutar a Raeligh, actualmente un sencillo obrero en la construcción de uno de los muros, para volver a tomar los mandos de Gipsy Danger y poner en marcha un plan con el que cerrar la brecha que se abrió en Pacífico y por la que entran las montruosidades que están erradicando al ser humano de la faz de la Tierra.
Pacific Rim es el sueño cumplido de dos autores, Guillermo del Toro y Travis Beacham, que se alimentaron desde niños del cine japonés adscrito a los ya citados géneros kaiju-eiga y mecha así como el manga o el anime que también cultivaron este tipo de historias con piezas como Mazinger Z en sus primeros tiempos o Evangelion en una actualidad más o menos reciente. Una vez el guionista ha ayudado a construir el microcosmos de la propuesta el director de Mimic toma las riendas del proyecto para convertirlo en una de sus criaturas a pesar de su naturaleza eminentemente comercial y escapista. La intención del mexicano es dar preponderancia a los jaegers y los kaijus, de modo que abrazó sin miramientos la idea de ofrecer perfiles sencillos y arquetípicos a los personajes humanos, consiguiendo un mínimo de empatía por parte del espectador que le permita temer por la integridad física y psicológica de los mismos, pero siendo siempre consciente de que son un puente de unión para dar el protagonismo a los mechas y los monstruos que batallarán en las mastodónticas secuencias de pelea que pueblan la trama de largometraje. Todos los personajes se mueven en una ambiente castrense propio del cine militar, pero Del Toro elude convertir la obra en otro producto más para el lucimiento de la moral estadounidense y construye un grupo internacional de héroes apelando a una diversidad racial , cultural y de género muy de agradecer aunque lo haga por medio de secundarios con no mucho peso en el argumento central de la obra.
La intención última de Guillermo del Toro es construir un artefacto gigantesco en el que la épica devore cada uno de los encuadres del proyecto. Los mechas y los kaijus, de cuyo diseño siempre estuvo pendiente el cineasta para que sus colaboradores lo plasmaran con la mayor fidelidad posible a sus ideas, son los “figuras de acción” con los que el autor de Blade II juega a placer como si de un niño se tratase. Algo de ello hay en la mirada depositada en Pacific Rim, un proyecto abordado sin un ápice de ironía o sorna, entregándose sin miramientos a una patína de ingenuidad tan encantadora para cierto tipo de espectador como en ocasiones desconcertante para otro. La octava película del realizador de Hellboy es el resultado de lo que pasaría si el Michael Bay de la saga Transformers hiciera su trabajo anteponiendo el cariño por el material que tiene entre manos al abultado sueldo que va a recibir por ponerlo en marcha. La mayor parte de los brutales combates entre los jaegers y los kaijus están ejecutados por medio de unos, todavía hoy, muy logrados CGI, pero son la profesionaliad y dedicación de su principal artífice las que convierten el film en una pieza que se antoja en todo momento orgánica, poderosa, avasalladora, transformando los pixeles en imágenes y sonidos que, gracias a su fuerza visual y los logradísimos efectos sonoros, tornan en pasajes de acción perfectamente estructurados en los que el exceso nunca se apodera del encuadre y todo fuego de artificio está al servicio de la historia, por muy grandilocuente que este sea.
Como previamente hemos apuntado Pacific Rim no funcionó como se esperaba en la taquilla, pero su estreno en países orientales, sobre todo China que se ha convertido en el salvavidas de muchas superproducciones que pinchan en el mercado estaodounidense, ofreció unos enormes dividendos internacionales que dieron esperanza para que la recién nacida saga pudiera prosperar a manos de Guillermo del Toro y sus colaboradores. Warner Bros y Legendary Entertainment confiaron notablemente en el material de partida ideado por Travis Beacham y el cineasta azteca, de modo que encomendaron al primero extender el recién nacido microcosmos de Pacific Rim para dar origen al mismo, pero esta vez lo haría dentro del medio del cómic, que es donde pararemos en el próximo apartado de este especial. Con respecto a la cinta original de 2013 sólo podemos afirmar en que nos encontramos con un producto ligero, de ritmo certero, reparto tan comedido como carismático e intenciones tan humildes en el fondo como ambiciosas en su forma. Pacific Rim nos demostró que independientemente del tamaño del proyecto en el que se embarque su principal responsable siempre se implicará en él como el insobornable contador de historias que siempre ha sido y nunca dejará de ser. Un autor que este año ha recibido el reconocimiento que llevaba años mereciendo aunque haya sido con una obra que, para el que esto firma, podía haber sido de una calidad considerablemente superior.
Pacific Rim: Año Cero (2013)
Edición Original Legendary Comics – Pacific Rim: Tales From Year Zero
Edición Nacional/ España Aleta Ediciones
Guión Travis Beacham
Dibujo Sean Chen, Yvel Guichet, Pericles Junior, Chris Batista y Geoff Shaw
Entintado Mark McKenna, Steven Bird, Pericles Junior, Matt Banning
Color Guy Major, Tom Chu, Dom Regan
Formato Cartoné 104 págs
Precio 14,95€
Legendary Entertainmentent es una productora cinematográfica de origen estadounidense fundada en el año 2000 especializada, principalmente, en superproducciones. Asociada a compañías como Warner Bros, Universal Pictures o al conglomerado de empresas chinas Wanda Group ha financiado adaptaciones de cómics como la trilogía del Caballero Oscuro, 300, Watchmen o Jonah Hex, proyectos protagonizados por monstruos clásicos como Godzilla o Kong: La Isla de la Calavera, que en el futuro compartirán pantalla, o Pacific Rim e incluso films de menor presupuesto como Straight Outta Compton o la trilogía Resacón (Hangover). El rendimiento de dichas películas era tan bueno que la productora decidió crear una división propia adscrita al mundo del cómic. Legendary Comics no sólo ha acogido versiones en viñetas de algunos de sus trabajos en celuloide más exitosos con piezas como Godzilla: Despertar, Trick ‘r Treat: Days of the Dead o Krampus: Shadow of Saint Nicholas, también ha dado cobijo a obras bastante polémicas de autores importantes como Holy Terror de Frank Miller. Pero a continuación vamos a detenernos en el cómic precuela de Pacific Rim que acompañó a dicha película el año de su estreno internacional. Con Travis Beacham, guionista de la obra original, a la escritura y Sean Chen, Yvel Guichet, Pericles Junior, Chris Batista y Geoff Shaw en el apartado artístico Pacific Rim: Año Cero llegó para despejar muchas de las dudas que nos quedaron tras el visionado de la cinta de Guillermo del Toro.
Tomando como eje central del relato al personaje de la periodista Naomi Sokolov Pacific Rim: Año Cero narra por medio de varios flashbacks historias que tuvieron lugar en distintas épocas anteriores a lo acontecido en el largometraje original. Entrevistando a distintos personajes personajes como Tendo Choi (Clifton Collins Jr), el mariscal Stacker Pentecost o el Doctor Jasper Schoenfeld conoceremos el génesis de la PPDC y el Proyecto Jaeger, los primeros experimentos con un sólo piloto que dieron como resultado irreperables fracasos, la relación sentimental intermitente entre dos de los precursores de dicha idea o algunos hechos que tuvieron lugar durante el Día K, aquel 10 de Agosto de 2013, que dan una perspectiva diferente y más intima que la que vimos en el prólogo de la película de Guillermo del Toro en el que se contextualizaba espaciotemporalmente el origen de los hechos narrados posteriormente el argumento de la obra. De esta manera seguiremos los pasos de conocidos como los hermanos Raeligh y Yancy Becket o Mako Mori y conoceremos a nuevos secundarios de gran relevancia que no hicieron acto de presencia en el film o que sólo fueron mencionados de pasada como Luna Pentecost, la doctora Caitlin Lightcap o Tamsin Sevier, estas dos últimas las primeras mujeres pilotos de jaeger de la historia. Todos estos recuerdos por parte de los protagonistas muestran un interesante tapiz que ahonda en el microcosmos creado por los guionistas del largometraje primigenio.
Desde el excelente y emotivo prólogo que lo precede el cómic que nos ocupa confirma que Travis Beacham es el ideólogo en la sombra del microcosmos de Pacific Rim, algo que en ningún momento se apuntó en los contenidos adicionales de las ediciones en bluray y dvd del largomatraje en los que prácticamente se le ninguneaba en favor de un Guillermo del Toro que copaba casi todo el protagonismo, no sin merecimiento. El guionista demuestra no sólo un profundo aprecio por las criaturas que pueblan el relato narrado en Pacific Rim: Año Cero, sino también un incuestionable conocimiento de este universo ficcional que en poco más de cien páginas consigue enriquecer lo suficiente para ofrecerle un sólido origen y un contexto adecuado y extenso en el que poder construir futuras historias en viñetas ajenas al desarrollo que pueda tener la franquicia cinematográfica en pantalla grande. El guionista muestra unas aptitudes adecuadas a la hora de construir un relato adherido a la narrativa propia del arte secuencial, sabe desarrollar adecuadamente una historia que se sustenta en numerosos flashbacks localizados en épocas diferentes y el retrato que ejecuta de los personajes que la pueblan se muestra lo suficiemente cercano y parecido al de sus contrapartidas en imagen real para que el lector no sólo pueda disfrutar del proyecto, sino que también lo acepte como parte del canon establecido por la película de 2013 que encuentra una digna precuela en estas páginas.
Si el guión está convincetemente estructurado permitiendo a la historia discurrir con eficacia sin aspaviento alguno, es en el apartado artístico donde un trabajo como Pacific Rim: Año Cero hace aguas y pierde el control de la historia. Hasta cinco ilustradores se reparten el dibujo del cómic, sin una distrubución lógica de las páginas, con una mezcla de diferentes estilos en ocasiones antagónicos, con autores copando gran número de viñetas y otros ejecutando una cantidad ínfima de ellas, que impide la adecuada evaluación de sus aportaciones a la obra. Indudablemente el apartado gráfico es un caos, no sabemos qué porción del producto pertenece a cada uno de los artistas y la mixtura de clasicismo, feismo y tonalidades deudoras del manga crean una pieza hipertrófica, inconsistente, que menoscaba el buen hacer de la escritura de un Travis Beacham que ve sepultada su narrativa por esta poco profesional amalgama de distintos trazos que no ayudan a dar cohesión a un producto que hubiera ganado mucho más con un sólo profesional a los lápices o en todo caso un par de ellos cuyos estilos fueran mínimamente compatabiles. Una pena el resultado si tenemos en cuenta que en el cómic Godzilla: Despertar sí recurrieron a dos encargados a los dibujos que se repartieron los pasajes del pasado y el presente para dar al cómic una coherencia formal de la que Pacific Rim: Año Cero carece.
No vamos a decir aquí que Pacific Rim: Año Cero sea un gran cómic o una obra destacable en manera alguna, pero sí es una lectura indispensable para los seguidores de la franquicia cinematográfica y la confirmación de que productoras como Legendary Entertainment abogan por una sana relación de reciprocidad y bilateralidad entre dos medios como el del cómic y el cinematográfico, no teniendo este último que ser el único beneficiario del trabajo en papel del primero, algo que un servidor ha intentado reivindicar en algunas ocasiones con la sección Del Cine al Cómic que espero poder recuperar en un futuro no muy lejano. A pesar de su muy irregular dibujo el primer cómic inspirado en Pacific Rim se lee con el mismo agrado con el que se degustaba el largometraje de Guillermo del Toro. Tras su buen recibimiento editorial Legendary Comics decidió seguir explotando la gallina de los huevos de oro tres años después con otra entrega, inédita en España, llamada Pacific Rim: Tales from the Drift, de nuevo escrita por Traves Beacham, aunque esta vez con la ayuda de Joshua Hale Fialkov al guión, y dibujo de Marcos Marz que vamos a reseñar también en este especial.
Pacific Rim: Tales From the Drift (2016)
Edición Original Legendary Comics
Historia Travis Beacham
Guión Joshua Hale Fialkov
Dibujo Marcos Marz
Entintado Marcos Marz
Color Marcelo Maiolo
Formato Rústica
Precio $19,99
Sólo tres años después de la publicación de Pacific Rim: Año Cero y todavía con el porvenir de la franquicia en pantalla grande pendiente de un hilo y por decidirse en 2016 Legendary Comics decidió editar la segunda miniserie centrada en la creación cinematográfica de Guillermo del Toro y Travis Beacham de 2013. Pacific Rim: Tales From the Drift, que partía de una historia del ya citado guionista del film original, contó con guión del estadounidense Joshua Hale Fialkov (Yo, Vampiro) y dibujo del brasileño Marcos Marz (La Noche Más Oscura) y constaba de cuatro números, que en un principio iban a ser bastantes más, publicados entre noviembre de 2015 y mayo de 2016 en Estados Unidos, siendo posteriormente recopilados en un tomo unitario. Esta nueva incursión desde el mundo de las viñetas en el “Universo Pacific Rim” se saldó con un resultado muy superior al de la anterior miniserie y esta meta fue alcanzada a manos de sus responsables por distintos y varios motivos que vamos a exponer en la siguiente reseña confirmando que la editorial que tenía los derechos de la franquicia para narrar y explotar sus aventuras en papel tomaron buena nota y supieron corregir los errores en los que previamente habían caído con la ya citada Pacific Rim: Año Cero que no explotaba todo el potencial que atesoraba.
Aunque, al igual que Pacific Rim: Año Cero, ejerce el rol de precuela de la película origen Pacific Rim: Tales From the Drift a diferencia de aquella no es un relato que trate de desentrañar los orígenes del universo creado por Guillermo del Toro y Travis Beacham, algo que juega a su favor como obra autocontenida que no deja de formar parte de un proyecto mucho más grande. Esta segunda miniserie abarca una historia mínima, mucho menos pretenciosa y más intimista, llegando incluso a ir a contracorriente del resto de narraciones en celuloide o papel diseñadas bajo el sello de Pacific Rim. Expuesta casi en tiempo real la pieza que nos ocupa sigue los pasos de Duc y Kaori Jessup un matrimonio de pilotos que controlan un jaeger llamado Tacit Ronin que durante el enfrentamiento con un kaiju comienzan a rememorar por medio de su estancia en la Deriva sus primeros recuerdos compartidos mientras intentan sobrevivir al ataque de la descomunal bestia. Lo peculiar de Pacific Rim: Tales From the Drift es que en esta ocasión, y sin que sirva de precedente, la presencia de los jaegers y kaijus es simplemente un vehículo para analizar la personalidad de los personajes humanos, algo que hasta ese momento se encontraba en las antípodas del espíritu de la franquicia. De esta manera los autores del cómic ofrecen una cara diferente dela creación ficcional que nos ocupa en esta entrada abriendo incontables posibilidades para la misma.
No sabemos hasta que punto el guión de Joshua Hale Fialkov es fiel a la historia original de Travis Beacham, suponemos que bastante, pero de lo que sí podemos confirmar es que en una obra como Pacific Rim: Tales From the Drift el primero muestra unos conocimientos mucho más profundos de la narración secuencial que el segundo y eso juega a favor del relato. Curiosamente la experimentación con la disposición de las viñetas o el uso recurrente de dobles splash pages para acentuar la tonalidad épica de la parte de la serie que abarca el combate acuático entre el jaeger y el kaiju es mucho más deudor de la superproducción de 2013 que la previa Pacific Rim: Año Cero. Pero como previamente hemos citado son los protagonistas humanos los que vertebran el núcleo central de la historia, por medio de un retrato de los mismos que ahonda en su relación sentimental y los orígenes de la misma o sus primeros pasos para colaborar como pilotos. Gracias a ello el guión transita caminos nuevos dentro de la franquicia como los que la inclinan a profundizar en la mitología de la Deriva extendiendo hasta con predispuesta pericia las posibilidades narrativas que dicho emplazamiento onírico permite y que es extrapolado a las páginas por medio de una estructuración argumental que está excelentemente trasladada en las planchas.
Previamente comentábamos el desastre al que daba lugar esa hiedra de cinco cabezas que se encargaba del apartado gráfico de Pacific Rim: Año Cero y que hacía perder enteros al conjunto de la obra. En esta ocasión el resultado es notablemente superior después de que Legendary Comics reflexionara a este respecto y asignara el dibujo de Pacific Rim: Tales From the Drift a un sólo autor, el brasileño Marcos Marz. La mejoría es notable en numerosos aspectos, desde el trazo mejor definido deudor de autores como J.H. Williams hasta la técnica utilizada para ejecutarlo que en ocasiones se asemeja al uso de acuarelas, dando pie a ciertos pasajes en los que el ilustrador juega con la experimentación como la fusión, literal, de las dos mentes de los personajes de Duc y Kaori en algunas páginas sencillamente exquisitas. Desde el punto de vista del diseño de los jaegers y los kaiju Marz también marca las distancias con las encarnaciones previas que habíamos visto de ellos dibujándolos con una mayor estilización y trazo más limpio (los mechas parecen salidos de la serie Gundam y los kaiju se antojan mucho menos viscosos y asalvajados) ofreciendo otra perspectiva tan válida como las anteriores, pero que llama la atención por alejarse de la entregada por Guillermo del Toro en el génesis de la saga allá por 2013. Cierta inexpresividad en los rostros de los personajes y algo de estatismo en los pasajes más calmados son las únicas mácula que encontramos en la labor a los lápices del autor de Batman Confidential.
Pacific Rim: Tales From the Drift es un paso adelante dentro de la vida editorial de la franquicia y hasta cierto punto una pequeña revolución con respecto a su discurso e idiosincrasia como obra ficcional. Al igual que con Pacific Rim: Año Cero su publicación supuso un éxito notable de modo que con ella no terminarían las aventuras en papel de los miembros de la Pan-Pacific Defense Corps. Em el presente año 2018 y con motivo del estreno de la secuela cinematográfica Legendary Comics tiene intención de editar dos nuevas miniseries. La primera de ellas Pacific Rim: Aftermath, escrita por Cavan Scott y dibujada por Rich Elson, así como centrada en el personaje protagonista de John Boyega en el film, todavía está en proceso de publicación y tras ella llegará Pacific Rim: Amara contando con Cavan Scott, Zhang Ran y BigN como autores. Este próspero porvenir de Pacific Rim en el mundo del noveno arte se suma al del séptimo (puede que incluso a la televisión si sale adelante la largamente anunciada serie de animación) ya que la segunda parte en pantalla grande ha funcionado notablemente bien en taquilla, bastante más que su predecesora, de modo que para cerrar este especial dedicado a los “Titanes del Pacífico” era inevitable que dedicaramos una reseña con la que abordarla como obra cinematográfica comercial y secuela de una cinta de culto que ha dado forma a un terreno fértil que no ha hecho más que dar sus primeros cultivos.
Pacific Rim: Insurrección (2018)
Título Original Pacific Rim: Uprising (2018)
Dirección Steven S. DeKnightGuión Steven S. DeKnight, Emily Carmichael, Kira Snyder, T.S. Nowlin basado en personajes de Travis Beacham
Reparto John Boyega, Scott Eastwood, Cailee Spaeny, Tian Jing, Adria Arjona, Levi Meaden, Charlie Day, Rinko Kikuchi, Burn Gorman, Ivanna Sakhno, Nick Tarabay, Dustin Clare, Karan Brar, Daniel Feuerriegel, Madeleine McGraw, Shyrley Rodriguez, Rahart Adams, Zhang Jin, Jaime Slater, Lily Ji, Luke Judy,Mackenyu
En el año 2016 saltaba la noticia. Después de haber luchado contra viento y marea para sacar adelante una secuela de Pacific Rim Guillermo del Toro confirmaba que él no sería el director de esta y que sólo ejercería labores de productor ejecutivo cediendo la silla de realizador a otro cineasta, algo que, no lo neguemos, menguó considerablemente nuestras ansias por ver esta segunda parte que volvería a enfrentar a jaegers y kaijus. En 2017 el autor de El Espinazo del Diablo afirmaría que los problemas con las fechas que le impedían rodar su largamente acariciada La Forma del Agua y la intervención de la compañía china Wanda Group que trastocó muchos de los planes con respecto a Pacific Rim: Insurección fueron los motivos que le incitaron a delegar responsabilidades de escritura y dirección en Steven S. DeKnight. Curtido en el mundo de la televisión con productos como Buffy Cazavampiros, Smallville, Spartacus o la primera temporada del Daredevil de Netflix DeKnight debutaría en el mundo del largometraje con su trabajo en la nueva entrega de la saga, con el handicap añadido de tener que ocupar el lugar de un autor tan carismático y metódico como el azteca. A su labor detrás de las cámaras se suman los guionistas Emily Carmichael, Kira Snyder y T.S. Nowlin escribiendo una historia inspirada en los personajes inventados por Travis Beacham, co creador de la saga del que no encontramos rastro en este nuevo episodio, y con un reparto en el que vemos nuevas incorporaciones como John Boyega, Scott Eastwood, Cailee Spaeny o Jing Tian y caras reconocibles del film anterior como Charlie Day, Burn Gorman o Rinko Kikuchi. El resultado es una correcta continuación que sigue el espíritu de su predecesora sin nada muy destacable, pero con todos sus apartado ejecutados con efectividad y bastante oficio.
Diez años después del fin de la guerra contra los kaijus Jake Pentecost (John Boyega) el hijo del fallecido Mariscal Stacker Pentecost (Idris Elba) sobrevive como buenamente puede robando y posteriormente vendiendo restos de los kaijus vencidos en combate. Después de encontrarse con una adolescente llamada Amara Namani (Cailee Spaeny) que se ha dedicado a recolectar piezas de jaegers para construir el suyo propio llamado Scrapper ambos personajes serán detenidos y reclutados por la PPDC (Pan-Pacific Defense Corps) para implicarse en el entrenamiento de nuevos pilotos de jaegers impulsado por la hermanastra de Jake, Mako Mori (Rinko Kikuchi). Una vez se se alistan en el nuevo proyecto Jake se reencontrará con su antiguo compañero, y ahora rival, Nate Lambert (Scott Eastwood) y Amara se unirá al grupo de aspirantes a pilotar jaegers. La intervención de la Shao Corporation presidida por Liwen Shao (Jing Tian) y su intención de crear un programa de drones que puedan sustituir a los antiguos robots controlados por humanos y la aparición de unos misteriosos y hostiles jaegers que llevan a cabo actos terroristas supondrán sólo el principio de lo que será una segunda guerra contra los kaiju que reaparecerán para poner en peligro nuevamente al planeta Tierra con planes directamente vinculados con la invasión inicial del año 2013 que nos fue narrada en la primera película de la franquicia.
Vaya por delante, para que nadie se sienta engañado, que todo aquel que no disfrutó con la primera Pacific Rim no tiene nada que hacer aquí, esta secuela contiene los mismos ingredientes que aquella potenciados notablemente para ser una réplica más grande y mastodóntica que aquella, de modo que los espectadores que salieron decepcionados con el film de 2013 volverán a experimentar la misma sensación con la cinta que nos ocupa. Una vez hecha la advertencia debemos afirmar por otra lado que dificilmente una cinta como Pacific Rim: Insurrección dejará insatisfechos a aquellos que gozaron con su hermana mayor, porque una de los mayores aciertos, aunque en cierta manera también es un fallo, de esta segunda parte es ser escrupulósamente fiel al microcosmos planteado en 2013 a manos de Guillermo del Toro y Travis Beacham cinco años antes. De hecho con respecto a esto repite la estructura argumental y conceptual de aquella por medio de una historia bastante sencilla, aunque en esta ocasión se incluyen un par de giro argumentales más o menos inesperados, protagonizada por personajes bastante arquetípicos, pero adecuadamente perfilados, que ofrecen las dosis necesarias de empatía para conectar con un espectador que después de todo está aquí por el espectáculo, que no es otro que las batallas descomunales entre robots con forma humanoide y criaturas interdimensionales de reminiscencias lovecraftianas.
En ese sentido podemos decir que un producto como Pacific Rim: Uprising cumple sobradamente su cometido. La cinta de Steven S. DeKnight abraza sin prejuicios ni miramientos la ley que casi siempre impera en las secuelas de las grandes superproducciones de Hollywood, aquella que apela por replicar los aciertos y errores del film previo a una escala mucho mayor, pero por surte el equipo que hay detrás del largometraje sabe mantener las formas y no dejarse llevar por los excesos estilísticos y argumentales. Todas las escenas de acción en esta nueva entrega son más brutales, los jaegers son más letales y poseen un armamento más variado, así como un diseño mucho más estilizado que da unas características más aerodinámicas que el utilizado por Del Toro en la anterior cinta, y los kaijus son de una envergadura desproporcionadamente más grande, sobre todo sin nos centramos en el último de ellos contra el que Gipsy Avenger, y el resto de mechas, se enfrentan en el clímax final. Los CGI son sobresalientes, las coregorafías de lucha y los efectos de las mismas en las ciudades transmiten la sensación de destrucción propia del género, dando muestras de que DeKnight ha hecho muy bien los deberes para adaptarse al material con el que le ha tocado trabajar, pero a pesar de la espectacularidad, la épica magníficada y el resultado dificilmente reprochable desde el apartado técnico la magia y la chispa propia de Del Toro se echa considerablemente en falta.
En lo referido al reparto, y al igual que sucedía en la anterior Pacific Rim, nos encontramos una galería de personajes bastante simples cuyo desarrollo es el justo para que a la hora de interactuar los unos con los otros nos interesemos lo suficiente por su integridad física y psicológica. John Boyega, que creía lo suficiente en el proyecto como para haberse implicado en él también como productor, realiza con su Jake Pentecost un personaje a años luz de su Finn de la nueva trilogía de Star Wars, con aire canalla, personalidad altanera y notable carisma verborréico. Le dan la réplica un Scott Eastwood que no está a la altura y que se muestra en pantalla demasiado blando (miedo produce que sea candidato para dar vida al nuevo Lobezno si lo va a interpretar con esta insustancialidad) y una dinámica y encantadora Cailee Spaeny que llena el encuadre con su presencia. Entre los secundarios tenemos a unos Charlie Day y Burn Gorman que copan más protagonismo, si cabe, que en la primera película, a Rinko Kikuchi con una presencia mucho más anécdótica que en la anterior entrega y a Tian Jing en la piel de un rol que buscando romper algunos estereotipos se entrega a cierta descaracetización que se antoja forzada desde el punto de vista de la escritura. Todo esto afirmando, una vez más, que dichos personajes humanos no dejan de ser el “precio a pagar” paras servir de conexión con los ya apuntados protagonistas de la película.
Aunque hay algunos apuntes novedosos como la privatización de los pilotos de jagers o pinceladas acerca del contexto social y político en el que se desarrolla la historia como secuela Pacific Rim: Insurreción no añade nada nuevo al microcosmos de la saga, pero le da continuidad de manera coherente y cohesionada. Aunque no es tan notable como la primera parte de Guillermo del Toro en cierta manera transmite las mismas sensaciones que aquella, las de un blockbuster hecho con oficio, una ejecución técnica irreprochable y una inclinación por el entretenimiento ligero, pero “bigger than life”, para llamar la atención de distinto tipo de espectadores. La fórmula esta vez ha dado mejor resultado que su predecesora desde un punto de vista recaudatorio ya que la taquilla ha jugado a favor de la propuesta y no pone en entredicho el porvenir de la franquicia como si lo hizo el largometraje de 2013 que no cumplió todas las expectativas monetarias depositadas en él. De modo que todo apunto a que tendremos Pacific Rim para rato y como en este especial hemos demostrado su sombra se extiende más allá del medio cinematográfico gracias a unos inteligentes productores que son conscientes de las posibilidades de otros como el del cómic que desde hace años vive en inquebrantable comunión con el séptimo arte, con todo lo bueno y malo que ello conlleva.
Especial orginalmente publicado en la web Zona Negativa
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