jueves, 22 de marzo de 2018

Mute, la ley del silencio



Título Original Mute (2018)
Director Duncan Jones
Guión  Michael Robert Johnson, Duncan Jones
Reparto Alexander Skarsgård, Paul Rudd, Justin Theroux, Florence Kasumba, Noel Clarke, Daniel Fathers, Livia Matthes, Kirsten Block, Gilbert Owuor, Eugen Bauder, Seyneb Saleh, Nikki Lamborn, Anja Karmanski, Alexander Yassin, Robert Nickisch, Robert Sheehan, Levi Eisenblätter, Rosie Shaw





Si alguien pensaba que su fichaje por parte de Netflix iba a suponer un bálsamo para el cineasta Duncan Jones, hijo del añorado cantante David Bowie, después de la decepcionante experiencia que supuso su adaptación cinematográfica del videojuego World of Warcraft estaba completamente equivocado, ya que el autor de Moon o Código Fuente (Source Code) ha caído aún más bajo con la primera producción que realizado bajo el amparo de la famosa plataforma de streaming. Mute es un proyecto que el director británico llevaba ideando durante doce años y vistos los resultados no sabemos si Netflix le ha obligado a hacer notables cambios que han desvirtuado la película que en principio él tenía en mente o si desde su misma gestación era el disparate que finalmente ha resultado, porque desde su mismo arranque es difícil creer que este desastre a todos los niveles haya sido diseñado a lo largo de más de una década, para colmo como una especie de secuela de su alabada ópera prima, cameo de Sam Rockwell incluido.




La trama de Mute está localizada en Berlín durante el año 2056 y narra la historia de Leo (Alexander Skarsgård) un camarero mudo que tras la desaparición de su novia Naadirah (Seyneb Saleh) recorrerá los barrios más marginales de la ciudad para encontrarla. Por otra parte Cactus Bill (Paul Rudd) y Duck (Juston Theroux) son dos cirujanos americanos que trabajan en la clandestinidad, cuando Leo contacta con ellos descubre que son conocedores del paradero de Naadirah y dicha situación pondrá en peligro a todos ellos. Esta es la trama, más bien sencilla, de una película como Mute, un neo noir de manual contextualizado en el futuro y en el que no hay nada más que lo que se ve o puede que incluso menos. Por eso mismo el hecho de que la cinta sea tan demencialmente deficiente se antoja sorprendente, ya que por desgracia pocos, más bien casi ninguno, de los apartados de la misma se salvan de la quema, construyendo una oda a la ineficacia y lo superfluo.




Cuentan las malas lenguas que la intención primera de Duncan Jones y su co guionista Michael Robert Johnson era hacer una película de mafiosos y que para dar luz verde al proyecto desde Netflix le impusieron que localizara la trama en el futuro y un contexto de ciencia ficción. Un servidor no puede afirmar dicha teoría, pero lo cierto es que una vez vista la película no es nada descabellada. La falsa distopía que envuelve a Mute como obra cinematográfica no es nada más que una excusa para introducir numerosos, y muy cuestionables, efectos digitales en el proyecto, porque no hay denuncia, no hay un verdadero retrato de esa sociedad, nunca llegamos a saber quién o qué rige ese Berlín forzadamente cyberpunk fusilado de películas como Blade Runner, Johnny Mnemonic, Ghost in the Shell o Minority Report. Duncan Jones localiza su historia en 2056 de la misma manera que lo podía haber hecho en 1919 o 1970, sin que nada cambiase en la trama.




Pero, a pesar de ser un fallo mayúsculo que hiere gravemente el conjunto de la obra, lo peor no es que la adhesión de la película al género de ciencia ficción sea gratuita, ineficaz y arbitraria si tenemos en cuenta que ni el grueso de la historia centrada en el submundo del hampa y los personajes ofrece la mínima calidad o coherencia exigida a un producto de esta naturaleza. En Mute es como si cada secuencia nueva pareciera de una película y un género diferente al anterior, antojándose enfermizo que Duncan Jones mandara a positivar pasajes que hasta el estudiante de cine más imberbe sería consciente de que incitan al escarnio y la vergüenza ajena. El simple hecho de pensar que los guionistas se han pasado doce años diseñando un libreto tan rematadamente inconsistente, paupérrimo y pueril incita al espectador a echarse las manos a la cabeza y no dar crédito a lo que ve en pantalla o a que Netflix lo haya, no sólo permitido, sino financiado.




Todos los personajes de Mute parecen realizar acciones demenciales, carentes de toda lógica, como si no fueran capaces de pensar con raciocinio y se vieran impulsados a cometer insensatez tras insensatez. En este sentido un terriblemente patético Alexander Skarsgård, que más que el habla parece haber perdido sus competentes aptitudes interpretativas, no es precisamente el que peor parado sale, porque la verdadera incredulidad llega en lo referido la pareja de cirujanos a la que dan vida unos Paul Rudd y Justin Theroux, este último con inenarrable peluca, tratando de conservar algo de dignidad con unos personajes que nunca llegamos a saber si son bisexuales, pedófilos o asesinos en serie por lo idiotesco de sus actos y lo terriblemente mal perfilados que están en el guión. Si a esto sumamos que la subtrama que protagonizan es totalmente innecesaria y carente de interés y su conexión con el personaje de Leo superficial hasta el insulto el resultado no deja de estar a la altura del resto del largometraje.




Si en Netflix quieren quitarse la fama de contenedor que acoge todos aquellos proyectos que las productoras de Hollywood no quieren financiar o estrenar el hecho de diseñar y estrenar por todo lo alto una aberración como Mute no es el mejor camino para llevar a buen puerto dicha empresa. Por otro lado no sé si Duncan Jones después de la obra que nos ocupa ha conseguido entrar en la plantilla de la plataforma de streaming para realizar más productos, pero lo que sí es cierto es que la fama de cineasta prometedor que se había ganado con Moon, y en menor medida Código Fuente, la ha dilapidado con sus dos últimos films. Por mucho que un servidor trate de sacar algo de provecho de Mute sólo con pensar en el cameo de Dominic Monaghan vestido de geisha, uno de los pasajes cinematográficos más vergonzosos que he visto en años, y que su director y co guionista haya dedicado semejante engendro a la memoria de sus padres, dejando entrever que poco aprecio les tendría, las ganas de borrar de mi mente estos interminables y lamentables 126 minutos de pésimo cine van en gradual e inexorable aumento.



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