Título Original La Llamada (2017)
Director Javier Ambrossi y Javier Calvo
Guión Javier Ambrossi y Javier Calvo, basado en su obra de teatro
Reparto Macarena García, Anna Castillo, Belén Cuesta, Gracia Olayo, Richard Collins-Moore, María Isabel Díaz, Secun De La Rosa, Víctor Elías, Esti Quesada
El génesis de un proyecto como La Llamada es bastante particular. Los actores Javier Ambrossi (Cuéntame Cómo Pasó) y Javier Calvo (Física o Química) trabajaban como camareros en un bar del barrio madrileño de Chueca llamado Válgame Dios y allí mientras servían copas y se lamentaban por no encontrar trabajo como intérpretes decidieron, con la complicidad de las actrices Belén Cuesta y Macarena García (esta última hermana de Ambrossi), escribir una obra de teatro musical sobre fe, amor y amistad que tenía lugar en un campamento llamado “La Brújula” regido por un convento de variopintas monjas. Lo que nació en 2013 como una pequeña obra de teatro de humildes aspiraciones se convirtió al poco tiempo en un éxito que incluso rebasó las barreras españolas atrayendo a todo tipo de espectadores que se quedaron enamorados con la peculiar historia narrada entre canciones Whitney Houston y loas al altísimo a ritmo de reggaeton. El triunfo fue tal que Enrique López Lavigne, máximo responsable detrás de la productora Apache Films, propuso a Ambrossi y Calvo realizar una versión cinematográfica de La Llamada con el mismo reparto de la pieza teatral y el resultado es una de las mejores películas patrias del 2017 que extiende al mundo del séptimo arte la originalidad de la propuesta nacida en las tablas por parte de la pareja de jóvenes guionistas y directores.
De este modo la versión cinematográfica de La Llamada está protagonizada por María (Macarena Gómez) y Susana (Anna Castillo) dos amigas aficionadas a la fiesta y el desfase que están pasando el verano en el campamento segoviano La Brújula bajo la supervisión de un grupo de monjas comandado por la hermana Bernarda (Gracia Olayo) y la hermana Milagros (Belén Cuesta) mano derecha de la primera y consentidora de los excesos de los dos personajes principales. Después de escaparse de madrugada para asistir a un concierto de “electrolatino” y despertarse tarde al día siguiente María y Susana son castigadas por la hermana Bernarda a quedarse solas en el campamento con ella y con Milagros mientras el resto de sus compañeras se van de excursión. Lo que apuntaba a ser un fin de semana aburrido comienza a tornar en un par de jornadas surrealistas cuando a María comience a aparecérsele por las noches un señor vestido con un traje de lentejuelas que le canta canciones de Whitney Houston. Todo apunta a que este individuo es el mismo Dios que ha elegido a María para que cumpla una misión divina que ella no consigue descifrar, pero que trastocará para siempre la apacible y rutinaria vida del campamento La Brújula y sus moradores.
Hacía años que un servidor no encontraba una propuesta tan original, divertida y vitalista dentro del cine español reciente. Todo parte, evidentemente, del guión de Javier Calvo y Javier Ambrossi que nació en las tablas y ha sido adaptado al medio cinematográfico de manera ejemplar. Ambos autores consiguen algo inusual en los tiempos que corren, transmitir un mensaje en favor de la fe y la religiosidad con el que las nuevas generaciones puedan indentificarse eludiendo todo lo de adoctrinador y dogmático que pueda haber en el cristianismo. Los escritores y realizadores afirman que la método más efectivo para que los creyentes puedan llegar a Dios no es por medio del rezo, el recogimiento o el celibato, sino dando rienda suelta al amor, la amistad, el talento y sobre todo la música, sin importar que esta este representada por temas de una diva como Whitney Huston o un corte reaggetonero de Henry Méndez. Sirva como declaración de intenciones la imagen que los guionistas y cineastas dan de Dios con ese Richard Collins Moore (El Segundo Nombre) de potente voz que parece una mezcla de cantante de góspel y decadente showman de Las Vegas que encandila a la platea desde su primera aparición en pantalla.
Pero más allá de que el guión esté perfectamente estructurado, respete la esencia de la obra teatral y ejecute en sesión continua diálogos chispeantes, son las cuatro actrices protagonistas, y el resto de secundarios, las que dan alma y corazón a La Llamada. Desde una Mácarena García de mirada brutalmente sincera a una Anna Castillo alejadísima del papel que le dio la fama (El Olivo) pasando por una deliciosamente llorosa Belén Cuesta y llegando a una pletórica Gracia Olayo en el papel de su vida, todo el peso recae sobre este cuarteto en estado de gracia que después de cuatro años dando vida a sus papeles en las tablas los conocen al milímetro y saben exprimirlos hasta lo indecente com un dechado de naturalidad, carisma, entrañabilidad y magia que les permite cantar, bailar, llorar, reír y que todo se transmita con apabullante facilidad a una patio de butacas que desde el minuto uno de metraje cae rendido ante los encantos de estas mujeres que demuestran que Javier Ambrossi y Javier Calvo poco tienen que envidiar a Pedro Almodóvar (fan declarado de la película, por cierto) como director de actrices a las que explotan al máximo para que ofrezcan su mejor cara a la hora de hacer su labor delante de las cámaras.
Con unos directores debutantes que demuestran una inusual soltura como jefes de orquesta y una labor como guionistas muy remarcable trabajando para crear la sólida estructura en la que sus enormes actrices protagonistas puedan sustentar su excelente trabajo interpretativo La Llamada es una de las propuestas patrias más interesantes y atípicas del 2017. Una pieza recomendable para espectadores de cualquier edad, condición sexual, creencia (e incluso ateos, como el que esto firma) que se revela finalmente como una oda a las ganas de vivir, al carpe diem, a la fe en todas sus formas (no sólo la religiosa) transmitiendo una luminosidad que atraviesa la pantalla gracias a su naturaleza sincera, humilde y cercana como producto de ficción que sin pretensiones ni aspiraciones que fueran más allá de entretener al público desde el teatro o las salas de proyección ha conseguido convertirse en un pequeño fenómeno tan efectivo que ha superado el trasvase de un medio a otro, no sólo manteniéndose fiel a sí mismo, sino también alcanzando nuevas cotas de calidad y magia en su triunfal salto a la pantalla grande con un lema, “lo hacemos y luego ya vemos”, que sintetiza magistralmente el mensaje de una pieza que confirma la buena salud de las nuevas generaciones de cineastas españoles que regularmente se dejan caer por nuestras carteleras.
Reseña publicada originalmente en la web Zona Negativa
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