Título Original Glory to the Filmmaker - Kantoku Banzai (2007)
Director Takeshi Kitano
Guión Takeshi Kitano
Actores Beat Takeshi, Toru Eromi, Kayoko Kishimoto, Anne Suzuki, Kazuko Yoshiyuki
Soy un gran admirador de Takeshi Kitano, como cineasta personal e intransferible, pero también como personaje público del que se podría sacar una interesante y muy amarillista TV Movie de esas que tanto nos gustan aquí en España. Adoro el grueso de su obra y su eclecticismo cinematográfico, trabajos como Hana-Bi: Flores de Fuego, El Verano de Kikujiro, Brother o Dolls me parecen piezas cinematográficas remarcables que en ocasiones bordean la magnificencia, aunque también me ha decepcionado con films como Sonatine o Boiling Point que no cumplieron las expectativas que deposité en ellos.
Kitano es un director que no se amilana con ningún tipo de cine. A pesar de haberse forjado una fama como magnífico realizador de cine sobre la yakuza japonesa no ha dudado en picotear en otros géneros como la comedia absurda (Getting Any?) deudora de su época como creador del programa Humor Amarillo (Takeshi's Castle) el cine adolescente (Kids Return, A Scene at the Sea) o las artes marciales (la inmensa Zatoichi). Pero algún cable se le cruzo en el año 2005 cuando estrenó Takeshi's, interesante experimento introspectivo, metareferencial y lleno de juegos de espejos en el que el mismo cineasta se analizaba a sí mismo como autor cinematográfico.
Dos años después llegó Glory to the Filmmaker, una coherente (al menos conceptualmente) extensión de Takeshi's que llegaba mucho más lejos que aquella aunque transitando la senda que la misma había abierto. Hay un problema con esta producción de 2007 y es su irregularidad. Kantoku Banzai dura 104 minutos exactamente, los primeros 44 son una desfile de humor incisivo, ironía y mala baba en los que Kitano se ríe hasta de su propia sombra. Pero en la hora restante el largometraje se entrega a un caos narrativo en el que el director y guionista mezcla todos lo géneros posibles sin sentido alguno, idea que no tendría porque ser mala si no fuera porque el buen humor de la primera mitad del largo se pierde durante esta segunda.
En esos primeros 44 minutos de Glory to the Filmmaker Kitano aporta una mirada autocrítica en la que no sólo se ríe de que sólo haya conseguido un éxito de taquilla en toda su carrera (Zatoichi), del hecho de que diga que nunca volverá a hacer cine de mafiosos para luego volver a él continuamente (qué genial la desgana de los actores interpretando en el pasaje del film que tiene que ver con este género tan abordado por el director) sino también de su falta de ideas. Es más, esa parte del proyecto, y siempre con una voz en off descacharrante como narrador, nos habla de que el creador de Violent Cop se queda sin ideas y trata de abordar todo tipo de géneros con los que aún no se ha atrevido, como el terror oriental, las cintas románticas intimistas o los dramas humanistas deudores de directores como Yasujiro Ozu, este último posiblemente el mejor momento del largometraje.
Pero cuando el Kitano personaje decide ya el tipo de film que quiere rodar (genial que el punto de partida sea el cine de catástrofes, para más tarde convertirse la producción en una comedia porque los asteroides que van a chocar con la tierra tienen la forma del rostro de las que luego serán las protagonistas la cinta de humor) y tras la surreal escena del restaurante con la secuencia de los luchadores de wrestling la narración sin sentido se hace con la historia. Cosa que no sería una mala idea, el cineasta nipón ha demostrado más de una vez sus dotes para la comicidad absurda, pero el problema es sus incontables gags son de un simplismo brutal y momentos como el de la parodia de Matrix, lo del club de karate, la vida en el campo o las aventuras de las dos chicas, en su mayor parte, no hacen gracia, ni interesan lo más mínimo al espectador.
Está claro que en esta parte del largometraje Kitano fusiona mixturas, géneros y tonalidades distintas para transmitir el mensaje de que para convencer al mayor número de espectadores posible para que vean su cine debe moldear a una informe criatura cinematográfica que no tiene consistencia alguna narrativamente hablando. Pero el problema es que en el proceso el humor no funciona casi nunca, siendo aceptables más bien pocos pasajes. Esto es grave si tenemos en cuenta que en los ya mencionados primeros casi tres cuartos de hora de metraje el autor había regalado al espectador momentos divertidos, frescos y con muchísima mala baba. Hasta el uso, en principio gracioso, de ese muñeco que sustituye a al actor/director cuando se ve en problemas llega a resultar cansino en una trama en la que el realizador mete con calzador pasajes insulsos sin pasarlos por un filtro adecuado.
Glory to the Filmmaker tiene la misma cantidad de aciertos y fallos, pero su visionado merece la pena indudablemente. Cualquier autor cinematográfico de talla internacional, que ha ganado dos leones en el festival de Venecia, que ha puesto a la crítica internacional a sus pies durante años con gran cine, mientras en su país sigue siendo considerado un payaso de la televisión que hace películas que no dan dinero, no es capaz de reírse así de sí mismo, de su falta de ideas, de su incapacidad para volver a ser original como creador de ficción, y por qué no decirlo, del espectador también, no lo neguemos, y para colmo sacar de ello una obra con la que expía demonios internos o reflexiona sobre su posición en el mundo del séptimo arte mientras intenta buscar nuevas sendas por las que transitar y no repetirse demasiado.
Pero un servidor no puedo evitar que se le dibuje en la cara una sonrisa de oreja a oreja cuando recuerda que sus dos últimas cintas Outrage 1 y 2 vuelven a ser largometrajes sobre la yakuza japonesa, esos a los que se supone que no va a regresar nunca o que en su momento puso a concursantes de uno de sus programas a jugar a fútbol con unos prismáticos invertidos en los ojos, hasta llegó a mostrar en su momento tal odio por el mundo de los videojuegos que diseñó uno que era imposible de superar completamente y que por medio de imágenes y sonidos insoportables hacía que la experiencia de echar un partida en él fuera un calvario para el jugador. Takeshi, amigo, no te mueras nunca.
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