Título Original Deadpool 2 (2018)
Director David Leitch
Guión Rhett Reese, Paul Wernick, Ryan Reynolds, basado en el personaje creado por Fabian Nicieza y Rob Liefeld
Reparto Ryan Reynolds, Josh Brolin, Zazie Beetz, Morena Baccarin, Julian Dennison, T.J. Miller, Karan Soni, Brianna Hildebrand, Leslie Uggams, Jack Kesy, Eddie Marsan, Lewis Tan, Bill Skarsgård, Rob Delaney, Terry Crews, Shiori Kutsuna, Hayley Sales, Luke Roessler, Scott Vickaryous, Tanis Dolman, Nikolai Witschl, Andréa Vawda
Cuando todavía no nos hemos recuperado de la resaca producida por el descomunal éxito de crítica y público de Vengadores: Infinity War nos encontramos con una nueva adaptación cinematográfica de un personaje de la Casa de las Ideas, pero este no adscrito al universo cinematográfico ideado por Kevin Feige y sus colaboradores en Marvel Studios. Hablamos como no podía ser menos de Deadpool 2, la secuela del triunfal debut en solitario del mercenario bocazas creado por el guionista Fabián Nicieza y el ilustrador Rob Liefeld en 1991 dentro de las páginas de aquel lejano número 98 de la colección Los Nuevos Mutantes. Culminando una batalla personal en la que Ryan Reynolds aunó fuerzas con los guionistas Rhett Reese y Paul Wernick así como el cineasta Tim Miller con la intención de convencer a 20th Century Fox para sacar adelante un largometraje protagonizado por el alter ego de Wade Wilson Deadpool (2016) recaudó más de 780 millones de dólares a lo largo del mundo superando la taquilla de otros productos adscritos al género superheróico que no tenían la calificación moral R de la que hacía gala con orgullo esta primera aventura en solitario del asesino a sueldo más políticamente incorrecto de Marvel Comics. Esta segunda entrega cambia de director, ocupando David Leitch (John Wick, Atomic Blonde) la silla de Tim Miller que abandonó el proyecto por diferencias creativas con un Ryan Reynolds que encabeza el reparto formado por caras conocidas como las de Morena Baccarin, Briana Hildebrand, T.J. Miller, Karan Soni o Leslie Uggams a los que se unen nuevas incorporaciones como las de Josh Brolin interpretando a Cable, Zazie Beetz en la piel de Dómino y Julian Dennison como Russell Collins, entre otros.
Para todos aquellos que se encuentren preocupados con respecto a si esta secuela de Deadpool está a la altura de su predecesora confirmamos que pueden estar tranquilos, porque sí, nos encontramos con una continuación que supera en todos sus aspectos, para bien y para mal, a la primera entrega cinematográfica del personaje más díscolo de Marvel Cómics. En ese sentido Deadpool 2 hace un buen uso de lo que podemos denominar como “secuelitis” que no es otra cosa que la sintomatología, típicamente hollywoodiense, de abordar la continuación de un gran éxito cinematográfico potenciando todos aquellos aspectos que en su momento se contaron como virtudes o hallazgos de cara al público y la prensa especializada. De hecho esto queda patente a lo largo del desarrollo de acontecimientos que dan forma al largometraje dirigido por David Leitch cuando se confirma que como producto fílmico adherido a una recién nacida franquicia es mucho más grande, ambicioso, potente e hiperbólico que su predecesor. Por suerte no sólo en la envergadura del proyecto se percibe la mayor confianza de los productores en la labor de Ryan Reynolds y sus colaboradores a la hora de poner en marcha este nuevo trabajo, ya que también en el trabajo de escritura, mucho más elaborada en esta ocasión si hacemos una comparativa con la cinta pionera, se vislumbra una historia mucho más completa a la hora de ser expuesta en pantalla para su consumo por potenciales espectadores.
A diferencia de la primera película, cuyo argumento era un fino y no muy consistente hilo conductor sobre el que los guionistas Rhett Reese y Paul Wernick, con la inestimable ayuda de un Ryan Reynolds que se dedicó en cuerpo y alma a potenciar los pasajes cómicos del libreto, fueron construyendo los diferentes flashbacks utilizados para dar génesis y trasfondo a la vida de Wade Wilson como mercenario, posterior cobaya del proyecto militar Arma X y su consiguiente conversión en el Deadpool que todos conocemos esta secuela apela a una mayor preparación para construir el relato que lo vertebrará como obra cinematográfica. Esta idea se consolida en ese arranque en el que los ideólogos del film se toman su tiempo para diseñar el producto, siempre entregándose a la comicidad y lo exagerado, pero con la intención de construir unos cimientos sólidos para dar empaque al conjunto narrativo. Este discurrir de situaciones, cuya intención es dar unas motivaciones al personaje y crear el conflicto que le impulsará a vivir la aventura desarrollada en Deadpool 2, ocupa la primera mitad del metraje y como era de esperar está plagado de esas señas de identidad ya asentadas en la entrega previa, tomando como estandarte la efectiva alternancia entre drama y comedia desprejuiciada manteniendo así un elocuente equilibrio en lo referido a la narración y siendo fiel a la idiosincrasia adscrita al personaje en las viñetas en grado sumo, porque este Deadpool lo es al 150% de su capacidad.
Esta decisión se antoja harto interesante, porque al ser conscientes como espectadores de la consolidación estructural de la historia, que no deja de ser sencilla y bastante arquetípica en cuanto al género al que pertenece como pieza fílmica por mucho que trate de parodiarlo, está bien apuntalada y los personajes presentados y definidos los tres guionistas toman la primera misión del grupo X-Force como el punto de ruptura en el que la película muta en una pieza de naturaleza demencial cuyo desarrollo del entramado se antoja enfermizo en cuanto a su imprevisibilidad se refiere. A partir de ese momento los escritores, con la complicidad de su director, vuelan por los aires gran parte de lo que habían diseñado para que el caos y lo anárquico (siempre medidos, nunca descontrolados en un sentido negativo) reine a lo largo de una segunda hora en la que la película aumenta exponencialmente su inquebrantable adhesión al imaginario “deadpooliano” en el que todo vale y ningún exceso está de más. De este modo Deadpool 2 engaña al espectador, algo que hará en no pocas ocasiones a lo largo del metraje, porque cuando parecía que iba a entregarse a cierta madurez desde una perspectiva de construcción cinematográfica la insania, la subversión de las señas de identidad indentificables al subgénero superheróico y el “cuanto más mejor” vampirizan la trama para convertirla, más que nunca, en un cómic en movimiento protagonizado por el perfecto émulo en imagen real del Wade Wilson de las viñetas.
Porque si hay algo inapelable en lo concerniente a Deadpool 2, y es algo previamente apuntado en esta misma entrada, es su propensión a ser de mayor tamaño que su predecesora en todos los aspectos. La acción tiene más protagonismo y la misma está ejecutada desde un punto de vista técnico y coreográfico mucho más profesional y elaborado, pero en este sentido cierto abuso de los CGI juega en contra del proyecto, dejando un poco de lado la personalidad orgánica y realista de la que hacía gala Tim Miller en la primera entrega. Evidentemente tener a un profesional como David Leitch en la realización es garantía de calidad y eficacia siempre que nos refiramos a los pasajes más dinámicos de la propuesta, pero el director de John Wick demostró en ocasiones previas su predilección por una acción de naturaleza más depurada que aquí sólo se vislumbra de manera cristalina en las primeras secuencias con Wade Wilson ocupándose de sus encargos como mercenario. Seguidamente si nos centramos en el dramatismo y ese trasfondo de tragedia, que en las viñetas no todos los guionistas del personaje han querido o podido explotar, la evolución una vez más se hace notable gracias principalmente a la relación entre el protagonista y su novia Vanessa, una vez más interpretada por a actriz de origen brasileño Morena Baccarin, y cuyo desarrollo se convierte en el núcleo emocional y catalizador de las decisiones tomadas por el rol de Ryan Reynolds.
Pero si hay dos aspectos de Deadpool que se han llevado a inexplorados niveles de creatividad y esquizofrenia en esta nueva película son la metareferencialidad y sobre todo el humor. La primera en esta ocasión abarca guiños a la anterior entrega, al universo cinematográfico mutante, a los cómics y películas de Marvel, a los films de DC, a la cultura popular en líneas generales y en un intento de rizar el rizo el mismo protagonista se dedica a mencionar sobre la marcha las carencias narrativas, interpretativas y visuales en las que cae esta misma secuela llevando la autoconsciencia cinematográfica de la propuesta a un grado de autoparodia casi inabarcable. El segundo es en Deadpool 2 mucho más políticamente incorrecto que en el film primigenio, donde ya lo era en grandes cantidades, adentrándose sin miedo y con bastante éxito en gags, diálogos o situaciones en las que se hace mofa con temas como la pedofilia, el racismo, la concepción puramente occidental de la familia (pervertida aquí hasta lo delirante), el suicido o la sexualidad sirviendo todo este material como caldo de cultivo para ejecutar una sesión continua de gags en la que cada treinta segundos se sucede un nuevo chiste que todavía sin asimilar se solapa con el siguiente, demostrándose así de manera cristalina que Rhett Reese, Paul Wernick y Ryan Reynolds siguen en plena forma, sólo pecando a la hora de alargar algunas bromas, y llegando en ocasiones incluso a jugársela de cara al fandom dando un trato bastante irrespetuoso a algunos de los personajes nuevos, aquí profanados de mala manera en pos de la comedia.
Por suerte detrás del humor negro, la acción desaforada, el drama perfilado con acierto y el uso efectivo del metalenguaje hay una serie de personajes con los que conseguimos empatizar a pesar de formar parte de un microcosmos ficcional tendente a lo granguiñolesco y descontrolado. A estas alturas no hacía falta asistir al estreno de Deadpool 2 para confirmar que el personaje ha devorado al actor, sólo con echar un vistazo a los vídeos virales que han servido para dar promoción al largometraje podemos confirmar que Ryan Reynolds ha encontrado a su alter ego audiovisual perfecto, mimetizándose de tal manera con él que a estas alturas no sabemos donde acaba el personaje de cómic, trasladado al cine, y empieza el actor o viceversa. Morena Baccarin como Vanessa, T. J. Miller en la piel de Weasel, Karan Soni retomando al taxista Dopinder, una pletórica Leslie Uggams dando vida a Blind Al y a los que deberíamos sumar los x-men Brianna Hildebrand y la dupla formada por Stefan Kapicic/Andre Tricoteux interpretando respectivamente a Negasonic Teenage Warhead y Coloso completan el cohesionado reparto de caras conocidas en el film, grupo de actores que a estas alturas conocen a la perfección sus criaturas y las interpretan con la solidez y el carisma exigidos. Pero en Deadpool 2 son las nuevas incorporaciones las receptoras de mayor metraje y pasajes memorables, siendo conveniente reparar en algunas de ellas, porque se antojaría imposible hablar de todas cuando pueden contarse en casi una docena.
Ya lo aventuraba el mismo protagonista en aquella escena post créditos de la primera película que homenajeaba a Todo en Un Día (Ferris Bueller’s Day Off) y aunque al final no hemos tenido la suerte de lo interpretara Keyra Knightley Cable es uno de los personajes más importantes de esta secuela. Josh Brolin, reciente responsable del mejor villano de la historia de Marvel Studios en Vengadores: Infinity War, se ocupa de dar vida a a Nathaniel Summers, el mutante venido del futuro con brazo cibernético y armado hasta los dientes, como Rob manda, que el actor de No Es País Para Viejos asimila por medio de una personalidad adusta, brutal, seca e intimidante desde un punto de vista físico. Lo más interesante es que por mucha crudeza y violencia primaria que quiera transmitir su rol los guionistas lo rodean de comicidad, no sólo cuando tiene que interactuar con el protagonista, sino desde su misma génesis como criatura de ficción cuando toda su trama es extrapolada a la pantalla como un remake bufo de la primera entrega de Terminator de James Cameron, algo con lo que de nuevo se hace más de una chanza a lo largo del metraje. Paradójicamente la Dómino de Zazie Beetz se aleja de manera notable de su versión en las viñetas, pero la actriz de Atlanta insufla a su “afortunada” asesina a sueldo de carisma, encanto, determinación, y una comicidad menos abrasiva que la de su compañero canadiense, convirtiéndose así en el mejor secundario del film. Por último es de recibo hacer mención especial al Russell Collins de un impagable Julian Dennison transformado en un tronchante niño rechoncho y letal cuya verborrea, ansia de venganza y bolígrafo utilizado de peculiar manera le han convertido en un icono de la franquicia.
Lo cierto es que al saltar la noticia en enero de unos screening tests que supuestamente habían sido un fracaso y debido a los cuales se realizaron varios reshoots para “pulir” y “mejorar” la obra nos hicieron pensar en lo peor, aunque los mimos Josh Brolin y Zazie Beetz confirmaron que esto se llevó a cabo para dar más protagonismo a sus personajes por el buen recibimiento que tuvieron. Por suerte nuestros miedos han desaparecido totalmente después de asistir a la proyección de esta Deadpool 2 que supera en varios aspectos a su hermana mayor. El film de David Leitch es una oda a la anarquía, a la carcajada indiscriminada, a la acción expeditiva, al humor punzante colindante con la incomodidad y en el proceso como nueva entrega es más fiel a la esencia del personaje de los cómics con referencias a lo largo del metraje a las etapas de autores como Joe Kelly, Daniel Way o Fabián Nicieza, entre otros, culminando todo el proceso en la escena post créditos más divertida del recorrido del subgénero cinematográfico superheróico mientras nos deja con sentimientos contradictorios. Por un lado la satisfacción de haber asistido a la consagración de Deadpool como el personaje más divertido del trayecto editorial y cinematográfico de la Casa de las Ideas y por otro el miedo por si esta es la última vez que vemos una película que aborde desde un punto de vista tan incorrecto, arriesgado, enfermizo y demencialmente disfrutable al mercenario bocazas si Disney finalmente mete mano en la franquicia mutante en general y las próximas secuelas en solitario, o en grupo junto a X-Force, de nuestro querido Masacre en particular.
Reseña publicada originalmente en Zona Negativa
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