Título Original Leatherface (2017)
Director Alexandre Bustillo, Julien Maury
Guión Seth M. Sherwood, basado en personajes creados por Tobe Hooper y Kim Henkel
Reparto Sam Strike, James Bloor, Lili Taylor, Nicole Andrews, Stephen Dorff, Finn Jones, Jessica Madsen, Vanessa Grasse, Simona Williams, Julian Kostov
A estas alturas siete son los largometrajes vinculados con La Matanza de Texas, la mítica película del cineasta Tobe Hopper con la que redefinió el cine de terror en los años 70. Tres secuelas, un remake con su correspondiente precuela y una continuación alternativa del film original estrenada en formato estereoscópico conformaban hasta ahora el legado de Cara de Cuero y su enfermiza familia de matarifes antropófagos. Todo esto cambió cuando el pasado 2017 los responsables de Millenium Films, productora detrás de la ya mencionada Texas Chainsaw 3D, decidieron realizar la segunda precuela de la franquicia después de la muy recuperable La Matanza de Texas: El Origen, que junto al remake de 2004 al que daba génesis es la cinta más lograda desde la seminal de 1974. Para sacar adelante el proyecto contrataron los servicios del guionista Seth M. Sherwood, los cineastas franceses Alexandre Bustillo y Julien Maury y un reparto de caras jóvenes mezclándose con las de los veteranos.
Diez años después de haber sido arrebatado del seno de su demencial familia, encabezada por su madre, Verna Sawyer (Lili Taylor), a manos del Texas Ranger Hal Hartman (Stephen Dorff) Jedidiah Sawyer (Sam Strike) se encuentra recluido en una institución mental en la que se practican métodos de tortura con los internos. La llegada de una nueva enfermera llamada Lizzy White (Vanessa Grasse) servirá como excusa para que tres pacientes con predilección por la violencia y el asesinato inicien un motín, cometan un secuestro y arrastren a un trastornado Jedidiah con ellos. Mientras el grupo huye dejando un reguero de cadáveres y caos tanto Verna como Hartman reaparecerán para saldar cuentas con el pasado y en el proceso Jed irá perdiendo la razón hasta convertirse en la versión más prematura del icónico Cara de Cuero que todos conocemos desde hace más de cuarenta años.
Leatherface, que abarca parte de la infancia y la adolescencia del protagonista de la saga, se revela como una rara avis dentro de la saga de La Matanza de Texas. Posiblemente por eso es el único episodio de la misma que no contiene el nombre de la obra primigenia ni siquiera en un probable subtítulo, como sí sucedía con aquella tercera entrega de 1990 que también fue llamada originalmente Leatherface. Cuando afirmamos esto no es porque nos encontremos ante una producción revolucionaria dentro o fuera del género al que se adscribe, pero sí por alejarse notablemente de la estructuración clásica de la franquicia que había sido respetada fielmente, con alguna que otra mínima variante en ciertos de los films, desde que Tobe Hooper y su colaborador Kim Henkel la diseñaron a modo de Piedra Rosetta con respecto a las andanzas de Cara de Cuero y sus dementes familiares.
Está última incursión en la creación de Tobe Hooper y Kim Henkel se aleja de la influencia de la figura de Ed Gein, el "Carnicero de Plainfield", que inspiró a aquellos para dar forma a su opus magna y se acerca más a una road movie reflejándose en las andanzas de asesinos en serie como Charles Starkwather y su novia Caril Ann Fugate y sobre todo a los preceptos establecidos por Rob Zombie en su brillante Los Renegados del Diablo (The Devil's Rejects) cinta de la que esta Leatherface toma muchas ideas argumentales y resoluciones visuales. El grupo de asesinos que secuestran y matan inocentes sin remordimiento alguno, la matriarca de un clan de psicópatas que se enfrenta a un agente de la ley local cometiendo actos violentos equiparables a los de los criminales a los que debe dar caza y un contexto deudor del western de raíces más bastardas emparentan el film que nos ocupa con el segundo largometraje del director de The Lords of Salem.
A pesar de esta tendencia a la referencialidad ajena Leatherface se ciñe escrupolosamente a la puesta en escena (más de diseño y menos cercana al documental que la del film de 1974) asentada en el remake de 2004 tomada después por los artífices de La Matanza de Texas: El Origen y Texas Chainsaw 3D. Algocurioso siendo productos que no se enmarcan de manera oficial en una misma cronología, ya que pertenecen a distintas productoras e ideólogos. El ambiente rural sórdido, el calor asfixiante, la mugre que se extiende desde la granja de los Sawyer hasta ese sanatorio mental que exhala inmundicia por todas sus paredes o los personajes retorcidos y psicóticos en un bando y otro son señas de identidad que los creadores de Leatherface respetan. Cierto es que sólo el arranque del film y su clímax final son reconocibles a un nivel narrativo con respecto a sus predecesoras, pero a pesar del cambio ejecutado durante el desarrollo central de la historia la esencia primigenia de la franquicia late en el devenir de acontecimientos protagonizado por los personajes de Ike, Clarice, Bud, Lizzy y Jedidah.
El guión de Seth M. Sherwood profundiza con acierto en una de las ideas que sustentaron The Texas Chainsaw Massacre. Que fue el rechazo de una sociedad acomodada que arrinconó a las clases más desfavorecidas el germen de la locura de la familia de matarifes en general y de Cara de Cuero en particular. Curiosamente no es la mórbida influencia que aplica la homicida Vera Sawyer en su hijo la que quiebra la voluntad de este, sino ese viaje físico y vital que emprende por un estado de Texas construido sobre la violencia, la crueldad, el sadismo y la corrupción el detonante que dio pie a que Jedidah Sawyer acabase convirtiéndose poco a poco en un gigantesco monstruo cuya único placer era quitar la vida a viajeros despistados y diseñar máscaras con sus rostros previamente desollados. Otro tema sería dilucidar si era conveniente dar un origen tan mundano a un mal cuya pureza se antojaba casi una abstracción, teoría que podría aplicarse también a otros personajes como Michael Myers o Freddy Krueger, y en el que tomaríamos la negativa como respuesta.
Al igual que hicieran sus compatriotas Alexandre Aja y Gregory Levasseur con el brutal remake de Las Colinas Tienen Ojos, de Wes Craven, Alexandre Bustillo y Julien Maury debutan en Hollywood con Leatherface. Por desgracia el resultado no es tan brillante como en dicha revisión del clásico de los 70 en el que los autores franceses vampirizaron la impronta del film original para inyectarle vía intravenosa sangre puramente europea, haciendo later bajo la superficie del film un mensaje inmisericorde contra las clases acomodadas estadounidenses y el carácter imperialista de sus fuerzas militares. En cambio los directores de la bestial À l'Intérieur tienen que amoldar su poderosa realización al proyecto en el que se han implicado, pero permitiéndose incluir algunos pasajes de violencia explícita con los que han debido disfrutar notablemente, como esa escena de sexo retorcidísima en fondo y forma pareciendo un homenaje a aquella estupidez de Jörg Buttgereit titulada Nekromantik.
Como era de esperar son Lili Taylor y Stephen Dorff los dos actores que más destacan dentro del apartado artístico de Leatherface, trabajando dos roles con enormes similitudes revelándose como la pareja de verdaderos villanos del largometraje. Dentro del casting de actores jóvenes Sam Strike se esfuerza por dar vida a ese chico confundido e introvertido que en un futuro se convertirá en uno de los psicópatas más famosos de la historia del género, pero curiosamente son James Bloor y Jessica Madsen, en los papeles de Ike y Clarice, los que mejor lo hacen poniéndose en la piel de unos Bonnie y Clyde mentalmente perturbados convertidos en uno de los aciertos más retorcidos y memorables de la película. También encontramos entre los secundarios a Finn Jones, el Iron Fist de Marvel Studios y Netflix ejerciendo de ayudante del sheriff con un personaje que hará las delicias de los detractores del actor británico, y esta afirmación no es precisamente porque aquí haga mal su trabajo.
Sin ser una obra destacable, ni una pieza clave dentro del microcosmos en el que se engloba Leatherface es un soplo de aire fresco para una franquicia que ya no daba más de sí. La intención por parte de sus artífices a la hora de transitar nuevos caminos para no tener que ceñirse a un esquema preestablecido por las dinámicas propias de la saga dan un nuevo empujón a la creación del tristemente desaparecido Tobe Hooper, ofreciendo un producto competente, bien escrito, rodado e interpretado tratando de reinventar algo que ya conocemos para insuflarle nueva vida y con ello seguir exprimiendo la gallina de los huevos de oro con un tipo de cine cada vez más marginal y underground que no suele tener mucha repercusión fuera de los círculos del género de terror y los festivales especializados en dicho celuloide. Por ahora nos quedamos con esta estimable pieza que nos devuelve la esperanza para que el sonido de motosierra no cese nunca y siga ofreciéndonos insana y fruiciosa diversión.
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