Título Original The Wolf Man (1941)
Director George Waggner
Guión Curt Siodmak
Reparto Lon Chaney Jr., Claude Rains, Warren William, Ralph Bellamy, Patric Knowles, Bela Lugosi, Maria Ouspenskaya, Evelyn Ankers, J.M. Kerrigan, Fay Helm, Forrester Harvey, Eddie Polo
A principios de la década
de los 40 Universal Pictures ya tenía sobradamente asentadas las bases de la galería de monstruos con la que
revolucionaría el género de terror durante la primera mitad del siglo XX.
Drácula, Frankenstein, la Momia o el Hombre Invisible ya habían desfilado por
las carteleras de medio mundo a manos de cineastas como Tod Browning, James Whale
o Karl Freund. Pero sería en 1941 cuando la productora estrenara la última gran
producción protagonizada por otro de los “Monstruos de la Universal” con ·El
Hombre Lobo (The Wolf Man), revisión del mito de la licantropía a manos del
productor y director George Waggner, el guionista Curt Siodmak y el actor Lon
Chaney Jr.
Como proyecto
cinematográfico The Wolf Man iba a ser diseñado a modo de vehículo para el
lucimiento de Boris Karloff (de hecho él eligió el título del largometraje) a
principio de los años 30, pero el intérprete de origen británico se encontraba
en ese momento implicado en otro rodaje y no pudo ser partícipe del futuro largometraje. Diez años después y una
vez descartado el protagonista de Frankenstein el elegido para dar vida en la
pantalla grande a Lawrence Talbot, el alter ego del Hombre Lobo, fue Lon Chaney
Jr, hijo del mítico “actor de las mil caras” al que disfrutamos en clásicos
como El Fantasma de la Ópera o El Jorobado de Notre Dame y que nunca permitió
en vida que su hijo se dedicara al mundo de la interpretación, oficio que este
tomaría una vez falleciera su progenitor en 1930.
Pero si hay una
personalidad que sobresale sobre el resto de implicados en el largometraje de
1941 ese es el guionista de origen alemán Curt Siodmak que se ocupó de la creación
del libreto reinventando el mito de la lincantropía por medio de una mezcolanza
de influencias adscritas al folklore de distintas culturas con las que ideó una
historia sobre hombres lobo cuyo canon serviría en años venideros para diseñar
múltiples relatos relacionados con esta temática en distintos medios (cine,
literatura, televisión, cómics) añadiendo o enriqueciendo señas de identidad
como la luna llena a modo de catalizador con respecto a las transformaciones
lupinas o el uso de la plata como única arma letal para acabar con la vida
de los licántropos.
Por este motivo El Hombre
Lobo se revela de cara al espectador como una pieza multiforme que además de
adscribirse a la versión más ortodoxa del género de terror clásico también se
alimenta de la literatura gótica, de la tragedia griega o del romanticismo
shakesperiano. De esta manera la producción de la Universal centrada en el
licántropo por antonomasia se antoja como un proyecto lleno de matices,
detalles e ideas notablemente originales para la época y un subtexto muy
interesante sobre legados malditos, lazos de sangre, amores imposibles o la naturaleza
salvaje que se encuentra vinculada de manera intrínseca al ser humano desde el
principio de los tiempos y que aquí está representada por el alter ego
monstruoso de Lawrence Talbot.
George Waggner, en
labores de producción y dirección, depura y estiliza la impronta de los largometrajes
de terror de la Universal para su propuesta en The Wolf Man, consiguiendo una
elaborada atmósfera que se mueve entre la ensoñación (esos bosques nocturnos rodeados
de una espesa bruma) la influencia de la escuela alemana (calles que podían
haber salido fácilmente de M, el Vampiro de Dusseldorf) y el gusto por la
simbología (incontables objetos relacionados con lobos localizados en segundo
plano) para diseñar una obra que en ocasiones apela más al drama que al género
al que se adscribe como pieza cinematográfica, permitiendo de este modo que
gran parte del peso recaiga en los personajes y los actores que les dan vida o
la interacción que los mismos mantienen a lo largo del metraje.
Para interpretar a
Lawrence Talbot se contrataron los servicios de Lon Chaney Jr y el acierto de
casting resultó mayúsculo. El actor de Of Mice and Men ejecutó una composición
ejemplar con su trabajo en The Wolf Man, volcando en su personaje la melancolía
y el sentido trágico que un rol de esta tipología exigía para que trascendiera
el género de dicha propuesta cinematográfica. Gracias a su enorme labor y al
talento del mítico Jack Pierce con el maquillaje el Hombre Lobo de la Universal
se convertiría en el que se inspirarían muchas de las posteriores encarnaciones
del icónico protagonista, cuatro de ellas, las más inmediatas, con el mismo Lon
Chaney Jr dándoles vida de nuevo y marcando a fuego su personalísima
interpretación del famoso licántropo.
Dentro del reparto de
secundarios en el que podemos ver rostros como los de Bela Lugosi, Maria
Ouspenskaya, ambos como los gitanos que tendrán roles de capital importancia en
la trama, Ralph Bellamy, Warrem William o una encantadora Evelyn Arkins como la
“novia del monstruo” Lon Chaney Jr mantiene una especial química con Claude Reins,
que da vida a su padre en la ficción y con el que pacta un tour de forcé
interpretativo de alto nivel en el que la pareja de actores da lo mejor de sí
misma acentuando el tono pesimista y crudo del largometraje que desembocará en
un memorable trágico final, que apela a la narración cíclica, en el que el dúo
que da vida a los Talbot ejecuta una coreografía de caos y muerte que pone fin
a un relato en el que la consanguineidad se muestra como una maldición que pasa
de una generación a otra.
El Hombre Lobo y sus
secuelas asentaron las bases del subgénero sobre la licantropía de la que
beberían producciones de la Hammer Films como La Maldición del Hombre Lobo, las
protagonizadas por nuestro Paul Naschy, revisiones modernizadas de dicha
mitología como Un Hombre Lobo Americano en Londres o Aullidos, pastiches de
distinta índole dirigidos al público adolescente como las sagas Underworld o
Crepúsculo o un aparatoso remake como el dirigido por Joe Johnston y
protagonizado por Benicio del Toro en 2010 cuyas pretensiones grandilocuentes y
textura digital palidecían irremisiblemente ante la propuesta que Curt Siodmak,
George Waggner y Lon Chaney Jr idearon bajo el amparo de la productora que nos
ofreció algunas de las mejores horas de ocio de nuestra vida y que en pleno
siglo XXI intenta resucitar dicho microcosmos sin ser consciente de que el
mundo en general y el séptimo arte en particular ya no son los mismos de 1941.
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