lunes, 27 de noviembre de 2017

Punisher: Temporada 1, welcome back, Frank



“¡Los hombres como nosotros necesitamos esto, Frank!. No servimos para otra cosa. Un par de capullos que aspirábamos a todo lo bueno de la vida. Pero no somos buenas personas. ¡Nunca lo hemos sido!”




Desde que fuera creado por Gerry Conway, John Romita Sr y Ross Andru y debutara por primera vez en el año 1974 dentro de la colección The Amazing Spider-Man, concretamente en el número 129, varias han sido las traslaciones audiovisuales protagonizadas por Frank Castle, alias Punisher. Dentro del mundo del largometraje tres han sido las películas que han intentado extrapolar los cómics de El Castigador al celuloide. La primera data de 1989, se tituló Punisher (El Vengador en España, para confusión de muchos) la dirigió el habitualmente montador Mark L. Goldblatt, la protagonizó el actor sueco Dolph Lundgren (Rocky IV, The Expendables) y el resultado se alejaba brutalmente de las viñetas para acercarse al modus operandi de las producciones de la Cannon Films. En 2004, en pleno auge del cine basado en personajes de cómic llegó The Punisher, ideada por el guionista y director Jonathan Hensleigh (Armageddon) y con Thomas Jane de dando vida a Frank Castle, pariendo un inconsistente producto que quería imbuirse de la etapa Marvel Knights de Garth Ennis y Steve Dillon resultando ser un trabajo muy deficiente con un John Travolta penoso en su labor de villano. Cuatro años después, en 2008, llegó el último intento en pantalla grande con la realizadora alemana Lexi Alexander detrás de las cámaras, un muy convincente Ray Stevenson como protagonista y un tono crudísimo y bestial que recordaba a la mítica etapa del guionista de Predicador con el personaje en el sello MAX. Aunque Punisher War Zone puede considerarse el film más fiel a la esencia de Frank Castle sus deficiencias y fracaso en taquilla terminaron por sepultar el tercer intento de sacar adelante una franquicia protagonizada por el ex marine reconvertido en vigilante tras el asesinato de su familia.




Si no contamos sus apariciones en las series animadas de Marvel o el muy recuperable cortometraje Dirty Laundry, en el que Thomas Jane volvía a interpretar al personaje, la última y más memorable personalización de Punisher había tenido lugar en la segunda temporada de la serie Daredevil, la primera serie nacida de la dupla Marvel Studios/Netflix y en la que Jon Bernthal (Baby Driver, El Lobo de Wall Street) se enfundaba el traje de Frank Castle. El Punisher de la serie protagonizada por Charlie Cox era el mejor acercamiento en imagen real jamás realizado sobre el antihéroe creado por Conway, Romita Sr y Andru, marcando el contrapunto moral del alter ego Matt Murdock, protagonizando algunas de las mejores escenas de acción de la segunda tanda de episodios del programa del Hombre Sin Miedo y compartiendo con el Wilson Fisk de Vincent D’Onofrio pasajes de altísimo voltaje una vez Punisher entraba en prisión. Este acercamiento es el que el showrunner británico Steve Lightfoot ha tomado para construir la primera temporada de la serie en solitario de Punisher, que una vez vista en su integridad puede ser considerada una de las mejores producciones de la colaboración entre Marvel y la célebre plataforma de streaming.




Punisher llega después de ese balón de oxígeno que supuso The Defenders tras lo decepcionantes que en varios aspectos supusieron Luke Cage y Iron Fist, cada una de ellas por motivos diferentes, pero igual de preocupantes. La reunión de los cinco superhéroes Marvel de Netflix en una temporada de ocho agradecidos episodios supuso la culminación de lo que podríamos llamar la “Fase 1” de este universo televisivo que comenzó con la primera temporada de Daredevil y acabó con la adaptación, muy libre, de los personajes unificados por primera vez en 1971 por Roy Thomas. Pero esta Punisher recurre a un tono completamente diferente al del resto de estas producciones, alejándose incluso del tono urbano y oscuro de la serie del Diablo de la Cocina del Infierno para ofrecer algo parecido, pero a la vez considerablemente distinto. La intención por parte del showrunner Steve Lightfoot (Hannibal, Narcos) es la de diseñar junto a su grupo de colaboradores una mixtura genérica en la que el personaje protagonista pueda asentarse con solidez para ser el núcleo central de un relato que se adscribe tanto al drama, al policíaco como al bélico, el cine de espionaje o el de conspiraciones gubernamentales saliendo airoso en todos ellos gracias a la profesionalidad de los implicados en el proyecto.




Punisher está inspirada, con todas las licencias esperables, en dos etapas más o menos recientes del personaje, una en la Tierra 616 y otra dentro del sello para lectores adultos MAX. El tono noir, policíaco y todo el entramado militar y conspiranoico viene de la breve, pero muy recuperable, etapa en la que el guionista Greg Rucka y el ilustrador Marco Checchetto aunaron fuerzas para dar vida a su particular versión de Frank Castle. Por otro lado todo el trasfondo dramático relacionado con los veteranos de guerra y los soldados que no encuentran su lugar en la sociedad una vez vuelven a sus hogares viéndose arrastrados por el horror que vivieron es deudor de la ya citada etapa de Garth Ennis en el sello MAX sobre todo de los últimos arcos argumentales, La Larga y Fría Oscuridad y Valley Forge, Valley Forge, que redefinieron para siempre la psicología del personaje. De este modo aunque la serie diseña su propia visión de Punisher a partir de lo ya planteado en la segunda temporada de Daredevil podemos decir que los ideólogos del proyecto han construido su criatura centrándose en el perfil psicológico más rico que se ha aportado hasta el momento de Frank Castle en los cómics, alejado del blanco y negro moral de los inicios de su andadura editorial.




La inesperada decisión por parte de Steve Lighfoot de construir gran parte de esta primera temporada de Punisher sobre un drama es la que permite el mejor retrato de personajes y desarrollo narrativo de todas las series Marvel/Netflix que hemos visto hasta el momento. Aunque el episodio piloto dé buenas muestras de cómo será la acción adscrita a la temporada será aquí donde los guionistas comiencen a dar forma a una galería de personajes muy bien trabajados desde la escritura. No sólo Frank Castle está excelentemente abordado desde el papel, también David Lieberman “Microchip” no es un simple ayudante que proporciona armas y equipamiento a Punisher, se trata de un rol notablemente tridimensional con un recorrido argumental muy destacable a lo largo de la tanda de episodios, sustentado este en una familia en la que todos y cada uno de sus miembros, sin ser un dechado de originalidad psicológica, también son profesionalmente expuestos en pantalla para apelar a la empatía del espectador. Hasta el personaje de la agente Dinah Madani, que protagoniza la subtrama policíaca, o el de Karen Page, al que ya conocemos de Daredevil o The Defenders, tienen un bagaje estimable a sus espaldas, sólo desentonando en ese sentido el maniqueo senador Stan Ori usado por los guionistas para retratar como cobardes a los políticos que abogan por un control más ferreo de las armas de fuego o en el otro lado de la balanza el veterano de guerra O’Connor que sirve para poner en evidencia a los militantes de la NRA y que también está pobremente construido.




Como es lógico el personaje que mejor parado sale de esta elección tonal y conceptual es el Frank Castle al que entrega todo lo que tiene en su interior un Jon Bernthal que se ha apoderado de tal manera de Punisher que al que esto firma actualmente se le hace inconcebible que otro actor le dé vida y eso que físicamente me parece muy alejado de lo que es su contrapartida de las viñetas. La versión Netflix de Frank apela a la ambigüedad con la que fue retratada en Daredevil, exponiéndolo de cara al público como una experta máquina de matar que realiza el trabajo sucio que las fuerzas de la ley no pueden o quieren ejecutar y en no pocas ocasiones con el consentimiento de las mismas, ese “mal menor” que se toma la venganza por su propia mano en la más pura tradición estadounidense. Pero Steve Lightoof y el resto de guionistas se ocupan de no dejar pasar la oportunidad de ahondar en la mente de su criatura para afirmar que Castle se trajo la guerra a casa (aquí es veterano de Iraq y Afganistan, no de Vietnam, por cuestiones lógicas de cronología) y que la locura que allí vivió lo ha convertido en un adicto a la adrenalina que en no pocas ocasiones bordea la psicopatía (curiosamente en dos secuencias concretas saca su lado más oscuro con sendos menores de edad, algo tan arriesgado como meritorio de cara al espectador) y que no encontrará la paz por mucho que acabe con todo el crimen organizado de New York en una cruzada con la que no consigue ninguna satisfacción en un plano emocional.




El único defecto que podemos achacar a esta Punisher es que esa inmersión en el drama necesita obligatoriamente un estudio de personajes y situaciones extenso para que todo esté estructurado adecuadamente y se adhiera con lógica al tono realista de la propuesta que ofrece Steve Lightfoot. Por eso la acción se ve dosificada en demasía y aunque la misma abunda notablemente a lo largo de toda la temporada (es raro el episodio en el que no tengamos, mínimo, una secuencia de esta naturaleza) en varias ocasiones echamos de menos más pasajes dinámicos que den un ritmo de thriller al compendio narrativo del proyecto. Pero hasta esta mancha en el casi intachable currículum de la serie juega a su favor, porque cuando la acción hace acto de presencia lo realiza con una fuerza devastadora que deja en poca cosa, en cuanto a brutalidad, cualquier situación de este cariz vista en las otras series de Marvel para Netflix. Sirvan como ejemplo los clímax finales que cierran los tres últimos episodios de la temporada que consiguen hacer explotar salvajemente toda la tragedia acumulada en el plano psicológico relacionado con la muerte de la familia Castle y que Frank toma como catalizador para desatar toda su furia contra sus enemigos que se ven enfrentándose a una apisonadora humana que arrasa con todo lo que se le pone por delante.




Trece episodios que, esta vez sí, no se antojan alargados o plomizos por haber sido acatados con pericia desde la escritura y la realización técnica, un reparto de innegable solvencia comandado por un Jon Bernthal que hiela la sangre en más de una ocasión por su determinación y descomunal fuerza física (menuda manera de gritar tiene el Shane de The Walking Dead) un retrato de personajes certero en el que se pone en entredicho hasta la misma idiosincrasia y justificación moral del protagonista (enorme el pasaje Karen Page hablando por la radio de Lewis Walcott y dejando entrever el montaje de la secuencia que lo que afirma es también aplicable a Castle), un villano poliédrico que, por suerte, no desaparece a mitad de temporada de mala manera para ser sustituido por otro, mientras asienta las bases de algo más grande de cara a la segunda temporada y un subtexto sobre la deshumanización de la guerra, el difícil camino de vuelta a casa de adolescentes que fueron a la otra punta del mundo para matar y morir por mentiras espetadas desde atriles por hombres vociferantes que siempre dejan que sean otros los que se manchen las manos de sangre por ellos y cómo esa incursión en el infierno crea monstruos que afrontan su desgracia convirtiendo su día a día en una jungla urbana en la que quitar una vida es algo tan natural como respirar.



1 comentario:

  1. Crítica publicada originalmente en Zona Negativa

    http://www.zonanegativa.com/znseries-marvels-punisher-primeras-impresiones/

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