Título Original The Sentinel (1977)
Director Michal Winner
Guión Michael Winner, basado en la novela homónima de Jeffrey Konvitz
Actores Cristina Raines, Chris Sarandon, Burgess Meredith, Arthur Kennedy, Ava Gardner, Eli Wallach, Beverly D'Angelo, Sylvia Miles, Deborah Raffin, Martin Balsam, John Carradine, José Ferrer, Jeff Goldblum, Christopher Walken, William Hickey, Jerry Orbach, Hank Garrett
Aunque en la recta final de su carrera fue conocido como el cineasta que con El Justiciero de la Ciudad (Death Wish) dio el pistoletazo de salida a la segunda etapa de oro de la carrera de Charles Bronson como vengador urbano con films de corte fascistoide en el seno de la Cannon Films el británico Michael Winner también probó suerte en otros géneros como el de espionaje (Scorpio) la comedia (Atraco a la Inglesia) y hasta el terror. En este último rodó films como Los Últimos Juegos Prohibidos (The Nightcomers) su propia versión de la célebre novela Otra Vuelta de Tuerca de Henry James protagonizada por Marlon Brando o esta soberbia y muy recuperable La Centinela que nos ocupa y vamos a comentar a continuación para reivindicar sus no pocos aciertos, los mismos que la convierten en una de las mejores cintas salidas de la mano del director de En Nombre de la Ley o América Violenta y un ejemplo de celuloide de género brillante en distintos aspectos.
Cuando queremos enumerar los clásicos del cine de terror relacionados con el satanismo o la temática diabólica hay tres piezas indispensables que nos vienen a la mente. La Semilla del Diablo (Rosemary's Baby) de Roman Polanski, La Profecía (The Omen) de Richard Donner y El Exorcista, de William Friedkin, De manera más o menos oficial esta trilogía marcó a fuego su impronta en los años 70 a la hora de hablar del Anticristo, posesiones demoníacas o sectas satánicas, siendo un tríptico que se adscribió con todas las de la ley en el cine mainstream norteamericano de la época y varias de ellas llegando incluso a copar algunas nominaciones a los Oscars en los años de su estreno. Por desgracia una obra como La Centinela de Michael Winner no es tan recordada, incluso podríamos decir que está considerablemente olvidada, pero en esta entrada vamos a tratar de defender por qué creemos que debería codearse con las ya mencionadas muestra de este subgénero.
Alison (Cristina Raines) es una joven y prometedora modelo que decide mudarse a un antiguo edificio cerca del centro de la ciudad de New York y en cuya quinta planta se encuentra el Padre Halliran (John Carradine) un anciano sacerdote invidente que continuamente mira por la ventana del inmueble que ocupa. Mientras va conociendo a la variopinta fauna de vecinos compuesta por el entrometido Charles Chazen (Burgess Merdith) o la peculiar pareja formada por Gerde (Sylvia Miles) y Sara (Beverly D'Angelo) entre otros Alison comenzará a enfermar y a tener extrañas visiones. Todo lo acontecido parece estar vinculado con el Padre Halliran y por ello tanto los detectives Gantz (Eli Wallach) y Rizzo (Christopher Walken) como Michael Lerman (Chris Sarandon), el novio de Alison que arrastra tras de sí un siniestro pasado, trataran de descifrar el misterioso enigma que se esconde detrás del sacerdote ciego y que les hará enfrentarse con criaturas venidas del mismísimo infierno.
Basada en la novela homónima del escritor Jeffrey Konvitz y realizada con la implicación de este en el proyecto La Centinela fue escrita y dirigida por Michael Winner en 1977 y por desgracia no recibió todo el mérito que merecía pasando bastante desapercibida en su momento. Posiblemente el mayor pecado cometido por esta producción es que su trama se parece demasiado a la previamente apuntada La Semilla del Diablo (Rosemary's Baby), la adaptación que el cineasta Roman Polanski hizo del libro homónimo escrito por Ira Levin. Desde esa perspectiva el film de Winner no sólo sale perdiendo si lo comparamos con la obra maestra del director de Cul de Sac o El Baile de los Vampiros (The Fearless Vampire Killers) también se ve perjudicado por poseer un argumento muy similar al de la historia protagonizada por Mia Farrow y John Cassavetes, Pero sería de necios negar que más allá del notable parentesco con dicha producción de 1968 The Sentinel es una pieza memorable que en no pocas ocasiones bordea la brillantez.
Son varias las virtudes que hacen del largometraje de Michael Winner una magnífica pieza de género. La primera de ellas, y que suponemos ya anidaba en la novela original que un servidor desconoce, es lo bien estructurada que está, gracias al guión del mismo director, toda la trama con reminiscencias teológicas y apocalípticas. La Centinela se revela desde la llegada de Alison a su nuevo apartamento como un puzzle que va proporcionando piezas al espectador para que vaya dando forma a una imagen que poco a poco toma entidad lógica. Todos los enigmas detrás del sacerdote invidente que continuamente mira por la ventana del edificio, la misteriosa naturaleza de los vecinos de Alison y la omnipresencia del Vaticano con cardenales a los que dan vida veteranos como José Ferrer o Arthur Kennedy dan un matiz de inquietud latente con respecto a la llegada de una mal que pone en amenaza no sólo al cristianismo, sino también a toda la humanidad, y que encontrará en la protagonista a su nueva valedora.
Pero el director de La Dama Perversa no se conforma con la típica trama sobre profecías religiosas, acertijos en latín y advenimientos de los moradores del Averno, ya que hay una pátina mórbida y lasciva en La Centinela y un uso enfermizo y hasta cierto punto explícito de la sexualidad (la masturbación del personaje de Sara delante de Alison o la orgía del padre de esta última serían dos buenos ejemplos) desde una perspectiva envenenada y malsana muy adecuada con el retrato diabólico que el guionista y director quiere dar de los habitantes de ese edificio que por medio de lo herético y profano tratan de contaminar a un cristianismo que es expuesto en pantalla de manera bienintencionada y catárquica, pero sin eludir los sacrificios y la terrible penitencia a la que se deben entregar los defensores de la palabra divina cuando se aventuran en la misión de que la misma sea cumplida por el bien del prójimo aun pagando el precio perder almas inocentes en el proceso.
Michael Winner apela a aunar su profesionalidad como artesano al servicio de distinto tipo de géneros con su nada solapada fama de persona pérfida y demente (como bien se apuntaba en el indispensable documental Electric Boogaloo: La Loca Historia de Cannon Films) para dar forma a una puesta en escena que mezcla clasicismo y vanguardia, con pasajes que nos retrotaen a autores tan dispares como el italiano Mario Bava o el televisivo Dan Curtis y con los que nos depara no pocas muestras de terror memorables. Momentos como la visita de Alison al apartamento a medianoche y la aparición que toma forma detrás de la puerta, situaciones como la llegada de Michael al edificio para pedir cuentas al Padre Halliran o todo el clímax final que en su momento despertó una airada polémica por el uso que el director hizo de extras con deformidades físicas reales son pruebas de la perfecta ejecución en el plano técnico del que hace gala un Michael Winner en estado de gracia que parece conocer con inapelable pericia los resortes narrativos del género de terror.
Más allá de su magnífica labor detrás de las cámaras Michael Winner contó con un reparto sencillamente soberbio en el que se daban mano veteranos como Ava Gardner, Burgess Meredith, José Ferrer, John Carradine, Arthur Kennedy, Martin Balsam, Sylvia Miles o Eli Wallach con nuevas promesas como Christopher Walken, Jeff Goldblum, Beverly D'Angelo o un breve Tom Berenger que en un futuro tendrían mucho que decir y todos comandados por un muy competente Chris Sarandon que en la década posterior también intervendría en algunas piezas de culto dentro (Noche de Miedo) y fuera (La Princesa Prometida) del género de terror y una Cristina Raines que hace todo lo posible para no quedar en pantalla sólo como un bello rostro saliendo bien parada por el esfuerzo que deposita a la hora de dar vida a un papel que requería una notable implicación física y psicológica por su parte. Con todo la actriz principal no tuvo una carrera muy exitosa en el séptimo arte sólo destacando su implicación en algunas obras remarcables como Nashville o Los Duelistas a las órdenes de cineastas como Robert Altman y Ridley Scott respectivamente.
Aunque es una producción no conocida para el público generalista sí es una pieza recordada y reverenciada por no pocos amantes del género al que se adscribe como obra cinematográfica de culto. La Centinela no sólo es uno de los mejores trabajos de Michael Winner, también es una perfecta muestra de mixtura de tonalidades y estilos que cabalga con facilidad entre lo clásico y lo rompedor regalando a la platea imágenes perturbadoras, pasajes memorables por su atinado timing y resolución técnica, interpretaciones impecables (impresionante la inquietud que puede transmitir el menudo cuerpo de un inolvidable Burgess Meredith) y la icónica imagen de una figura religiosa de pupilas blancas y enorme crucifijo en mano que divisa sempiternamente la infinidad del mar a la espera de la llegada de las hordas del mal para evitar el apocalípsis en la tierra. Porque como rezaba el tagline del film "en la puerta del infierno siempre tiene que haber un vigilante", un Centinela, el mismo que da nombre a esta reivindicable y revalorizable joya olvidada.
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