jueves, 11 de octubre de 2012

Calvario, on connaît la chanson




Título Original Calvaire (2004)
Director Fabrice Du Welz
Guión Romian Protat y Fabrice Du Welz
Actores Laurent Lucas, Jackie Berroyer, Phillipe Nahon, Jean-Luc Couchard, Phillipe Grand Henry, Jo Prestia, Brigitte Lahaie




Aunque su origen no sea francés, sino belga, el primer film del cineasta Fabrice Du Welz, Calvaire, se adscribe en cierta manera a ese cine francófono de terror rural o urbano que nos ha regalado brutalidades tan memorables como Martyrs de Pascal Laugier, À l'interieur de Alexandre Bustillo y Julien Maury, Alta Tensión de Alexandre Aja o también alguna pieza fallida pero no del todo desdeñable como Frontera(s). Pero lo cierto es que esta producción de 2004 conteniendo en su interior algunos considerables aciertos no se puede considerar una producción realmente memorable al menos desde el punto de vista del que suscribe.




Marc Stevens es un cantante venido a menos que actúa en geriátricos interpretando clásicas canciones de amor. Encaminándose por carretera a una gala en la que actuará durante el día de Navidad su furgoneta le dejará tirado de mala manera en un bosque aparentemente apartado del mundanal ruido. Cerca de allí y con la ayuda de un extraño lugareño encontrará el albergue del señor Bartel, un misterioso casero que invitará a Marc a pasar la noche en su propiedad. Al día siguiente la relación entre los dos hombre se volverá más estrecha, pare beneficio de uno de ellos y desgracia del otro.


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Según palabras del propio director Fabrice Du Welz su intención con Calvario era homenajear a los films de terror de los años 70 con los que se crió como espectador. Sin lugar a dudas la ópera prima de este cineasta belga tiene una deuda harto importante, sobre todo, con La Matanza de Texas de Tobe Hooper, la obra maestra de 1974 que cambió el género para siempre. De ella toma la estructura, muchas de sus constantes estéticas y hasta una media hora final en la que se acrecienta (por medio del uso del montaje, el sonido o los objetivos de cámaras deformantes) la sensación de desasosiego, aunque no con tanto talento como el que destiló el director de Salem's Lot en aquel clásico del terror protagonizado por Leatherface.




Pero también hay una deuda, puede que incluso mayor, con Psicosis, el clásico de Alfred Hitchcock, del que también toma la base argumental, los apuntes con respecto a la necrofilia o la confusión de identidad sexual y  la enfermedad mental del guardíán del albergue que lo incita a estar obsesionado con una figura femenina importante en su vida que ya no forma parte de ella. Incluso la presencia de esos lugareños con comportamiento digno de salvajes nos remiten a Deliverance de John Boorman o Perros de Paja de Sam Peckinpah y sus actos en ocasiones son tan esperpénticos que nos traen a la cabeza a autores como Emir Kusturika, Jean-Pierre Jeaunet o Roman Polanski en varios de sus films.




Pero a pesar de que Calvaire bebe de un cine como el americano de los 70 que se adentraba en una brutalidad física que en ocasiones bordeaba el gore, poca truculencia o casquería hay en la película de Fabrice Du Welz. El cineasta utiliza una inteligente puesta en escena con la que apela a sus dotes como narrador para transmitir el terror sin necesidad de efectismos, escenas desagradables (que ojo, usadas por otros directores ofrecen pasajes memorables dentro de películas de verdadera calidad) o abuso de vísceras. La inquietud que el espectador percibe es gracias a la labor como escritor y realizador del autor no de factores externos o golpes de efecto gratuitos.




A que esta incomodidad sea palpable ayuda un casting de actores perfectamente elegido en el que destaca un Laurent Lucas magnífico que sabe transmitir el patetismo de ese cantante que cae en desgracia por el capricho de un psicópata, el casero al que da vida ese Paul Giamatti francés que es Jackie Berroyer, que al haber sido artista como el mismo Marc Stevens, un ex humorista para más señas (genial el chiste de los enanos), se ve en el derecho de implicarse emocionalmente hasta límites enfermizos con el pobre hombre. Entre los secundarios destacan Phillipe Nahon (Solo Contra Todos, Alta Tensión) o Jo Prestia (Irreversible, Femme Fatale) que con su sola presencia ya marcan la referencia al cine francés más bestia salido de la mano de autores como Gaspar Noé o Alexandre Aja, con los que Du Welz guarda varios puntos en común.




Aunque algo falla con Calvario respecto a mi persona que no la hace remarcable. Posiblemente el problema sea de un servidor, pero es cierto que en pocos momentos me veo incómodo con ese martirio que el director y guionista hace pasar a su personaje protagonista. Puede que ello se deba a que el personaje de Marc Stevens me cayó gordo desde la primera escena de la película y por ello no empaticé en demasía con él y su desgracia. No niego que el director hace su labor con talento y acierto, pero recuerdo haber estado muchísimo más nervioso con el visionado de Martyrs o Alta Tensión que con la ópera prima del creador de Vinyan, porque en aquellos productos sí me importaba lo que le sucediera a los personajes principales.




Pero realmente tiene mérito la labor de Fabrice Du Welz en Calvario, no sólo por rodar con inteligencia (la toma trucada en la que la cámara entra y sale de la furgoneta, el travelling giratorio entre risas durante la cena de Nochebuena o ese magnífico plano cenital durante el asalto al albergue) sino también por el mensaje que quiere transmitir con su trabajo. Porque cuando parece que la historia que nos narra el cineasta es una retrato tristísimo de cómo la soledad puede crear monstruos, con la aparición de esos pueblerinos aún más dementes que el mismo Bartal la película aumenta su amplitud de miras y nos confiesa finalmente que la Bélgica profunda, la que vive en la incultura, el bestialismo (literal) y la incomunicación es la que verdaderamente da miedo, porque su demencia no tiene límites físicos o psicológicos.


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