Título Original Los Jueves, Milagro (1957)
Director Luis García Berlanga
Guión José Luis Colina y Luis García Berlanga
Actores José Isbert, Richard Basehart, Paolo Stoppa, Alberto Romea, Juan Calvo, José Luis López Vázquez, Félix Fernández, Manuel Alexandre, Mariano Ozores, Félix Briones, Luis Varela
Cuarta película en labores de dirección (en solitario) de uno de los autores más grandes de la historia del cine español, el valenciano Luis García Berlanga. Tras la enorme ¡Bienvenido Mr Marshall!, Novio a la Vista y Calabuch el maestro decidió retratar un tema considerablemente delicado por aquel entonces, en pleno apogeo del régimen franquista. La fe, las supuestas apariciones de santos y el uso por puro interés monetario de la religión y las creencias de la gente de a pie. El problema es que la película sufrió muchos baches en su producción y no pudo llegar a ser todo lo grande que pretendía, introduciéndose por ello su argumento en cierta ambiguedad ideológica y moral que desagradó a bastante gente convenciendo a más bien pocos espectadores en su época de estreno.
El balneario de aguas medicinales del pueblo de Fontecilla está en franca decadencia y ya no es la fuente de ingresos más importante de la localidad. La economía se resiente y el turismo también, de modo que las fuerzas vivas de la zona (el alcalde, el director del balneraio, el maestro, el médico, el encargado de un hotel, el barbero y Don José, dueño de una finca) toman la decisión de crear una falsa aparición mariana deudora de la Lourdes para atraer a los devotos y creyentes. Don José (cuyo parecido con la figura de San Dimas que hay en la iglesia es más que considerable) ayudado por sus compinches realizará cada Jueves apariciones en las que el santo hablará de las virtudes curativas de las aguas del ya mencionado balneario. Pero todo cambiará con la llegada de un extraño ex convicto que huye de la ley y que decide afincarse en Fonteceilla.
El punto de partida de Los Jueves Milagro era bastante complicado para la época y su ironía y mirada ácida hacia el uso de la fe religiosa de un pueblo (el español) en plena posguerra podía haber traido más de un quebradero de cabeza a Berlanga, director que por otro lado ya estaba en el punto de mira de los censores por realizar un celuloide un tanto "peligroso". De ahí que esta vez y a diferencia de la clara crítica (siempre disfrazada de comedia costumbrista) hacia el régimen franquista que destilaba ¡Bienvenido Mr Marshall! y que años después se recrudecería en esas dos obras maestras que son Plácido y El Verdugo, en la pieza que nos ocupa la visceralidad y sátira es más moderada e incluso amable.
La primera mitad del largometraje es memorable. El retrato de personajes es desternillante, como ese sacerdote arisco de José Luis López Vázquez, el pobre vagabundo, siempre con los brazos en cruz llueva o haga sol después de haber asistido al "milagro", que borda Manuel Alexandre o los inconmensurables Paolo Stoppa como el señor profesor de mano suelta con los cogotes de los niños y Pepe Isbert, enormísimo como siempre, intentando huir de todo el tinglado montado detrás de la supuesta aparición divina y ofreciendo los mejores momentos del metraje con su voz cazallera y porte bonachón con el que devora la pantalla.
Pero el verdadero jugo del film está en las mismas apariciones de San Dimas. Don José con la toga y la aureola cayéndosele cada dos por tres, los cohetes arrojados hacia el vagón en el que vive el pobre Mauro que queda estupefacto ante la aparición, ese tocadiscos con música celestial que falla en el peor momento o el apuntador que dice al personaje de Pepe Isbert lo que debe proclamar al de Manuel Alexandre para que su mensaje llegue a las gentes de Fontecilla. En momentos como los comentados o los del profesor intentando inculcar a base de mano dura los parabienes mágicos de la religión a uno de sus pobres alumnos están los mayores logros de Los Jueves, Milagro.
La segunda mitad del largometraje supone una ruptura tonal y argumental que hiere gravemente al conjunto de la obra cinematográfica. La llegada del personaje de Richard Basehart (al que yo no veo tan mal como dicen muchos entendidos) supone la muestra clara de cómo la censura y el Opus Dei (que compró la productora que financiaba el film durante el proceso del mismo) metió mano en el argumento y cortó y cercenó a su antojo una historia que no dejaba en muy buen lugar a la religión y los intereses económicos que se crean detrás de ella para aprovecharse de pobres gentes incrédulas que viven en unas condiciones paupérrimas económica y existencialmente, para darle finalmente la vuelta a la tortilla y que el mensaje realizara un giro de 180° convirtiéndose en una forzada y superficial apología del poder de la fe cristiana.
La obra que nos ocupa en esta entrada es uno de los casos cinematográficos más claros de lo que pudo ser y no fue por culpa de la intervención sin restricciones, al menos en la segunda mitad del metraje, de la institución eclesiástica y los censores. Indudablemente y con esta temática Los Jueves, Milagro pudo haber sido la película más grande, crítica y lacerante de Luis García Berlanga, pero la misma quedó en un proyecto interesante aunque no del todo conseguido conceptualmente que a pesar de todo mantiene varias de las constantes autorales como cineasta de su creador, ya sea cierto tono de desesperanza, soberbios planos secuencia interminables y un reparto coral en estado de gracia.
Lo que puedo haberse mostrado como un retrato irónico e incendiario, a distintos niveles, que hubiera sacado a la luz pública e internacional que la España del franquismo vivía sumergida en la incultura, la incomunicación, el hambre y el oscurantismo, finalmente se quedó una simpática cinta tan contradictoria como memorable siendo una rareza dentro de la carrera de un autor total que estaba a las puertas de mostrarnos lo mejor que llevaba dentro, porque poco después un genio de las letras llamado Rafael Azcona iba a cruzarse en su vida y ambos cambiarían para siempre el cine español que se hacía "contra" el dictador.
Pues a mi tan mal no me supo. Por otra parte los agregados del delegado de la censura son bastante evidentes. Hubiera sido una genialidad que - como lo propuso Berlanga entonces - el nombre del buen cura que nombro la censura como delegado en la producción hubiera aparecido como uno de los guionistas del film
ResponderEliminarNo conocía esa anécdota y ciertamente hubiera sido una genialidad.
Eliminar¡Un saludo!