Título Original The Girl With the Dragon Tattoo (2011)
Director David Fincher
Guión Steven Zaillian basado en la novela de Siteg Larsson
Remake del film sueco que adaptó la primera novela de la trilogía Millennium, ideada por el tristemente desaparecido escritor Stieg Larsson o revisión de ese mismo libro desde un punto de vista cinematográficamante norteamericano. Con esta versión estadounidense de Millennium: Los Hombres que No Amaban a las Mujeres, pocos se esperaban que el proyecto fuera a caer en manos del cineasta David Fincher, finalmente fue así y vistos los resultados del producto, se agradece bastante.
Un acaudalado empresario de Suecia contrata los servicios del prestigioso y polémico periodista Miqael Blomqvist (Daniel Craig) para investigar en secreto el asesinato de su sobrina, 40 años atrás. Durante el proceso el reportero contratará la ayuda de la atípica y genial fotógrafa y hacker informático Lisbeth Salander (Rooney Mara) que le ayudará con un proceso que les llevará demasiado lejos en su investogación, llegando a mundo del nazismo y el antisemitismo arraigado durante la segunda guerra mundial.
Huelga mencionar que si bien la versión dirigida por Niels Arden Oplev en 2009 era un thriller de tono europeo bien resuelto pero con un aroma a cierta tv movie de gran presupuesto, la versión de Fincher es considerablemnte superior en la mayoría de los aspectos y no sólo por tener más medios para llevarla a acabo, es que la profesionalidad y personalidad autoral que tiene el director de Seven a estas alturas es una de las más sólidas del panorama cinematográfico actual y hasta en un producto decididamente comercial como este puede verse su sello como narrador.
Tras el prólogo Fincher nos regala uno de esos títulos de crédito (los de Seven, The Game o El Club de la Lucha crearon escuela) que se quedan grabados a fuego en la retina. Con una versión de rock industrial de la inmensa Immigrant Song de Led Zeppelin a manos de Trent Reznor, Atticus Ross y Kate O y unas imágenes y montaje que recuerdan al Fincher más visual (el deudor del mundo del videoclip) todo parece apuntar que vamos a ver un film que volverá a poner en la palestra la potente y frenética realización de sus inicios como director. Nada más alejado de la realidad, por suerte.
La realización de The Girl With the Dragon Tattoo nos muestra al Fincher de sus últimos trabajos, el autor que ha depurado su visión e impronta, dejando que los encuadres tomen vida propia sin necesidad de movimientos de cámara innecesarios que depende qué historias no requieren. Todo conducido con un pulso intachable y una estética adecuada que sabe captar la oscura gelidez de los nevados parajes de Suecia, aderezada la misma con un tono de thriller que auna clasicismo y vanguardia remitiendo en distintos pasajes tanto a Seven como Zodiac.
Steven Zaillian, guionista de La Lista de Schlinder o American Gangster y que se permite introducir un casi imperceptible autoguiño a su ópera prima como director En Busca de Bobby Fischer, se ocupa de la escritura del largometraje y a pesar de que obvia algunos pasajes (la paliza a Lisbeth en el metro por la pandilla de ladrones) y acentúa otros (la investigación por parte de los protagonistas es más cruda, la violencia más gráfica y las escenas de sexo sorprendentemente más traviesas y explícitas que en la versión de 2009) cae en el mismo fallo que la versión sueca. La trama es tan enrevesada y tiene tantos giros a lo largo del, un tanto excesivo, metraje que en las escenas post climax final pierde algo de interés.
El reparto de intérpretes es tan extenso como ecléctico y en él podemos ver a secundarios de renombre como Christopher Plummer, Stellan Skasgard (dando el toque verdaderamente sueco e internacional al producto), Robin Wirght, Goran Visnjic o Julian Sands (este último sin una sola línea de diálogo el pobre hombre, a Warlock el brujo no se le hacen estas cosas) realizando una buena labor. Pero el dúo protagonista es logicamente el que merece toda nuestra atención por motivos puramente lógicos y por cargar todo el peso de la historia, primero individualmente y luego como compañeros.
Daniel Craig cumple sobradamante a la hora de dar vida a Miqael Blomqvist, pero no hace sombra en demasía a la buena labor de Michael Nyqvist. En cambio entre las dos Lisbeth Salander interpretadas por la sueca Noomi Rapace y la norteamericana Rooney Mara sí hay algunas diferencias. La primera transmitía mejor esa sensación de aparente fragilidad que más tarde rompía en fuerza e incluso violencia física a la hora de defenderse de sus atacantes, podríamos decir que era la que lo hacía mejor de las dos. Pero también es cierto que la intérprete de la versión de Fincher, Rooney Mara, lo hace muy bien y si es verdad que más que debilidad física exhala cierto aspecto que bordea la enfermedad también es mucho más visceral y sensual en su composición de la avispada informática.
En resumidas cuentas, el innecesario remake de una película que no pasaba de correcta (basada en la primera entrega de una trilogía literaria que aún no he leído por la pereza que me da su excesiva e incontrolable fama a nivel internacional) se ha convertido finalmente en una más de las interesantes piezas (no de las más logradas y elaboradas, cierto es) que dan forma a la filmografía de una de las voces más interesantes del panorama cinematográfico actual. Dúo protagonista creíble y con química, guión cumplidor (con incluso algún apunte de humor bastante inesperado y bien insertado), dirección intachable y una historia que se sigue con interés ofreciendo 158 minutos de buen cine comercial de calidad.
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