Título Original Fight Club (1999)
Director David Fincher
Guión Jim Uhls basado en la novela de Chuck Palahniuk
Actores Edward Norton, Brad Pitt, Helena Bonham Carter, Meat Loaf, Jared Leto, Van Quattro, Markus Redmond, Michael Girardin, Rachel Singer, Eion Bailey
El 7 de Noviembre de 1999 acudí (teniendo 16 tiernos años) con los que por aquel entonces eran mis amigos a los recién estrenados segundos multicines de mi localidad, actualmente los únicos. Por aquel entonces todos los Domingos íbamos a la sesión matinal de las 12:00 y ese día elegimos una película que nuestras adolescentes y primarias mentes asociaron por su escueto título con la típica cinta de acción en la que un Brad Pitt de moda por su papel en Seven y un semidesconocido Edward Norton que había destacado en sus magníficos trabajos en Las Dos Caras de la Verdad (Primal Fear), El Escándalo de Larry Flint (Larry Flynt vs. The People) o American History X se daban de hostias entre sí hasta que los cuerpos aguantasen.
Cuando salimos del cine nuestras caras eran un memorable poema. Las reacciones eran distintas, ya que unos salían decepcionados (hay personas a las que no le gusta que el cine les haga pensar, por suerte ya no forman parte de mi vida), otros se quedaban sólo con la estética cool del producto, un par de ellos emulaban a los protagonistas y empezaban a darse golpes amistosos y yo que comenzaba con esto de investigar sobre cine no hacía más que pensar para mis adentros en el largometraje y qué quería transmitir. Lo que sí compartimos todos fue una pregunta que nos hacíamos tanto a nosotros mismos como los unos a los otros. "¿Qué cojones acabamos de ver?". Tal testimonio fue generalizado en (casi) todo el globo terraqueo. El mundo no estaba preparado para El Club de la Lucha.
Cuando El Club de la Lucha se estrenó en 1999 armó una considerable polvareda y trajo consigo una polémica que comenzó en Estados Unidos y que al llegar a Europa en general y a España en particular no se hizo esperar ni un segundo dando pie a un debate encarnizado. La última cinta de David Fincher fue recibida, por un lado con entusiasmo, ganas de dialogar y fruición y con escepticismo o desgana por otro. Aunque en la mayoría de los casos su llegada a las carteleras se encontró con rabia, recelo y hasta hostilidad. La crítica especializada se dividió en dos grupos, a cual de ellos más equivocado, desde mi punto de vista.
Uno formado por los que consideraban la película una deplorable apología fascista de la violencia, una oda al terrorismo y el vandalismo callejero cubierta de misoginia, efectismo y amoralidad. El otro la veía como un producto moderno, visualmente atractivo que sólo desagradaría a la rama más ultraconservadora de nuestra sociedad, pero claro, sin entender una mierda de lo que la cinta quería transmitir o denunciar, la intención era quedar como un señor por defender una película controvetida y lacerante.
El Club de la Lucha está basado en la novela homónima escrita por el nortemericano Chuck Palahniuk y un servidor no es precisamente una lumbrera o una persona con las suficientes luces para desentrañar totalmente el fondo que este film atesora y que como ya he comentado pocos (incluso a día de hoy) entienden o han sabido dilucidar, pero sí voy a dar mi humilde opinión de lo que la cuarta película de David Fincher quiso transmitir y lo que supuso para el mundo del séptimo arte, aquel que se encotraba en época de cambio en las postrimerías del, por aquel entonces, ya casi extinto siglo XX.
El trabajador de una empresa automovilística (Edward Norton) que vive entre un trabajo anodino, interminables horas gobernadas por el insomnio y una incontrolable adicción a la compra por catálogo, un día encuentra la cura a sus noches en vela cuando decide asistir a reuniones de apoyo para todo tipo de enfermos entre los que se infiltra, hasta que otra farsante como él, Marla Singer (Helena Bonham Carter), aparece y estropea sus planes. Cuando todo parecía volver a irse al carajo para nuestro protagonista conoce a Tyler Durden (Brad Pitt), un fabricante de jabón con una peculiar filosofía de vida que cambiará la suya ayudándole a co fundar un grupo secreto en el que hombres llevarán a cabo combates clandestinos. Club que finalmente tendrá un fin mucho más ambicioso y una naturaleza del todo perturbada. A continuación hablaré del film añadiendo spoilers de su famoso final.
El Club de la Lucha es el evangelio de un gurú de finales de siglo llamado Tyler Durden. Una reivindicación del ser humano reducido al mínimo exponente, devolviéndole en cierta manera a un estado cuasi cavernario y deshaciéndose de todo el artificio complementario añadido por la sociedad. Tyler defiende que en la imperfección y la autodestrucción del yo existe la verdadera liberación y eso sólo se consigue tocando fondo y volviendo a renacer tras ello. La suya es una lucha voraz contra el consumismo y un sistema que adormece a los ciudadanos convirtiéndolos en poco más que zombies asentados en la rutina e incapaces de sentir o mantener un existencia real. En resumidas cuentas, un film con una ideología de extrema izquierda auspiciado por la Twentieth Century Fox, la productora más ultraderechista de Hollywood.
Tyler es una proyección mental del personaje de Edward Norton (nunca sabemos su verdadero nombre ¿intención de universalizar la naturaleza del rol por parte de los autores o es que realmente su nombre es Tyler Durden?). La figura a la que da vida Brad Pitt es todo lo que el protagonista quiere ser y no puede, por su carácter domesticado. Una segunda personalidad disociativa que de manera independiente a la principal toma las riendas del personaje para dar un cambio radical a su vida, volar por los aires el que es su hogar (metáfora de liberación hacia todo el consumismo que ocupaba el inmueble y que dirigía su propia existencia) y creando un club de lucha que posteriormente crecerá y se extenderá como un virus dando forma un proyecto terrorista, que no busca la pérdida de vidas, sino la destrucción de un sistema capitalista que rige el día a día de todos los ciudadanos de a pie.
Que el plan de "cambio" de Tyler comience con un club en el que todo tipo de hombres (sin importar, raza, condición o posición social) pelean a manos desnudas tiene un aterrador sentido común que no todos supieron ver. Para los personajes el verdadero atractivo no está en dar puñetazos, sino en recibirlos, ya que formar parte de una sociedad tan aséptica y adormecida hace que el simple acto de percibir dolor les permita sentirse vivos. Esos moratones, huesos rotos y dientes partidos son como pequeños trofeos que les ofrecen una compleja autoconsciencia de que están por encima de un prójimo que vive una existencia gris detrás de sus escritorios de trabajo y delante de los televisiores en sus hogares.
El paso de el Club de la Lucha al Proyecto Mayhem es lógico y gradual. Tyler toma en su seno a un grupo de jóvenes para que se alejen de un sistema consumista ofreciéndoles el enfrentamiento físico mutuo. Cuando tiene los suficientes acólitos para montar un pequeño ejército entra en acción y pasa al vandalismo callejero y de ahí al acto terrorista a gran escala con el único fin de crear ese Caos al que hace mención el nombre del ya mencionado proyecto. Finalmente el protagonista consigue controlar la personalidad de Tyler (pero no evitar los atentados) y volver a ser el mismo, pero como un nuevo ser, purificado, liberado de lastre y preparado para una nueva vida de futuro incierto junto a la mujer de la que supuestamente está enamorado.
Las personas que me hayan leído aquí sabrán de mi recelo y hasta indignación hacia los finales rebuscados o tramposos, esos que cuando la película está acabando y la misma va a llegar a su climax nos revelan que todo "ha sucedido en la mente del protagonista", normalmente sin justificación narrativa alguna y dejando esta explicación, carente de viabilidad, la estructura del guión con más agujeros que un colador. El Club de la Lucha fue (en cierto modo) pionera en este tipo de conclusiones cinematográficas que tan poco me gustan y no lo voy a negar. Pero también es cierto que Fincher desde el principio del film nos está dando pistas sobre la naturaleza (no) real de Tyler, ideas continuas y muy inteligentes que sólo captaremos cuando veamos el largometraje por segunda o tercera vez.
Seguramente las escena que de manera más esclarecedora nos muestra que Tyler es producto de la imaginación del protagonista es la magistral de los títulos de crédito. Un travelling rodado por medio de CGI que comienza en el cerebro del personaje de Edward Norton acabando en la pistola que Tyler le tiene introducida en la boca indicandonos con claridad que todo está en su cabeza. De todas formas a lo largo del metraje y en sus primeros minutos de recorrido Fincher introduce imágenes subliminales de Tyler, que nos quieren mostrar que el personaje interpretado por Brad Pitt poco a poco toma forma y acaba saliendo a la luz en la mente del protagonista.
Eclosión que tiene lugar justo después del accidente de avión imaginado. Curioso que la presentación de Durden sea inmediatamente posterior a un hecho traumático a modo de ruptura, que puede suponer el momento exacto en el que la mente del rol principal se desdobla haciendo patetente su esquizofrenia. Pero aún hay más, podríamos enumerar las veces que el personaje de Marla se extraña cuando pasa con el protagonista noches enteras manteniendo sexo (aunque nosotros vemos como espectadores que lo hace con Tyler) y a la mañana siguiente (de nuevo con la imagen de Norton) la echa de casa para confusión de la mujer.
Son miles de detalles pequeños y casi imperceptibles que sólo se captan con las revisiones y que tienen su culmen en la mítica escena en la que el personaje principal se da la paliza a sí mismo delante de su jefe al decir estas palabras: "No sé por qué motivo me acordé de mi primera pelea con Tyler". Fincher y su guionista, Jim Uhls, lo confiesan claramente, pero aún no lo sabemos. En la primera pelea entre el protagonista y Tyler, este último no estaba (ya que no existe más que en su mente) de modo que la paliza se la inflingió él mismo, de ahí la conexión entre los dos momentos.
El Club de la Lucha supuso un enorme paso adelante en el discurso autoral (muy potente por aquel entonces, pero aún no asentado del todo) de David Fincher, que ya había demostrado su valía con Seven, el posiblemente mejor thriller de la historia del cine y con The Game, otro film de ese mismo ramo que fue bastante infravalorado por sus giros de guión, pero que contenía una puesta en escena y unos interesantes logros a reivindicar. Con Fight Club el director de Zodiac desplegó una variedad ilimitada de recursos visuales, trucajes de cámara y aplicación medida y totalmente justificada de unos efectos digitales de primera calidad que alimentaban la historia sin devorarla. Alardes técnicos que debido al contexto del relato que se narraba no desentonaban con él en ningún momento, No como en la posterior cinta de Fincher, la fallida La Habitación del Pánico.
Hay momentos que han creado escuela durante el metraje de este film y que muchos otros directores han homenajeado o plagiado descaradamente. Me vienen a la cabeza el apartamento llenándose poco a poco de compras por catálogo, el incendio del mismo, la cámara saliendo de la papelera de las oficinas del protagonista, el accidente de coche (prodigio de encuadres y planificación) el travelling entrando al club con Going Out West de Tom Waits sonando de fondo (imposible no pensar en Goodfellas de Scorsese) la bestial paliza de Lou a Tyler o la de Norton al personaje de un oxigenado Jared Leto, el momento de la quemadura química, el celuloide temblando ante la cara de Tyler, las inserciones de fotogramas porno en los films infantiles o el disparo en la boca del final. Seguro que se me quedan algunas fuera, ya que si hay algo abundante en El Club de la Lucha son pasajes para el recuerdo de un acabado técnico remarcable.
Por mucho que la interminable y nihilista verborrea de Tyler sea interesante (aunque también discursiva, es innegable) el actor que la esputa entre saliva y sangre es el que la convierte en grande. Brad Pitt hizo muchas cosas con su papel en El Club de la Lucha y todas buenas. Desprender carisma, sexualidad y aires de canalla por todos y cada uno de los poros de su piel, callar la boca de aquellos que decían que sólo era un guaperas sin idea de interpretar (aunque a esto ya apuntó con su magnífico Jeffrey Goines en aquella obra maestra titulada 12 Monos de Terry Gilliam) y crear un icono de nuevo cuño. Una especie de filósofo de andar por casa de cuerpo apolineo, porte desaliñado pero estiloso, fumador, ideológicamente radical y completamente lúcido dentro de su demencia.
Le da la réplica un magnífico Edward Norton que ciertamente debe llevar todo el peso dramático y cómico del fim. Ya que el protagonista de El Velo Pintado ha de mostrar con sutiles pinceladas la complejidad de un rol que en un principio no tenemos que saber que la tiene, ya que no nos hacemos idea todavía de dobles personalidades o esquizofrenia alguna. Helena Bonham Carter tiene la dura tarea de ser el único personaje femenino de la cinta y ella es no sólo el catalizador de todo lo que le sucede al personaje principal, también es el rol que más incita al humor y el que más cambia cuando revisionamos el film por primera vez. También tenemos que nombrar a Meat Loaf y sus enormes tetas y a Jared Leto con una intervención breve pero intensa.
El Club de la Lucha hoy día me sigue pareciendo la mejor obra de un autor que ha ido evolucionando y depurando su estilo hasta convertirse en uno de los mejores directores del panoráma cinematográfico actual, pero pagando el precio de ponerse a disposición de productos tan interesantes como poco arriesgados. Fight Club en cambio supuso un proyecto lleno de riegos, provocación e inteligencia. Una cinta que después de haber hecho una taquilla mediocre y haber recibido palos por todos los frentes de una crítica que no entendió una mierda de lo que veía en pantalla vio como al poco tiempo comenzaba a revalorizarse hasta alcanzar el manido pero prestigioso título de obra de culto.
A día de hoy es considerada una de las mejores películas de los 90 y el estandarte cinematográfico del cine de aquella década. ¿La crítica más bestial que se la he hecho a la Generación X o sólo un cúmulo de delirios de grandeza de un esquizofrénico con instintos narcisitas y brotes violentos?. Poco importa, para el que suscribe es una cinta clave en mi vida como cinéfilo y un largometraje adelantado a su tiempo cuyo mensaje no envejecerá ni en 50 años. Sólo me queda terminar, ya que si tenemos en cuenta que las dos primeras reglas de El Club de la Lucha son no hablar de El Club de la Lucha yo ya he incumplido ambas y así nunca ingresaré en las huestes de Tyler Durden y sus monos del espacio. Maldad, caos y jabón para todos.
¡Deme 10!
ResponderEliminarPués entonces yo soy rara, porque entendí la peli la primera vez que la vi ...
Es que tú eres más lista que el hambre, pero hay mucho merluzo por ahí, como yo mismo.
ResponderEliminarChico mucho mucho no había que entender, al final te lo dan bien mascadito.
ResponderEliminary me parece que la taquilla de esa película no fue mala en absoluto, te lo digo de primera mano porque trabajaba en un cine de la capital en el momento en que se estreno y era lleno tras lleno, tal vez por los actores que tenían tirón fácil.
ResponderEliminarNo busquemos hacer de culto las películas sobre leyendas negras inexistentes
Pues había mucha gente que no entendió la película, es un hecho confirmado, no hay más que ver todas las citas sobre periodistas especializados en el medio que trae el libreto de la edición en dvd del largometraje.
ResponderEliminarEn general la película en taquilla no funcionó como se esperaba
"Fight Club no cumplió las expectativas del estudio en taquilla y recibió reacciones polarizadas por parte de la crítica"
Este comentario que adjunto es de Wikipedia. Lo que no quita que en ciudades puntuales (como la capital, como tú bien dices) sí funcionara bien a nivel de espectadores. En todo caso no sería ninguna leyenda negra, sólo una apunte más sobre detalles acerca de la película