jueves, 30 de enero de 2014

A Propósito de Llewyn Davis



Título Original Inside Llevyn Davis (2013)
Director Joel e Ethan Coen
Guión Joel e Ethan Coen
Actores Oscar Isaac, Carey Mulligan, John Goodman, Ethan Phillips, Garrett Hedlund, Justin Timberlake, Max Casella, F. Murray Abraham, Jeanine Serralles, Stark Sands, Jerry Grayson, Robin Bartlett, Adam Driver





Tras el interesante y recuperable remake que realizaron en 2010 de Valor de Ley (True Grit) de Henry Hathaway, basados ambos films en la novela homónima de Charles Portis, lo cineastas norteamericanos Joel e Ethan Coen vuelven a las pantallas con un homenaje a la música folk de los años 60 (con la que ambos hermanos se criaron) o más bien a aquellos cantautores dentro del género que no consiguieron el reconocimiento que merecían a pesar de tener talento y pasión por su trabajo. Lo resultante es A Propósito de Llewyn Davis una memorable cinta 100% Coen que se mueve entre varios géneros y que se encuentra entre las mejores piezas de la última etapa de los creadores de Un Tipo Serio o No es País Para Viejos.




Inside Llewyn Davis está parcialmente inspirada en The Mayor of MacDougal Street las memorias del cantante folk Dave Van Rock y narra la historia del Llewyn Davis del título, un cantautor que durante 1961 vaga por Greenwich Village (New York) buscando locales en los que tocar en directo y casas de amigos y allegados en las que pasar la noche mientras espera infructuosamente que llegue ese éxito que se le resiste. Su antiguo compañero en las voces se ha suicidado, está esperando el hijo no deseado de la novia de uno de sus amigos y tiene que cuidar el gato de un matrimonio conocido hasta que pueda devolvérselo a la pareja. Sin dinero o reconocimiento intentará hacer lo posible para vivir de su música ya que su otra opción es volver a ser marino mercante algo que no le hace ninguna gracia.




Amalgama de la impotencia que en ocasiones se adscribe al talento incomprendido y desperdiciado expuesta en Barton Fink (sin el hermetismo kafkiano de aquella, aunque curiosamente aquí tenemos también unos estrechos pasillos que casi hacen que las puertas de los apartamentos choquen entre ellas y que nos remiten a la impronta literaria del autor de El Proceso), con O Brother!, sobre todo por sus referencias musicales y literarias de origen griego (a Homero concretamente), sumándole apuntes del peculiar humor de Un Tipo Serio y el laconismo desesperanzador de El Hombre que Nunca Estuvo Allí. Inside Llewyn Davis es una triste canción de folk en imágenes llena de melancolía existencial y desencanto protagonizada por un pobre y peculiar hombre con talento pero sin suerte.




Llewyn Davis es una criatura puramente coeniana. Un tipo taciturno, que no exterioriza sus sentimientos (cuando lo hace es en forma de canción y sin lugar a dudas esos son los mejores momentos del largometraje) y cuyo pasotismo vital en ocasiones llega a ser irritante. Un individuo arisco y en ocasiones antipático que contra todo pronóstico al que suscribe cayó en gracia ya que llegué a empatizar con su desgraciada existencia y a compadecerme de los continuos reveses que le asesta el destino. Cada vez que un glorioso Oscar Isaac hace que su personaje se abra en canal por medio de los temas musicales que interpreta desde el dolor o la impotencia la realidad vuelve a golpearle al finalizar los mismos por medio de la indiferencia, la intromisión de algún conocido (el momento con el matrimonio Gorfein es descacharrante) o la reacción inesperada de alguno de sus oyentes (con la respuesta "física" del padre ante su interpretación de Shoals of Herring no sabemos si reír o llorar) poniéndole estos una vez más los pies en la tierra.




Cada tema interpretado por el protagonista expone al espectador su estado de animo o sus sentimientos. La apertura con Hang Me Oh Hang Me manifiesta la intención de Llewyn por no dejarse vencer, su intervención en Please Mr Kennedy (Justin Timberlake demostrando una vez más que tiene madera de buen actor aunque no tenga en esta ocasión muchos minutos en pantalla) manifiesta cómo debe prostituirse haciendo música de otros para ganarse un sustento y esa maravillosa The Death of Queen Jane no sólo habla claramante de su relación con Jean (una Carey Mulligan que a pesar de ser una arisca malhablada, o puede que por ello, consigue enamorarme una vez más con su mirada y ese pelo moreno que le queda genial) y el hijo que espera de ella, ya que también se revela como el punto álgido del film cuando Davis la interpreta delante de Bud Grossman (un muy recuperado F.Murray Abraham) transmitiendo tanto dolor como impotencia con esas últimas estrofas cantadas a capella a modo de súplica desesperada.




Pero la música folk no sólo tiene su lugar en la banda sonora del film, la elegante y apagada dirección de fotografía de Bruno Delbonnel (que consigue la proeza de que no echemos de menos el sello de Roger Deakins, habitual de los Coen) el mismo poster del largometraje que nos recuerda a la portada de The Freewheeling de Bob Dylan o la carátula del, nada exitoso, disco en solitario de Llewyn (el que da título al largometraje en inglés) que es una referencia estética y conceptual clara al de aquel Inside Dave Van Ronk en el que se inspira indirectamente el grueso de la historia del film nos remiten a aquel movimiento musical que tuvo su época de gloria en los 60 y cuya visión por parte de los Coen está expuesta desde la admiración y el cariño, pero también la decepción, la tristeza y el desencanto.




A lo largo del metraje tenemos situaciones y personajes que son inconfundibles hijos de sus creadores. Al Cody podía haber compartido micrófono fácilmente con George Clooney, Tim Blake Nelson y John Turturro en Oh Brother!, Johnny Five parece una versión rejuvenecida del Gaear Grimsrud al que daba vida Peter Stormare en Fargo, la oficina de Mel recuerda vivamente al despacho del rabino de Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg) en A Serious Man y luego está John Goodman, que ya de por sí es como un sello inconfundible de la Factoría Coen. Pero hasta situaciones como el viaje en coche a Chicago, la discusión con Lillian Gorfein cuando se "entromete" en la canción de Llewyn, las peleas en las que se ve implicado el protagonista o los dos intentos por embarcarse en la marina mercante recibiendo una hosca respuesta son momentos tan de sus creadores que no desentonan en absoluto con el resto de su filmografía.




A Propósito de Llewyn Davis es el viaje interminable (esa narración circular hacia la recta final perfecta para acentuar el matiz de bucle infinito en el que está sumergido el protagonista) de un hombre desencantado con un mundo que no valora su talento (la aparición de Bob Dylan actuando en el cierre del film es el coupe de grâce definitivo) que se muestra arisco con sus semejantes porque aunque no exterioriza sus sentimientos (si no es encima de un escenario y con su guitarra en las manos) sí los canaliza por medio de una, en ocasiones, antipatía psicológica que da pie a que sus amigos y conocidos le den la espalda o le traten de manera más o menos recíproca (la discusión en el parque con Jean y lo de los condones me arrancó más de una carcajada) en ocasiones mereciéndolo totalmente, para qué negarlo.




Durante su trayecto realmente no lo vemos casi nunca realmente desesperado, porque es un tipo apagado y triste que no parece implicarse con nada. Su acto más humano durante todo el film es velar por Ulises, el gato de sus amigos (la presencia del mismo y su nombre una vez más tienen reminiscencias homéricas) o visitar a su padre en el asilo con resultado más bien penoso. Pero esos momentos en los que Llewyn Davis coge su guitarra y se arranca de las entrañas lo que verdaderamente siente son los que utilizan estos hermanos judíos para rendir tributo la música (y músicos)  folk que los criaron y educaron para por el camino también homenajear a sus propios antihéroes, aquellos que pueblan una de las carreras más interesantes del cine norteamericano de los últimos 30 años.



jueves, 23 de enero de 2014

El Lobo de Wall Street



Título Original The Wolf of Wall Street (2013)
Director Martin Scorsese
Guión Terence Winter basado en el libro de Jordan Belfort
Actores Leonardo DiCaprio, Jonah Hill, Matthew McConaughey, Jean Dujardin, Kyle Chandler, Rob Reiner, Jon Bernthal, Jon Favreau, Ethan Suplee, Margot Robbie, Cristin Milioti, Katarina Cas, Joanna Lumley, Spike Jonze, Chris Kerson, Shea Whigham






A lo largo de los años 80 y 90 el agente de bolsa Jordan Belfort engañó a un interminable número de inversores en bonos basura por medio del fraude y el engaño. El mismo Belfort retrató su estratosférica carrera hacia el el éxito en una autobiografía titulada The Wolf of Wall Street que llamó durante un tiempo la atención del cineasta Martin Scorsese. Finalmente el director de La Invención de Hugo junto a su actual actor fetiche, Leonardo DiCaprio, y Terence Winter (creador de Boardwalk Empire, magnífica serie de la que Scorsese es productor y en su momento realizador del episodio piloto) al guión sacaron adelante la adaptación a imágenes de las memorias de Jordan. El resultado es una cinta 100% Scorsese, excesiva, divertida, llena de humor negro, drogas, sexo y estafas millonarias que se revela como una de sus grandes últimas obras, pero no una que pueda codearse con sus clásicos.




El Lobo de Wall Street es un mestizaje entre Uno de los Nuestros (Goodfellas)  y Casino con Wall Street de Oliver Stone. La historia de un embaucador lleno de carisma, de un Flautista de Hamelin experto en desplumar a inversores despistados que depositan su fe en las malas artes de este avaricioso hijo de puta hecho a sí mismo pero por medio del dinero de los demás, personas a las que deja en la ruina sin que le tiemble el pulso creándoles necesidades que no tienen gracias a su verborrea incontrolable. Jordan Belfort es la representación física de Estados Unidos, un país ambicioso que no duda en arrasar con lo que se le ponga por delante con tal de saciar su apetito goloso impulsándose por un carácter competitivo sustentado en un capitalismo agresivo que todo lo devora sin dejar nada a su paso.




Para poner en escena este relato excesivo, espídico, gamberro y psicológicamente violento Scorsese se sirve de su habitual pericia como narrador aunando el conocido uso potente de la cámara al que nos tiene acostumbrados con su habitual talento de storyteller de altos vuelos que hace que una cinta de 180 minutos de metraje no pese en ningún momento. Todo gracias a un ritmo endiablado que cuando asienta sus bases mostrándonos los primeros pasos de su protagonista como corredor de bolsa gracias a las enseñanzas de su mentor Mark Hannah (un Matthew McConaughy brillante con sus pocos minutos en pantalla, menuda resurrección artística la de este actor) se entrega a una bacanal de orgías, consumo de todo tipo de estupefacientes, desperdicio de dinero a manos llenas y negocios fraudulentos.




En The Wolf of Wall Street se auna la autoría de ese Martin Scorsese que sabe retratar a ladrones, estafadores y criminales entre el carisma, la complicidad y la envidia o el rechazo, el odio y el patetismo con el especial talento (aquel que llevamos viendo durante varias temporadas de Boardwalk Empire) de Terence Winter para retratar las bajezas más execrables del hombre occidental (y una visión de la mujer como objeto para uso y disfrute exclusivo del hombre que es puro cliché en ocasiones hasta ofensivo, pero si nos metemos en ese terreno podríamos dedicarle otra entrada entera al tema y no es el momento) retratando un paisaje del mundo de la bolsa en la que no hay una sola buena persona y las que lo son no tienen rostro porque son las pobres víctimas que caen bajo el influjo de Jordan Belfort y sus huestes.




Como es lógico el relato nos es narrado por el mismo Belfort al que da vida un enorme Leonardo DiCaprio que sigue creciendo como actor y que ofrece aquí su mejor trabajo para Scorsese entregándose hasta lo intimidante a su director siendo protagonista, instigador y víctima de escenas sencillamente brillantes que se quedan grabadas en la retina. Unas veces carismático y embaucador (sus discursos motivacionales apelan a los instintos más primarios y la avaricia de sus empleados y por eso triunfa con ellos) y otras patético y sumiso (cuando su mujer, interpretada por la arrebatadora Margot Robbie lo somete en la escena del dormitorio del bebé o con el último coito que practican juntos) Jordan es un asqueroso parásito al que el protagonista de El Aviador le entrega todo su talento y dignidad. Porque no sé si ganará el Oscar en la gala de este año, pero sólo por la escena en la que le da el subidón tardío de los Lemmon 714 y que abarca los pasajes de la cabina de teléfono, la subida y conducción del Lamborghini y la pelea con Jonah Hill en la cocina ya merece todos los premios de interpretación existentes.




Scorsese se rodea de actores que clavan con oficio sus personajes para que le ofrezcan pasajes inolvidables. Como el momento del subdión de Lude de un Jonah Hill pletórico que tiene una química interminable con DiCaprio, todos los tejemanejes en Suiza con Jean Dujardin (enorme cuando él y Belfort "dialogan" mentalmente) los arranques de ira del padre de Jordan al que da vida el director Rob Reiner, los consejos sobre onanismo compulsivo y drogadicción de Mathew McConaughey, el momento flirteo con la tía Emma, el intento de soborno a los federales (muy buena labor de un Kyle Chandler que merecía más minutos en pantalla), la cagada del personaje de Hill cuando discute con el de Jon Bernthal (El Shane de The Walking Dead que hace del clásico mafioso hortera scorsesiano) y todas las fiestas, orgías (la del mayordomo gay da pie a momentos descacharrantes) y desfases que el retrato de la vida de un hombre tan excesivo como el que aquí es expuesto exige y demanda.




Al igual que cuando ha diseccionado a todo tipo de criminales Scorsese no se posiciona ni a favor ni en contra de su criatura en El Lobo de Wall Street, deja que la misma se autodefina en pantalla. Pero sería de necios no afirmar que el director de Gangs of New York no siente fascinación por las malas artes de Jordan Belfort para el mundo de las finanzas y la estafa. El director rueda sus correrías con una devoción puesta hasta el culo de condescendiente socarronería que no elude admiración o pura envidia hacia él y su forma de vida. Pero cuando el largometraje va a cercándose a su recta final y el protagonista empieza a caer en un abismo de adicciones, excesos y problemas con la ley que lo abocan inevitablemente al fracaso Scorsese no juzga ni señala acusatoriamente, pero sí analiza y deconstruye sin compasión ni miramientos a un hombre talentoso, inteligente y carismático pero deleznable, ególatra y miserable.




Martin Scorsese demuestra con su última película que está en plena forma, que su impronta tiene un aire de renovada juventud, que su cine sigue de moda y que nunca dejará de ser un gran cronista de su tiempo. Este retrato oscuro del Sueño Americano es un triunfo con todas las letras, la demostración de que si bien será difícil que vuelva a tocar el cielo como lo hizo con Toro Salvaje, Taxi Driver, Malas Calles o Casino (eta última la que sigue siendo mi película favorita de su filmografía) todavía tiene mucho que contarnos y que está viviendo una segunda edad dorada en la que no se amilana con ningún tipo de proyecto. El Lobo de Wall Street con sus más y sus menos, aciertos y fallos, excesos y omisiones es una gran película que retrata a un atajo de desalmados que tuvieron el mundo a sus pies y que lo perdieron por culpa de la avaricia y el engaño comandados todos ellos por un tipo que tiene el descaro, no sólo decir que no va a ganar un sólo dólar con esta película, sino de protagonizar un cameo en ella en la que presenta a su alter ego en la ficción (a sí mismo en la película) como al "peor de todos los hijos de puta que ha conocido jamás" para dos segundos después afirmar que es "el mejor formador de agentes comerciales del mundo".



jueves, 16 de enero de 2014

The Trip, dos en la carretera



Tìtulo Original The Trip (2010)
Director Michael Winterbottom
Guión Ben Smithard
Actores Steve Coogan, Rob Brydon, Claire Keelan, Margo Stilley, Rebecca Johnson, Dolya Gavanski, Kerry Shale






Tras la gloriosa 24 Hour Party People y la atípica y divertida Tristam Shandy: A Cock & Bull Story  al cineasta británico Michael Winterbottom (El Demonio Bajo la Piel, Código 46) le quedó bastante claro que los actores Steve Coogan y Rob Brydon no sólo estaban especialmente dotados para la comedia, también destilaban una más que notable química humorística cuando compartían plano en pantalla. De modo que rodar una película centrada en estos dos intérpretes era tan inevitable como inminente. Así nació The Trip, producción del año 2010 de inusual origen y naturaleza híbrida con bastantes puntos de interés pero no para todo tipo de público.




The Trip es una película en formato de falso documental que sirvió como complemento para un programa del mismo nombre con seis entregas emitido por la BBC en el que Steve Coogan y Rob Brydon reocorrían restaurantes del norte de Inglaterra degustando todo tipo de platos. Algo parecido a lo que aquí en España hicieron los actores Imanol Arias y Juan Echanove para La 1 de Televisión Española con Un País Para Comérselo, pero teniendo este un tono mucho más "cañí". El resultado es una simpática producción en la que los dos protagonistas se lucen sacando a relucir su comicidad, pero que por sustentarse casi por completo en eso puede llegar a hacerse algo reiterativa.




Aunque hay un guión con una historia (aquí la excusa del viaje es hacer una crítica gastronómica par el periódico The Observer) detrás lo cierto es que The Trip, la película, es un vehículo para el lucimiento de sus dos protagonistas. Mientras viajan en coche por parajes norteños degustando platos de todo tipo Steve Coogan y Rob Brydon dan vida a unos sosias de sus propias personalidades en la realidad siendo el primero el (en principio) más serio y arisco y el segundo más desenfadado y agradable, roles que ya ejercieron en cierta manera en la ya mencionada adaptación de la famosa novela de Laurence Sterne. Tenemos secundarios como camareros, cocineros, simpáticas recepcionistas de hotel y una considerable gala de personajes, pero son los ya mencionados actores fetiche de Michael Winterbottom los que llevan el peso del proyecto sobre sus hombros.




Coogan y Brydon se pasan el metraje lanzándose puyazos, haciendo chocar sus egos (mucho más inflado el del primero) y reflexionando sobre sus vidas, la edad o sus carreras como actores una vez se han adentrado en la cuarentena. Pero es innegable que lo mejor de The Trip es ver la enconada competitividad entro los dos protagonistas por imitar las voces de actores conocidos. Sean Connery, Christopher Lee (enorme el pique con los diálogos de ambos en El Hombre de la Pistola de Oro de la saga de James Bond, casi muero cuando Brydon le die a Coogan que parece hablar como si es estuviera recuperándose de un infarto en ese pasaje) Anthony Hopkins, Liam Neeson y sobre todo el duelo de los dos Michael Caine que ambos bordan (aunque Coogan lo emula con más fidelidad) son algunos de los que mejor les quedan. Por el contrario a Brydon la voz de Ian McKellen le sale fatal y no mucho mejor la de Al Pacino y por descontado ambos son penosos emulando a Woody Allen.




El problema de la obra reside en que repite la fórmula a lo largo de los excesivos 107 minutos de metraje. El itinerario viaje en coche, llegada al hotel, interactuación con los secundarios, comida o cena con conversación entre los protagonistas y noche con ambos hablando por teléfono con sus familias es continua a lo largo del largometraje y puede que a cierto tipo de público le agote. Por suerte los actores hacen lo suficentemente bien su trabajo como para que el espectador no se aburra en ningún momento y cuando los pasajes en los que ambos disertan sobre sus vidas y milagros se alargan Winterbottom sabiamente introduce alguna excusa narrativa para que los secundarios tomen algo de relevancia como la recepcionista polaca del primero hotel o el excursionista que da la brasa a Coogan hablándole de la erosión y del que este huye disimuladamente.





El director y su guionista también quieren, con toda la buena intención, introducir en la historia cierto tono dramático y un desarrollo de personajes que en este caso concreto para el que suscribe no aporta demasiado a la historia y su discurrir. No necesito que el director de Camino a Guantánamo o Un Corazón Invencible me diga que la humilde y hogareña vida personal de Rob Brydon es más satisfactoria que la urbanita y un tanto vacua o dispersa de Steve Coogan, porque dudo que se acerque mucho a la realidad. Si realmente lo hace no me importa demasiado, vengo a ver cine, no un programa del corazón y si no lo hace esta no aporta demasiado poso a un trabajo que apela al desenfado, a la réplica mordaz y al carisma de dos actores que cuando comparten plano están, nunca mejor dicho, en su propia salsa.




The Trip es una obra (no sé si tiene doblaje español, pero el mismo sería fallido desde su concepción porque se cargaría todo lo de las imitaciones que sí se pueden disfrutar en V.O, con subtitulos si los mismos son necesarios) menor en la carrera de Michael Winterbottom. Un producto modesto que se ve en una tarde tranquila de domingo para disfrutar de su ligereza, buen humor y simpatía. Pero cierto es que desde su humildad nos aporta momentos memorables como las disertaciones que ambos protagonistas hacen sobre literatura, filosofía, cine, de cosas tan intrascendentes como la comida que se queda entre los dientes o tan hilarantes como el supuesto panegírico que Coogan recitaría en el funeral de Brydon o cuando este propone al anterior si sería capaz de aceptar que su hijo tuviera una "enfermedad menor" con tal de ganar un Oscar. Ahora sólo me queda ver la verdadera The Trip, la serie en la que está basada esta agradable propuesta 100% hija de su autor hecha, sobre todo, para sus fans y para aquellos a los que les gusta pasar hambre viendo cine.



lunes, 13 de enero de 2014

Tú Eres el Siguiente, animal kingdom



Título Original You're Next (2011)
Director Adam Wingard
Guión Simon Barrett
Actores Sharni Vinson, Nicholas Tucci, Wendy Glenn, AJ Bowen, Joe Swanberg, Sarah Myers, Amy Seimetz, Rob Moran, Barbara Crampton, Ti West, Simon Barrett, LC Holt





Dos años tardó en estrenarse en España You're Next, la cuarta película como realizador del norteamericano Adam Wingard y aunque fue bastante publicitada y bien recibida (en líneas generales) por la crítica no tuvo su paso por la taquilla demasiada repercusión. Para un servidor el largometraje tiene algunas ideas buenas y considerablemente inteligentes así como un subtexto bastante duro que no toma forma hasta que llegamos al acertado ecuador del metraje. Pero como obra cinematográfica no me ha encandilado, le reconozco el mérito y su afán por transgredir el subgénero al que se adscribe, pero su impersonalidad y sensación de déjà vu formal no me ha transmitido todo lo que esperaba.




Durante una cena de aniversario la familia Davison (formada por un matrimonio con cuatro hijos y las correspondientes parejas de estos) se verá asaltada por un grupo de asesinos disfrazados con máscaras de animales que deciden asediar la mansión e ir eliminando uno a uno a todos los asistentes. Durante la matanza descubriremos los motivos por los que estos desconocidos han elegido el hogar de los Davison para llevar a cabo su crimen, quién está detrás de todo el proceso del mismo y las especiales dotes de Erin (la novia de Chrispian, el hijo mayor de los Davison) para defenderse en situaciones extremas y que viene del pasado de la joven muchacha que ni su propia pareja conoce.




Lo primero que se le debe agradecer a una película como Tú Eres el Siguiente es querer darle la vuelta al subgénero slasher al que se adscribe. Cuando el film de Adam Wingard arranca vamos conociendo poco a poco a los componentes de los Davison, una familia idílica que finalmente no lo es tanto. Lo más curioso es que cuando los personajes van mostrando sus verdaderas caras y empiezan a salir a la luz las rencillas entre hermanos es cuando el carácter de bodycount tradicional entra en escena para romper la tónica del film por primera y no última vez. Pero cuando empiecen a caer las primeras víctimas (como el personaje de Tariq interpretado por el director Ti West, autor de la bienintencionada pero soporífera La Casa del Diablo o el de Barbara Crampton, protagonista de Re-Animator) y el juego de supervivencia a mostrar sus primeras cartas el film tomará fuerza y se encaminará a ese malintencionado giro a la mitad del metraje que es el mayor acierto del proyecto.




Esa vuelta de tuerca por parte de Adam Wingard y su guionista Simon Barrett no sólo da un giro completo a la historia que ambos nos están narrando, también subvierte considerablemente lo que en principio parecía un tradicional slasher añadiendo un mensaje crítico y nada amable hacia las familias americanas de clases acomodadas que quedan muy mal paradas a lo largo del film. El único problema de este acertado puñetazo en la cara del espectador es que después de tener lugar prácticamente nos cuenta por efecto dominó cuál va a ser el final de la película, porque este se ve venir a kilómetros y hasta la persona menos espabilada en estas lides (un servidor mismamente, que no es una lumbrera en maniobras deductivas) puede vislumbrarlo.




Mi problema con You're Next es que no me transmite sensaciones reales como cinta de terror físico o psicológico. Las escenas sangrientas y de casquería están bien rodadas (la que tiene lugar con el flash de la cámara es conceptualmente la mejor, con diferencia, pero no la más truculenta) Adam Wingard acierta con el uso de la cámara al hombro para ejecutarlas, pero las mismas no desprenden inventiva alguna, son coreografías de caos y muerte mil veces vistas que en ningún momento sorprenden o pillan desprevenida a la platea. Formalmente poco se les puede reprochar, pero tampoco son muy destacables porque exhalan la misma despersonalización que el mismo conjunto de la obra.




Por otro lado el personaje de Erin al que da vida con mucho oficio Sharni Vinson es otro de los aciertos mas destacados del largometraje. Lo que en principio parece una encantadora y delicada chica con todas las papeletas para convertirse en una scream queen de manual acaba siendo una Teniente Ripley en toda regla. Una mujer con todo tipo de recursos y curtida en mil batallas que se convierte en el mayor obstáculo para los asaltantes de la casa ya que las dotes para quitar vidas por parte de la muchacha están fuera de toda duda. Ella es la protagonista de los mejores momentos gore de la velada destacando la secuencia en la cocina con los pasajes de la licuadora (si mal no recuerdo) y el cuchillo en la cabeza.




You're Next no es una mala película, se deja ver con simpatía, tiene un mensaje políticamente incorrecto y quiere ir a contracorriente en un género quemado hasta lo indecible. Pero es un producto que nunca sale de la normalidad y que en ocasiones se adentra en lo mediocre por culpa de algunos fallos de guión (sustos de baratillo, personajes haciendo estupideces) y de no aprovechar más el humor negro que se dejaba asomar en la primera media hora de metraje, porque que el personaje del antipático Drake siguiera increpando a sus hermanos aún teniendo clavada en la espalda una flecha era un apunte hilarante. Con todo una cinta para pasar un rato divertido, con ritmo y buenas intenciones pero sin nada destacable que ofrecer más allá de su sana intención de ser lo más retorcida e imprevisible posible, empresa que llega a buen puerto sólo a medias.



sábado, 11 de enero de 2014

Carrie (2013), girls don't cry



Título Original Carrie (2013)
Director Kimberly Peirce
Guión Lawrence D. Cohen y Roberto Aguirre-Sacasa basado en la novela de Stephen King
Actores Chloë Grace Moretz, Julianne Moore, Gabriella Wilde, Portia Doubleday, Judy Greer, Alex Russell, Zoë Belkin, Ansel Elgort, Samantha Weinstein, Karissa Strain, Barry Shabaka Henley, Demetrius Joyette, Cynthia Preston, Arlene Mazerolle, Evan Gilchrist, Eddie Max Huband, Tyler Rushton, Skyler Wexler





Tras pasar por varias editoriales que la rechazaron tildándola de "impublicable", Carrie, la primera novela (aunque cuarta en ser escrita) del escritor estadounidense Stephen King, vio la luz en 1974. El libro narraba la vida de una chica con poderes telequinéticos que vivía entre el rechazo social de sus compañeros de clase y la estricta y enfermiza educación de su madre, Margaret, una cristiana radical obsesionada con el pecado. Aunque aún en bruto y sin limar aristas ya se podía ver en aquel trabajo el talento de un narrador especialmente dotado para extrapolar el terror dentro de la cotidianidad y perfilar personajes cercanos y tridimensionales. Sólo dos años después se estrenó la adaptación a imágenes del exitoso best seller a manos del por aquel entonces prometedor director italoamericano Brian de Palma.





Aquella producción de 1976 es, no sólo una de las mejores adaptaciones que se han realizado de una novela del autor de Maine, también se puede considerar como uno de los trabajos más conseguidos del director de Atrapado Por Su Pasado (Carlito's Way) o El Precio del Poder (Scarface). Protagonizada por unas colosales Sissy Spacek y Piper Laurie en los papeles de Carrie y su madre respectivamente y con roles secundarios de unos por aquel entonces jovencísimos John Travolta, Amy Irving, William Katt y Nancy Allen la película es a día de hoy un clásico del cine de terror en el que Brian de Palma ya imprimía su sobresaliente puesta en escena y su pasión por la obra de Alfred Hitchcock (las referencias a Psicosis son claras a lo largo del metraje) sustentado en un magnífico guión de Lawrence D. Cohen que se mantenía bastante fiel a lo escrito por el autor de El Resplandor.




En 1999 y sin pedirlo nadie (como suele pasar en estos casos) se estrenó una secuela titulada Carrie 2: La Ira que un servidor siempre se ha negado a ver pero que tiene fama de nefasta. Protagonizada por una supuesta hermanastra de la Carrie original (ambas se suponen hijas del mismo padre) parece ser que era un émulo bastante descarado de la película de 1976 pero con todos los tics del cine de terror de los 90. En 2002 se realizó un remake para televisión de la cinta primigenia que supuestamente iba a ser el episodio piloto para una serie de televisión que nunca se llevó a cabo. Escrito por Bryan Fuller (Dead Like Me) y protagonizado por Angela Bettis y Patricia Clarkson como Carrie y Margaret White tampoco he tenido el gusto de verlo aunque tiene mejor fama que la secuela antes mencionada.




Pero la idea de un remake para la pantalla grande nunca se descartó y durante años la Metro Goldwyn Meyer nos dio la brasa a los espectadores con noticias sobre hacer una modernización de Carrie. Tras el baile de actrices que iban supuestamente a protagonizar la película (se llegó a mencionar a Lindsay Lohan como la protagonista y a Jodie Foster como su madre) Chloë Grace Moretz (Kick-Ass 1 y 2, Déjame Entrar) y Juliane Moore (Magnolia, Boogie Bights) fueron las elegidas para los papeles principales y la interesante directora Kimberly Peirce, autora de la durísima y estimable Boys Don't Cry, fue seleccionada para ponerse detrás de las cámaras Por otro lado el guión recayó en Roberto Aguirre-Sacasa y Lawrence D. Cohen, este último el mismo libretista de la Carrie original. El resultado es un remake fallido, por ser una copia de la versión de 1976, y una cinta de terror del montón con sus aciertos y fallos que tan pronto se ve como se olvida.




Aunque su excelente arranque con ese agónico alumbramiento y detalles tan acertados como la Biblia abierta en medio de las escaleras empapada en líquido amniotico nos hace pensar que vamos a asistir a un remake diferente a la cinta original que toma como base todo se desmorona en ese sentido después del prólogo. A partir de ahí esta versión de Carrie se convierte en un descarado calco de la película de 1976 sólo que acentuando la violencia para hacerla más explícita y por supuesto, como dicta la tradición, reduciendo la carga sexual al mínimo exponente. Desde la escena de las duchas (que palidece sonrojantemente ante la de De Palma) hasta el final con el epílogo en la tumba (que por suerte no plagia al original, pero casi) todo es un ejercicio de innecesario mimetismo que no aporta prácticamente nada nuevo o diferente a la historia narrada.




Por suerte los productores han sabido elegir a una realizadora con oficio y que no se entrega al artificio o el efectismo al menos durante gran parte del metraje del film. Kimberly Peirce sabe dar cierto trasfondo a la historia que está contando, consigue acentuar y extrapolar la historia de abusos psicológicos que sufre Carrie a la actualidad (el uso de móviles y vídeos que se suben posteriormente a la red) y perfilar dos personajes principales, no así los secundarios, que exceptuando el de la profesora de gimnasia a la que da vida Judy Greer son clichés andantes interpretados por actores de buen ver con pocas o nulas dotes para la interpretación. Sólo en la recta final del metraje la autora de la poco conocida Stop-Loss abusa de efectismos (cámaras lentas, cierta casquería innecesaria y subrayados visuales o estilísticos) queriendo crear un clímax apocalíptico tan resultón como innecesario.




Por descontado que el largometraje lo sacan adelante sus protagonistas principales que sin llegar a ser ni sombras de las Sissy Spaceck y Piper Laurie originales obran de manera muy profesional. Chloë Grace Moretz es demasiado guapa y angelical para ser Carrie y por mucho que la despeinen y la vistan como si fuera una miembro de la familia Phelps no da el pego. Pero es cierto que la chica ofrece una interpretación notable, que se implica con la psicología torturada e inocente de su criatura y que sabe después sacar de su interior toda esa furia y venganza para sembrar el caos y la muerte. Mucho mejor está Julianne Moore como Margaret White, realizando una descarnada composición como esa mujer obsesionada con el pecado y el infierno que se autoinflinge heridas cuando cree que está actuando equívocamente y que no deja a su hija hacer una vida normal y corriente por culpa de su propia represión física y moral o sus prejuicios.




No es un remake tan destacable como sí lo fueron los de Posesión Infernal, La Última Casa a la Izquierda, Maniac o Las Colinas Tienen Ojos, pero tampoco tan terrible o mediocre como los de Viernes 13 o La Niebla. Como revisión es una necedad que no aporta nada cinematográficamente a lo que vimos en el film de De Palma y para colmo los pasajes que copia de aquel los empeora (algo que sucedía también con la versión de Perros de Paja que Rod Lourie rodó en 2011) como con la "crucifixión" del final. Para colmo no es mucho más fiel al libro que la cinta de 1976, de modo que como nueva traslación del escrito al celuloide no añade nada mínimamente destacable. Como película de terror se deja ver (aunque no inquieta ni la mitad que la del director de En Nombre de Caín, que sólo con los juegos de luces y sombras nos metía el miedo en el cuerpo) se pasa en un suspiro, está bien medida y no aburre en ningún momento gracias a la labor de su directora y sus protagonistas. Pero su existencia es tan innecesaria como olvidable y en ese sentido debemos ser conscientes de que algo no ha salido bien, como era de esperar por otro lado.



miércoles, 8 de enero de 2014

Somewhere, pobre niño rico



Título Orginal Somewhere (2010)
Director Sofia Coppola
Guión Sofia Coppola
Actores Stephen Dorff, Elle Fanning, Chris Pontius, Michelle Monaghan, Kristina Shannon, Karissa Shannon, Alden Ehrenreich, Lala Sloatman, Benicio del Toro





Aunque por ser hija de uno de los directores más importantes de la historia del cine Sofia Coppola ha vivido desde su niñez dentro del mundo del celuloide no ha sido un camino de rosas su relación con el mismo. Después de hacer pequeños papeles en varias películas de su padre durante los años 80 su intervención en El Padrino III (tras caerse del proyecto Winona Ryder que debía interpretar el papel que ella aceptó a petición de su progenitor) fue su puesta de largo oficial como intérprete. El resultado como todos recordamos fue bastante desastroso. La pobre chica dejaba claro que su lugar no estaba delante de las cámaras porque asegurar que era mediocre como actriz es una afirmación hasta benévola y su intervención en la soberbia tercera entrega de las vivencias de la familia Corleone (no tan brillante como las dos primeras entregas, pero aún así sobresaliente) la estigmatizó de por vida.




En 1999 estrenó su alabado debut detrás de las cámaras, Las Vírgenes Suicidas, interesante pero demasiado gélida adaptación de la novela de Jeffrey Eugenides. En ella ya se podrían ver lo que más tarde serían algunas de sus señas de identidad, como una puesta en escena minimalista, cadencia narrativa y un distanciamiento más que considerable con sus personajes. Cuatro años después llegaría su consagración, la deliciosa Lost in Translation protagonizada por unos memorables Bill Murray y Scarlett Johansson, una inolvidable cinta de comedida elegancia y sentimientos a flor de piel que mostraba a Sofia como una directora inteligente y exquisita pero aún demasiado fría en algunos aspectos a la hora de escribir o dirigir historias.




Con su polémica visión de Maria Antonieta, que un servidor nunca se ha atrevido a ver porque siempre me ha repelido desde el trailer, sus detractores comenzaron a tildarla de directora frívola y niña de papá amante del lujo y el artificio aunque supuestamente criticara estos conceptos con el grueso de su obra. Su cuarto film, Somewhere, es el que nos ocupa y en 2010 ganó el León de Oro de Venecia en el festival de aquel año con cierta polémica ya que su ex pareja Quentin Tarantino era el influyente presidente del jurado. El resultado para el que suscribe es una correcta cinta completamente deudora de la cineasta que la ha ideado pero que trata de transmitir ciertas sensaciones al espectador que en mi caso no llego a experimentar precisamente porque me parecen demasiado triviales y poco trascendentes como para tomarlas en serio o de manera mínimamente trágica porque no me lo parecen en ningún momento.




Cuando no está de rodaje la estrella cinematográfica internacional Johnny Marco (Stephen Dorff) vive una vida anodina en la que las mujeres, el alcohol y el lujo le ayudan a evadirse de un mundo lleno de entrevistas, premieres internacionales y fama desproporcionada. Un día Johnny recibe la visita de Cleo, su hija de once años que decide pasar unos días con él. En el proceso Marco irá conociendo poco a poco los gustos y aficiones de su primogénita, que normalmente hace vida con su ex mujer, haciéndose ella poco a poco un hueco en su vida y permitiéndole mirar con otra perspectiva el mundo de excesos en el que vive y que lo aboca a una más que considerable vacuidad que no le enriquece más allá del plano monetario.




Somewhere es una muestra clara y quintaesencial del cine visto desde la perspectiva de Sofia Coppola. Una cinta elegante, estilizada, de tono contemplativo (puede que demasiado, de eso hablaré más adelante) y distante que nos cuenta la historia de una estrella de cine que llega a ser consciente del oscuro agujero sin fondo en el que se ha convertido su vida. Johnny Marco es un hombre infeliz que vive sus momentos de ocio (promociones de sus películas, visitas de unas gemelas strippers que le hacen numeritos exclusivos en la habitación del hotel de lujo en el que vive, el sexo casual con mujeres anónimas) con una desgana y apatía que acentúan que por mucho que viva una existencia acomodada está lejos de ser un hombre completo en el plano personal.




Toda esta cotidianidad está muy bien expuesta por la directora de The Bling Ring en pantalla, es creíble y llega al espectador mínimamente receptivo. El problema radica en que Coppola quiere que nos compadezcamos de su personaje, que veamos su tristeza y vacío existencial y nos apenemos por ello y conmigo no sólo no lo consigue, sino que consigue llegar a irritarme en el proceso. Siendo hija del director de Apocalipsis Now y La Conversación es lógico que la obra tenga algo de autobiografía por su parte (como también lo tenía Lost in Translation) porque Sofia sabe de lo que habla, de vivir una vida aposentada pero en la que puede que le falte lo esencial para conseguir la autorrealización personal.




Pero a un servidor no le parece nada terrible lo que la directora me cuenta. No veo un grave problema en que ese actor que vive en el exceso esté aposentado un una insatisfacción personal tan notable, precisamente porque no es un dilema verdaderamente horrendo o remarcable por su tragedia. Si Coppola quiere que sienta la necesidad de darle una metafórica palmada en la espalda a su criatura no lo consigue, puede que porque la historia que me plantea está muy alejada de mi vida diaria o mi estrato social, pero no siento empatía en casi ningún momento con el protagonista y su laconismo. Por mucho que la directora lo rodee de productores aprovechados, ex mujeres irresponsables o periodistas que espetan estupideces (el pasaje en el que las preguntas durante la rueda de prensa se solapan unas con otras para el desconcierto de Johnny parece un grito desesperado por parte de la autora para decir: ¡Mirad qué dura es la vida de este pobre hombre, observad lo que tiene que aguantar!") mi identificación e implicación con la historia es prácticamente nula.




La realización de Coppola es 100% consecuente consigo misma, identificable con su estilo cadencioso, luminoso y estilísticamente elaborado. Pero es comprensible que a cierto tipo de espectador lo saque de sus casillas con su puesta en escena en Somewhere. Desde el primer momento del largometraje en el que vemos el coche deportivo de Johnny dar varias vueltas a una pista la directora decide alargar planos estáticos de una manera ciertamente innecesaria en casi todo momento. Porque si bien el largo pasaje en el que se cierra plano sobre el rostro del protagonista cuando lleva puesto el molde de los efectos de maquillaje nos sirve para enfatizar su despersonalización como ser humano por un medio (el cinematográfico) del todo vampirizador, secuencias como la de la piscina no necesitan un metraje tan excesivo ya que la idea que exponen queda bien clara durante el primer minuto de los (en ocasiones) tres o cuatro que llegan a durar.




Hay toques de humor (el del masajista nudista, que Johnny se equivoque siempre con el nombre de sus amantes mientras copula, las apariciones de Chris Pontius que tiene mucha química con Elle Fanning) los actores lo hacen muy bien (es curioso ver a un convincente Stephen Dorff hacer de una estrella de cine cuya fama él no tiene ni de lejos o a Elle Fanning demostrar poco a poco que es mejor actriz que su hermana Dakota) y la cinta a pesar de su ritmo pausado es simpática y se ve con agrado. Pero vuelvo a que Sofia Coppola no me convence si quería que sintiera pena por este "pobre niño rico", porque aunque al final se supone que hay una ruptura vital por parte del protagonista (¿la misma Coppola?) y la hija de Francis parece dejarnos como mensaje que ser una niña pija tiene sus cosas malas, ciertamente lo dice con la boca pequeña. Ya como curiosidad adjunto a continuación la carátula de una edición en dvd de la película en la que Benicio del Toro sale en la misma con su nombre destacado y bien grande cuando su aportación es un cameo de 20 segundos de metraje.